Hola a todos!
Este es el primer fic que escribo, espero que les guste tanto como a mí. Va a tener como protagonista a la pareja de Sesshoumaru y Rin, que es mi favorita en Inuyasha.
Con respecto a los personajes... éstos van a estar bastante fuera de su caracter original, en especial Sesshoumaru y Rin. Otra acotación es que Sesshoumaru e Inuyasha en este fic van a ser hermanos, no hermanastros. Por último, el nombre del padre de los bellos hermanitos va a ser Kiba.
Recuerden que los personajes son propiedad de Rumiko-sensei exceptuando por Shizuka y Hoshiko que fueron creadas por mí.
El ángel que deseaba venganza
Capítulo I
- Mi más sentido pésame - dijo Naraku con exagerada pena a dos jóvenes de largas cabelleras plateadas y ojos ambarinos.
Ellos asintieron ante lo dicho por el hombre y lo vieron retirarse del cementerio donde estaba siendo enterrado su padre. Él había muerto de un infarto.
- Qué falso que es - murmuró Inuyasha observando como aquel individuo se convertía en un punto -. En su interior debe estar saltando de la alegría.
- Seguramente – respondió fríamente Sesshoumaru abrochándose los botones de su tapado negro.
- Pero se le olvidó que ahora nosotros vamos a ser los dueños de la empresa de papá – sonrió triunfante mirando de reojo a su hermano mayor.
Cuando el entierro finalizó, los hijos, demás familiares y amigos del difunto se retiraron a un paso lento de aquel sombrío lugar. Todos con sus abrigos puestos debido al frío que hacía aquella tarde.
Repentinamente, Sesshoumaru paró de caminar, elevó un poco la cabeza y vio como lentamente copos de nieve empezaban a caer del cielo gris. Es así que levantó una mano y un copo cayó sobre su palma derritiéndose en segundos. En un instante se desvanece un copo de nieve, en un instante se desvanece una vida. Eso era algo que él sabía muy bien.
- ¡Sesshoumaru!¡Apurate que la limusina nos espera! – gritó su hermano menor desde la puerta del cementerio.
Dentro del vehículo los dos hermanos estaban en silencio hasta que un celular sonó.
- ¿Sí?... ¡Kagome!.. ¿Qué llegás a Tokyo en tres horas?... ¡Entonces nos vemos a la noche! – exclamó Inuyasha alegremente y cortó el llamado.
- Qué feliz se te oyó – dijo Sesshoumaru casi en un susurro mientras miraba por la ventana. Él estaba sentado elegantemente con una pierna sobre la otra.
- No sé si esta bien que me sienta así un día como este, pero hablar con ella me trae felicidad. Además, hace un año que no nos vemos.
- Ya veo.
- Pero dudo que me entiendas. Vos no tenés amigos de verdad – habló con falsa lastima.
Sesshoumaru volvió su rostro hacia Inuyasha y se lo quedó mirando inexpresivamente. Aquello irritó bastante al menor y terminó girando su rostro para otro lado soltando un bufido.
Una muchacha estaba parada frente al espejo de un baño peinándose su largo cabello negro cuando vio pasar a la mujer con quien compartía el departamento.
- ¿Buscás algo, Shizuka? – preguntó Rin con su dulce voz mientras apoyaba el cepillo en la mesa del lavabo.
- ¡Ah, Rin! Te estaba buscando. ¿Escuchaste lo del empresario Nishino? Parece que murió ayer y hoy a la tarde fue su funeral – dijo con un tono sorprendido -. Tal parece que ahora los hijos van a heredar su empresa. ¡Dicen que son muy lindos!
- ¿Murió Nishino?¿Murió Nishino Kiba? – se preguntó como para sí misma. El rostro de Rin se mostraba como decepcionado y triste a la vez, como si hubiera recordado algo.
- ¿Por qué te ponés así? Es como si te diera pena la muerte de Nishino o alguna emoción parecida.
- Sí, es pena. Pena por los hijos.
- ¡Qué buena que sos! – exclamó Shizuka abrazando a la chica.
