Género: SciFi Hard (Biología), SciFiSoft (Estatutos de SETI), slash.
Fandom: Veamos. Nada de esto os parecerá coherente si no véis aunque sea un trozo de éste asunto (quitad los espacios para que el link funcione);
h t t p : / / w w w . i s l a d e l c o c o . c r / ? p = 3 1 0 4
Es la peli 'Mermaids; a Body Found', base del Documental 'Sirenas', transmitido por Animal Planet el 19 de marzo de 2011.
Pareja: Habrá una pareja… pero no es la obvia. Y esto es SLASH, Boy love, YAOI. Pensad dos veces antes de seguir.
Censura: PG-13 en los primeros capis y R, en los finales.
Disclaimer: Uhm… digamos que es una especie de RPF, que no estoy haciendo un centavo con ello y que de alguna forma, es fanfiction pero el trabajo de escribirlo fue mío y los Aem me pertenecen. Y cualquier parecido con la realidad, es una coincidencia.
Los nombres son guturales, principalmente porque los sonidos no pueden ser iguales, estando bajo el agua. Los nombres hoht –o humanos- están cambiados. La música usada fue la espléndida 'Pigeon drummer', de No-Man, dado que contiene lo que necesitaba desesperadamente, belleza tétrica y dos explosiones sónicas que aterran a quien la escuche.
H t t p : / / w w w . y o u t u b e . c o m / w a t c h ? v = Y E 9 h c v _ R e _ k
Ciencia ficción dura, as ever. Y slash, más adelante… aunque no como lo pensáis. Ojalá y haya comments.
Namasté- Nartayalar.
FA.
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Cap 1. Un rostro conocido.
El mar estaba frío.
Vaya una forma más común de decirlo, como si fueras un niño de primaria y no un biólogo y menos aún, un doctor en ciencias. Los guantes están húmedos y la punta de tus dedos, fríos.
Tan fríos.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno…
El hidrófono titila en sus inumerables silbidos; lenguaje de delfines y ecos lejanos e incomprensibles.
Y la repetición del burbujeo, o de lo que parecen burbujas o lenguaje de sapos bajo la luna o…
¿Qué diablos es eso?
Brian mantuvo los ojos cerrados, ajeno al frío, al balanceo, al rocío de espuma en el rostro, sintiendo la ansiedad desaparecer de su piel, de sus huesos.
-¿De qué te ries?
Era Chris.
—Están ahí…
Fue turno de Chris para sonreír.
Si la teoría había comenzado como una verdadera irracionalidad o como un atentado al método cartesiano, ninguno de los científicos a bordo del Parténope lo demostraba ahora. Chris saltó hasta el altavoz de popa y lo encendió; el sonido, recodificado una y otra vez por la computadora, estalló en los altoparlantes.
Diez años después y no, no era una grabación; la respuesta que habían buscado por todos los mares y de todas las formas posibles estaba ahí, unos metros bajo ellos, intentando responder.
Chris fue quien vió primero el rostro, de un pálido gris azulado, flotando inquisitivo a diez metros del bote…pero no tuvo que decir nada a Brian.
Ambos estaban llorando.
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—¿Ylrr?
El aludido nadó hasta el fondo. Aam extendió su mano hacia él y acarició el rostro del joven
—Dime, madre.
—Estás perdiendo precauciones, hijo…
El joven sonrió y Aam sintió un pequeño encogerse en sus corazones. Ninguno de sus hijos había sido tan curioso. Ninguno había roto tanto las reglas.
Aam temía los resultados de esa curiosidad; su hijo bien podía morir a manos de los Hoht, quienes vivían en la superficie, haciendo mil y un latrocinios, robando al mar lo necesario, matando cuando se les daba la gana y echándolo todo a perder.
Ni las amenazas ni las heridas —Ylrr ostentaba una pequeña cicatriz en su mejilla izquierda- habían servido de gran cosa.
Ni siquiera las huídas en masa o el dolor de cada ataque. Oou, su padre, lo había intentado todo, incluso acercarlo por la noche al ballenero japonés y hacerlo ver como mataban a las MuyGrandes, el sabor de la sangre impregnando el agua y los gritos de dolor rodeando el barco, como un animal monstruoso y negro, ávido de muerte, rodeado de una nube roja.
Eelg, Num, Taar y los otros nadaron hacia él. Oou frunció el ceño al verlo.
