Aquí os presento un nuevo proyecto.
Esta vez es una historia larga, que espero con todo mi corazón que os agrade.
Mis más sinceros deseos de bienestar para vosotros.
Muchas gracias de antemano.
Recuerdos & Abrazos
Los grandes siempre tienen buenas ideas.
Edmund ya no sabía qué hacer con Lucy, había intentado animarla de mil y una maneras pero ninguna había dado resultado, su amada hermana se estaba muriendo por dentro y él no podía hacer nada para evitarlo.
Ah, claro… Seguramente no sabréis de qué estoy hablando, ¡qué descortesía por mi parte! Os lo explicaré brevemente, pero de una manera que quede bastante claro: Los Pevensie (Edmund y Lucy) volvieron lastimosamente a la vieja Inglaterra, Lucy era un mar de lágrimas y Edmund estaba destrozado por dentro al verla de aquella manera tan lamentable sin poder hacer nada, sin poder amainar el dolor de su hermana… No, Aslan no les había permitido permanecer juntos, pero ¿por qué? Edmund no podía dejar de preguntárselo, Lucy La Valiente siempre había dado todo de sí misma por el Gran León y por su Gran Tierra, Narnia, entonces ¿por qué Aslan no le había concedido el deseo de permanecer junto a Caspian? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
En eso estaba pensando, otra vez aquella tarde de diciembre cuatro meses más tarde desde el doloroso regreso al cuarto que tenía Lucy en casa de su primo Eustace a través del cuadro, cuando de repente sonó el teléfono en el salón.
Perezosamente se levantó de su cama y bajó al piso de abajo, no sin antes pasar brevemente por el cuarto de Lucy y escuchar unos leves sollozos que le rompieron el corazón.
Llegó a tiempo de contestar la llamada antes de que la persona al otro lado colgara indignada por la tardanza de la recepción.
- ¿Diga? Casa de los Penvensie – dijo Edmund, mirando a su alrededor lo que era su hogar…
Casa de los Pevensie… Más bien parecía la cueva de Edmund y Lucy Pevensie, por supuesto Susan seguía en América y Peter en casa del profesor, y aunque sus padres ya habían vuelto venían por la tarde casi noche y no los veían a menudo, aquello le había servido a Lucy para no sentirse presionada.
- Hola, primo Ed – la chillona pero calmada voz de Eustace sonó a través del auricular y la alegría que invadió el pecho de Edmund solo era comparable con la de un ratoncillo cuando encuentra un trozo de queso.
No pudo evitar acordarse de Reepeecheep y soltó un quejido ahogado.
- Hola, Eustace – le respondió como pudo.
- ¿Siguen las cosas igual? – preguntó, Edmund notó el leve temblor de su voz, su pequeño primo siempre temía preguntar por si no era el momento adecuado.
- Si te soy sincero, Eus, va de mal en peor – se pasó la mano por el pelo con extrema desesperación y oyó como el rubio soltaba un gruñido ahogado en frustración.- No está comiendo casi nada, se pasa las tardes encerrada en su cuarto estudiando y cuando no puede seguir estudiando porque no aguanta más se tumba en la cama y ahoga el llanto en la almohada…
- Esa almohada tiene que estar para el desguace entonces… - Edmund sonrió ante la pequeña broma de Eustace.- ¿Sabes? He estado pensando en el día que nos despedimos de Narnia… Y… Se me ha ocurrido algo.
Edmund arqueó una ceja, esperando que Eustace continuara.
- ¿De qué hablas, Eustace? – incitó a su primo, al notar que no se decidía a terminar lo que había empezado.
- Sabes que soy… El único que por ahora puede regresar a Narnia, ¿verdad? – lo dijo con miedo a herir sus sentimientos, pero a pesar de la desolación que Ed había sentido cuando Aslan les dijo que ya habían crecido y que no podrían volver a acudir al país de los faunos y las dríades, ahora el sentimiento de impotencia, rabia y angustia por el estado de Lucy era mucho mayor.
- Sí…
- Yo tenía pensado… No sé cuándo volverá a suceder, no sé si tardarán en llamarme días, meses o años a partir de esta conversación pero… Había pensado que quizás habría alguna escasa posibilidad de que pudiera hablar con Aslan… Y, aunque no consiguiera nada, al menos intentarlo…
- Sería estupendo, Eus, pero… La verdad, aunque intentándolo no perdemos nada, no logro entender a Aslan y sus motivos para el dolor que le está causando a mi hermana… - apretó el auricular con fuerza.
- Yo tampoco, Ed, Lucy es quien merecía que al menos se le cumpliera esa petición. Pero no fue posible, ella ahora no puede luchar y nos toca a nosotros hacerlo por ella… La verdad, siento que se lo debo.
- Si pudieras hacer algo, Eus, quien estará en deuda contigo seré yo. Porque yo no puedo tan siquiera arrancarle una sonrisa y eso me está matando a mí también… Tiene un aspecto tan… tan… tan muerto, Eus – no había querido decirlo, pero no había encontrado otras palabras para describirlo.- Si pudieras verla no la reconocerías, ha perdido el brillo… La alegría, cuando la miras a los ojos te sientes contagiado de su dolor… Por las siete espadas, Eus, creo que es la batalla más dura en la que me he visto inmiscuido.
- Ten fuerza, Ed, Lucy te necesita fuerte.
- Lo sé – entonces oyó un portazo proveniente del piso de arriba.- Eustace, tengo que dejarte, ¿volverás a llamar? – preguntó, antes de colgar.
