Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling y Warner Bros.
Este es un fic para Druida, como petición suya en el foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
Pairing: Regulus Black/Dorcas Meadowes (Con algo de Caradoc Dearborn/Dorcas Meadowes, pero es importante para la trama).
Rating: NC-17. Está historia tendrá lemmon y algo de lenguaje soez. Avisada queda la gente.
Nota: En esta historia voy a utilizar al personaje de Caradoc Dearborn. Poco se sabe de él salvo que fue asesinado por mortífagos y su cuerpo jamás fue encontrado. Según la página de Eldiccionario, Caradoc es una mujer, mientras que la Wiki de Harry Potter dice que es un hombre y la edición de "La Orden del Fénix" no lo esclarece. En mi historia Caradoc es un hombre, por si a alguien le choca.
1
Caradoc
—¿Quién es?
—Regulus Black.
—¿El hermano de Sirius? —preguntó. Evidentemente no se mostró sorprendida ante aquella revelación —. ¿Lo sabe él? —asintió a la primera pregunta y negó la segunda —. ¿Vuelves esta noche?
—Sí. Dumbledore quiere que vuelva esta noche. No sé por qué, no tiene nada de especial.
—Ya conoces a Dumbledore, es capaz de ver a través de cada persona. Si quiere que sigas espiándolo… Entonces es que tiene algo especial. Suerte esta noche, Dorcas.
—A ti también, Marlene.
La mujer se desapareció mientras que Dorcas Meadowes salió del callejón. Tenía que darse prisa si no quería llegar tarde a la reunión, o de lo contrario el Señor Tenebroso se enojaría mucho. Por suerte, llegó a tiempo.
La gran sala estaba repleta de mortífagos, muchos de ellos encapuchados o enmascarados, pero unos pocos con el rostro al descubierto. Dorcas paseó entre ellos sin el menor atisbo de temor. Llevaba muchos años entre aquella gente como espía de Dumbledore. Allí se sentía como pez en el agua.
De repente, vio a Regulus. Quiso acercarse a él, pero el Señor Tenebroso hizo acto de presencia. Como era habitual, todos los allí presentes se arrodillaron ante él. Y él comenzó con su habitual arenga acerca del transcurso de la guerra. No sólo aquella noche Dorcas tenía la misión de vigilar a Regulus Black, sino también la de recabar toda la información posible acerca de El-que-no-debe-ser-nombrado y sus planes.
De repente, el Señor Tenebroso preguntó:
—¿Quiénes de entre todos vosotros serán voluntarios para esta misión?
—¡Yo me ofrezco, mi señor! —gritó Regulus.
—¿Alguien más?
—Mi señor, yo puedo hacer esta misión sólo. Conozco a mi hermano.
—He dicho… ¿Alguien más? —la voz del Lord Tenebroso sonó gélida y Regulus decidió no insistir.
Dorcas vio entonces su oportunidad.
—Yo me ofrezco voluntaria, mi señor.
El mago oscuro sonrió ante aquello.
—Ah, Dorcas… Claro que sí, tú serás perfecta para ayudar al joven Regulus en esta misión. Venid pues, os pondré al tanto.
Al rato, ambos, ella y Regulus, salían del edificio. Él la detuvo.
—Oye, no necesito tu ayuda así que prefiero ir por libre.
—Oh, ¿de veras? ¿Tan ansioso estás de un poco de reconocimiento, Black? Mortífagos mucho mejores que tú han fracasado en esta misión. ¿Qué te hace pensar que tú tendrás éxito dónde otros han caído?
—¿Qué te hace pensar que tú sí tendrás éxito?
—Yo llevo más tiempo en esto que tú. Eso es un hecho. Y creo que has visto la cara que ha puesto el Señor Tenebroso cuando te has ofrecido voluntario. No estaba pensando precisamente en alguien como tú para esto. Aunque quien sabe, a lo mejor se alegra de perderte de vista. Recuerda, mañana por la noche.
Y se desapareció como una gran nube negra. Minutos después estaba en el cuartel de la Orden del Fénix y caminaba hacia el despacho de Dumbledore, donde recibía a los miembros de la Orden para dispensarles su siguiente misión o recibir la información oportuna.
De repente, alguien salió por la puerta.
—Caradoc —saludó ella.
—Dorcas, ¿vienes de una misión?
—Así es. ¿Y tú?
—Parto para una ahora mismo. ¿Qué tal si nos vemos luego?
Dorcas rio con ironía. Caradoc Dearborn era ¿su novio? No. Marlene decía más bien que era su maldición. Jamás habían formalizado relación alguna, pero siempre acababan en la misma cama. En aquella vida en la que tenían que vivir deprisa y morir jóvenes, no había tiempo para matrimonio o hijos, sino sólo para el sexo. Y el sexo siempre era un relajante antes o después de una misión suicida.
—Siempre. Te espero luego en tu casa. No tardes.
—No lo haré.
Pasó a su lado, dispuesto a irse.
—Caradoc —llamó ella. El joven se detuvo y la miró —. Ten cuidado.
Esa era la máxima dentro de aquel grupo. Los "ten cuidado", "no hagas ninguna locura", "vuelve, por favor" o "no te mueras hoy" estaban a la orden del día. No pasaba una ocasión sin que Dorcas viese a las parejas decirse su último adiós, sin que viese aquellos emotivos rencuentros y por supuesto sin que de vez en cuando alguien se consuma por la pena tras descubrir que la persona a la que ama ya no va a volver.
