Hola!

Lo sé, tengo otras historias pendientes de actualizar, pero no he podido evitar escribir este primer capítulo de una idea que se me ha ocurrido y que espero que os guste.


Alarga el brazo y, con esa maestría que da el repetir los mismos movimientos cada mañana durante los últimos tres años, encuentra el móvil y calla la alarma.

Todo sin abrir los ojos.

- Mmmmmm -se queja, sin moverse.

No quiere.

Cinco minut...

...

Su móvil vuelve a despertar con su segunda alarma, sacándola de ese estado letárgico en el que había vuelto a sumirse, y está pensando en volver a silenciarlo, cuando la puerta que da a su dormitorio, se abre sin miramientos.

- ¡Reunión en cinco minutos! -grita alguien cuya voz se parece sospechosamente al próximamente difunto Bellamy.

- Mmmmmm -vuelve a quejarse, pese a que la puerta ha vuelto a cerrarse.

Suspira.

Cuenta hasta cinco y, por fin, se incorpora y se estira.

Reunión, le recuerda su única neurona despierta.

Y coge su móvil, cuya alarma apaga por fin, para confirmar la hora.

Las 7:06.

Mierda.

Si hay reunión tan temprano, es que algo ha pasado.

Se viste todo lo rápido que puede y, tras un par de intentos de domar sus indómitos cabellos rubios, lo da por imposible y sale de su dormitorio privado.

No le sorprende verse rodeada inmediatamente por la actividad frenética de la base. Al fin y al cabo, siempre hay gente despierta. Por el día, para aprovechar para mejorar ese hospital convertido en base de supervivientes, organizar patrullas en busca los materiales necesarios para mantener a cientos de personas vivas y a salvo de los seres que han diezmado la población humana de forma catastrófica. Y, por la noche, para hacer guardia y proteger la base, ya que su enemigo despierta y caza en la oscuridad, guiándose por su olor hasta las puertas y muros de ese edificio, intentando colarse por toda rendija posible.

Si hay reunión ahora, minutos después de que el amanecer haya obligado a esos seres a refugiarse en sus nidos subterráneos, es que algo importante ha debido pasar. Seguramente una brecha en el almacén del ala este. Raven lleva semanas informando de daños en una de las paredes de hormigón, pidiendo los materiales necesarios para arreglar y reforzar esa zona.

- ¿Café? -le pregunta Octavia, pasándole una taza metálica antes de recibir respuesta.

- Gracias -responde Clarke, bebiendo un sorbo de ese brebaje tan preciado.

Agradece muchísimo que el grupo 4 de las patrullas encontrase, hace tres días, un cargamento de café que les duraría meses.

- ¿Alguna idea de lo que quiere tu hermano? -pregunta la rubia, tras beber un sorbo de café.

- Vete a saber. O ha pasado algo, o quiere volver a recordarnos a los patrulleros que Defensa manda.

Clarke sonríe.

Es una broma interna que tienen los grupos de patrulla. A Bellamy, líder auto proclamado de aquellos a cargo de la defensa del antiguo Hospital Ark, suele gustarle darles charlas a los patrulleros, indicándoles dónde y qué buscar, cómo actuar en distintas situaciones y, bueno, solían ignorarle. Sobre todo teniendo en cuenta que los cuadrantes de la ciudad habían sido asignados a cada grupo hace años y nunca se habían modificado. No había habido ninguna necesidad de ello. Y cada grupo es quién decide al final dónde buscar aquello que los de mantenimiento, cocina y enfermería les piden.

Vamos, el caso es que nadie quiere romperle el corazón a Bellamy contándole la verdad, y por ello le dejan hablar cuanto quiera mientras les reparte las listas, asintiendo de vez en cuando para que, en cuanto les deje marcharse, poder organizarse entre ellos.

Por fin, llegan al garaje, lugar de reuniones y base de Patrullas, provocando que el hermano de Octavia les mire y sonría:

- ¡Bien! Creo que ya estamos todos. Por la noche se ha detectado una brecha en uno de los muros del almacén del ala este -explica Bellamy, tensándose por la información-. No se ha colado ningún chupóptero pero se oía actividad a través de la fisura. Hay que darle prioridad, por lo que debéis dirigiros a fábricas y obras que tengáis en vuestros cuadrantes. Grupos 2, 6 y 7, hablo de vosotros, a ver qué podéis traer.

Clarke ve asentir a Finn y a Wells, líderes de los grupo respectivamente, escogidos a dedo por sus compañeros, al igual que ella. Al fin y al cabo, la mayoría de los militares o miembros de fuerzas armadas que habían sobrevivido a la propagación y ataque de esos seres, habían decidido centrarse en defender y organizar la base. Para patrullar de día, casi nunca se necesitaba usar un arma.

Suspira, mirando la lista que alguien le pasa.

Mierda.

