Bueno, luego de un año de ausencia, Misterios en Nerima ha vuelto. En teoría ingresamos en el último arco y por tanto no debería detenerme hasta terminarlo dentro d capítulos.
En estos momentos tengo en mente dos tipos de lectores: los originales de esta historia y los que se han sumado a la colección de one-shots que me entretuvo estos casi catorce meses. Como forma de integrar a ambos tipos de receptores, he realizado unas pequeñas modificaciones en los primeros dieciséis capítulos. Lo más radical es el cambio de nombres en los personajes. Sato pasa a llamarse Hachiro. Ritsuko=Yuko. Jin=A.C. Y Ayumi=Ibuki. Todos estos son "actores" que participan frecuentemente en mis one-shots. Sé que es tonto pero con ellos ayudándome tengo la certeza de que no volveré a abandonar esta historia. Para el que no los conozca, no hay problema: solo he tomado sus nombres. La personalidad de los personajes originales sigue siendo la misma. Los otros dos cambios reseñables es el reemplazo de las "lagrimas" por "plimps" y de los "cachetazos" por "plafuis", conceptos repetitivos de la colección que también utilizo como talismán.
Para finalizar con las aclaraciones, no aparecen historias bonus porque estas ya vienen intercaladas e integradas en la misma historia. Quien quiera ver similitudes entre Mayura y la Bulmita de los one-shots o entre Ranma Jr. y Gohan, puede hacerlo.
Misterios en Nerima
Capítulo 1: Hachiro el gran detective.
Aquella mañana Nabiki se acercó hasta la cocina con cara de cierta incredulidad. Masticaba un pastelito mientras sostenía otro con una mano.
-¿Le has ayudado tú? –preguntó con cierto aire de duda entre los labios.
-No -respondió Kasumi-. ¿Por qué?
-No sé dónde se ha metido Akane pero me he encontrado esto en su habitación sobre una bandeja –señaló los pasteles-. ¡Están buenísimo!
Kasumi ni se inmutó.
-Nuestra hermanita siempre supo cocinar de forma inconsciente. Me ha visto miles de veces. Solo era cuestión de que se decidiera realmente a intentarlo con todas sus fuerzas.
-Ja. Ni de coña. Aquí hay gato encerrado y yo voy a descubrirlo. ¿Podrías acompañarme?
-Claro. ¿A dónde?
-He leído en el diario un anuncio de una agencia de detectives nueva. Se lo encargaremos.
-Vamos, Nabiki –repuso con ese tono materno-fraternal que le caracterizaba-. Me parece armar demasiado alboroto por muy poca cosa…
-Puede ser… pero es que quiero conocerlos. Y no se me ocurre ninguna otra excusa. Además, la dirección no está muy lejos de aquí. Basta con caminar derecho tres calles para encontrar el estudio de Hachiro. Dicen que es guapísimo.
A la postre y como siempre, la hermana del medio se salió con la suya. Como siempre también, caminaba con suavidad, prometiéndoselas muy felices mientras bajaba la leve cuesta que le llevaba hasta su destino…cuando se topó con Ranma.
-¿Dónde vais? –preguntó el joven- ¿El instituto queda para el otro lado?
-Todavía queda una hora para que empiecen las clases. Vamos a ver al detective nuevo. Toma prueba uno y entenderás –le guiñó Nabiki el ojo-. Lo preparó Akane.
Ranma miró el pastelito con desconfianza. Había que reconocer que olía francamente bien. Suficiente razón para iniciar una investigación profunda desde su óptica. Finalmente le dio un ligero bocado y a continuación se lo engulló sin casi masticarlo.
-¿Y decís que esta delicia es obra de la marimacho?
Ambas hermanas asintieron con la cabeza.
-Pues habrá que investigarlo. Una cosa así escapa a la lógica de los seres humanos normales.
El trío intrigado por la inusual destreza gastronómica de la tigresa de la casa terminó de bajar la colina y se aposentó en la puerta de entrada del estudio del detective. Allí una mujer en estado de shock no paraba de balbucearle incoherencias a un hombre ataviado con una gabardina blanca, de seguro, Hachiro. Este porfiaba por tranquilizarle o aunque fuera, hacerle pasar pero era inútil. Fue necesario que acudieran en su auxilio una jovencita y un niño para que, empujando entre los tres, le obligaran a ingresar.
Hachiro era alto y serio -con bigote como todos los detectives altos y serios-. A la jovencita se le adivinaba un tanto tsundere, muy similar a Akane, pero dos años mayor. Y el pequeño llevaba un mono azul con un lazo desabrochado y una camiseta roja. También una gorrita que tapaba buena parte del sinfín de pecas que contenía su rostro. La mujer en estado shock llevaba un vestido negro y un bolsito pequeño.