Rin también la abrazó y apoyó su cabeza sobre el hombro de la mujer. En la cara de la adolescente se dibujó una expresión de tristeza y vergüenza. Sin duda, la muerte del famoso empresario Nishino, dueño de una de las empresas más importantes en aparatos de electrónicas, había hecho que algo en el interior de Rin reflotara.
Ella arreglaba una mesa para dos personas. Estaba tan concentrada que al escuchar el timbre se sobresaltó un poco. Terminó de acomodar rápidamente y se dirigió a abrir la puerta. Cuando la abrió, una sonrisa se le dibujó en el rostro.
- ¡Inuyasha!¡Tanto tiempo! – exclamó yéndole a abrazar.
- ¡Kagome! – dijo sorprendido por el abrazo al que luego correspondió.
- No cambiaste nada desde que me fui.
- Te fuiste sólo un año. Tampoco es tanto tiempo – se río Inuyasha rascándose la nuca -. Además no sé si tomar lo que dijiste como un halago o no.
El hombre entró en el departamento, se sacó el tapado gris que llevaba y lo colgó en el perchero al costado de la entrada.
- ¿Tanta confianza hay?– preguntó Kagome con una ceja levantada.
- Y, son por los años que nos conocemos – respondió con las dos manos en sus caderas.
- Sin duda, no cambiaste lo confianzudo – le marcó ella empujándolo juguetonamente.
Después de algún que otro comentario, ellos se sentaron en la mesa dispuestos a disfrutar de un platillo para nada elaborado, pero una delicia para Inuyasha: ramen.
- ¡Qué rico! – exclamó Inuyasha tirándose para atrás en su silla y apoyando sus manos en la panza.
- ¡Qué bueno que te gustó!¡Tenía que hacerte algo rico hoy! – sonrió Kagome dulcemente.
- Ah, la verdad no sé si está tan bien que disfrute un día como este – dijo volviéndose a la mesa y apoyando sus brazos en ésta.
- No digas pavadas. Vos sabés que tu papá siempre va a querer que estés feliz – habló con firmeza llevando una mano al rostro del hombre que tenía enfrente.
Inuyasha levantó su vista y se encontró con una intensa mirada azul grisácea. La misma mirada que tenía su ex novia. Sin embargo, en aquella mirada había más dulzura que en la de su última pareja.
- ¿Cómo están las cosas con mi hermana? – preguntó Kagome sacando la mano de la mejilla de Inuyasha.
- ¿Con Kikyo? Terminamos hace una semana.
- Perdón, no sabía – se disculpó tapándose la boca - . Qué raro que ella no me lo contara.
Hubo un silencio y los dos observaron sus bowls que ya no tenían ni una pizca de ramen. Luego, giraron su vista hacia la ventana que quedaba a pocos metros de la mesa. Aún seguía nevando y parecía que no quería dejar de hacerlo sobre la ciudad de Tokio.
- Una tarde que nevaba mucho nos conocimos – murmuró Kagome con la mirada perdida en los copos blancos que llamaban la atención en la noche.
- Cómo me voy a olvidar de ese día. Me acuerdo que te insulté – se río Inuyasha posando su ojos en ella que seguía mirando a la ventana.
- Pasaron ocho años y vos ya sos dueño de una empresa multimillonaria.
- Sí, no sé si es muy bueno. Con mi hermano vamos a tener muchos problemas. No sólo porque no nos llevemos muy bien, sino porque todos los que odiaban a papá nos van a tomar como sus enemigos – explicó Inuyasha con un tono preocupado - ¡Voy a tener demasiada presión!
- Pero yo voy a estar con vos – le guiñó un ojo Kagome -. Por algo somos amigos.
- Gracias – suspiró Inuyasha volviendo la mirada al bowl.
- ¿Te pasa algo?
- Es por Naraku. Él es dueño de la empresa que compite con la mía. No sé. Siempre quiso degradar la imagen de mi papá inventando cosas falsas y también varias veces trató de robarle contratos con sucursales para que vendieran sus productos en vez que los de mi papá. Tengo un mal presentimiento. Como que algo malo va a ocurrir.
