Titulo: Juego de niños
N/A: Algunas personalidades se verán afectadas de acuerdo a la trama. Esto sucede después de Toy Story 3, así que esperen spoilers.
Advertencias: Slash, Andy/Sid. Aun no estoy segura si será la única, aunque es probable.
Resumen: Lejos de casa, de sus amigos y el mundo que conoció, Andy Davis lidia con sus demonios internos mientras se enfrenta a un futuro incierto. Al encontrarse con la persona menos esperada en el lugar menos indicado, Andy se ve forzándolo a olvidar sus preconceptos y a redescubrir el pasado. Miedos, consecuencias, mentiras, secretos. Nada es lo que parece.
Disclaimer: Toy Story no me pertenece (D'oh), este fanfic esta hecho sin fines de lucro.
_Juego de niños_
La medicina no había sido su primera opción.
Las artes eran más su vocación. La pintura, las artes plásticas, el dibujo…cada uno de ellos atraía su atención y requerían su perfeccionamiento en su lista de prioridades. Era una verdadera lástima que aquella carrera no figurara entre los anhelos de su madre para su futuro. Aunque no todo era su culpa, el también había decidido reorganizar sus prioridades en pos a la economía de su familia. La academia de artes no solo era extremadamente costosa, si no que se hallaba fuera del estado. Así pues, se había visto forzado a elegir entre un reducido repertorio de oportunidades que no fuesen demasiado costosas ni muy alejadas de su casa. Medicina resulto ser la carrera elegida. Y con tres semestres cursados, Andrew Davis aun se preguntaba si dejar sus aspiraciones y sueños de lado habían sido la mejor decisión. No es que le desagradase su carrera, la medicina podía llegar a ser un trabajo cansino y difícil, pero por sobretodo noble, pero no podía evitar sentirse atrapado. Habría días en que el joven se despertaría sintiéndose sofocado y sin tener algún consuelo que lo hiciese tranquilizarse recordando mejores días. Tendría que ponerse de pie por su propia cuenta y apartar cualquier posible trastorno que pudiese estar desarrollando para poder acudir a sus clases, fingir sonrisas con sus amigos y pretender que todo marchaba de maravilla. Incluso si era todo lo contrario.
Justamente, habiendo comenzado su cuarto semestre, Andy se encontraba en aquel estado catatónico sobre su cama, su compañero de habitación habiéndose marchado minutos antes no le daba un mayor sentimiento de desolación entre aquellas paredes azuladas. Como cada mañana y como en cada momento en que de pronto, esa angustia injustificada llegase a apoderarse de él, Andy maldeciría él a ver dejado ir a la parte más importante de su infancia ir.
Era embarazoso admitirlo, pero como si aun se tratase de un niño de diez años, Andy deseaba buscar a Woody, su juguete preferido de la infancia, y acurrucarse con él en un temeroso abrazo. Le avergonzaban sus propios pensamientos, y le contribuían al patetismo como definición a su persona reiteradas veces. Era probablemente un problema psicológico, pensaba, no era sano encariñarse tanto con un simple juguete. Quizá, de alguna manera retorcida, aquel muñeco de madera había sido el único amigo y modelo masculino que había compartido con él en su transición de niño a adulto. Fuese lo que fuese, Andy estaba seguro de dos cosas: Una parte de Andy, la que extrañaba a ese muñeco, se arrepentía enormemente el haberlo obsequiado, y muy probablemente, necesitaba largas sesiones de terapia al respecto.
Forzosamente se levanto de su cama y prosiguió a cambiarse sus vestimentas. Podría tomar un baño más tarde, cuando la idea de pasar las horas bajo el torrente de agua fría en su espalda se le antojase menos tentadora, y por ende, menos clases serian saltadas. Aquel era el día en el que comenzaría las prácticas de su respectiva profesión futura. El día anterior uno de sus profesores le había informado en que sitio seria requerido para cumplir con aquella, al parecer de Andy, condena durante las siguientes 400 horas. Andy no tenía ni la menor idea de cómo lograría malabarear sus clases, proyectos y tareas con sus prácticas en las semanas venideras, pero tendría que apañárselas de alguna forma. Y no eran solamente los días que tendría que pasar cumpliendo sus prácticas lo que deprimían a Andrew Davis, sino también el lugar en el que aquello se llevaría a cabo.
El Centro de salud del comportamiento mental St. Joseph.
Pocos habían tenido la fortuna de ir a ejercer sus prácticas a un psiquiátrico, Andy había sido de aquella minoría, y no estaba seguro de si era algo bueno o malo. Lidiar con el estrés que te recibe a las puertas de un hospital siempre concurrido, o aquella impávida calma que existía en los hospitales mentales, siendo interrumpido de cuando en cuando con algún grito desgarrador de algún paciente…no, ninguno parecía una mejor opción que el otro.
"Al menos el uniforme es cómodo" Murmuro Andy abotonándose una camisa blanca lisa que dejo por fuera de unos pantalones del mismo color, cubriéndose finalmente con una gruesa chamarra índigo.
Cuando hubo estado completamente listo y contando con tener el tiempo extra para llegar al hospital, Andy sostuvo el picaporte de la puerta, descubriéndose sin ganas de abrirlo y salir al exterior.
"No debería sentirme así" –pensó no sin cierta culpa- "No tengo derecho a sentirme así"
Quedose en silencio rodeado de la penumbra en la habitación. Algo andaba mal con él, lo sabía, pero se encontraba incapaz de solucionar algo de lo que desconocía su causa. Cuando el reloj de la pared contigua le hubo indicado que llegaría con retraso, levanto el rostro y relajo la expresión. Abrió la puerta del dormitorio y, permitiendo que el día que se colaba brillante y alegre por las ventanas de los pasillos lo reconfortara, Andy Davis salió de la habitación, decidido a que el vacio que sentía se apoderaba de sus entrañas completamente olvidado por las horas siguientes.
N/A: La historia tendrá capítulos cortos, y aunque ya se hacia donde se dirige no aseguro regularidad en actualizaciones. Reviews serán en extremo apreciados…si bien no esperados, en vista de la popularidad de la categoría.
