"La Piedra de Hebi"
Capítulo 1
Era un día casi perfecto. El sol brillaba en todo su esplendor, el cielo estaba totalmente despejado, la luz reflejaba los diferentes tonos de verde en las plantas y el azul intenso del cielo. El aire era fresco y las flores le daban color al día.
En medio de un bosque se encontraba un camino muy ancho que parecía no tener fin. Estaba cubierto por las copas de los árboles y a través de la densa mata de hojas se colaba uno que otro rayo del sol. Una joven caminaba junto con dos hombres. Uno de ellos era mediano y robusto, el otro era alto y joven. Platicaban con mucha alegría y con alguna que otra risa. Los hombres llevaban a cuestas dos costales muy pesados cada uno. Sus uniformes eran de color azul oscuro y en la cintura llevaban katanas.
-Hoy es un día hermoso, ¿no lo cree princesa? -dijo el hombre robusto
-Cierto -dijo la chica -Es un día templado, el sol te calienta pero a la vez el aire te refresca. Son mis días favoritos…me siento en paz, llena de alegría y energía.
- ¿En serio princesa? -pregunto el hombre más joven. La chica asintió con una sonrisa cálida y tierna.
El joven se sonrojó un poco al ver su expresión, no sabía por qué, pero la joven le provocaba nerviosismo. Tal vez era su singular y reconocida sonrisa, que le hacía sentirse cálido y tranquilo.
- ¿Te sientes bien, Haru? -preguntó la chica al notar que el muchacho la miraba con excesiva atención. El chico desvío la mirada rápidamente y hubo otro leve sonrojo.
-S-si, no me haga caso. Estaba…-el joven miró al robusto hombre que estaba junto a la chica y que lo estaba mirando seriamente-…..pensando-terminó de decir el chico.
- ¡Ja!, está bien -la princesa volvió a sonreírle, causando que Haru se pusiera nuevamente nervioso. Pero el joven no pudo evitar volver a mirarla. Le gustaba observar sus ondulados cabellos castaños que le llegaban a media cintura (los llevaba recogidos por un broche que hacía que sus cabellos cayeran como una cascada), sus ojos medianos y brillantes como piedras preciosas de color esmeralda, su piel clara, su estatura mediana y su vestimenta, un furisode de color índigo con flores blancas brillantes, hacía que se viera más alta y esbelta. Realmente ese día estaba radiante.
- ¿General Kotaro, no tuvo problema en cambiar nuestras plantas por estas? -pregunto la castaña.
-En absoluto -respondió el general- la gente, como siempre, fue muy amable.
- ¡Qué bueno! -dijo la chica con su singular sonrisa- pero será mejor que nos demos prisa.
Los tres siguieron caminando por ese ancho camino. Haru era un bromista, y cada cuanto lanzaba alguna broma. Le gustaba hacer reír a la princesa, mientras que el general Kotaro lo miraba fijamente. No le gustaba que Haru se tomara esas libertades con la princesa, sobretodo porque la muchacha ya tenía prometido y no faltaba mucho para que se casaran; aunque Haru le había confesado su atracción hacia la princesa y le había asegurado que no intentaba nada para separarlos, se tomaba sus precauciones.
Haru por su parte, veía a la princesa como su hermana pequeña. Él siempre estaba al pendiente de ella y aunque sabía perfectamente que nunca tendría una relación más allá de amigos con la chica, el siempre iba a estar a su lado para cualquier cosa. Él la apreciaba mucho, ya que habían crecido juntos. Él se había convertido en el comandante del ejército de su padre y ella ya era toda una mujer madura y responsable, con un carácter amable y una determinación rayana en la obsesión por ayudar a quién lo necesitara. El chico la conocía muy bien; solo deseaba su felicidad.
Continuaron caminando. La castaña, de un momento a otro, se sintió extraña. Algo había en el ambiente que la ponía tensa. Se detuvo y cerró los ojos. Los dos hombres siguieron caminando sin haberse percatado de lo que le pasaba a la joven.
- ¿Qué le pareció mi chiste, princesa? -pregunto Haru, riendo a bocajarro. El chico al no verla junto a él volteo y se la encontró a unos cuantos pasos de distancia completamente quieta, con el rostro totalmente serio. Junto con el general Kotaro se acercó a la chica.
-¿Princesa? -pregunto Haru. La chica abrió sus ojos para observarlo.
- Siento la presencia de una energía demoniaca -dijo la muchacha sin quitar la seriedad de su rostro. La chica miró a los hombres que a su vez la miraban con inquietud.
-Pero no es maligna.
- ¿C-como que no es maligna? -el general no entendía nada. La chica volvió a cerrar los ojos y después de pensar un rato volvió a abrirlos.