- Tranquilo. ¿Qué puede llegar a hacer ese tal Naraku? Inventar rumores de tu hermano y vos, tratar de robarle contratos. Cosas que pueden solucionarse – sonrió volviendo a apoyar una mano en el rostro de él.
Inuyasha esa vez tomó la mano cálida de la mujer y se quedó observando nuevamente sus ojos. Luego, alejó su mano de la de ella, bajó su mirada y cerró los ojos. No cabían dudas, había extrañado mucho a Kagome y estaba feliz de que hubiera vuelto de Inglaterra luego de finalizar un año de postgrado en medicina.
Bajo un pálido sol, Sesshoumaru estaba sentado frente a una mesa redonda que se encontraba en el amplió jardín de su mansión. Tomaba un té mientras miraba algunos papeles acerca de la empresa que había heredado.
- Buenos días – murmuró Inuyasha apareciendo en el jardín aún con la ropa de dormir - ¿Por qué me mirás así?
- Te olvidaste que hoy teníamos que ir los dos a la empresa.
- ¿No era un día cada uno?
- Sí, pero no el primer día. El primer día teníamos que presentarnos como los nuevos dueños y separar nuestras actividades – explicó algo fastidiado.
-¿Querés que me vaya a cambiar?
- No. Quedate acá – Sesshoumaru tomó un pequeño sorbo de té, luego se puso de pie y abandonó el jardín sin decir una palabra.
- No lo soporto – gruñó Inuyasha viendo como se iba su hermano.
Rin caminaba por una calle solitaria para poder llegar a la parada del colectivo que la dirigiría a su secundaria. Mientras tanto miraba una foto de su ídolo más grande: Nakamura Hoshiko. Hoshiko había sido conocida como la reina del pop en Japón. Lamentablemente, había sido asesinada hacía seis años atrás con tan sólo treinta años.
- Qué injusta es la vida – suspiró Rin.
Inmediatamente, escuchó el ruido de un auto dirigirse a toda velocidad a donde estaba ella. Entonces dio un salto para evitar que el vehículo la atropellara y cayó al suelo raspándose una de sus rodillas cubiertas por unas medibachas. El auto siguió de largo.
- ¡Idiota! – gritó la muchacha enojada.
Posó sus ojos oscuros sobre su rodilla y pudo ver un hilo de sangre recorrer su pierna manchando su medibacha. Estaba tan concentrada en mirar la lastimadura que no se percató que había alguien a su lado.
- ¿Estás bien? – preguntó una voz que parecía no sostener emoción.
- Sí, gracias por preguntar – y Rin se paró.
El hombre que había preguntado por ella le pareció extraño ya que a pesar de haber preguntado por su condición ni siquiera se esforzó en ayudarla a levantarse. Ese misterioso hombre se asemejaba a alguien que ella había visto en algunos diarios y revistas. Se quedó contemplando las facciones de su pálido y atractivo rostro, sus ojos ligeramente rasgados de color ámbar que sostenían una mirada penetrante, sus labios finos y brillosos y su cabello largo y de un extraño color plateado.
- ¿Tengo algo en la cara?
- No, es solo que me parece conocido.
- Será por ser el hijo mayor de Nishino Kiba
- ¡El hijo de Nishino Kiba! – exclamó ella sorprendida -. Es el destino – murmuró.
- ¿El destino? – preguntó Sesshoumaru con una ceja levantada.
- Claro, el destino de encontrarme con el hijo de uno de los empresarios más ricos de Japón y donante de mucha plata a comunidades pobres de diferentes países. ¡Su papá era alguien muy bondadoso! – se expresó Rin con pasión mientras miraba a un punto indefinido y juntaba sus manos.
Él observaba detenidamente a la muchacha mientras ella hablaba acerca de la gente a la que trató de ayudar su padre. La joven tenía una expresión fresca y muy viva. Sus ojos del color de los chocolates irradiaban dulzura, sus pestañas eran largas y atractivas, sus labios carnosos, seductores y apetecibles y por último, su cabello negro como el cielo de la noche. El peinado que traía era un tanto infantil; un mechón agarrado con una colita verde.