—¿Has estado arriba otra vez?
Aam se interpuso y Oou se vió obligado a detener su tope. De todas formas, el agua empujó a la madre de su hijo. Eelg, uno de sus pareja-cazadores, lo tomó del brazo
—No está en peligro. Y no hizo daño a nadie.
—¡Terminará matándose! ¡Todos los que suben acaban muertos!
Taar intervino.
—Eso es falso, Oou. Los Hoht nos han matado sólo con Voz. Y a muchos de los nuestros –extendió la mano de largos dedos, sin añadir nada más. Sin embargo, todos pensaban lo mismo, aunque ninguno lo dijo; los Hoht de la superficie se adueñaban cada día más de A', el lugar donde vivían.
Alguna vez –decían los viejos, en sus registros mnemónicos- ellos también habían sido Hoht.
A' había hecho los cambios; algunos de ellos todavía tenían la piel cubierta de un vello finísimo, moteado de azul grisáceo.
Pero ellos no mataban por matar, sino para comer y vivir. No herían a nadie, como no fuera en defensa propia. Podían hablar con todo aquello que habitaba A', incluso con los que venían de las estrellas, más allá de Hoht.
Y, cada vez que lo habían intentado –acercarse a los hoht, los humanos de la superficie— éstos los habían masacrado, herido, acabado. Y, en algunos casos, se habían llevado a las mujeres y a los niños, en una especie de adoración absurda.
Ylrr se enfrentó a su padre.
—Los escuché, de nuevo.
El aem giró violentamente sobre su eje, la aleta de su cola cortando el agua.
—¿Te crees que no lo sé? ¡Yo también los oigo! Ni siquiera tienen idea de lo que dicen! O son unos malditos a los que les complace el dolor nuestro…
Ylrr inclinó la cabeza, sin saber qué responder.
Porque su padre bien podía tener razón; los dos Hoht que estaban en el bote repetían una y otra vez la grabación de los gritos de la Gran Matanza en el norte. Quizá en verdad habían ido a atemorizarlos.
Estaba seguro de que no se trataban de pescadores; no llevaban redes ni arpones ni cosa parecida ni los perseguía el inequívoco tufo a sangre. Oou dominó su ira y acercó su rostro al de su hijo, acariciando la cicatriz de la mejilla, origen de su nombre –ylr, herida-
—¿No ves que no quiero que te pase nada? Los Hoht son terribles y vengativos. Buscarán matarnos. Nos culparán…
Sí, indudablemente su padre podía tener razón. Los Aem del otro lado del mundo se habían cansado de las cacerías.
Habían convencido a las MuyGrandes a que cambiaran las rutas y huyeran. Habían movido las rutas de los irirn, para que dejasen de asesinarlos.
Pero los Hoht mismos habían causado sus desgracias, usando las armas de Voz y el pueblo Aem nada tenía que ver con los sismos y tsunamis.
Ello no implicaba que no buscasen a quién volverse en su venganza.
Alguna vez, Ylrr había conversado con Pk, aquel anciano que vivía en las estrellas; ¿Por qué no respondían a sus llamados? Quizá de esa forma, los Hoht se dedicaran a otras cosas y se olvidaran de pelear todo el tiempo con todo el mundo; entre ellos mismos y contra todo lo que se moviera, en el estrecho espacio del planeta.
Pk se había reído mucho del joven.
—¿Qué te pasa?- le había dicho- ¿Quieres que nos ataquen a nosotros, entonces? ¡Pensé que éramos amigos! No, Ylrr. Sólo los Hoht pueden aprender por sí mismos. Mi raza es vieja. La tuya, es anterior a la de ellos. Son una especie joven y belicosa, porque aún no han madurado…
Ylrr silbó, señal de enojo.
—Pk, si es como dices, ¡Terminarán con todos nosotros antes de darse cuenta!
El anciano sonrió, divertido.
—En ese caso, iremos por ustedes. Y sólo entonces, mi joven amigo.
—¡Pero los Hoht son la otra mitad inteligente de nuestro mundo!
Pk suspiró, condescendiente.
—La inteligencia, como el movimiento, se demuestra ejecutando, querido Ylrr. Si ellos no aceptan crecer, nada podrá hacer que lo hagan. Lo lamento.
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—¡Hola, doctor!
Brian miró, horrorizado, al otro barco.
