Marinette ya estaba fastidiada de estar sentada junto a su prima al lado del río sin hacer nada; había intentado leer el libro que Kagami había llevado, pero como no tenía dibujos ni diálogos lo dejó de lado. ¿De qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?, se preguntaba la de ojos color cielo.
Aun buscando en qué centrar su atención se puso a pensar (con mucho pesar, ya que el calor la tenía soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la satisfacería al grado de recompensar el esfuerzo de levantarse y buscar las dichosas flores, cuando de pronto, apareció frente a ella una chica con orejas de conejo que sobresalían de su cabello rosa.
En un principio, a Marinette no le pareció un hecho extraordinario y tampoco le pareció extraño escuchar a la chica hablar rápidamente: ¡Por los miraculous! ¡Voy tarde, muy tarde! Le tomó su tiempo caer en cuenta de ello, pero desde luego, que una chica vestida de conejo apareciera frente a ti y se creara un monologo propio era un hecho sorprendente. La conejita (que, asumía, era blanca por el color de sus orejas) sacó del bolsillo de su chaleco un reloj, miró la hora y se fue, Marinette se levantó de un salto, al darse cuenta que aquella chica era más sorprendente cada vez, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr detrás suyo por la pradera, llegando en el momento justo en el que ella se precipitaba al interior de una madriguera que se abría al pie del seto.
No paso mucho tiempo antes de que Marinette se metiese también en la madriguera, sin detenerse a pensar cómo haría para salir después.
Al principio la madriguera se extendía ante ella en perfecta línea recta como si de un túnel se tratase y cuando la chica ya se encontraba lo suficientemente adentro como para ver nada, el camino se torció bruscamente en un ángulo de 90° que daba hacia abajo; a Marinette no le dio tiempo a intentar detenerse, cayendo en caída libre a lo que ahora le parecía un pozo muy profundo.
Bueno, siendo honesta, ella no sabía si el pozo de verdad era profundo o lo que sucedía era que estaba cayendo muy despacio, porque mientras Marinette descendía, su vista se acopló a la obscuridad que ahora parecía un producto de su imaginación dada su inexistencia mientras que sus ojos inquietos iban de un lado a otro sin saber lo que iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo para ver a dónde iría a parar, pero no logró distinguir nada por la distancia. Después miró hacia las paredes del pozo, encontrando que estaban cubiertos de armarios y estantes para libros. También fue capaz de deslumbrar mapas y cuadros colgados de clavos. En su caída, tomó un jarro de los estantes, el cual llevaba una etiqueta que decía: MERMELADA DE NARANJA, pero para su tristeza, este se encontraba vacío.
Por un momento pensó en dejar que cayera a su suerte, pero no le pareció correcto al temer que alguien anduviera caminando bajo ella y pudiese salir herido. Como pudo, lo dejó en uno de los estantes que seguían decorando su descenso.
¡Cielos!, pensó Alicia. ¡Después de esto, no me sorprenderé si caigo por las escaleras! ¡Seguramente todos pensarían que soy muy valiente! ¡Apuesto que ni siquiera me sorprendería caerme del tejado! ¿Es que nunca dejaría de caer?
—Me gustaría saber cuánto es que he descendido ya —dijo en voz alta—. Tengo que estar bastante cerca del centro de la Tierra. De seguro a Julio Verne le encantaría esto.
Aunque ese no era el momento oportuno para ello, Marinette se sintió orgullosa al recordar el nombre de aquel escritor.
—¿A qué latitud o longitud habré llegado?
Marinette no tenía ni la menor idea de lo que esas palabras significaban, pero en su interior le parecían palabras tan bonitas como impresionantes,
—¡A lo mejor estoy cerca de llegar al otro lado del mundo! ¡Qué divertido sería aparecer de repente donde la gente vive cabeza abajo! Sí, los antipáticos… (Marinette se sintió fatal tras decirlo, al darse cuenta de que esa palabra no sonaba del todo bien). Pero entonces tendré que preguntarles el nombre del país. Disculpe, señora, ¿estamos en Cánada o Guatemala?
