"Bueno, este es mi primer fanfic de estilo Liley. Hannah Montana no me pertenece y todos sus personajes son propiedad de Disney. Lo que escribo lo hago por entretenimiento y sin ánimo de lucro. Espero que os guste y que lo disfrutéis."

Prólogo

Lilly Truscott observaba el paisaje desde su ventanilla abierta del coche con una ligera sonrisa en el rostro. Su madre y ella hacía poco que se habían mudado a Nueva york, desde la apacible y calurosa Malibu. Lilly había pasado sus dieciséis años en la calurosa playa haciendo surf y patinando con el monopatín hasta que su madre había sido trasladada. Normalmente una mudanza a esa edad habría sido desastrosa para cualquier adolescente, pero Lilly quería demasiado a su madre como para estropearle la ilusión con sus quejas. Además, ahora que estaba en Nueva York, por fin podría dedicarse a lo que más le gustaba en el mundo, el hockey.

Desde que apenas tenía 4 años, Lilly había adorado patinar. Su padre y ella solían patinar en el lago que había detrás de la casita que alquilaban en vacaciones, cuando iban a Canadá a visitar a sus abuelos. El olor a hielo, siempre le había traído muy buenas memorias a Lilly y esa era una de las razones por las que le encantaba patinar sobre la fría superficie. Cuando había cumplido los siete años, su padre accedió a apuntarla a un equipo de hockey y como en esa época no había habido equipos femeninos, se había visto obligado a discutir con mucha gente pero al final consiguió que Lilly entrara en el equipo. A partir de ahí, Lilly se encargó de demostrar al resto que era una buena idea dejarla participar, ya que en poco tiempo demostró su valía como jugadora en la pista de hielo. Incluso llegó a ganar una medalla gracias a que su equipo y ella consiguieron ganar el campeonato infantil de Hockey durante ese año. Su padre solía decir que había aprendido antes a patinar sobre hielo que a caminar.

No obstante, poco después de ganar tan ansiada medalla, su padre murió dejando solas a su madre y a ella. Tras aquel fatídico día, su madre, queriendo alejarse lo más posible de todo lo que la recordara a su querido esposo, había decidido que lo más apropiado era mudarse a Malibu. Aquello sí que había sido un gran cambio para la pequeña Lilly aunque por fortuna, su padre le había enseñado a ser fuerte, por lo que cumpliendo la promesa que había hecho ante su tumba, la de cuidar a su madre, no lloró ni se quejó y siempre tuvo una palabra amable para su madre. Aquella experiencia marcó a ambas e hizo que su relación se estrechará aún más. Pronto la pequeña Lilly cambió los patines con cuchilla por los de rueda y su trineo por una tabla de surf, y fue feliz con ello aunque no podía evitar añorar el hielo de la pista de hockey. Ese era el único tema ante el que discutían su madre y ella. Mientras que para Lilly el hielo era una forma de acercarse a su padre, a sus recuerdos, para la madre de Lilly, el hielo era un recordatorio de la ausencia de su marido, por lo que no quería ni oír hablar de ello.

En Malibu no había pistas de hielo y evidentemente no nevaba por lo que la discusión sobre ese tema no era muy habitual aunque Lilly no se lo quitara de la cabeza. En navidad, cuando su madre estaba muy ocupada, Lilly volaba hasta Canadá a casa de sus abuelos, donde dedicaba todas las horas que podía a patinar ya fuera en el estanque helado de detrás de la casa de sus abuelos o en la pista de patinaje del pueblo. De ese modo, podía dedicar al menos un par de meses a hacer algo que realmente adoraba.

Cuando Lilly cumplió los dieciséis, se encontró con dos sorpresas: Una, la moto que le había comprado el hermano de su madre, el tío Lou, que había derivado más peleas pero que al final había acabado con la rendición completa de su madre. Y la otra sorpresa, había sido la noticia de que una vez más se mudaban, solo que esta vez por motivos de trabajo. Su madre, Heather Truscott, era una abogada muy reconocida que había conseguido plaza en uno de los mejores bufetes de abogados de estados unidos. Al principio solo había llevado casos pequeños, pero tras su brillante actuación en un caso peliagudo, los integrantes del bufete se habían dado cuenta de que era una lástima desperdiciar a una de las mejores abogadas, en la playa de Malibu, donde lo más interesante eran las disputas de vecinos por vallas demasiado altas o paredes de colores demasiado vivos.

De modo que tras pensarlo no demasiado, hicieron la oferta definitiva de un cargo bastante importante en las oficinas de Nueva York. Heather lo pensó bastante, y llegó a la conclusión de que ya que Lilly ya era mayor, y de que realmente no había muchas más posibilidades en Malibu, una debía de ser idiota si no aceptaba la oportunidad que solo se presenta una vez en la vida. De modo que dicho y hecho, aceptó el trabajo y una vez más arrastró a Lilly con ella en una mudanza de la que tampoco la había avisado. Y aunque Lilly se molestó bastante por la parte en la que no fue ni consultada, no pudo seguir enfadada mucho tiempo con su madre, ya que la quería y también porque por fin podría volver a hacer lo que le gustaba, jugar al hockey. Por lo que tenía entendido, en aquel instituto donde cursaría sus dos últimos años, había pista de hockey y los equipos eran mixtos, por lo que entrar en el no debería ser fácil, pero tampoco imposible.

Así que un buen día de verano, empaquetaron todas las cosas, se aseguraron de que la moto de Lilly estuviera bien asegurada y se metieron en el coche, dispuestas a poner rumbo a su nueva vida, en la gran manzana.

"Bueno, eso ha sido todo por ahora, que os ha parecido? Todos los comentarios ya sean buenos o malos serán bien apreciados."