Disclaimer: Los personaje le pertenencen a Crypton Future Media, y la canción a Hitoshizuku-P. Yo solo arme la historia.
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Disfruten del Relato.
Short-Fic
Flor Corrupta
Rin y Len Kagamine
Vocaloid
Capítulo 01
Londres, 1805
Si alguien te contara, que el famoso oficial Lennard Roberts estaba en ese momento en las puertas de un cabaret en la zona roja más reconocida a las afueras de Londres… ¿Te lo hubieras creído?
La obvia respuesta era un rotundo "no".
Era humanamente imposible que el hijo del Barón Renato Roberts y Leticia Kitt Roberts fuera esa clase de hombre, conocido por una prospera carrera militar que estaba creando a pasos extraordinarios, desde que cumplió edad suficiente para poder inscribirse y prestar servicio.
Ahora, si te decían que; en realidad, fue obligado por su comandante en jefe.
Sí, eso era lo más probable.
Y si, eso era lo que ocurría en este instante.
Con una cara de amargado, un rubio destacado por una belleza poco masculina no perdía de vista a un hombre de rebeldes cabellos azules, con su mejor pero poco usada: mirada asesina.
—Deja de verme así —pidió el hombre mayor. — Len, si las miradas mataran te juro que hace un buen par de horas estaría tres metros bajo tierra y con flores decorando una lapida.
—Señor, perdone mi impertinencia, sin embargo no sé cómo expresar mi desagrado de otra manera —respondió el joven Lennard, pero conocido por su abreviatura "Len" por toda la armada. Era una manera amistosa de llamarlo. No le agradaba, pero tampoco lo odiaba; simplemente le daba igual—. Sabe perfectamente que esto me parece inmoral y una pérdida de tiempo, comandante Townshend.
—Y de la misma manera en que no sabes cómo expresar esos sentimientos de otra manera, ya no sé cómo decirte que dejes de llamarte de forma tan elegante. Eres como mi pupilo estrella, mi joven estudiante, mi siguiente al mando; así que de una buena vez llámame Kaito.
—No me parece correcto.
—Muy pocas cosas te parecen correctas, eres un viejo de cincuenta años en un joven cuerpo veinteañero. Y me refiero a un cincuentón cura, porque conozco duques y barones de esa edad que se divierten más que tú —Se quejaba el mayor con sus azules y lisos cabellos de un largo aceptable, que caían con gracia en su rostro, en un flequillo tapando parte de su frente—. No obstante, entre esas personas están tus padres: El barón Rinto y su hermosa esposa Lenka; como ellos mismos me han permitido llamarles; es más, es tu padre quien unió mi nombre y mi apellido en ese divertido apelativo cuando sólo era un joven quinceañero.
—No involucres a mis padres en sus asuntos señor Kaiser —Habló el rubio oficial, utilizando el nombre de su superior y amigo de la infancia para molestarlo, ya que el joven hombre odiaba su nombre.
—Y tú no involucres mi aborrecido nombre.
—Usted me ha obligado de alguna manera. Ahora con su permiso regresaré al carruaje para irme a mi hog…
Pero cuando se dignaba a alejarse de la entrada de tan escandaloso local. La puerta se abrió de manera estrepitosa, dando paso a una mujer de elevada altura y cuerpo voluptuoso, era imposible ignorar ese último hecho por culpa del vestido que utilizaba: Un corsé color vino, el cual era tan apretado y tan bajo que sus pechos realzaban y casi era posible ver sus pezones. Las mangas del vestido eran cortas y abombadas al mejor estilo princesa y la falda era larga de color rojo con bordados blancos que lo cubrían por completo.
Pero para Len, una de las cosas más extravagantes de la mujer, era su cabello castaño oscuro, lacio y con un corte que apenas rozaba sus hombros. No era común ver mujeres con su melena suelta al viento, era menos normal verlo corto, ya que perdían feminidad. Sin embargo ella no trasmitía un aura masculina como comúnmente se creía.
—Caballeros, sean bienvenidos a "Vocaloid" —exclamó la mujer con entusiasmo—, el mejor cabaret de Londres.
—¡Meiko! —grito Kaito, que sin pensarlo dos veces se lanzó a los brazos de la mujer. Pero antes de poder acercarse la castaña propino un empujón en su pecho, lo que por consecuencia hizo que el hombre mayor callera al suelo.
