Little Lessons.
Flashback.
—¿Estás bien? —Blaine se acercaba a mí con paso lento y cuidadoso, como si temiese una reacción inesperada.
—Sí, ¿por qué lo dices? —enarqué una ceja mientras hablaba y mi pelinegro amigo se sentaba junto a mí.
—Es sólo que… sigues haciendo esas extrañas muecas, parece que tuvieras cólicos de gas—soltó, subiendo un poco la comisura de sus labios, me quedé callado durante un minuto contado, pensando en si realmente había deformado mi cara a tal punto de que Blaine se preocupase, la respuesta era obvia. Me paré súbitamente y caminé sobre mis pasos furiosos un par de segundos, moviendo las manos y frunciendo el entrecejo.
—Genial, ¿cómo se supone que ganemos siendo sexys en los regionales cuando mi sex appeal es más bajo que el de un bebé panda? —al final mi voz sonó aguda producto de la histeria un tanto contenida, sabía que estaba totalmente sonrojado porque sentía el calor sobre mis mejillas, apreté los dientes dándole la espalda a Blaine y cerré mis manos hasta que quedaron formados dos puños. Si seguía presionando estaba seguro de que sangraría.
—Creo que puedo ayudar con eso
EndFlashback
Así había comenzado, con las palabras más simples había logrado convencerme de mentir a mi padre para poder pasar con él dos días donde debería enseñarme rotundamente la magia de la seducción facial, ¿eso siquiera existía?
—Oye, Kurt, no quiero sonar inoportuno pero, ¿acaso estás nervioso? —Finn conducía el auto por las calles casi desiertas de media tarde, además de Rachel y Mercedes, quienes me habían ayudado con la preparación del bolso que descansaba en el asiento trasero, y, además, cómplices de mi delito eran las anfitrionas de donde, supuestamente, había dicho a mi padre que me quedaría. Mi medio hermano también lo sabía ya que él debía llevarme e ir por mí en caso de que mi padre se ofreciera y mi mentira saliese a la luz.
—¿Por qué lo dices? —mi voz fue casi un susurro.
—No has dejado de fruncir los brazos desde que subimos al auto, pareces tenso y no te has quejado de la música ni hablado en todo el camino —el semáforo en la esquina próxima estaba por el color anaranjado y al llegar se tornó rojo. Finn se dio la vuelta para mirarme, aunque yo estaba pendiente en el artefacto de monótonos tres colores, deseando que quedara allí, congelado y al mismo tiempo ansiando que diese al verde—, Kurt, sabes que confío en Blaine, pero el que vayas a su casa durante tanto tiempo es algo desconcertante, —las palabras de Finn retumbaban en mi cabeza, ¿acaso estaría pensando en…? Sí, definitivamente él pensaba que le mentía a papá para poder escaparme y tener relaciones. Me mordí el labio pensando en qué decirle para contra-atacar pero él se adelantó— sólo digo que si quieres volver antes a casa no dudes en llamarme.
Me di vuelta para mirarlo, pero él posaba sus ojos en la calle, habíamos avanzado un par de cuadras desde el semáforo y según las indicaciones del GPS la casa del Warbler no estaba lejos, la voz robótica me sacó de mí cuando daba su anuncio final «ha llegado a destino»
Mientras pedía por un nuevo lugar a dónde ir bajé del auto con algo de intriga, ¿esa era la casa de Blaine? Por un momento me quedé embelezado con la construcción colonial, con ligeros toques modernistas, como la reja alta de color negro mezclado con ocre, haciendo juego con los paredones medios que cercaban el perímetro. No mucho más que esperar de un asistente de colegio privado con una matrícula ridículamente cara.
Sospechaba acerca de que un perro de raza francesa viniera a la puerta a saludarme o, en caso contrario, matarme, pero no así que sólo debí acercarme a la verja y tocar un botón rojo que me comunicó inmediatamente con una voz desconocida.
—¿Diga?
—Buenos días, soy Kurt Hummel, el amigo de Blaine.
Un segundo después, la puerta se abrió sola, permitiéndome pasar, saludé a Finn con la mano antes de que diera una vuelta en U para volver a casa, o a donde fuese que fuera. El jardín delantero no era muy grande, pero sí lo suficientemente verde y el aroma a pasto mojado y flores frescas me absorbió por completo apenas di unos pasos hacia la puerta de entrada de entrada, una vez más cerca pude percatarme de que estaba hecha de roble mis nudillos estuvieron a punto de golpear en modo de avisar sobre mi llegada pero se abrió dejándome ver a mi amigo con los brazos expandidos por abrir la puerta de par en par.