Y mientras decía estas palabras llevó a cabo una reverencia. ¡Nunca hubiese pensado que eso era posible! ¿Reverencias en el aire? Ni siquiera sabía si era posible caer durante tanto tiempo sin que la angustia golpeara su pecho.
—¡De seguro voy a parecer una ignorante! No, lo mejor será mantenerme callada. Ya veré el nombre del país escrito en alguna parte.
Había pasado tanto tiempo ya, que a Marinette le parecía que todo lo que llevaba haciendo desde que nació era caer.
—¡Tikki va a extrañarme mucho esta noche! —aseguró, recordando a su gata —Espero que recuerden llenar su plato de leche a la hora del té. ¡Oh Tikki, me encantaría tenerte conmigo aquí abajo! En el aire no hay ratones para ti, claro, aunque creo que podrían gustarte los murciélagos, se parecen mucho a los ratones al menos. ¿Los gatos comen murciélagos?
Al llegar a este punto, Marinette empezó a sentir soñolencia mientras seguía preguntándose entre sueños: ¿Los gatos comen murciélagos? ¿A los gatos les gusta comer murciélagos? Y otras: ¿Los murciélagos pueden comer gatos? Porque, al no ser capaz de contestar ninguna de estas preguntas imaginaba que no importaba cuál formulara. En su sueño podía verse caminando por la pradera junto a Tikki antes de detenerse abruptamente, poner sus manos en jarras y con toda la seguridad que tenía preguntarle a su gatita: Tikki ¿te has comido alguna vez un murciélago?, cuando de pronto, ¡bang!, fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída por fin había terminado.
Marinette se levantó de un salto tras notar que no había recibido ningún daño, miró hacia arriba, encontrando que el camino por donde vino estaba totalmente obscuro. Ante ella se abría otro largo camino y en el horizonte pudo ver al Conejo Blanco, que se alejaba rápidamente, Marinette no tenía tiempo que perder y sin vacilar, echó a correr como el viento, dándole alcance hasta que el pequeño ser daba vuelta en una esquina para escucharlo decir.
—Por mis orejas y bigotes, ¡qué tarde se me está haciendo!
Cuando ella dobló por la esquina del camino se dio cuenta que el conejo había desaparecido, en su lugar, había un vestíbulo amplio y bajo iluminado por una hilera de bonitas lámparas que colgaban del techo.
En el perímetro de todo el vestíbulo había una serie de puertas de diferentes tamaños y aunque Marinette las probó todas, no fue capaz de entrar por ninguna de ellas, pues todas estaban cerradas con llave. Triste, se dirigió al centro de la habitación, preguntándose cómo haría para poder salir de allí.
En el centro de la habitación había una mesita de tres patas, hecha completamente de cristal macizo. No había nada sobre ella, salvo una diminuta llave de oro que la chica rápidamente tomó, intentando encontrar la puerta a la cual pertenecía. ¡Pero que mala suerte tenía! Pues, tras intentarlo, se dio cuenta que la llave era demasiado pequeña, o que las cerraduras eran abismalmente grandes. Paseo desolada por el vestíbulo, notando de pronto que, detrás de una cortina en la que no había deparado, se escondía una puertecita que no había visto antes la cual, apenas tenía unos treinta centímetros de altura. Con curiosidad, probó la llave, alegrándose cuando esta ajustó perfectamente en la cerradura.
Marinette abrió la puerta y tras agacharse para ver al otro lado, se encontró con un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera, el cual, daba paso al jardín más maravilloso que alguna vez hubiese imaginado. ¡Qué ganas tenía de adentrarse y pasear por los macizos de flores multicolor y por aquellas frescas fuentes! Para su lastima, no podía siquiera pasar la cabeza por aquella puerta. Y aunque pudiera, pensó la pobre niña, ¿qué voy a hacer después para pasar los hombros? Ojalá fuese como un telescopio para encogerme como uno. Quizás, puedo hacerlo, solo necesito saber cómo hacerlo. En otras circunstancias, la idea le sonaría descabellada. Pero ese día habían sucedido tantas cosas extraordinarias que Marinette no podía evitar pensar que en realidad nada era imposible.