—Deja de abrazarme, de tratarme con tanta familiaridad y sobre todo ¡deja de llamarme de esa manera!
—Pero querida Meiko, es mi manera de mostrar cuanto me importas. ¿Quién en tu vida ha mezclado tu nombre para crear algo único? ¡Es mi manera de mostrarte cuanto me importas!
Meiko ignoró las palabras del hombre para fijarse en el otro acompañante. Cambio su rostro arrugado por el enojo a una expresión dulce y calidad. Típica de una anfitriona.
—Realmente perdona mi actitud hace un momento, es que no me gusta cómo se comporta esté idiota —Señalo a su comandante tendido en el suelo con su mano en forma de puño pero su pulgar hacia afuera, de una manera despectiva—. Es un placer tenerlo aquí señor, nuevamente sea bienvenido al cabaret "Vocaloid", me llamo Mei Koenig y soy la dueña del lugar.
—Muchas gracias por su invitación señorita Koening —respondió rebosando de elegancia y educación en cada silaba—. Pero de la manera más sincera me gustaría indicarle que no tengo algún tipo de preferencia en visitar esta clase de lugar, fui literalmente arrastrado. Pido perdón por hacerla perder el tiempo y sin más me retiro.
Meiko quedó extremadamente encantada por la actitud respetuosa del joven de cabellos rubios. Debía admitir la extraordinaria belleza del muchacho; cabellos rubios amarrados en una rebelde coleta alta mientras su flequillo caía en su cara con gracias, ojos grandes y de forma almendrada, pestañas largas, y una piel blanca y tersa. ¿Cómo lograba verse masculino a pesar de ese rostro? No era un hombre de gran altura debía destacar, mientras ella rozaba el metro setenta, el joven debía llegar por mucho al metro sesenta y cinco.
Nuevamente se cuestionaba que hacia tan varonil a ese ser físicamente tan femenino. Decidió revisarlo nuevamente y se sintió satisfecha al descubrirlo, no era ese uniforme militar verde con dorado como había pensado en el principio, simplemente el joven poseía unas largas y gruesas cejas bien definidas, sorprendentemente peinadas.
Pero en su humilde y femenina opinión, para ella esa expresión de confianza, tranquilidad y algo de soberbia; que no llegaba a ser pedante, era una muestra de masculinidad superior a cualquier aspecto físico.
Y ahora, con respecto a sus palabras… primero y para sorpresa del rubio oficial la mujer rió con soltura y suavidad.
—Joven, conozco lo que piensa; no ha sido el primer hombre que considera mi local como un sucio nido de ratas lleno de pecado. Y no tengo defensa en un aspecto, está lleno de pecados pero nunca en la vida este sitio será un lugar repugnante o indigno —dijo la castaña con porte, dedicación y una gran pasión que el chico de ojos azules quedó impresionado—. Las personas que trabajan para mí no venden sus cuerpos, esto no es un burdel; es un cabaret. Ellas se dedican al entretenimiento, mezclando talento con sensualidad. Nunca se faltan al respeto ellas mismas, admiran su vida y está es una forma de vivir con su propia dignidad, en este mundo y época donde la boca es la mejor arma de destrucción.
Un aplauso se escuchó, cuando Mei y Lennard fijaron su vista al lugar donde provenía el sonido, encontraron a Kaito parado mostrando un porte que comúnmente no se veia.
—Por ese tipo de palabras te amo tanto Meiko —habló con seguridad. Una pequeña sonrisa se asomó mientras se acercaba al oficial—. ¿A que es maravillosa? No te traje a cualquier lugar, este es un sitio respetable; entretenimiento adulto, sexy y lujurioso; no toca la vulgaridad.
Len asintió en su mente, si el local era como la dueña lo más seguro es que desbordara orgullo, y eso era algo que él siempre admiraba.
—Pues eso parece… —dijo el rubio un poco contrariado, no se encontraba seguro sobre el hecho de entrar a ese local.
—Además la hermosa Meiko me tiene un sitio especial apartado —comentó ahora con una sonrisa, volteó para ver a la mujer a la cara y la curvatura de sus labios aumentó en una expresión de dulzura.
¡Ahora lo entendía todo! Su amigo y jefe estaba interesado en esa castaña. Lo notaba, imposible no hacerlo, ese rostro, esa manera de hablar, la forma como la veía, el modo maravilloso que hablaba sobre ella.