Casi pudo imaginar la sonrisa que se dibujaba en el rostro de su primo tras escuchar su pregunta.
- Siempre llamo, Ed.
Luego colgaron.
Edmund se quedó un momento observando el aparato, desde que habían vuelto dos meses atrás de la casa de sus tíos, Eustace llamaba dos veces en semana para saber el estado de Lucy y luego simplemente hablaban de cosas amenas o recordaban anécdotas de Narnia que conseguían que Edmund siguiera creyendo en aquel país que los había expulsado de su seno a pesar de todo lo que habían hecho por él.
Cuando volvió a escuchar otro golpe subió las escaleras corriendo y sintiendo que el aire que le llegaba no era suficiente para sus pulmones llegó hasta el cuarto que antaño ocupaban las dos hermanas Pevensie y, que en esos momentos, solo usaba Lucy. Habiéndolo decorado a su gusto el cuarto, a pesar de lo acontecido, seguía siendo un reflejo positivo de la personalidad de su ocupante y por eso Edmund, al entrar en el cuarto de Lucy, era cuando realmente se sentía en casa… Allí acudía siempre que se sentía perdido, y encontraba el camino en los brazos de su hermana.
Él quería devolverle todo lo que ella había hecho por él: la confianza, el esfuerzo, la esperanza, las buenas palabras, los cálidos abrazos… Pero sentía que no iba por buen camino.
Cuando llegó arriba abrió la puerta e ingresó al cuarto sin tan siquiera esperar respuesta, encontrándose con los ojos asustados de Lucy que lo miraba como si hubiera visto a un fantasma, sonrió ante la ironía pues él era tan blanco como un fantasma.
- Ed, ¿estás bien? Pareces más pálido de lo normal – observó la rubia, examinando con sus ojos verdes los pómulos de la cara de su hermano.
- Estaba hablando con Eus y…
- ¿Eustace? ¿Cómo está nuestro querido primo?
Edmund podía contar las ocasiones en las que ese pequeño atisbo de alegría aparecía en los ojos de su querida Lucy: cuando hablaban de Eustace, el primo al que tanto habían aprendido a querer y que había logrado amar Narnia tanto como ellos; los días que recibía cartas de Peter, preguntándole por todo y cuando en el sobre le introducía un pequeño obsequio; los días que Lucy soñaba con Caspian y por último; los días que se sentaban a hablar de viejas aventuras.
- Pues… Bien, preocupado por ti – le informó, provocando que la sonrisa de su hermana se convirtiera en una pequeña mueca que pretendía seguir siendo una sonrisa.
- Pero si estoy bien…
- Lu, a mí no pretendas engañarme… Es la única cosa que no te permito – le advirtió, sobreprotector como había aprendido a ser, ella se estremecía y una pequeña sonrisa de comprensión solía dibujarse en su pequeño y delicado rostro demacrado por la tristeza del amor en distancia… Y no solo de kilómetros, sino de mundos.- Aparte, subí porque oí un portazo y luego un ruido, ¿estás bien?
Oyó cómo su hermana soltaba un suspiro de manera que volvió a posar la vista en su rostro y lo que vio logró estremecerlo entero por dentro y por fuera, Lucy luchaba con fuerzas sobrehumanas contra las lágrimas que luchaban por salir de sus cansados ojos. Edmund dedujo que el portazo había sido producto de, probablemente, los ataques de ansiedad y pequeños trozos de ira que Lucy soltaba de vez en cuando.
- Ven aquí anda – la agarró por la muñeca y la atrajo hacia sí, acorralándola contra su pecho y rodeando la delicada cintura femenina en un abrazo.
Lucy no lograba entenderlo, no entendía por qué después de haber conseguido no llorar en todo lo que llevaban de día solo con que Edmund la abrazara lloraba lo que se estaba guardando y mucho más. Su hermano tenía un extraño don, quizás no podía encontrar solución para todos los problemas que ella tenía encima, pero tan solo con contárselos ya se sentía mejor, reconfortada… Tan solo con saber que él siempre la escuchaba, que la arropaba y la mimaba, tal y como desde hace tiempo necesitaba.
- Le echo tanto de menos, Ed… - le confesó en un sollozo, mientras con los puños arrugaba la camisa del instituto que su hermano aún no se había quitado.
- Lo sé, mi amada Reina, lo sé… Créeme que lo sé – le dijo, mientras acariciaba los suaves cabellos de su hermana.
Se sentía rota por dentro, sentía que había dejado en Narnia una gran parte de su corazón, no solo la mitad como solían decir por ahí que lograban llevarse los amantes tras el abandono… No, Caspian se había quedado con todo su ser… Y sentía que ella con el suyo…
Se estaba ahogando en el fondo de un vaso y lo sabía, pero no podía hacer nada. Su gran amor, su único amor, había quedado en Narnia, en un mundo al que ella nunca podría volver.
Sabía que Aslan siempre tenía alguna razón para sus decisiones, pero era curioso que aunque no lo entendiera y fuera el causante de su dolor, la pequeña Lucy n podía enfadarse con el querido León que tanto bien le enseñó y tantas veces les ayudó en Narnia.
Edmund estaba distraído, pensaba en las palabras de Eustace… Si tan solo tuviera razón, si realmente al volver Eustace no era demasiado tarde y podía hacer algo…
Continuará...
Bien... Puess... ¿Que decir? xD
Espero que dejéis vuestras opiniones en reviews que mi estado de ánimo os agradecerá con el alma xD
¡Muchas gracias a los que os toméis la molestia de leer =3!