Lo vi sonreír ampliamente y acto seguido tiró de mí, haciéndome entrar. Íbamos corriendo por las escaleras cuando una voz femenina hizo que él se detuviese. «¿No vas a presentarme a tu amigo?» habían sido sus palabras, la reconocí como quien me había abierto el portero.
—Kurt, ella es mi madre, mamá, él es Kurt—apenas tuve tiempo de ofrecerle una sonrisa antes de que Blaine volviese a tirar de mí para seguir corriendo.
Podía escuchar música proveniente de alguna habitación, todas con las puertas cerradas, dejando el soberbio pasillo con sus cuadros coloridos y, aparentemente, de buen artista. Cuatro puertas luego de las escaleras el dueño de la casa paró y volvió a abrir la puerta para mí.
La música retumbó en mis oídos de la manera más potente, como si los parlantes estuviesen a mi lado o tuviera puestos los auriculares en volumen máximo. Blaine me empujó dentro de la habitación desde atrás y cerró tras de sí; la melodía fue bajando el tono hasta convertirse en música de ambiente, suave, casi opuesta a lo que acababa de escuchar, pero era la misma, los acordes y el tiempo de batería eran los mismos, sólo que en silencio era lo suficientemente distinta como para confundirle.
—Lamento el desorden y el aturdimiento—el pelinegro comenzó a caminar dentro de la habitación descomunalmente espaciosa—, me gusta la música fuerte.
—Pude notarlo —asentí descuidadamente mientras observaba los rincones del lugar, una cama grande, una puerta en el ala derecha, cuatro parlantes que con facilidad me llegarían a la rodilla en cada esquina superior, montones de camisetas esparcidas en el suelo, un par de boxers, algunas hojas, una laptop último modelo, un armario generosamente amplio, una biblioteca repleta de libros y un espejo doble de tamaño completo. Abrí los ojos con sorpresa ante una pregunta formulada internamente.—, Blaine.. ¿en dónde voy a dormir?
El susodicho se había sentado al borde de la silla de escritorio, y me miró desconcertado ante la pregunta. Él vestía unos jeans semi-anchos azul oscuro y una camiseta negra simple, los tenis eran del mismo color, por el contrario, yo iba con pantalones blancos, ajustados, con una playera a rayas bicolor en negro y rojo, el calzado era rojo también, unas simples zapatillas, que jamás usaría en público.
Blaine señaló la cama deshecha, hasta donde caminé y dejé el pesado bolso que venía acarreando desde hacía unos minutos,—¿y en dónde dormirás tú? —pareció dudarlo un poco, como si sostuviera una batalla mental entre responder a eso o hacer alusión a mi atuendo. Rodó los ojos y volvió a señalar la cama.
Sentí mi sangre congelarse de un instante a otro, ¿dormiríamos juntos? Por las respuestas que acababa de darme, parecía obvio pero, ¿no podía oponerme o resistirme? Abrí la boca para hablar, decir lo que fuese, aún una estupidez o una broma o un poco de sarcasmo hubiera alivianado la situación.
—Claro que, si te molesta puedo ir a la habitación de huéspedes, pero creí que sería como una pijamada—fiesta de pijamas… eso le había dicho a mi padre para que me permitiera salir de la casa por dos días donde había clases de por medio—, incluso e comprado palomitas —sonrió, extrañamente me quedé mirando a Blaine un segundo más de lo que había catalogado como correcto luego de saber que no era yo quien le gustaba sino el chico de GAP, con quien había perdido todo tipo de contacto luego de la presentación de los Warblers. Negué con la cabeza y me obligué a mirar hacia otro lado, sonrojado, y con la barbilla temblando por el nerviosismo, sabía que esperaba una respuesta, una sílaba, algo… pero yo no estaba seguro de cuál darle.
Se formularon tantas preguntas en mi cabeza que no fui capaz de catalogarlas o pensarlas con más detalle, ya que todas derivaban sobre el mismo tema, divagaba silencioso en mi pequeño mundo de palabras mezcladas y escenas imaginarias cuando sentí una mano presionando mi brazo.
—¿Listo para comenzar las lecciones? —Blaine se había acercado hacia mí y a pesar de la acústica de su cuarto como para que la música se escuchara mínimamente en el pasillo de junto, lo susurró en mi oído.
Sentí un calosfrío recorrer mi columna al susurrar mi respuesta.
«Sí»