Sonrió, podría no estar muy seguro de entrar al sitio, sin embargo se sentía más tranquilo al saber que era una escusa de Kaito para ver a esa joven mujer.
Otra cosa es que debía felicitarlo, era una joven hermosa, segura de sí misma e independiente, algo poco común (aunque no aprobaba su negocio).
Lo sabía porque se encontraba buscando una esposa, apurado por un heredero que cuidar y querer. Las personas del sexo femenino que le presentaban estaban interesadas en fiestas, vestidos y posición social; no las juzgaba, en verdad que esa era la manera que debía pensar una esposa. El detalle es que no le trasmitían nada; ni dulzura, ni atracción, ni deseo, ni desprecio, ni odio. No lograba sentir nada, y era algo desesperante.
—¡Deja de llamarme así! —gritó Mei, volviendo a la realidad al joven oficial.
Len notó como la mujer escondía su rostro para que su sonrojo no se notara entre los dos hombres, fue inevitable sonreír al saber que su amigo de alguna forma era correspondido.
—Señorita, yo soy Lennard Roberts —expresó mientras daba un paso al frente para hacerse notar. Colocó su mano derecha en frente de su propio cuerpo e hizo una pequeña reverencia.
Mei sonrió, recibir la presentación del joven significaba aceptación a su persona, y de alguna manera de su trabajo.
—Un placer, pero no me diga "señorita"; soy viuda pero ese apelativo tampoco es muy alentador. "Señora" o solo "Mei" es suficiente —respondió con una sincera sonrisa.
—¡Dile Meiko, de alguna forma suena adorable y fuerte como ella! —De una manera descarada el comandante en jefe del rubio tomó a la castaña de la cintura, planto un beso en su mejilla y entró al establecimiento.
—¡Kaito, idiota! —La mujer corrió detrás de su amigo de la infancia, lo más seguro para darle una cachetada que dejaría una marca de mano roja en su mejilla por una semana, o más.
Y él, de alguna manera motivado por los hechos. Caminó para adentrarse en el local, ignorando todos sus típicos ideales.
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Dentro del establecimiento, la diversión de podía palpar en el aire. Risas de alboroto y borrachera se escuchaban en cada rincón, mientras que una pequeña orquesta; conformada por un cuarteto de cuerdas, un piano y el estrambótico sonido de la percusión, hacían el ambiente más ameno. Tambien consiguió instrumentos de su desconocimiento.
Len analizó todo a su alrededor. No era un lugar elegante como las fiestas de la nobleza, pero tampoco era un sitio de mala muerte.
Había un escenario al final del lugar, de unos diez metros de ancho donde se encontraba la banda tocando. Tres Docenas de mesas se ubicaban alrededor, escuchando divertidos la música mientras eran atendidos por meseras con atuendos lujuriosos: faldas negras largas y lisas con abertura a un costado para poder mostrar la pierna derecha, que poseía un ligero de encaje de color blanco en su muslo. La parte superior se conformada por corsés lleno de adornos brillantes de escote bajo, muy bajo… extremamente bajo; acompañado de unas largas mangas.
Ni hablar de los cabellos, todos sueltos y algo despeinados; como recién complacidas sexualmente.
Eso le incomodaba mucho al rubio.
Siguió a Kaito por todo el sitio, este se desenvolvía con mucha naturalidad entre las mesas y las personas. Saludando a las empleadas y hasta algunos clientes.
Lennard suspiro resignado. El había decidido entrar y sentarse. Podía sentirse como un pez fuera del agua, pero no quería retirarse. ¿Sería acaso una vena en su cabeza inundada de curiosidad? Se pregunto. Ver esa mujer de tanta confianza fue un determinante muy potente de sus ganas de entrar el establecimiento.
Después de varios pasos, el joven de cabellos azules se detuvo. Se sentó enfrente de una mesa alta pero poco ancha que tenía una forma circular. Usando sus dedos señalo la silla al frente suyo en una clara invitación para su subordinado. Este obedeció todavía cohibido.
