Disclaimer: Los personajes aquí utilizados no me pertenecen, son enteramente de Tadatoshi Fujimaki y sus ayudantes, patrocinadores, etc, etc... yo solo los tomo prestados un ratito cortito para escribir tonterías.

Los personajes no han sufrido daño, trauma o lesión durante la realización de este relato y han sido devueltos a su respectivo propietario una vez finalizado el relato.

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Kuroko vive tranquilo, sumido en una rutina para superar el dolor desgarrador que vive en su alma y que le ha funcionado todo el tiempo.

Kagami es un desastre de persona, indisciplinado, desordenado y sin preocupaciones, que afronta la vida como si cada día fuera el último.

Enamorarse no entraba en sus planes, pero ambos, deberán luchar contra sus sentimientos, contra sus propios prejuicios, y contra una pasión desbordante de la que ninguno de los dos era consciente.

Kagami x Kuroko... Kise x Kasamatsu... Murasakibara x Himuro... Teppei x Hyuga. ? x Kuroko.

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Silent Scream.

Capítulo uno: Diferentes despertares.

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– ¡EMPUJA!, vamos, empuja Tetsuya. – La voz de la médico se escucha en el cuarto, rebota en las paredes, en el techo, dentro de su cabeza, aunque el dolor no le deja entenderlo.

Grita, con tantas ganas y tan fuerte, que su garganta se rompe dejándole sin voz. No solo grita por su boca, su alma grita también, el dolor que siente va mucho mas allá que el físico.

Otra contracción, y otra mas.

El calor, lacerante, brutal, horada cada una de sus células, robándole el aliento, la conciencia y el sentir.

Ya no puede gritar mas, no tiene fuerzas, ni esperanza. Su mundo se derrumba con cada contracción, cada impulso de su cuerpo le parte el alma, el cuarto se deshace ante sus ojos y detiene su corazón hasta convertirlo en piedra.

La siguiente contracción sacude su cuerpo al completo. El bebé se desliza fuera de su cuerpo y él queda desmadejado, sobre la camilla, roto y destrozado.

No hay llanto, ni alegría, ni médicos que corren de un lado a otro, ni enfermeras que limpian y se ocupan del recién nacido.

Por un instante, solo uno, el silencio, mas doloroso que lo que acaba de pasar inunda todo a su alrededor.

Escucha perfectamente los instrumentos médicos golpear la bandeja, los pasos. Siente el vacío en su cuerpo, mas doloroso que el proceso en sí.

Una voz rompe el silencio, cortando el ambiente de un solo tajo.

– ¿Quiéres verlo?. – La pregunta surge, voz dulce, suave, casi almibarada.

Niega, en silencio, solo con un movimiento de cabeza. Gira el rostro, aún a sabiendas de que las lágrimas no quedaran ocultas, deslizándose con calma por la comisura de sus ojos hasta el colchón bajo su cuerpo.

Solo quiere que todo termine de una vez, dormir, si , eso estaría bien...

Ve a la doctora ir a la puerta, abrirla apenas una rendija. Un flequillo rubio, de sobra conocido.

No entiende todo lo que hablan, no le importa... cree escuchar a Kise decir que él se ocupará... y algo como que no hay problema, que descansará con su padre. Su pequeño bebé iba a ser enterrado con su padre... y gracias al cielo que su querido amigo se ocuparía de todo.

Ya no tenía fuerzas para nada mas... ni para ponerse triste por la enorme pérdida...

Solo quería dejarse llevar por los fármacos en su sangre... y ya..

Solo eso.

Oscuridad...

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El despertador suena, insistente.

Tetsuya frunce el ceño, molesto. El pitidito se empeña en sacarle de la cama y frustrado, palmea a ciegas por la mesilla con la mano abierta.

Cae al suelo, lo que al final le obliga a levantarse del todo.

Sentado en el colchón bosteza hasta el límite de su boca. Estira los brazos arriba y tensa los músculos hasta que tiemblan por el esfuerzo.

– Buenos días. – Murmura en voz baja, con una sonrisa. No hay respuesta, nunca la hay, pero aún así, Kuroko se empeña en hacerlo cada día.

Aleja la morriña restregando sus ojos con cuidado y se arrastra al baño.

Se lava la cara, y afeita, después del desahogo obligatorio.

La cafetera se pone en marcha mientras repasa el afeitado por segunda vez. Cuando abandona el baño, aseado y en pijama, dispuesto a vestirse, el aroma a café recién hecho lo inunda todo.

Se viste con ropa cómoda. Su trabajo no le permite muchos lujos, ni por supuesto, ropa de gala. Tampoco le importa mucho.

Va colocando el desayuno en la mesa, poco a poco.

Pone una taza para el café en su sitio, y otra en frente.

Un desayuno para dos, aunque solo uno de los servicios se manchará de comida.

Las tostadas, el zumo, mermelada, mantequilla.

Enciende la tele y va pasando de un canal a otro mientras mastica con calma el pan tostado con el dulce.

Mira el reloj, por si acaso.

Sorbe el café, sin azúcar y con la leche fría y termina el último sorbo de pie.