'Por su insano olor les reconoceréis'; en ese momento, la frase de Lovecraft lo hizo llorar, más que reír. Ramírez y sus esbirros de la Marina no vacilaron al rodear dos veces al Parténope. Chris tuvo a bien desconectar el hidrófono…y dejarlo sumergirse. Se habría tragado las grabaciones, de ser necesario; sólo que por ésta vez, Ramírez no tendría nada que quitarles. Brian sonrió, forzadamente
—Teniente Ramírez ¿Qué hace en esta hermosa tarde?
El otro lo miró, con odioso sarcasmo. Maldita la gracia que debía hacerle el salir a perseguir al par de biólogos en el Pacífico Norte, amenazando tormenta y oliendo a sal y pescado, cuando bien podría estar en su puesto de guardia, a salvo del viento y hablando con su esposa.
¿Acaso ese par de necios no podían detenerse? ¿En qué cabeza de mono cabía semejante terquedad?
Ramírez no tenía nada contra los tritones.
Largenorynchus Sapien Sirenidae, como lo llamaban los expertos.
De hecho, no creía en su existencia y estaba acostumbrado a cumplir sus órdenes, más que a sólo obedecerlas.
Y si esas órdenes incluían doscientas millas marinas de perímetro, libres de científicos curiosos ¿Qué le vamos a hacer? Se encargaría de limpiar el área.
Claro que una cosa era hacer el trabajo y otra, que dos malditos necios como Brian McCoy y su noviecito –bueno, tal vez no lo era- Christopher Scott, se encargaran de complicárselo.
Les habían quitado grabaciones, inumerables muestras, los habían amenazado, los habían presionado hasta hacerlos renunciar… y cada vez en un bote peor que el anterior, los dos biólogos regresaban al mar. Y que no trataran de engañarlo; el radar del SMC110, su kodiac, había registrado el altoparlante, tanto dentro como fuera de la superficie. Lo dicho y sospechado; ese par de idiotas estaba otra vez, haciendo sus malditas señales.
Ramírez saltó al bote de los biólogos, una chatarra de segunda, comprada a los pescadores y nada que ver con los yates que usaban antes, con el escudo azul de la NOOA.
—Vigilar mi perímetro. Creo que es ocioso que se lo repita, doctor McCoy. Y más aún, sabe bien.
—…Que tenemos prohibido acercarnos, es cierto. Verá Ramírez –le señaló el compás- este asunto no funciona, podrá notarlo. Seguramente derivamos por la corriente.
Ramírez soltó una risilla.
—¿Por pura casualidad? ¿A una zona que a usted, expresamente, le está prohibida? No me hagas reír, McCoy. Ya los habría metido en una jaula, sabes?
—Pero perteneces a la Marina, Ramírez. Y para tu desgracia, somos civiles ¿Qué tal si nos dejas irnos en paz? ¿Cuánto estamos dentro de tu perimetro?
Ramírez tomó aire, inflando sus cachetes de bulldog y haciéndose de paciencia.
—Veinte millas…
Brian elevó una ceja incrédula.
—Vaya. Tus amigos son ineficaces si tardaron tanto en detectarnos, eh? Mira que dejarnos derivar veinte millas! O ¿Estarían esperando que hiciéramos… algo?
Ramírez cruzó los brazos, la actitud abiertamente hostil.
—Mire, McCoy, no es personal. Y no me hace gracia venir cada dos minutos a sacarlo. Lárguese, yo me vuelvo a mi puesto y todos felices. Y deje de especular… Glotz, revisaste este cacharro?
El jovencito que se había metido a la cabina salió con dos cuadernos vacíos y un compás…roto, efectivamente. Ramírez negó con la cabeza.
—Deberían darme las gracias. Si no me aparezco, estarían muertos para mañana ¡Vaya par de marinos de agua dulce que son!
Saltó de regreso al kodiac, haciendo una seña al joven Glotz, quien tomó algo de un portafolio y lo arrojó a Chris. El biólogo apenas si logró atraparlo; era un compás barato, de los que usan los boy-scouts.
Ramírez miró a Brian, desde la distancia creciente entre ambos barcos.
—Tiene quince minutos para largarse, doc. O le dispararemos y clasificaremos el incidente como 'piratería'. Sería una lástima…
El kodiac arrancó y se perdió en la neblina.