—¡Relájate Len! —Comentó divertido su superior—. Ninguna chica muerde; y no continuare la frase con un "excepto si se lo pides", ya que si llegas a hacerlo te sacaran de una patada del establecimiento. Mi linda Meiko se encarga de realizarlo, no la subestimes ¡Es extremadamente fuerte! Tengo una suposición con bastante evidencia, y esa es que ella nos supera a ti y a mí; mi primera prueba…
El joven defensor de la patria ignoró las palabras que continuaba diciendo Kaito, se puso a analizar todo lo que rodeaba su entorno. El sitio era de un gran tamaño, conformado por el escenario y las mesas enfrente de este. Cerca de la pequeña y escondida puerta de entrada y salida estaba el bar, lleno de bebidas y la larga barra repleta de personas alcoholizadas. Ahora, en el lado izquierdo del bar; en un rincón apartado se apreciaban seis mesas llenas de personas y fichas, jugando a cartas y apostando con soltura.
Fue una gran sorpresa ver como un par de meseras jugaban en contra de los clientes. Su integración en la mesa no era algo normal, reían y apostaban sin ningún inconveniente. Si no fuera por los uniformes, juraría que eran parte de la derrochadora nobleza. Aunque estaba el hecho de que eran mujeres, no era para nada común verlas. Él no estaba en contra de eso, pero seguía siendo un aspecto extraño.
—Les puedo ofrecer algo señores —dijo una melosa voz. Len volteó, encontrándose a una joven de largos cabellos blancos lisos y unos ojos extrañamente rojos. Una chica albina, era lo que pensó. No obstante era una mujer muy hermosa para tener esa deficiencia en la piel.
—¿Cómo te encuentras Haku? —preguntó Kaito con ánimo y cortesía.
—¡Muy bien señor! No le había reconocido, normalmente no viene con compañía, prefiere estar detrás de la señora Mei todo el tiempo.
El aludido se sonrojó tontamente. Len no pudo evitar reír.
—¿Quién hubiera pensado alguna vez que mi superior era un acosador? —comentó con burla. La cara de Kaito solo podía mostrar vergüenza.
—No creo que ahora vaya a ordenar algo el señor Townshend, así que… ¿Puedo traerle algo a usted?
Nuevamente se sintió incomodo. No deseaba llamar la atención de nadie, lo que menos quería era hablar con alguien que no fuera Kaito; aunque podía hacer una excepción la señora Mei, era una mujer interesantemente agradable.
Ante la mirada acusadora de la linda albina, Lennard se obligo a hablar:
—Un poco de agua estaría bien, si no es mucha molestia.
La mesera arrugó su cara y levanto una ceja interrogante, pero sobre todo extrañaba. ¿Un joven militar pidiendo agua en un bar con espectáculo? No era algo que se veía todos los días. Aunque… lo más probable… por agua quería decir… ¡Ahora si lo comprendía!
—En un segundo traigo su pedido —indicó con una sonrisa antes de retirarse. Y antes de que le preguntaran, era claro su posición militar por su uniforme verde y dorado.
—No me extraña que estés nervioso —dijo Kaito después de que la joven albina se hubiera retirado.
—Pues a mí si me extraña que tú seas un acosador.
Kaito nuevamente se sonrojó.
—No es mi culpa —suspiró desesperado—. Vine la primera vez aquí con el Capitán León hace unos meses, y desde la primera vez que la vi quedé amarrado a su presencia. Después la conocí mejor, es inteligente, valiente y una mujer muy fuerte ¿Cómo no me podría enamorar?
—¡Un momento! ¿Te encuentras enamorado? —exclamó el rubio algo atónito—. Pensé que solo te gustaba.
El mayor sonrió con amargura.
—Ojala solo me gustara, sería más fácil vivir de esa manera. Quiero estar el resto de mi vida a su lado. Quiero casarme con ella, tener hijos con ella, envejecer juntos. Sin embargo es difícil, hasta que derrotemos a los franceses no puedo buscarla. Ella tiene un gran peso encima, es una joven mujer viuda; no quiero darle esperanzas y después morir. Sin mencionar el hecho de que todavía ama a su marido o al menos sigue en su memoria.
El rubio nunca en su vida se imagino que Kaito, uno de los hombres más Casanova que hubiera conocido, ahora se estuviera muriendo por el amor de una joven viuda.
Sencillamente, el destino era una cosa seria.
—Las cosas suceden por una razón —dijo el más joven intento animar a su superior—. Por mucho que puedas sufrir ahora, tu voz transmite una enorme dulzura. Estas feliz de haberla conocido, pero te haré una pregunta —lo miro fijamente—, ¿Te arrepientes de haberle hablado, de haberla visto?