-Chicos, por favor -pidió Hachiro desde la puerta de entrada- cuidad de ella hasta que yo vuelva. No tardaré mucho. Si le veis muy nerviosa, abrid el cajón de mi escritorio y dadle una caja de lápices y un sacapuntas que guardo allí. Ah, y una cosa más -señaló al niño-, ¡no la dibujes!
Nabiki y Kasumi se quedaron más que sorprendidas por la escena que estaban viviendo. Un detective que huía de los clientes, una mujer evidentemente alterada, y un par de órdenes muy extrañas: que le dieran lápices y un sacapuntas y que no la dibujaran. Ranma tan solo bostezaba. Si no había puñetazos de por medio y parecía que no iba a haberlos…pues no le interesaba.
En todo caso, no se podía negar que la desconocida tenía buena presencia aunque se le adivinaba un tanto frágil. Cada tanto intentaba sentarse pero las rodillas le temblaban tanto que solo podía contener la postura en vertical, mientras dejaba escapar un hipo nervioso tras otro. Ya no lloraba. No obstante, los temblores iban en aumento, a tal punto que la secretaria no tuvo más remedio que hacer caso al detective y entregarle los materiales requeridos. Solo entonces la desconocida consiguió sentarse. A continuación introdujo la punta de uno de los lápices en el instrumento cortante y comenzó a sacarle punta de forma frenética. Cada tanto se iban formando leves montañitas de madera, signo innegable de que los nervios iban cediendo. El niño por su parte, aprovechó la ocasión para coger él mismo un lápiz de la cajita y un papel. Sentado sobre un sofá frente a la mujer, no cesaba de hacer garabatos mientras alzaba la vista una y otra vez para refrescar la imagen visual que su mente retenía.
-El jefe te ha dicho que no la dibujes- le interrumpió la secretaria.
-Y no lo hago. La estoy retratando. Es algo mucho más profundo.
Efectivamente, a aquello no podía llamarse "dibujo". Tenía tanto arte, tanta mano, que hasta las más mínimas expresiones de la mujer parecían transportarse desde la realidad al papel hasta quedar presas allí.
Y mientras tanto, Nabiki y Kasumi seguían paradas en el portal de entrada sin saber bien qué hacer. Si intervenir, irse o seguir esperando a Hachiro. Solo Ranma tuvo la lucidez necesaria para reaccionar a tiempo.
-Esto me aburre. Nos vemos en el instituto.
Y se fue. Tan inmune a los misterios como siempre. Si no se trataba de sus obsesiones conocidas: las artes marciales o Akane, simplemente no registraba ningún suceso de la realidad.
-¿Puedo ayudarles? –dijo por fin la mujer que acompañaba al niño. Yo me llamo Yuko y soy la secretaria. A. C. –puso una mano sobre su hombro- trabaja con nosotros. Tiene el raro talento de dibujar cualquier escena con gran detalle y en cuestión de segundos. Es mucho más útil y perfeccionista que un camarógrafo de verdad.
-Veníamos a ver a Hachiro. Imagino que será el señor que se fue recién.
-Efectivamente, pero no se preocupe el jefe suele resolver todos los casos en un pispás. Ya volverá.
Nabiki señaló a la mujer que continuaba con su tarea frenética.
-¿Y a esa qué le pasa?
-No sé. Es nueva. Si el jefe ha decidido dejarla estar así es por algo.
En ese mismo instante, ingresó Hachiro con una gran sonrisa y un paquete bajo en brazo. Cuando la mujer le vio, dejó caer el último lápiz, el sacapuntas y se echó a llorar.
-¡Gracias, detective, gracias!
El detective aceptó gustoso el agradecimiento de la mujer. Parecía del tipo de persona que trabajaba más por recaudar este tipo de halagos que el simple dinero.
-Fue fácil –explicó-. Se lo había dejado en la tienda de zapatos. Al principio el zapatero se resistió a devolverlo. Pero cuando le demostré que sólo él podía ser el culpable y que yo era detective, ya se mostró más colaborador. Al final pactamos en que usted no le denunciaría si le devolvía el dinero extraviado. ¿Le parece bien?
-Sí, sí –asintió la mujer más aliviada-. Por supuesto. Lo que usted diga.
Yuko se arañaba los brazos en silencio.
-¿Otra vez? ¿Pero cómo demonios ha hecho para saber lo que quería y encontrarlo sin ni siquiera hablarle?
A. C. respondió:
-No lo entenderías.
-¿Y tú sí?
-Por supuesto. Su forma de comportarse delataba que le había pasado algo grave hace muy poco pero no se apreciaban señales de violencia física. Lo más factible era que hubiese perdido algo importante. Ahora, mira los zapatos. ¿A que son nuevos? ¿Qué mejor sitio para olvidarse algo que una zapatería? Desde luego podía tratarse de mil otras cosas más en mil otros sitios pero si se trataba de ese caso en particular, entonces más convenía no perder el tiempo en interrogatorios e ir volando a la zapatería antes de que lo que fuera que perdió desapareciera.