Recoge los trastos y los friega en un momento.

Vestido y en la puerta, comprueba que todo esté cerrado y apagado.

No hay muebles en su casa, ni cuadros, ni adornos.

Solo un sofá pequeño, una mesita en el salón.

La cama, el despertador y el cargador del móvil.

La cocina es lo mas completo que tiene, y mas por la insistencia de Kise y Akashi que por puro capricho personal. Es el único lugar con televisión, una tostadora, cafetera y la nevera, nada mas.

No lo necesita, ni lo quiere.

– Me voy, hasta luego. – Se despide, en voz baja, y cierra tras de sí para empezar un nuevo día de trabajo.

Su camino diario al trabajo es igual, idéntico cada día.

Saluda a los tenderos, comerciantes con una sonrisa.

Siempre sale con tiempo de sobra, para su visita rutinaria.

Camina despacio, sintiendo la grava que hace de caminos entre las lápidas en sus zapatos.

Está al fondo, donde parece que hay mas silencio y calma. Los sonidos de la calle casi ni le llegan, como si el cementerio se encontrara apartado del mundo y los vivos respetaran su silencio.

Acaricia su nombre con la punta de los dedos, sobre el frío mármol negro, beteado en tonos plata.

Hace dos años que los dos están ahí, descansando. Su querido esposo, el amor de su vida, su perfecta mitad, y el pequeño bebé de ambos, sin nombre. No supo como llamarle, no tenía conciencia, ni pensamientos. No quiso ni pensar en que su pequeño ángel debía ser nombrado en algún momento por alguien, o para usarlo él en alguna situación futura. Simplemente no pudo hacerlo, sin mas.

Los dos se fueron el mismo día, dejándole solo, mucho mas que solo.

– Hola, buenos días. – Limpia la lápida, como todos los días. No está sucia, no ha podido mancharse de un día para otro, pero aún así lo hace.

Mientras desliza el paño húmedo por la superficie del mármol, habla con ellos, les cuenta como ha sido su día anterior, y como espera que sea el que acaba de empezar.

La alianza de oro sigue en su dedo anular, como un recordatorio constante de algo que fue suyo, ese amor que había perdido injustamente cuando por fin habían logrado construirlo por completo.

– Ayer Kei se hizo pis de nuevo... su madre está muy disgustada, pero no sé que decirle... solo soy un profesor, me gustaría ayudarle, pero en serio, no sé que hacer... – Suspira, escurriendo el trapo entre los dedos, retorciéndolo hasta dejarlo sin agua. – En fin...¡Ah! Ayer me llamó Kise... el perro sigue con él, creo que ya te lo dije,... la cuestión es que tiene que volar mas seguido y no puede tenerlo mas... creo que voy a pedirle que me lo devuelva, aunque ya sabes, conociéndole, seguro que encuentra un modo de meterlo en la cabina sin que nadie le diga nada. – Ríe suavemente, divertido. – Seguro que tu también te reirías si lo vieras ahora.

Sigue hablando, de cosas vanales, sin importancia, al mismo tiempo que termina de limpiarlo todo y cambia las flores por unas nuevas.

Mira el reloj. Ya es casi la hora.

– Tengo que irme ya. – Besa sus yemas y deposita el beso en lo alto de la lápida. – Cuida de nuestro pequeño, te lo ruego. – Acaricia de nuevo su nombre, despacio, antes de retirar la mano y dejarla inerte a su costado. – Te quiero. Hasta mañana mi amor.

Se aleja, a paso lento, no tiene prisa pero tampoco se puede entretener en exceso.

Su jornada laboral comienza en unos minutos, y tiene que preparar la clase antes de que se llene de una veintena de niños a tope de energía.

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El despertador suena, en alguna parte... o es el móvil, no lo sabe, solo que es una música, un ruido, una mierda que le despierta sin mas.

Taiga saca la cabeza de debajo de la almohada, y rebusca por donde puede manoteando al azar por encima de los muebles a su alcance.

Sus dedos rozan de todo en su búsqueda a ciegas. Ropa sucia, envoltorios vacíos de comida, cajas de pizza de hace varios días, de todo menos el despertador que sigue sonando ajeno a todo.

Se rasca el cabello negro de la nuca, y revuelve sus cabellos mas rojos de la parte de arriba con rabia, hasta que se sienta en la cama, la boca abierta hasta el límite.

Aparta las cosas del suelo con los pies descalzos y es cuando por fin puede ver su movíl sonando, con la pantalla iluminada.

– ¿Qué tripa se te ha roto, Teppei?. – En respuesta escucha la voz risueña de su amigo al otro lado. – Es temprano...

– Es medio día, y además, empiezas el turno en diez minutos. – Teppei extendió la sonrisa al escucharle decir una palabrota sobresaltado.

– ¿Y por qué no me has llamado antes?. – Sigue con la voz pastosa y tomada por el sueño.

– Lo he hecho, mas de veinte veces. Date prisa, marmota.

Taiga cuelga, murmurando maldiciones contra su amigo, contra su manía de dormir, y contra la estúpida silla, contra la que el meñique de su pie derecho ha chocado, por no verla ya que está cubierta de ropa, sucia, limpia y de todos los grados de limpieza.