No queda casi material de construcción en las fábricas y obras de su cuadrante, no sin acercarse al nido que sabe hay en uno de los túneles que atraviesan Polis.

Ni puta gracia.

- Estás pensando lo que creo que estás pensando, ¿verdad? -le pregunta Antonella, adquisición reciente en su grupo tras encontrarla peligrosamente de dicho nido.

- Desgraciadamente -suspira.

- No me jodas -responde Octavia, leyendo sus pensamientos.

- Coged munición y bengalas extra. Que nadie desayune aquí, cuanto antes salgamos de patrulla y miremos la maldita obra cerca del Parque Wanheda, mejor. Avisad a Gustus y al resto, en media hora salimos.

El silencio en el interior del camión es sepulcral.

Saben adonde se dirigen.

Las obras del Parque Wanheda estaban pensadas para crear un acceso al tren metropolitano de Polis, una idea perfecta antes de que todo estallara, antes de que los primeros infectados aparecieran, atacando con gran violencia a todo aquel que se pusiera por delante. Unas obras que habían decidido no tocar por la posibilidad de encontrarse a los que denominaban como chupópteros. Era de día, por lo que estarían letárgicos, pero no era motivo para arriesgar la vida de ninguno de sus amigos y compañeros de Patrulla.

Los ve tensos, con el miedo tiñendoles las facciones. Callados. Un contraste con las mañanas llenas de canciones y bromas a los que suelen estar acostumbrados.

- Gustus -llama Clarke.

Varias cabezas se giran para mirarla, y oye el gruñido de su conductor desde la parte delantera.

- Cambio de planes, vamos a la fábrica de azulejos, con suerte podemos encontrar algo que nos sirva y podemos saltarnos el parque.

Oye varios suspiros, y nota como el camión cambia su rumbo.

Sí, mejor para sus ánimos, empezar por algo sencillo, sin riesgos, que les ayude a centrarse.

Por eso, casi una hora después, se dedica a escuchar la voz de Antonella y Roan cantando una canción de película de dibujos desde algún punto de la fábrica, a quienes se une Octavia en el estribillo.

Están animados, han encontrado un saco de cemento, olvidado bajo unos bidones vacíos, que les va a venir bien, y están peinando la zona por si encuentran más. Con suerte, no tendrán que acercarse al parque.

- ¿Clarke? -la llama John, el único ex soldado de su grupo, acercándose a ella- Necesito que veas algo.

Guardando el paquete de galletas que le estaba sirviendo de desayuno en su primer descanso, y se baja de la parte trasera del camión.

- ¿Todo bien? -pregunta, frunciendo el ceño.

- Tienes que ver esto, en serio.

Sigue a su compañero, adentrándose en el segundo edificio que conforma la fábrica, dejada de lado al ser más un edificio de oficinas.

- Estaba buscando botiquines en los baños -le explica, llevándola hacia uno de los aseos, en la parte trasera de la planta baja, sacando su linterna para poder guiarse mejor en esa zona con menos luz-, por si nos habíamos dejado medicinas en viejas redadas y, bueno...

Oh...

Joder...

La puerta del baño de mujeres, tirada en el suelo, muestra como el suelo del baño ha... desaparecido.

- Estaba bien hace dos semanas, no entiendo qué ha podido pasar. ¿Ahora excavan?

- Hay que informar de esto -comenta Clarke, desenfundando su pistola y acercándose con cuidado-, no has mirado como de profundo es, ¿verdad?

- No, no he querido acercarme, no quiero despertar a lo que quiera que haya hecho esto.

Se acerca al borde, y puede ver como el suelo ha sido desgarrado. Parece profundo, muy profundo. Desde dónde está, cree poder ver el parking subterráneo del edificio.

- No me gusta -susurra-, no me gusta nada. Nos vamos de aquí, que Defensa nos acompañe mañana para confirmar si hay un nid...

No termina la frase.

Al girarse, lo ve, tras John, anclado al techo. Ha debido de acecharles, saliendo de su escondite.

Levanta su arma, apuntándola hacia esos ojos que reflectan la poca luz que les llega de la linterna de su compañero. Y este no necesita explicaciones, lentamente, desenfunda su arma.

Reza porque no se mueva, porque esa figura con rasgos inhumanos, ese ser que quizás fuese un ex trabajador de esa misma fábrica, siga más pendiente de John que de ella, quien se mueve ligeramente hacia la derecha, buscando una línea de tiro alejada de la cabeza de su compañero.

Sin embargo...

No hay suerte.

El ser se abalanza sobre el ex soldado, empujando hacia Clarke, a quien golpea y quien, sin poderlo evitar, cae.

Lo último que ve, la luz de la linterna de John alejarse.

Lo último que oye, los gritos de auxilio y dolor del chico, junto a los chillidos de la criatura que sabe lo está devorando.

Lo último que piensa, es que espera que los demás puedan huir.

Después, la oscuridad la engulle.