Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen... hago esto sin ánimo de lucro... etc etc. Pero todo esto ya se sabe.
Parejas: Spamano y NorBela. Habrá más parejas que podéis ir descubriendo, pero estas son las dos principales. Yaoi y hetero, yay ~
Advertencias: La boquita de Romano y Bielorrusia, con eso lo digo todo. Es un AU del pasado, pero no tiene referencias históricas de alguno de los países, simplemente, está situado en el pasado.
Espero que les guste. ~
Conseguiré que me ames
Cap. 1
Lovino finalizó su sarta de insultos y maldiciones, ante la mirada indiferente de Natalia. El muchacho le dio una patada a la puerta y finalmente se dejó caer en la cama, dando por finalizado su arrebato de ira, y Natalia lo comprendía perfectamente a pesar de haberse mantenido en silencio mientras dejaba que él se desahogara; algo normal teniendo en cuenta que ella estaba practicamente en la misma situación.
Comprometidos. Sin su permiso, después de todo, los padres no necesitaban consultarles para casarles con un completo desconocido. El único alivio que les quedaba era el apoyo mútuo.
—Que te enfades con el mundo no va a servir de nada, deberías asumirlo. —Las palabras de la joven eran frías, pero se notaba un atisbo de tristeza y rabia en el timbre de su voz, normalmente más suave y monótona.
—Lo dice la que amenazó a su padre con un cuchillo. —Replicó Lovino con una fingida risa, soltando otra maldición entre dientes. —Al menos tu prometido es del sexo contrario.
—No le quita lo estúpido. Deberías haber nacido mujer, entonces.
El italiano se incorporó para quedar sentado en la cama y frunció el ceño, mirando a la chica que estaba sentada cerca de él.
—Gracias por tu apoyo, Nat. —Murmuró malhumorado. La rubia dejó escapar un suave suspiro y pasó un brazo por detrás de los hombros del chico, que dejó que ella le hiciera apoyar la cabeza en su hombro. —Esto es una grandísima mierda.
—Lo sé. Pero tu prometido no ha sido el marido de tu difunta hermana. —Murmuró Natalia, acariciando los castaños cabellos. —Solo tienes diecisiete años, es normal que te lo tomes peor. Demasiado joven.
En efecto, él era menor, la chica tenía diecinueve años, y aunque el aspecto de ella era más maduro, Lovino seguía teniendo ese aspecto de adolescente. Cerró los ojos, relajándose al notar las caricias en su cabello, sabía que Natalia no era afectuosa con casi nadie, pero ambos se conocían desde la infancia y era como el hermano pequeño que nunca tuvo, al que podía cuidar y no solo limitarse a ser cuidada por los mayores.
Al cabo de unos minutos, él se apartó, más tranquilo.
—¿Por qué insistes en ponerte esos... harapos? Te sienta fatal, y tienes... demasiadas tetas. Parece que vas a ir a trabajar al campo... aunque tampoco es algo del todo equivocado, lo haces.
Natalia elevó ligeramente una ceja, acostumbrada a la falta de delicadeza del chico a la hora de decir las cosas. Echó una distraída mirada al espejo que había en la pared, donde podía verse reflejada. Llevaba puesto un vestido viejo que estaba tenso en la zona del pecho, y era de un color gris apagado. No la favorecía, eso estaba claro, pero ella solía ponerse vestidos viejos para estar en la casa o cuando hacía algunos trabajos en el campo. Una mujer de su clase social no debía hacer nada de eso, pero ella lo hacía por voluntad propia, y nadie la iba a hacer cambiar de actitud.
—Lo hago porque quiero ayudar a esa gente. Y no te quejes, porque tú sueles venir.
Lovino sonrió levemente ante el cambio de tema, lo prefería. Pero ella no consiguió mantener su forzada sonrisa, que enseguida flaqueó, y su expresión se apenó.
—Mañana.
El muchacho apartó la mirada, apretando los dientes.
—Parece que quieren jodernos todo lo posible. Al menos aquí vivo contigo, pero no, ¡esos malditos bastardos tienen que decidir por nosotros!
—Nuestra opinión no cuenta.