-No, no es maligna. Hay algunos demonios que esconden bien su esencia. Será mejor que vaya a echar un vistazo -tras decir esto, la castaña saco de su bolsillo una piedra en cuya base estaba tallado su nombre. Al sostener la piedra, instantáneamente se iba estirando hasta quedar más o menos a su altura, mientras que el grabado se iba multiplicando y enrollando como una espiral que rodeaba al báculo. Este al final tenía una curva y una gota de piedra. Parecía de cristal y muy frágil, más sin embargo era muy resistente. La luz del sol entraba en el arma haciendo que se formaran pequeños puntos de colores.
-Ustedes quédense aquí. Si necesito ayuda gritare sus nombres -la chica tomó su báculo y se adentro en el bosque. Haru la siguió hasta que una mano lo detuvo. Kotaro le negó el paso y Haru tuvo que quedarse a esperarla.
El Bosque no parecía fuera de lo normal. La princesa escuchaba los sonidos de los animales y del viento, de ahí no escuchaba mas. Ella caminaba directamente hacia la presencia.
Al llegar hacia el lugar donde se encontraba, la castaña se agacho y se escondió detrás de unos arbustos. Estaba tensa, de seguro aquel ser ya la había sentido y solo estaba esperando el momento para atacarla. Sin embargo ese ser que se encontraba atrás de ella, no despedía su energía maligna y eso hacía que la chica se pusiera nerviosa.
- "Tengo que arriesgarme" -se dijo a sí misma. Respiro hondo y salto con su báculo apuntando al ser. Lo que vio la dejo sin habla, soltó su arma y cayó de rodillas para estar a la altura de aquel demonio - "No puede ser, no puede ser"-la joven empezó a temblar. Cerró los ojos; sin duda era un efecto de su imaginación… pero cuando ella los abrió volvió a ver a ese joven de cabellos plateados- "¿Qué está pasando?, ¿es una broma o qué?" -se decía la princesa. Claro que no era una broma, era real.
La princesa llamo a todo pulmón a Kotaro y Haru. Mientras esperaba, se sentó en el fresco pasto sin quitarle la vista al muchacho. Muchas preguntas se arremolinaban en su mente. Quería obtener respuestas de inmediato, pero todo era un misterio.
- "¿Cómo es posible que este vivo si yo misma vi y enterré sus huesos?".
Algo de color rojo interrumpió sus pensamientos. La princesa se acerco para verlo mejor. Para su sorpresa, el muchacho tenía una herida muy prolongada y profunda. La toco un poco con su dedo índice, y al sentir lo tibio de la sangre retiro su dedo y lo miro; sintió su textura con la ayuda de su pulgar y luego volvió a mirar al joven. Unas lagrimas amenazaban con salir; la herida y la sangre era una prueba absoluta de que en verdad estaba vivo. La castaña no pudo evitar abrazarlo y las lágrimas salieron sin su permiso. La chica se separo de él y puso sus manos sobre sus hombros quedando frente a frente con él.
- ¡E-En verdad estas vivo, estas…vivo! -y volvió a abrazarlo, pero sintió un calor muy fuerte proveniente de él, a si que se separo y le toco la frente. Él joven tenía perlas de sudor en la cara y las mejillas sonrojadas.
- ¡Santo Cielo, tienes mucha fiebre! -le dijo al muchacho que estaba inconsciente.
La castaña se incorporo y volvió a gritarles a sus acompañantes.
- "Tengo que curarlo rápido, si no actúo morirá desangrado" -se decía la princesa. Se sentía muy angustiada, muy confundida pero a pesar de eso se sentía muy feliz. Sin duda el destino había decidido reunirlos.
- ¡Princesa Shiyo!, ¿¡En donde está? -dijeron unas voces conocidas. La castaña tomo su báculo y lo puso enfrente de un rayo de sol; la luz entraba a lo largo del arma y reflejaba pequeños puntos de colores. La princesa les dijo que siguieran la luz. En un par de minutos los dos hombres llegaron agotados.
- ¿Está bien princesa Shiyo, no le sucedió nada? -pregunto Haru tomándola de los hombros. La chica asintió y dirigió su mirada hacia el chico de cabellos plateados. Los dos hombres hicieron lo mismo y se quedaron asombrados por lo que veían. Kotaro mas que impresionado parecía confundido.
-Que bueno que lo mató -dijo Haru. El chico le dirigió una sonrisa a la castaña pero esta lo estaba mirando molesta.
-No está muerto, Haru -repuso la chica seriamente. Haru quedó confundido ante su tono de voz. La chica se acercó a Kotaro.