Debería recoger su casa... un día de estos, pero justo hoy no.

Busca un vaso limpio entre la montaña de cacharros del fregadero, con el cepillo de dientes en su boca, apretado entre las muelas para que no se caiga encima del cacharrerío. Enjuaga uno, pero la leche del cartón parece de todo menos leche. Cae dentro del vaso como una papilla espesa.

Debería comprar comida, un día de estos... si.

Rebusca en las cajas de pizza amontonadas, y da con una porción que parece comestible. Deja el cepillo en el baño y olisquea una camiseta de las que está mas arriba en la montaña de ropa del sofá.

No huele mucho a sudor, le quedan un par de puestas mas antes de considerarse amenaza biológica, y la coloca en su cuerpo con prisa. El pantalón si está limpio, y también sobre la silla, aunque no recuerda como acabó ahí... la noche anterior debió dársele bien, aunque la resaca no le deja enfocar muy bien esa parte del día anterior.

Salió, a divertirse, con Teppei... y Hyuga, compañeros del trabajo y amigos desde el instituto... fueron a bailar, eso se acordaba... y a cenar...no en ese orden, pero bueno. Luego acabaron en un local, muy divertido... bebió... un poco..no, mucho... y a partir de ahí la noche se volvía borrosa.

En fin, eso era lo de menos.

Antes de salir, miró por si acaso había alguien mas, pero nada.

Estaba solo en su cama y en su casa... la borrachera de anoche debió ser buena si sus pantalones acabaron en el salón.

Rebuscó las llaves por el mueblecito de la entrada, y las encontró, dentro del cubo de fregar, en el pasillo.

Menos mal que estaba vacío.

Volvió por el trozo de pizza reseco y se lo comió mientras corría calle abajo hasta el edificio de los bomberos, donde llevaba trabajando los últimos cinco años.

Fichó en la máquina de la puerta a un minuto de empezar su turno, y suspiró aliviado.

Teppei le saludó con una risita,agitó los deditos y señaló el tablón donde se ponían los trabajos para cada turno mientras no sonara una alarma que les hiciera salir pitando.

Kagami miró el tablón, y encontró su nombre mas o menos por la mitad.

Levantó una ceja y miró de nuevo.

– ¿Será una broma, no?. – Abrió de un tirón la puerta del despacho de Hyuga y señaló a la pared que sostenía el gran tablón.

– No, va en serio. – Ni siquiera levantó la vista de los documentos que estaba revisando. En realidad le estaba esperando desde que asignó los trabajos. – Te has escaqueado desde que trabajas a ti, este año te toca, lo siento, es lo que hay.

– ¿Y si no quiero?. – Desafiante, se apoyó en el marco de la puerta.

– Bueno, puedo ponerte a drenar las alcantarillas con el turno de noche, si es lo que quieres. – Le mantuvo la mirada serio, dejando claro que le consentía que interrumpiera su trabajo, pero que no le dejaría salirse con la suya. – No es tan malo, piénsalo...

Kagami bufó, sin contestar y cerró la puerta del despacho derrotado.

– Tiene razón, no es tan malo. – Teppei le tendió una hoja con los pormenores del trabajo. – Además, solo son niños, no muerden... muy fuerte.

Kagami dibujó una sonrisa... resignado.

Tampoco era tan malo, solo tenían que ir a la guardería, darles una pequeña charla de prevención a unos cincuenta niños, dejarles subirse al camión y toquetear todos los botones y para finalizar, llenarles el patio de espuma para que jugaran en ella.

Y responder su interminable cuestionario.

Y aguantar sus mocos, sus pequeñas y pegajosas manitas tocando todo y por todas partes.

Y subiéndoles a la escalera, cuidando que ninguno se hiciera daño.

Y poner buena cara cuando lo que quieres es darles un manguerazo para que estén mojados una semana.

– Si, tienes razón, no parece tan malo cuando lo pienso mejor. – Estrechó la mirada y le perdonó la vida a su amigo, de broma.

No era lo mas emocionante del mundo, pero su trabajo era así. Y esta vez tocaba hacer algo por la comunidad.

Y lo haría, sonriendo como Teppei.

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Requete holaaaaaaaaaaaaaaa...

New project, yeihhhh Otra saga que comienza aquí... siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Estoy muy emocionada y contenta con esta historia. Tiene de todo, su drama, dramón diría yo, sus protas tan distintos, los amigos toca huevos y amor por todas partes... y mpreg, oh si, jejeje

Espero que os guste, tanto o mas de lo que me está gustando a mi escribirlo.

Está ambientado en un futuro cercano, con los chicos con 25 o 26 años, mas adultos. Usaré lo de las profesiones, y saldrán todos, que nadie se aflija, las parejas aún no las tengo decididas del todo, pero eso ya lo iré viendo con el tiempo.

Espero que os guste y vuestros comentarios adorables...

Nos leemos en el siguiente.

Besitos y mordiskitos

Shiga san.

PD : La base e inspiración de esta historia surge a partir de aquí: . /wiki/Silent_Scream