La chica meneó la cabeza dos veces.
-No es posible. ¿Cómo supo a cual acudir?
-La conmoción en la mujer era demasiado grande para no ser reciente y se trataba de un cliente desconocido. Solo podía sacarse una conclusión: que la mujer perdió el paquete cerca de aquí y mientras lo buscaba, desesperada, vio la placa del estudio y decidió pedirnos ayuda. Solo tres zapaterías hay por aquí cerca. Y solo una es atendida por alguien tan poco honesto como para no devolverle el dinero a una mujer indefensa: Don Jorge.
La chica le miró con desconfianza.
-De Hachiro-kun me lo creo pero, ¿y tú? ¿Cómo sabes tanto?
-Porque hace quince minutos estaba asomado a la ventana y presencié la escena entera: a la mujer entrando en la zapatería con una especie de sobre grande, luego saliendo sin nada y al rato, buscando desesperadamente el objeto extraviado. No fue hasta que entró aquí que me di cuenta de que se trataba de algo importante.
Nabiki ya observaba la escena con curiosidad. Los gestos de Hachiro, la dinámica respeto-desconcierto de sus subordinados, los mínimos temblores de la cliente que todavía persistían. Nada, absolutamente nada, escapaba a su atenta mirada. Fue en esta tesitura, pues, que Nabiki interrumpió a la mujer de negro cuando intentaba pagar a Yuko con parte del botín recuperado.
-¡Un momento, doña impostora! Ha engatusado muy bien a estos tres ingenuos por muy brillante que sea el detective –se nota que es buena actriz-, pero a mi no me engaña. Ha cometido tres errores fatales. Primero, ese dinero es falso. El detective no lo ha notado por las prisas que el caso demandaba pero para mi olfato acostumbrado al engaño, es más que evidente que esos papeles no son los usuales para imprimir billetes. Segundo, se ha puesto unos zapatos nuevos para guiar a Hachiro a la zapatería pero apostaría lo que fuera a que nunca los ha comprado. Don Jorge es su cómplice. Se me ocurre que si le pido el ticket de compra no será capaz de proporcionármelo
-Lo…lo he perdido. Yo no sabía que el dinero es falso. ¡Lo juro!
-Tsk, jurar en falso es peor aún que intentar estafar a esta pobre gente. Podemos acudir ahora a la zapatería y verá como Don Jorge tampoco tiene prueba alguna de la compra.
-No lo entiendo -interrumpió Yuko-. ¿Qué pueden ganar pagándonos con un billete falso? Si ni siquiera pensábamos cobrar nada.
-Mejor –razonó Nabiki-; esa actitud ya estaba prevista y era parte del plan. Le hubiese insistido pagar algo, por ejemplo, los lápices hasta que aceptara por pura educación. Y luego…usted probablemente no comprobaría la autenticidad del billete de quinientos yens con que pensaba estafarle pues se lo dio Hachiro. Si le salía bien la jugada, usted le daría las vueltas con dinero verdadero de vuestra caja. Lo peor que le podía pasar es que le descubrieran en el proceso. En tal caso le bastaba con decir que no era su culpa para librarse; que debido al incidente nunca pudo comprobar si los billetes eran verdaderos o no. Lamentablemente, ha cometido un tercer error y de principiante. Lleva tinta bajo las uñas. Si tomamos una muestra y la comparamos con los billetes falsos, se verá que se corresponden. Y una cosa más, los billetes no destiñen. Solo pudo mancharse en el proceso de falsificación.
-Increíble -exclamó A. C.- ¿Cómo es que ha descubierto todo eso en un santiamén y antes de que el propio detective lo hiciera?
-Muy sencillo. Poco sé de recoger pistas y deducir motivaciones pero cuando se trata de engaños, pues yo me los conozco todos.
De pronto Hachiro se acercó hasta la estafadora, le dio un beso en la mejilla y ambos comenzaron a aplaudir a Nabiki.
-¿Qué dices, cariño? ¿Está aprobada?
-Por supuesto, mi amor. Pícara pero honesta. Observadora y rápida, muy rápida. Hace unos momentos estaba segura de que le había engañado y sin embargo, ¡qué bien que me ha pillado!
A Kasumi ya le dolía la cabeza, luego de tantos cambios. Nabiki, en cambio, estaba encantada.
-Mi nombre es Ibuki. Necesitamos un asistente más para completar el equipo de trabajo, jovencita. ¿Le interesa? Hemos preparado todo el caso falso solo para usted. Porque a mi marido le han hablado muy bien de tus cualidades. Imagino por tu expresión de disgusto que piensas negarte pero antes ten en cuenta algo: pagamos muy bien.
Nabiki ya se había dado vuelta y empezaba a marcharse, cuando estas últimas palabras provocaron que pronunciara la frase más apropiada para la ocasión.
-¿Cuándo comienzo?
Fin del Capítulo 1