El hombre de cabellos azules lo miró con sorpresa. Bajo su vista, tapando con su flequillo sus globos oculares.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —Levantó su rostro mostrando una gran decisión—. Yo nunca en la vida me arrepentiría de haber conocido a mi hermosa Meiko.
—¿Entonces qué ocurre?
—¿A qué te refieres?
Haku llegó con su pedido. Trajo dos vasos alargados de cristal. Tenían hielo hasta rebosar y un líquido trasparente. Dejó e hizo una pequeña reverencia y les mando un "cualquier otra petición, por favor llamen" de sus labios antes de retirarse. Len no apartó su vista de la mesa.
—Tienes una razón para volver —comentó siguiendo el camino del tema expuesto—. Quieres un futuro con alguien. No dejaras que cualquiera te lo arrebate, por eso mismo tu motivación para estar vivo será superior. No como otros.
Tomó el vaso. Al acercarlo a su rostro el olor de licor inundó sus fosas nasales.
No habían llevado el agua que solicitó. No se sorprendió.
—¿A que otros específicamente te refieres? —Su apreciado superior se percató del trasfondo de la frase. Carcajeó para sus adentros. Kaiser siempre fue alguien muy perceptible.
Aunque si lo conocía ¿Por qué no simplemente cerró su boca?
Algo nervioso se concentró en el elegante vaso que cargaba en su mano. Se veía tentador.
Sentia la mirada de su superior, era pesada y acusadora y en parte sabia que no podía escapar de ella. Necesitaria algo de valor. Con nervios y poca determinación tomó de un trago todo el contenido del vaso. El alcohol obviamente quemó su garganta, arrugó la cara y un quejido expulsó su boca. Escuchó risas de su superior al fondo.
—No es normal verte ingerir licor.
Lennard soltó un suave carcajeo.
—Me gustaría retribuir tus palabras con un "no es normal sentir presión para hablar" pero sabemos que seria una descarada mentira.
—Por estas cosas eres mi oficial de mayor confianza —comentó con muchas risas. Esta expresión más que burla o diversión, desprendió confianza, esa ciega virtud que Len parecía poseer de parte de Kai.
Len tomó otro trago profundo del liquido. Como la primera vez sintió ese camino de fuerte calor que empezaba en su lengua, pasaba por su esófago y terminaba en la boca del estómago.
—Pero terminemos de dar vueltas... ¿Responderás mi pregunta? —prodigio Kai.
El lindo rubio suspiró.
—Cuando me ha tocado batallar, siempre veo a padres de familia e hijos. Ellos se mantienen motivados, batallan con una doble motivación: buscar la victoria para darle a sus seres queridos una inglaterra con un hermoso futuro —Confesó algo apenado.
—¿Pero que tiene que ver? Todos en la guerra poseemos ese tipo de idea.
—Hablé de una doble motivación. Todos esos hombres desean en parte vivir ese hermoso futuro junto con su familia. Están motivados a sobrevivir. —Kaito estaba algo sorprendido, no obstante, entendió el punto de las palabras escuchadas—. Un claro ejemplo eres tú.
Len posicionó sus ojos azules en su superior, mirándolo fijamente y hasta acusador. Algo extremadamente poco usual en su persona. El mayor tomó eso como consecuencia al licor.
—Tu deseas regresar con vida para estar con Mei. Te entristece no estar a su lado, por eso tú esfuerzo será mayor. No hay que ser un genio para comprenderlo, y no puedes negarlo.
Algo apenado Kai asintió.
—¿Sabias que mi padre tiene tres cicatrices de bala, colocadas consecutivamente en su pecho? Tenia yo unos dos o tres años. Mi padre estaba es una misión militar y le dispararon de la nada, tenia una fuerte hemorragia, y sus compañeros; ha pesar de auxiliar lo mejor que podían, lo dieron como muerto. Él lo sabía y siempre narra que en su dolor nos vio a mi y a mi madre. Después sin saber como, su corazón no se detuvo, a pesar de la poca sangre que transmitir su cuerpo.
—Se un poco de eso. Es un cuento muy contado. Lo llaman milagro.
—Fue un milagro —sonrió el rubio—, producto del amor de un padre por su esposa e hijo.
El oficial levantó su mano para captar la atención de alguna camarera. Fue rápidamente atendido y pidió otra ronda de lo que sea que le hubieran traído con anterioridad.
