Todos dormían, salvo los gemelos Weasley que aún estaban distraídos en sendos sillones junto a la única chimenea encendida. George leía con atención un libro de grandes inventos muggles, impresionado de lo ingeniosos que podían ser a veces sin necesidad de magia. Fred en cambio, tan sólo meditaba lanzando de vez en cuando un cojín al aire. Ninguno de los dos aparentaba rastro alguno de sueño. En un momento, las llamas se intensificaron notablemente y ambos se pusieron en guardia. Fred tomó su varita para apuntar a las figuras recién llegadas mientras George saltaba de su asiento.
Cuando al cabo de unos segundos vieron de quienes se trataba, no sólo se relajaron de inmediato, si no que se miraron con una sonrisa cómplice. Eran las nuevas invitadas a su hogar, o lo que ellos habían bautizado como "EMHW" (El Maldito Hostal Weasley), por la cantidad de visitas que alojaban y por esa famosa maldición de su familia al tener amistades de sangre impura.
- ¡Lumbreritas! – exclamaron a dúo los gemelos. George dejó el libro sobre la mesa y se acercó a Hermione para abrazarla. Fred imitó a su hermano, pero siempre había tenido más confianza con ella por lo que en el abrazo la levantó del suelo y dio varias vueltas en círculo.
- ¡Señorita Lovegood! – exclamó a continuación George, mientras teatralmente besaba una mano de la rubia. Ella puso un gesto risueño y miró alrededor como distraída.
- Hola – dijo sin mostrar entusiasmo. Fred en cambio permaneció en silencio mirando largamente a la extraña Ravenclaw, quien correspondió la mirada de la misma manera, sin decir palabra y sin pensar en que él la dijese.
- No os esperábamos hasta al menos dentro de tres días – indicó Fred volviendo nuevamente la vista hacía Hermione.
- Y mucho menos que llegárais en la madrugada cuando todos duermen.- añadió su gemelo.
- O deberían dormir. – terminó velozmente Fred, que a diferencia de su hermano, llevaba el pelo recogido en una pequeña coleta. Hermione hizo un movimiento de labios pero fue interrumpida.
- Es que nos escapamos – intervino la rubia con su dulce tono de voz. Los dos giraron la cabeza hacía ella. – Teníamos miedo de los bindiums de la noche que viven en el suelo. - Los gemelos se miraron atónitos, todavía no se habían acostumbrado al enigmático comportamiento de "Lunática". Hermione rió un poco al ver sus caras.
- En realidad, el padre de Luna tiene que ausentarse y decidimos adelantar el viaje para no estar las dos solas. – aclaró la castaña dejándoles más conformes. Miró de uno a otro dándose cuenta de cuánto había echado de menos a esos dos. Acostumbrada como estaba a sus bromas y gamberradas durante casi todo el año, ahora tan sólo los veía en contadas ocasiones. – ¿Y qué tal os va en la tienda? – preguntó con interés.
- Somos unos genios y nos gusta volar a nuestro aire. - indicó Fred - ¿No es así hermanito?
- Así es. – contestó el aludido encaminándose hacía la cocina.
- Seguimos planeando ideas. – comentó de nuevo Fred sin dejar de observar un poco alucinado a Luna, que continuaba inmersa en su propio mundo y ahora acariciaba una planta buscando quien sabe qué criatura entre sus hojas. Hermione estaba comentando algo sobre que se alegraba mucho por ellos cuando George regresó con cuatro tazas de té caliente.
El grupo se sentó en el suelo, haciendo un pequeño círculo. Luna se quitó los zapatos y luego bebió de la taza que le ofrecían sin prestar mucha atención a lo que hablaban, al menos aparentemente. Hermione en cambio, cogió su taza con desconfianza, sería típico de los gemelos gastar alguna broma de bienvenida o probar alguno de sus productos con ellas.
- No me fío de vosotros. – comentó divertida. Los pelirrojos se miraron cómicamente. Ya les habría gustado, pero era demasiado tarde, o demasiado temprano, según los puntos de vista.
- Oh, está rico, George. – dijo Luna en voz baja.
- Soy Fred – respondió él, ya que todavía no habían revelado quien era cada uno.
- No, no – dijo simplemente ella moviendo la cabeza. – Fred es el otro. – Y bebió otra vez. Los gemelos se miraron con un deje de asombro, no todo el mundo los distinguía con tanta facilidad y sin apenas conocerlos. Incluso su familia a veces los confundía, pero ella ni siquiera había dudado. Hermione, que finalmente también estaba tomando su té, se divertía bastante con la situación. Sin embargo, de pronto los cuatro callaron y ella carraspeó para romper el silencio.
- Chicos, tengo un poco de sueño, y si no es molestia… - Quizá ese silencio incomodaba a George, porque ni siquiera esperó a que terminara la frase para ponerse en pie.
- Esta noche dormiréis en nuestro cuarto, para no despertar a nadie. – dijo. Se sonrojó un poco al recordar que estaba demasiado desordenado. – Mañana nos organizaremos como estaba previsto.
- ¿Y vosotros? – se interesó Hermione levantándose también.
- Él dormirá en la habitación de Percy que sólo tiene una cama, y yo me quedaré en el sofá. – explicó Fred. Ella asintió, aunque no le parecía muy justo no quería meterse en ese tipo de decisiones.
- Procuremos no hacer ruido ahora – susurró George cargando el equipaje de las invitadas y esperándolas en la escalera. Hermione hizo un gesto a Luna para que la siguiese.
- Oh no, no tengo sueño – contestó tranquilamente ella. Se asomó por la ventana y vio que había árboles y hierba mecidos por el viento de la noche. - ¿Puedo salir? – A Hermione no le gustó ese comportamiento y buscó la mirada de Fred como disculpándose por ello, pero desistió de insistir cuando Fred le dio a entender que no pasaba nada. La castaña suspiró y subió con George al dormitorio.
Luna seguía mirando por la ventana con aire distraido. Entonces el pelirrojo se puso en pie de un salto y le tendió una pequeña manta que había en el sillón.
- Ahí fuera hace frío enana. – indicó. Luna se cubrió con la manta con una sonrisa risueña dibujada en su rostro y le siguió hasta la salida. Fred lanzó un hechizo para silenciar la puerta o habría despertado a su madre, y definitivamente no quería eso. Los dos salieron y se dio cuenta de que ella estaba descalza. Iba a decir algo sobre el tema cuando la rubia salió corriendo por el césped, demostrando emoción por primera vez en la noche. Ante eso sólo pudo reír. Realmente el apodo iba muy bien con esa chica, estaba loca, lo cual le hacía realmente divertida.