-Usted sabe perfectamente lo que está pasando, ¿cierto? -le pregunto la chica con una ceja levantada. El General volteo a ver a la joven y asintió -Bueno. Se lo que está cruzando por su mente…yo sigo sintiéndome así, pero no podemos quedarnos aquí hasta recibir alguna señal. Como podrá ver, Inuyasha está gravemente herido, tenemos que llevarlo al palacio -finalizo la chica. El General rápidamente palideció y miro fijamente a la ojiverde. Se quito el casco para rascarse la cabeza y empezó a caminar de un lado para otro con la cabeza agachada. Se detuvo y se volvió a dirigir a la princesa.
-Pe-pero, ¿Cómo es posible que esté vivo?, usted y yo vimos cuando…
-Ya sé, ya sé. Mire, ahora no es momento para hacer preguntas. ¡Está Vivo y eso es lo importante! -tomo aire para tranquilizarse- me imagino cómo se pondrán mis padres pero…tenemos que llevarlo para curarlo. Tiene mucha fiebre y está sangrando mucho. ¡Vamos, Kotaro, entraremos por detrás! -terminó de decir la chica y se dirigió hacia Inuyasha. El general Kotaro dudó un momento, luego ayudó a Shiyo para poder levantar al joven.
Haru desvío la mirada, estaba totalmente confundido. Los arbustos empezaron a temblar y Haru se puso en posición de ataque. Lo que salió de ellos lo dejo boquiabierto. Era como una especie de pantera color crema, tenía dos colas, sus patas eran de color negro hasta el tobillo, de su boca sobresalían inmensos colmillos y sus ojos eran grandes de color rosa. La inmensa criatura lo miro fijamente; al ver que dos personas estaban moviendo al chico de cabellos plateados, salto sobre el indefenso Haru y rugió. La castaña miro a la criatura y le apunto con su arma.
-No quiero pelear contigo, así que suelta a mí amigo. Tenemos que llevar a esta persona donde yo vivo para salvarlo -la criatura se alejo de Haru con algo de reticencia y camino hasta quedar enfrente de Shiyo. La castaña entonces tuvo una idea- ¿Nos podrías ayudar para llevarlo al palacio? -le pregunto a la pantera y está asintió. Shiyo sonrío y con la ayuda de Kotaro subieron a Inuyasha. Después de que lo acomodaron, la pantera levanto el vuelo unos momentos y luego regresó al suelo.
- ¡Puede volar! -dijo la princesa con asombro- Espera, me iré contigo. General Kotaro, váyase con Haru a pie. Si lo espero perderé más tiempo -dijo la princesa subiéndose en la pantera- En el camino, vaya explicándole a Haru lo que pasó para que comprenda -y dicho esto despegaron del suelo y volaron hacia el palacio.
Cuando llegaron por la parte trasera, Shiyo se bajo de la pantera y la guió hacia la entrada. Los guardias se sorprendieron al ver a la criatura y aun más cuando vieron lo que llevaba cargando. La chica indicó a uno de los guardias que iba a estar en uno de los cuartos de huéspedes y ordenó a otro que avisara a su madre que había llegado. El guardia se dispuso hacer la tarea encomendada mientras que la princesa, junto con la pantera se dirigió hacia una de las habitaciones.
Llegaron a un cuarto mediano. Shiyo deslizo la puerta y entró junto con la pantera. La chica sacó del armario un futon y lo coloco en el suelo. Después la pantera se acostó para que la princesa bajara al chico y lo acomodara delicadamente en el futon. La princesa observó a la pantera. Estaba todavía acostada y no mostraba ningún interés en irse; de hecho lo único extraño, para la chica, era que no le quitaba la mirada a Inuyasha…era una mirada triste y preocupante, Shiyo le sonrío y escucho a lo lejos unos pasos, así que decidió salir de la habitación.
-Bienvenida hija -saludo una mujer de mediana edad, sin embargo parecía una joven. Su piel era clara, su cabello era lacio, largo y de color negro. Sus ojos eran grandes y de color esmeralda como los de su hija. Llevaba puesto un kimono de color rojo con pequeñas mariposas de color fucsia. Su mirada reflejaba ternura y seriedad.
-Hola madre -respondió Shiyo con alegría y preocupación.
- ¿Cómo te fue?
-Bien, bien. Hn…el general Kotaro no tarda en llegar junto con Haru -la castaña desvió la mirada, activando las alertas mentales de su madre.
- ¿Tienes algo que decirme? -su hija la miro sorprendida - Shiyo, te conozco muy bien y sé que no me quieres decir algo. ¿Qué paso?
