Los divagues de Quinn
A veces Quinn se preguntaba qué hacía todavía aquí en Demacia, porqué seguía aquí y qué era lo que la ataba a este lugar.
Y no es que odiara Demacia o algo por el estilo, si no que de un tiempo para acá se sentía muy fuera de sitio; cada vez que acababa una misión deseaba que le llegara alguna carta del rey pidiéndole cualquier misión por mas tonta o pequeña fuera, solo para poder estar otro día fuera de la ciudad-estado.
Últimamente también había entablado una especie de amistad con su rival: Talon. Ambos se encontraban bastante seguido cumpliendo misones fuera de sus ciudades-estados y aunque al inicio siempre se ignoraban, con el tiempo se fueron acercando un poco más.
A pesar de que sus primeros acercamientos fueron algunas discusiones porque Quinn siempre lo atrapaba infraganti a punto de hacer que pudiera considerarse incorrecto y terminaban en una persecución por los bosques de los alrededores.
Después de un tiempo por fin pudieron entablar una conversación decente; bueno, "conversación". Gritarse para decir que la comida Demaciana es mejor con la Noxiana y viceversa se considera un tema de conversación ¿No?
Quinn no podía evitar reir ante esto. Si el rey Jarvan III descubriera su extraña amistad probablemente la ejecutaría en mitad de la plaza de Demacia.
No es tampoco como si se arrepintiera, Talon es una gran persona debajo de toda esa fachada de asesino cubito de hilo; lo único que le daría pena sería dejar a su querida ave sola, Valor probablemente entraría en una gran depresión sin su compañera humana.
Algo curioso que ambos compartían es ese extraño sentimiento de no pertenecer a su hogar, aunque Talon lo contribuía más al rencor que sentía por la "desaparición" Marcus Du Couteau, y no le extrañaba eso. Sabía de antemano que Talon era algo así como su protegido o aprendiz y que gracias a eso compartían un vínculo similar al de padre e hijo; admitía que sentía lástima por él, aunque ella no se lo diría.
Saliendo de sus pensamientos volvió sus ojos a la imagen de Demacia iluminada por la luz de la luna y las estrellas; no iba a negar que era hermosa.
Pasando su vista por los techos pudo distinguir una sombra que apuntaba a su dirección y no le costó adivinar de quien se trataba.
Al parecer iba a tener visita.