—Esta clase de cosas me hacen preguntar mi motivación. No te confundas, mi alma y cuerpo no descansaran hasta que halla librado a mi amada Inglaterra de la opresión francesa —Los nuevos vasos de licor llegaron, Len no perdió el tiempo y tomó el primer sorbo—. Pero solo puedo pensar en mi muerte y en lo poco que me importa.
Kai miró fijamente al rubio. No expresaba palabras ó emociones. Procesaba las deprimentes letras de su subordinado. Fue su turno de tomar un trago de la bebida servida en la mesa. Arrugó la cara ante la caliente sensación y de su garganta expulsó su opinión:
—Eres un idiota mal agradecido. Tienes a un padre y una madre que te adoran, y muchos amigos que te aprecian.
Len se veia muy apenado ante el regaño.
—Ya se, pero no es lo mismo. —Tomó un gran sorbo—. Tener a alguien que de alguna manera te necesita, saber que sin ti puede estar perdido, tener el conocimiento de que una parte depende de ti, es algo que te motiva sorprendentemente a vivir. Mi padre paso por eso, y tú también has cambiado. Es imposible no notarlo.
Kaito se sintió apenado. Tardó un poco en comprender esa manera de pensar, cegado por la decepción de sentir el rechazado de su subordinado; lo consideraba un fiel y confial amigo.
Confiaba en él ciegamente.
—Perdón —dijo el de cabellos azules—, no pensé debidamente tu situación.
—Entiendo.
—Sin embargo —Kai sonrió—. La vida da vueltas.
—¿Insinuas un enamoramiento? —preguntó incrédulo.
—La vida esta llena de sorpresas.
Len frunció sus labios en un gesto de obvio desacuerdo.
—¿Todo bien por acá? —Meiko apareció con una enorme sonrisa.
Su superior no perdió el tiempo. Ignorando su conversación, posó sus ojos en la mujer. Mostró una enorme sonrisa y el mal coqueteo no se hizo esperar.
—Ahora que nos deleitas con tu presencia, todo esta perfecto.
La mujer de atributos grandes lanzó una mirada matadora al pretendiente, para después voltearse. Kai empezó a quejarse infantil mente.
Len notó la pequeña sonrisa y el liviano sonrojo que la fémina mostró. Se sintió feliz por su amigo, cada vez estaba más seguro de que ella correspondia sus sentimientos.
Era probable que fuera una persona sentimentalmente tímida; por lo tanto, se esforzara en ocultar sus sentimientos amorosos a Kaito. Aunque estaba el hecho de ser viuda...
Mordió la parte interna de su cachete, como un intento de no pensar en esas cosas. No deba meterse en la "casi", "pronta", "futura" relación de su superior y amigo.
—¿Quieres algo más de beber? —Habló la mujer.
Incomodó vio su vaso. Se sorprendió al ver el recipiente nuevamente vació. Dos vasos de alcohol en menos de una hora, un nuevo e incómodo récord para él. Sin embargo, no quería parar.
—¡Que hermosa mi Meiko! —Expresó Kai (aunque no aprobaba su negocio Me encantaría que me trajeras...
—¡A ti nadie te traerá nada! —Gritó molesta—. ¿Sabes que? Mejor ve tu a la barra y le dices a Lila que te entregue una buena botella de vino.
El hombre quedó callado por un momento.
—Como mi reina me ordene —Se levantó del asiento, hizo una educada inclinación y se retiró a donde fue mandado.
La viuda se sonrojo fuertemente. Al notar como el rubio se percató de su vergüenza, ocultó su rostro con las palmas de sus manos.
—No le vayas a decir nada.
—No pienso decirle nada.
«Él ya lo sabe» Pensó.
—No me siento cómoda con esto —La castaña descubrió su cara.
—Pero no lo odias —Fue la declaración del joven.
La mujer suspiró profundamente, resignada. Miró al techo del local y soltó un "No, no lo hago".
Ninguno dijo nada aproximadamente por un minuto. Meiko por vergüenza, Len por no saber que decir.
—¿Porque abriste este lugar?
La de los ojos chocolate lo vio fijamente por un momento.
—Por que quería un lugar donde nuestra sexualidad no sea juzgada.
No esperó esa respuesta.
—No entiendo.