-Efectivamente madre, tengo algo que decirte…es solo que me preocupa como lo vayas a tomar -dijo la joven- Madre, necesito tu ayuda para curar a una persona -
-Está bien…
La joven suspiro y deslizo la puerta para entrar. La mujer vio a la pantera pero eso no le sorprendió tanto como la visión del joven.
- ¿¡Inuyasha? -exclamó la pelinegra, volteando a ver a su hija- ¡Shiyo esto no puede estar pasando, Inuyasha murió hace mucho tiempo!
-Pero es él madre -dijo la princesa- ¡Mira! -Shiyo tomó la mano de su madre y la obligó a acercarse para que pudiese verlo mejor. La mujer se quedo congelada. Sencillamente era imposible que el viera.
-Madre, se que te preguntas muchas cosas, pero tenemos que esperar hasta que despierte para que pueda explicarnos todo -la chica suspiro y miro a su madre con seriedad- Está gravemente herido, tenemos que curarlo.
-E-está bien -accedió su madre sin quitarle la mirada al muchacho.
Inmediatamente la mujer salió de la habitación para luego regresar con una bandeja de agua, retazos de tela y un frasco. Shiyo, mientras tanto, se dispuso a desvestir al muchacho.
- Madre, también tiene una herida en el hombro.
- Algo le mordió -dijo la mujer tras echarle un vistazo- Pon esto en sus heridas -la chica recibió el frasco de las manos de su madre. Luego de cubrir los arañazos y hematomas con el ungüento, las dos mujeres comenzaron a vendar a Inuyasha.
- ¡Terminamos! Me quedare con el todo el día y la noche para controlarle la fiebre -le dijo Shiyo a su madre.
- Hija, será mejor que purifiquemos su cuerpo. No sabemos si esta envenenado -la castaña asintió. Las dos juntaron sus manos y las pusieron sobre las heridas. Cerraron los ojos y unos momentos más tarde una luz blanca salió de ellas. La luz desapareció poco tiempo después y las dos mujeres abrieron lentamente sus ojos. Se quedaron un momento calladas hasta que la madre de Shiyo irrumpió el silencio.
- Me siento extraña junto a él -dijo la pelinegra- siento que no tengo el derecho de verlo después de lo que paso. Por otro lado, no puedo dejar de observarlo, me refiero a que ha cambiado mucho, físicamente claro. Tú debes de saber cómo es su personalidad -la pelinegra desvió la mirada.
- No, no la sé. El carácter y la personalidad van cambiando mientras crecemos…así que no puedo decir que lo conozco.
- No me imagino cómo se pondrá tu padre cuando regrese.
- No hay que decirle nada hasta la noche, ¿sí?
- Pero Shiyo…
- Por favor madre. Recuerda que fue a visitar al patriarca de Chie y va a regresar cansado, ¿sí? -su madre titubeo un poco pero al final acepto la condición.
- Iré a caminar un rato, me hace falta -dicho esto la pelinegra salió de la habitación quedándose Shiyo al cuidado de Inuyasha.
La castaña mojo un pedazo de tela y la puso en la frente del chico. Sabía muy bien que aunque su amigo fuera un semi-demonio (y eso lo hacía más resistente que los humanos), tardaría en recuperarse. Shiyo trataba de contestar a dos preguntas muy importantes: ¿Cómo es que Inuyasha estaba vivo? y ¿Qué o quién, le había hecho las heridas que tenía?
Shiyo se mantenía a lado de su antiguo amigo, no se separaría de él hasta verlo recuperado. La pantera aún no mostraba signos de querer irse, pero eso no le importaba; de hecho nunca había tenido una mascota. Tal vez si ella le daba tiempo y la tratara más, se harían amigas.
La chica soltó un suspiro profundo y se sentó de forma cómoda ya que iba a ser un largo y difícil día.
- ¡Kohana!
- ¿Qué quieres hermano? -preguntó la muchacha, cruzándose de brazos.
- ¿Me puedes dar lo que te encargue?
- ¿Qué intentas hacer esta vez? - la chica le entregó a su hermano un pedazo de tela en cuyo tejido estaba enredado un cabello.
- Ya lo veras, ya lo veras. Sabes muy bien que me gusta dar sorpresas.
- ¿No fue suficiente diversión por hoy?
- Te equivocas Kohana. La diversión apenas comienza.
Continuara…
Hola, mundo FanFiction! Bueno, espero que les haya gustado mi primer fic.
Comenten por favor. Sus comentarios son de suma importancia para mi ;)
Le quiero dar las gracias a mi Sensei, quien me ayudo en esta tarea. Muchas Gracias!
Hasta la siguiente actualización XD
