Lovebird


Rakan lo sabe en su interior,

entre sus alas despeinadas manchadas de recuerdos cristalinos hechos lágrimas,

en las manos de terciopelo que van a comenzar a desvanecerse con sus tendones desgarrados y esperanzas mallugadas

Rakan sabe—

Que está solo.

Ha osado en llevárselo todo. Su felicidad, sus deseos, su vida entera. Sin embargo le deja sus penas, su sufrimiento y—

(sus pecados).

Rakan le recita entonces una poesía y acaricia sus plumas que se caen a pedazos. Eran ambos un rompecabezas sin forma, con ángulos imposibles de formar. Sin embargo le falta el aire, y jadea y se retuerce con los huesos astillados y la risa atascada en la garganta.

Invoca su magia ancestral y logra escudar a ambos entre destellos dorados, aunque la tragedia esté a su lado revestida en telas negras y manchas carmesí bañando pálidas garras. Esas que lo cortan, lastiman y le destrozan las entrañas, esas que le hacen implorar volver a verla

después de la muerte.