—Soy viuda. Me case con un comerciante respetado. Pidió mi mano cuando tenia dieciséis. Fue al campo hacer negocios, y me vio. Según; se enamoro de mi a primera vista. Mis padres; al ser campesinos, estuvieron encantados. Yo no me opuse. Me casé, tuve mi incomoda noche de bodas, que con el tiempo mejoró.
La mujer se encontraba algo roja en sus mejillas y con una dulce sonrisa tímida.
—No pasamos mucho tiempo juntos. Viajaba constantemente. Murió después de cuatro años de matrimonio. Fue a latinoamérica y contrajo alguna extraña peste. Al revisar unos cultivos de café. Estuve muy triste. Sin embargo me percate de algo, poseía más libertad. Todo el dinero que poseía mi marido fue dado a mi persona. Me siguieron invitando a fiestas, y no me jugaban por hablar con otros hombres. Estuve a solas con más de un pretendiendo pero mi dignidad no fue insultada. Con el tiempo aprendió el porque —Carraspeo su garganta—: mi virginidad fue entregada bajo las condiciones establecidas por la sociedad.
—No quiero sonar grosero, pero sigo sin entender mucho.
—Es normal —Sonrió Meiko. Pero piensa en todas esas mujeres que dan su pureza a promesas que en el futuro no se cumplen, las que entregan por necesidad de comer, o las que les arrebata sin su permiso. A nadie le importa las condiciones, las marcan de cuerpo mancillado.
»Vendí y entregue a los socios de mi esposo todo esos convenios comerciales que no sabia manejar. Aprendí sobre la marcha y en el proceso conoce a docenas de mujeres que sufrieron de todo lo que ya mencione. Tuve apasionados amantes y disfrute de placeres que los hombres se guardan.
Len escuchaba embelesado. Con cualquier otra mujer, se hubiera escandalizado ante vida tan libertina. Pero esta joven, contaba todo como una experiencia motivador, llena de orgullo y combinando una grata modestia.
—Ahora, quise crear un lugar donde la mujer es amiga de los hombres. Son sus iguales. Pueden coquetear, pueden tener romances, pueden mantenerse, pueden ser auto suficientes. Esto no es para toda la vida, solo es ayuda para forjar un futuro.
Meiko termino su relato. Sonrió y tomó su mano en un gesto de comprensión.
—No mentira diciendo que lo entiendo —Sonrió el rubio—. Pero puede comprender parte de tu esfuerzo, visión y objetivo. Es algo noble y motivador.
La mujer asintió agradecida.
—Mi mujer y mi mejor amigo. ¡Que dolor y tristeza! Siento como mi alma se consume por la traición —Expresó Kai, llevando la bandeja con las copas y la jarra de vino. Colocó su mano en su rostro, agregando dramatismo a la escena.
La mujer abrió de manera desmesurada los ojos, para automaticamente alejarse del rubio.
—¡No es lo que parece! —gritó Meiko. El de cabello azul se le quedó viendo fijamente. Lanzó una sonrisa mínima, que solo fue perceptible para el rubio.
Cualquiera estaría feliz al sentirse correspondido en sentimientos.
—Confiare en ti, mi amada —Sonrió antes de sentarse. Tomó la mano de la mujer, para después darle un beso de forma galante.
Mei se sonrojo. No se percató de ese hecho, y siguió como si nada.
El tiempo continuó pasando esa noche. Len comenzó a relajarse en su entorno. Antes de darse cuenta, estaba integrándose al lugar.
Meiko pidió un paquete de cartas. Su pretendiente se emocionó con la idea, sin embargo solo tres personas parecía aburrido. Invitaron a un japones llamado Kiyoteru para que jugara, también a una mesera de nombre Michellina; que con una sonrisa, meneó sus dos largar coletas altas al aceptar.
—La música es extraña —comentó Len, el cual era un "recién llegado" a comparación de las otras cinco personas en la mesa.
—¿Extraña? —preguntó Michellina—. ¿En que sentido?
—No en mal sentido, señorita Michellina
—Oh, por favor; llámeme simplemente Miku —dijo con voz coqueta. Meneó entre sus dedos varias hembras color aguamarina de su coleta.
El rubio asintió con una pequeña sonrisa cortes.
—Es música nueva —En está ocasión habló la dueña del local. Era su turno de barajar las cartas. Su forma de mover los cartones llenos de figuras y números era... extraordinario. Poseía una habilidad y agilidad que nunca habla visto.