McCoy no era tonto; sabía que Ramírez los vigilaba en busca de pruebas y permanecería al pairo, hasta que hicieran algo. Chris frunció el ceño, al verlos desaparecer.
—Y déjame decirte, McCoy, que también tienes un pésimo gusto para vestirte…
Los biólogos soltaron la carcajada.
Brian se acercó al borde del bote y Chris lo detuvo por un hombro
—Déjalo. Lo desconecté; hay como cien metros de profundidad. No lo recuperaremos. Ya será otra vez…
Brian negó, desalentado, con la cabeza e hizo seña a Chris de que recuperase el resto de los materiales, mientras comenzaba a oscurecer…
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Ylrr había tenido buen cuidado en alejarse cuando vió la plancha negra del kodiac deslizarse en la superficie. Ellos eran los que cargaban la Voz de Muerte. Lo mejor era huír y más, después de que había escuchado claramente la grabación, de nuevo.
Y sin embargo, la curiosidad pudo más; esperó hasta que la plancha negra desapareció y una vez cerciorado que no habían bajado una de aquellas cajas horrendas, que producían sangrado interno hasta morir, nadó hasta el aparato que habían dejado caer del otro bote.
Interesante.
Otro aparato para sonido, pero de distinta especie. Indudablemente estaba arruinado: el Hoht lo había arrancado de su sitio, flotando bajo el bote y los cables de conexión y la cubierta de aislamiento estaba destruída, permitiendo que el agua entrara y echándolo a perder, de modo que no, no era una amenaza.
El otro bote no arrancaba. Raro.
Muy raro.
Con un poderoso impulso de su cola, Ylrr nadó hacia la superficie; la luna estaba cubierta por las nubes y cualquier reflejo de su rostro sería cubierto por las ondas de agua.
Tal vez podría ver a los Hoht de cerca…
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Brian se sacó los guantes de dedos libres y se puso los térmicos ¡Frío del carajo!
—Apúrate, Chris. Se nos hará de noche y no quiero que Ramírez regrese y nos halle aquí.
—Hey, desde cuándo eres el capitán?
Brian negó, sonriendo. Cuando todos sus alumnos, cuando su misma esposa, lo habían dejado atrás, Christopher seguía a su lado, obsesionado con la misma idea.
Se acodó en el borde del bote para subir la cámara y se fijó en la sombra de luna, tétrica, cubierta por las nubes.
Involuntariamente tuvo un escalofrío.
Profundo.
Cuando alzó la vista, alguien lo estaba mirando.
A diez metros, sobre el agua.
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Ylrr sostuvo la vista del Hoht. Tenía algo en la cabeza, parecido a lo que cubría a los Blancos, en el Polo Norte. Ah sí, cabello. Sólo que del color de las medusas J'u o del tono del sol, al atardecer. Y los ojos, del mismo color de A'.
No eran tan grandes como los de Ylrr. Quizá lo más impresionante fue que ambos eran horrendamente similares.
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—Brian…
—Shussssh! Cállate…
Chris comprendió de inmediato. Diez años de mirar especies raras son una disciplina tan ruda como la militar y alguien que hace observación de campo aprende pronto a dejar de respirar, si es necesario.
La forma marina debía haberlos notado a ambos, pero mantenía su vista fija en Brian. Si cumplía centímetro a centímetro con todos los rasgos de la hipótesis, era algo irrelevante, en ese momento.
Lo importante era que estaba ahí y que Brian había tenido razón y él también y tenía que ahogar el gozo y…
El zumbar del otro motor los distrajo.
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Ninguno supo en que momento el kodiac regresó.
Ylrr no se sumergió a tiempo. Uno de los hoht arrancó el bote-cacharro y lo estampó contra el kodiac. Y el golpe de Voz resonó en las profundidades.
Ylrr percibió la ola antes de que llegara y se preparó para el dolor.
Y, sin embargo, algo frente a él lo protegió y si bien el golpe fue horrendo, distó mucho de ser mortal.
Recuperó la conciencia, mientras su boca sangraba; uno de los hoht estaba discutiendo con los que habían lanzado la Voz.
Y el otro…
El otro –al que llamaban Brrn- estaba en sus brazos, desmayado, empapado, frío.
Pero no había muerto.
Con toda la velocidad que pudo y aprovechando las olas, Ylrr nadó, huyendo.
La luna se esfumó, haciendo más tétrica la noche.
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