Había dos panecillos, en la mano izquierda, uno que parecía delicioso y en la mano derecha, uno que no se podía describir. Eso sí, estaba desinflado como si le hubieran robado el alma y carbonizado como si estuvo calentándose en las llamas del infierno.

Había sido un desastre.

En medio de su supervisión, Misaki se estremece al sentir el aliento del alíen pervertido del planeta feromonas, rozar su cuello. Era él, nadie más se atrevería hacer eso.

—¿Es para mí? —preguntó.

Mirando los dos panecillos, para luego posar sus ojos esmeraldas en los ojos dorados de ella, mirándola de una forma que la alteraron.

—Claro que no, estúpido Usui —replicó rompiendo el contacto visual.

—Tengo hambre —Su expresión era aburrida— ¿Me darías de comer, Misa_chan?

Abriendo la boca, esperando por el alimento. Misaki tenía la cara colorada.

—¡No, estúpido Usui!

El hizo una cara de perro triste, pidiendo por comida. Ella suspiró.

—Comete ese —le dijo entregando al que se veía apetitoso y de seguro sabia exquisito. Él lo tomó provocando un roce en sus dedos que a Misaki la intranquilizo.

De inmediato, se dio me día vuelta, llevándose el fiasco con intensión de tirarlo a la basura. Pero Usui no la dejó.

—¿Y ese? —preguntó tomándola de la muñeca mirándola a los ojos, al notar como se llevaba al restante.

—Esta es una falla que hice por mí misma, así que lo voy a tirar —dijo— Suelta, estúpido Usui —al ver que no la liberaba.

Sus rostros a centímetro, ella sintió un calor recorrer en su mejillas. Él la liberó, pero no se alejó.

—Yo quiero comer tu comida —repuso.

Esas palabras la hicieron sonrojar, desvió la mirada y apuntó el que Usui tomó.

—Ese que esta ahí es una colaboración entre Shintani y yo —espetó— Come ese.

—Pero quiere ese —viendo el panecillo ennegrecido.

—Te va a hacer mal.

—¿Preocupada por mí? —sonrió. Ella estaba roja— ¡Tan linda!

—¡No, estúpido Usui!

Y le tendió la masa indescriptible. El volvió a sonreír mientras veía como la presidenta se marchaba a grandes zancadas, alejándose de él. Profundamente avergonzada.

—Gracias, Misaki... —musitó, con los dos panecillos en su poder.

Al llegar al patio, este comenzó a desmenuzar el panecillo -bien hecho- y tirarlo a las palomas como a cualquier animal que desee comer ese riquísimo alimento.

Mientras, Usui saboreaba cada mordida del panecillo fallido y aunque después le haya provocado dolor de estómago, él comería lo que sea que (únicamente ella) Misaki prepare.

Si, lo que sea. *De fondo, se oían ruidos de sirenas de la ambulancia.*