Intentando volver a la realidad, entró por fin en el despacho. El anciano profesor Dumbledore, aunque en aquel lugar no era ningún profesor pero para ella siempre lo sería, estaba detrás de su escritorio.
—Dorcas, me alegro de volver a verte. ¿Qué noticias me traes?
—El Señor Tenebroso ha vuelto a poner precio a tu cabeza, Albus. Regulus Black se ha ofrecido voluntario y yo con él.
—Lo sabía.
¿Cómo se ha enterado? Siempre irá un paso por delante.
—Va a fracasar.
—No le subestimes, querida.
—Es un novato. Alguien de la Orden tendrá que matarlo.
—No será necesario. Si todo sale según lo planeado, ese chico estará destinado a hacer grandes cosas. Tú solamente tienes que guiarle.
—¿Guiarle? ¿Cómo?
—Hallarás la forma. Gracias, Dorcas. Puedes ir a ver al señor Dearborn.
Dorcas se ruborizó.
—¿No quiere saber noticias acerca del Señor Tenebroso?
—No hay nada que no sepa ya. Buenas noches, Dorcas.
—Buenas noches, Albus.
Minutos después, llegó al apartamento que Caradoc tenía en el centro de Londres. Se quitó la capa, se desanudó un poco la camisa y se dedicó a esperar, cosa que no tuvo que hacer demasiado, porque alguien la aprisionó por detrás, impidiéndola defenderse o liberarse.
—Te pillé —Caradoc la tenía fuertemente cogida.
—Yo también me alegro de verte…
—¿Qué es lo que me gusta? ¿Qué es lo que siempre quiero que me hagas nada más vernos?
Dorcas sabía a qué se refería. Una norma obligada dentro de la Orden era preguntar un secreto a cada miembro nada más verse, para así saber si era un mortífago infiltrado.
—Esto es lo que te gusta… —dijo ella. Caradoc liberó entonces uno de los brazos de la chica, el cual se deslizó por su costado hasta llegar a su entrepierna, ya de por si algo endurecida pero que empezó a masajear.
Caradoc la liberó entonces pero por poco tiempo, pues la cogió por la cintura y la subió a horcajadas, momento que ella aprovechó para rodear la cintura de él con sus piernas. Entonces, ambos cayeron sobre la cama.
—¿Qué habrías hecho si hubiese sido una mortífaga?
—Tal vez lo mismo que ahora, sólo que después la habría matado —y comenzó a besarla el cuello con fervor, provocando involuntarios jadeos a Dorcas, que había empezado a arquearse. La ropa comenzaba a ser un molesto estorbo. Mientras se desnudaban, él la miró —. Acabo de matar a un hombre —y sonrió.
Caradoc le gustaba, joder que si le gustaba. Parecía mentira que hubiese sido un Hufflepuff cualquiera en Hogwarts, pero ahora era uno de los mejores miembros de la Orden, y aunque Dumbledore le pidiese muchas veces que no lo hiciese, él no lo podía evitar. Caradoc era un asesino. A sus espaldas cargaba con el mayor número de muertes que cualquier otro miembro de la Orden o Auror del Ministerio. Muchos lo odiaban por eso.
Idiotas, pensó ella. Caradoc era todo fuego y lujuria. Era impetuoso y de un apetito sexual casi voraz. Era joven, como muchos de ellos, y hacia mucho tiempo que había quedado claro que él quería vivir. Ante todo quería vivir y no preocuparse por nimiedades. Él no tenía tiempo para sentar la cabeza antes de que se la cortasen o algo por el estilo.
Al rato, ambos estaban sobre la cama, desnudos y tapados solamente por una sábana blanca. Miraban al techo.
—¿Quién era?
—¿Quién?
—El mortífago que has matado.
—Barkley. Uno de los fuertes. Supongo que a nadie le habrá sentado bien.
—Cada vez que matas a alguno te expones a que Él quiera tu cabeza.
—Lo sé… pero no puedo evitarlo. Disfruto con esto. Sé que algún día moriré, así que me llevaré a todos los que pueda conmigo al Infierno antes de que lo consigan.
Dorcas lo miró un momento. Sí, algún día moriría. Y ella también lo haría. Todos morirían. Sus cabezas hacía tiempo que tenían precio, pero aun así Dorcas tenía miedo a morir, cosa que Caradoc parecía no temer. Sabía que cualquier día moriría y, cuando ese día llegase, le haría frente.
No, Dorcas no amaba a Caradoc. En la Orden del Fénix muchos no tenían tiempo de amar. Y aunque el sexo con Caradoc era magnífico y nunca lo rehuía, sólo era una vía de escape. Jamás había pensado en él como su futuro marido o el padre de sus hijos.
Más tarde se levantó.
—¿A dónde vas? —preguntó él.
Dorcas rodó los ojos. A Caradoc a veces le entraba la manía de comportarse como si de un novio se tratase.
—A una misión.
—¿Tan pronto?
—Sí. Pero no una misión de Dumbledore.
—Oh, entiendo. Muy bien —. Y se tumbó de nuevo en la cama, con las manos apoyadas detrás de la cabeza y mostrando una total indiferencia. Dorcas se levantó ya vestida y se dispuso a abandonar la habitación —. Ten cuidado.