- Ahora parece que soy yo la que tiene algo en la cara – dijo Rin en un tono juguetón.
Sesshoumaru le sostuvo la mirada unos segundos y cuando se proponía dirigirse a la limusina piso algo. Al correr el pie vio que era la foto de una mujer, pero no de cualquier mujer, sino que de la mismísima Hoshiko Nakamura. Los ojos de él parecieron agrandarse un poco, como si recordara algo.
- ¿Te gusta Hoshiko? – preguntó levantando la foto del piso y entregándosela a la chica.
- Me encanta, pero me pone tan triste pensar que esté muerta – habló haciendo puchero y sus ojos dulces mostraron tristeza.
Rin, cuando quiso mover su rodilla emitió un sonido de queja que no pasó desapercibido por Sesshoumaru. Éste agachó la mirada y vio algo de sangre sobre la rodilla de ella.
- Sentate en ese cantero que voy a buscar una curita – dijo yendo a la limusina.
Cuando regresó, Rin estaba sentada sobre el borde del cantero de una casa, descalza y sacándose las medibachas para que le colocara la banda. Se veía sumamente encantadora con sus piernas desnudas, sus pies algo ruborizados por el frío al igual que sus mejillas. Parecía que nada más vestía el largo saco marrón que seguramente ocultaba un corto uniforme escolar.
Él se puso frente a ella, se sentó sobre sus rodillas, tomó la pierna herida para apoyársela en la de él y le colocó la curita sobre la lastimadura luego de limpiarle con un pañuelo la sangre. Al terminar de hacer aquello tenía la tentación de poder acariciar aquella suave pierna, pero no lo hizo. Volvió a tomar la pierna tratando de recordar la sensación de tenerla entre sus manos, la elevó a penas de la suya y luego él se levantó soltando la pierna delicadamente.
- ¡Muchas gracias! – exclamó ella con una gran sonrisa -. Supongo que no voy a poder ir así al colegio. ¡Me voy a congelar las piernas!
- ¿Vas a volver a tu casa?
- No me queda otra. Pero muchas gracias – volvió a decir Rin mientras se calzaba sus zapatos sin las medibachas –. Con permiso – le hizo una reverencia al hombre y partió hacia su casa.
Sesshoumaru contempló como la adolescente se iba alejando y como finalmente desaparecía al doblar por una esquina. Luego levantó sus dos manos y las miró, segundos después las volvió a su lugar, cerró los ojos y trató de recordar la suavidad de las juveniles piernas de esa chica y enseguida recordó sus ganas de querer acariciarlas.
Un hombre de largo cabello ondulado y castaño estaba sentado en un parque leyendo un artículo que había salido en el diario. Era acerca de la muerte del multimillonario empresario Nishino Kiba. El hombre, Naraku, hizo un gesto de asco al ver la foto del difunto sonriendo junto a su perfecta familia.
- Un perfecto esposo, un padre ejemplar, y un empresario envidiable. Ese hijo de puta lo tenía todo – murmuró Naraku mientras hojeaba la página entera que habían escrito acerca de ese hombre -. Nunca te pude hundir, pero voy a tener que ver si tus hijos son tan hábiles como vos – sonrió maliciosamente cerrando el diario y poniéndose de pie.
El hombre comenzó a caminar por aquel parque verde y sin duda, a pesar de ser atractivo, a cada pasó que daba la gente se le alejaba disimuladamente, como si su figura lanzara una especie de veneno el cual todos querían evitar.
La mente de Naraku estaba trabajando una idea, la idea de hacerles la vida imposible a los jóvenes empresarios Nishino.
Continuará…
¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado porque la verdad puse mucho sentimiento en este primer capítulo y obviamente pienso hacer lo mismo en los próximos.
La historia se me ocurrió un día de lluvia mientras escuchaba Vanity de Yuki Kajiura. No es que la canción se relacione con la trama de mi fic, sólo una frase que describe más o menos la relación de los personajes principales.
¡Espero sus reviews!
Se despiede, ♥Alice Hoshino♥