Lovino frunció el ceño y suspiró pesadamente, rindiéndose. Al día siguiente cada uno debía ir a vivir con su correspondiente prometido, y la idea no les hacía ni pizca de gracia. La única buena noticia es que no estaban lejos, era la misma zona, aún así había esas dos horas en caballo para llegar, ya que cada uno estaba practicamente en la otra punta; al menos, el pueblo estaba entre medias y tal vez pudieran coincidir allí alguna vez. El chico se levantó y le tendió una mano a la rubia, sin cambiar su expresión malhumorada.
—Aprovechemos hoy.
oOo
Lovino se pasó la mano enguantada por la frente, quitándose el sudor. Se apoyó en una pared donde daba la sombra, agotado, mientras observaba a Natalia llevar las últimas hortalizas a ese... ¿hombre? Porque era un hombre, ¿no?
—Os lo agradezco, aru. —Dijo sonriente éste mientras cogía la cesta de manos de la chica. Yao, un joven que raramente no estaba enfermo, esto le hacía estar débil la mayoría del tiempo, y todos sus hermanos habían ido marchándose a lo largo del tiempo, así que ya no tenía la ayuda que necesitaba. —Entrad y os daré algunos tomates que ya he lavado, os los habéis ganado.
Una vez en el interior de la humilde casa, Lovino se hizo con dos tomates y Natalia mordisqueó uno, ante la sonrisilla divertida de Yao.
—Supongo que a partir de mañana no os veré más por aquí.
—¡Será una broma! —Replicó Lovino. —Lo diré bien claro: me la pela lo que un estúpido desconocido pueda decirme, yo seguiré haciendo mi vida normal. No voy a cambiar, ni a partir de mañana ni de nunca.
—Espero que así sea, y sabéis que aquí tenéis un amigo, aru.
Natalia y Lovino se mantuvieron en silencio mientras caminaban de vuelta a casa. Tal vez aquella fuera la última vez que lo hicieran, al menos los dos juntos, y a esa casa. El castaño dejó escapar un pesado suspiro, mientras terminaba de devorar la última de las hortalizas que había cogido.
Lovino apretaba los puños, y finalmente suspiró y levantó la cabeza, deteniéndose. Natalia se detuvo también, esperando a escuchar lo que él iba a decir.
—¡Será un puto infierno! —Empezó, sin que ella le diera importancia a las palabrotas. Seguidamente él suavizó el tono de voz, pero seguía alterado y claramente enfadado. —No voy a aguantar, más te vale venir a verme.
—Tú también podrías venir. —Seguidamente, añadió cierto tono burlón a sus palabras. —Solo son dos horas a caballo.
—Muy graciosa. —Masculló, frunciendo el ceño. Natalia sabía perfectamente de la aversión del chico hacia los caballos, la sola idea de acercarse a aquellos animales le disgustaba, y ni hablar de montarlos, las veces en las que lo intentó salieron mal. Lovino no iría en caballo, o al menos no al mando del animal. —Tú te pondrás algo más decente para saludar a tu futuro marido, supongo.
Natalia consideró aquello justo. Ella se había burlado, y él le devolvía la jugada. Estaban en paz. Continuaron caminando, y finalmente llegaron a la casa, donde un criado les abrió la puerta.
Tras subir a la habitación, cerraron la puerta. La rubia cogió una de las manos del italiano entre las suyas.
—Te prometo que iré a verte.
—Está bien. Pero necesito que los dos prometamos una cosa más.
—Como quieras.
Lovino asintió y apretó un poco las manos de la que era como su hermana mayor.
—De pequeños nos hicimos la promesa de no casarnos jamás, no seríamos el objeto de nadie, todo esto del matrimonio es solo una enorme gilipollez. Bien, ahora que estamos obligados a esta mierda, no nos queda otra, pero lo peor sería amar, porque entonces seríamos solo sus juguetes. Sabemos que ellos solo quieren esto por interés propio, y no nos ven como nada más que un medio para lograr un fin, que es más dinero. Ahora, prometámoslo. Que jamás nos enamoraremos.
Natalia esbozó una suave sonrisa ante el discurso del chico.
—Lo prometo.
Notas de Autora:
Supongo que se puede adivinar con quién está comprometido cada uno, ¿verdad? ¡En el siguiente capítulo ya saldrán y se conocerán con sus respectivos prometidos! Ya veremos si consiguen mantener esta promesa. ~
Cualquier review es bienvenido, claro. ~