Aunque; seamos sinceros, el no era fanático de los juegos de mesa. Podía contar con los dedos de su mano izquierda las veces que habla asistido a esas fiestas de juego. No sabía mucho de ese tema. Sin embargo, la mirada de admiración del invitado Kiyoteru, le mostraba que sus suposiciones sobre la castaña no eran incorrectas.
—He tenido el placer de viajar por diferentes lugares del mundo —empezó a relatar Meiko, mientras repartia las cartas: Kai, Len, Miku, Kiyoteru y por último ella misma, ese era el orden— El año pasado; en España, escuche de una tal guitarra. El sonido de ese instrumento de cuerda fue... exquisito. En otra ocasión conocí los tambores de África, era un sonido emocionante. Fue algo complicado traer esos innovadores instrumentos, pero conoci a varias personas buscando una nueva vida. Con dificultad logré que miraran y formaran parte de una banda aquí, en Vocaloid.
—Mi linda Meiko tiene un talento natural para la música. Es sencillamente maravillosa. Sabe cantar —Esperó que la mujer terminara de repartir para recoger todas las cartas lanzadas—, también bailar, tiene varios dones.
La castaña se sonrojo, como lo habla estado haciendo desde que Kai y su persona habían llegado al lugar.
—¿Irina se presentara hoy? —preguntó bastante interesado Kiyoteru.
—Claro —respondió tranquilamente Mei, mientras mostraba dos cartas—. ¿Porque crees que hoy no están disponibles mesas? Sabes que ella es bastante popular.
El japones arrugó un poco el rostro. Clara molestia.
—Ella es adorable —comentó el de cabello azulado—. Como un adorable pilluelo de alondra.
—Dijiste adorable dos veces —habló un poco burlesco Len— ¿Qué paso con tu perfecta dicción? Tu madre se pondría furica.
—Imagina como es la linda Irina —Sonrió—, que uno se equivoca al pensar en ella.
Por logica, pensó encontrarse a una castaña celosa, furiosa; tal ves, triste. Pero al verla disimuladamente, solo dislumbró a una mujer con rostro apacible.
—Mi pequeña Irina —Sonrió con dulzura. Un gesto maternal, que podia reconocer por su propia progenitora.
Repentinamente una campana retumbó por el local. La música dejo se sonar, y dos meseras prendieron un camino de lamparas metalicas con velas. Meiko tomó la vela en el centro de mesa y de un sopló extinguió su brillo naranja. Antes de poder demostrar su interrogativa, se percató de que todas las trabajadoras habian hecho el mismo movimiento. A consecuencia, el escenario brillaba hermosamente, dando un ambiente intimo por las calidas llamas que irradiaban su caracteristicos color.
Kiyoteru se movió. Colocó firmemente su espalda y concentró toda su atención en el escenario. Michellina bailó los ojos molesta. Kai y Meiko estaban sonriendo tranquilamente.
A continuación, con la música de un violín, salió Irina a cantar.
Nunca en su vida; Lennard, había quedado tan impactado y embelesado.
Hace exactamente tres años escribí un fanfic que fue altamente aceptado. Con un total de más de 7000 vistas, ha sido mi escrito más exitoso. Para mi esa historia es muy importante, ya que representa un nuevo mundo de escritura para mi. Un relato serio para mi, en el cual use para practicar con seriedad mi redacción, ya que deseo ser escritora de reconocimiento mundial (Mi amado objetivo de vida). Trampa-Casino es un relato que cumple hoy 6 de Abril, tres años de haberlo montado a internet. Y no saben lo agradecida que me encuentro por el apoyo mostrado.
Por lo tanto decidí hacer este proyecto, con el cual muestro mi retiro del Fandom de Fanfics de Vocaloid. Espero sea bien recibido. Esta basada en una canción de Hitoshizuku, mi compositora estrella. Posee el mismo titulo del fanfic :)
También les advierto, que ha diferencia del otro escrito, en este no poseo alguien que corrija mi redacción antes de publicar, por lo mismo, es probable encontrar errores de ortografía, redacción, signos de puntuación y tildes.
Espero que esta corta historia los haya complacido por completo. Y el punto final antes de retirarme, los invito nuevamente a pasar y leer mi perfil de Fanfiction, ademas de seguirme en mis redes sociales.