Dispuesta a encontrar una solución, Marinette se levantó y revisó de nuevo la mesa de cristal, con la esperanza de encontrar una nueva llave o en su defecto, un instructivo de cómo una persona podía doblarse como si fuera un telescopio. No encontró ninguna de estas cosas, pero sí una botellita que antes no estaba; alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra BÉBEME, escrita prolijamente en grandes caracteres.
Aunque sonaba muy bien la idea, Marinette no bebió el contenido de inmediato, pues era una chica muy prudente y sabía que cosas terribles podían pasar si se tomaban el contenido de una botella sin saber su contenido. Marinette había leído preciosos cuentos donde niños eran devorados o quemados solo por olvidar las normas de aquellas personas que buscaban su bien, como que un hierro al rojo vivo te quema si es que lo tocas, o que si te cortas muy hondo en un dedo con un cuchillo puede salir sangre en seguida. En especial recordaba que si se bebía mucho de una botella con la indicación de veneno en ella, tarde o temprano te haría daño.
Para su suerte, la botella estaba libre de esa palabra, así que Marinette se atrevió a probar el contenido, encontrándolo terriblemente agradable dada la mezcla de sabores que iban desde tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelos y tostadas calientes con mantequilla; era tan grato el sabor que se lo acabó en un santiamén.
—¡Qué sensación tan extraña! —se asombró Marinette— Debo estar encogiéndome como un telescopio.
Marinette tenía toda la razón, ahora medía solo veinticinco centímetros; su cara se iluminó de alegría al darse cuenta de que, con ese tamaño, podría entrar al maravillo jardín. Pero primero espero, solo para asegurarse que ya no iba a encoger más, la idea la puso un poco nerviosa. No quiero consumirme como una vela, se dijo para sus adentros. ¿Qué sería de mí entonces? E intentó imaginar qué ocurría con la llama da una vela cuando esta estaba a punto de consumirse, aunque no recordaba haberlo visto nunca.
Al notar que se mantenía del mismo tamaño, se dispuso a salir al jardín, pero las cosas rara vez suceden como una espera, por lo cual, Marinette se encontró con que la puerta se había cerrado mientras ella se encogía y que la llave que abría la puerta estaba olvidada sobre la mesa de cristal. Podía verla claramente e intentó con ahínco trepar por una de las patas de la mesa, pero era muy resbaladiza. Y cuando se cansó de intentarlo se sentó en el suelo y se echó a llorar.
¡Vamos! ¡De nada sirve llorar ahora! Se dijo con bastante firmeza. ¡Debes dejar de llorar ahora mismo, Marinette! La azabache solía darse muy buenos consejos (aunque casi nunca los seguía) y algunas veces se reñía con tanto ímpetu que hasta le saltaban las lágrimas. Podía recordar que alguna vez se tiró de las orejas por haber hecho trapa en un partido de croquet donde ella era su rival. No era una práctica nueva para Marinette actuar como si fuera dos personas a la vez ¡Pero de nada me sirve comportarme como si fuera dos personas ahora!, pensó Marinette. En especial cuando ya me es difícil ser una sola persona como Dios manda.
En poco tiempo, notó una cajita de cristal debajo de la mesa, al abrirla, se encontró con un diminuto pastelillo, en el que se leía la palabra CÓMEME, perfecta y deliciosamente escrito con mermelada de grosella. Bueno, voy a probarlo se dijo Alicia y si me hace crecer, podré tomar la llave, y, si me hace más pequeña, podré deslizarme por debajo de la puerta. De un modo u otro entraré al jardín. Tras darle un mordisco al pastelillo, puso toda su atención a su cuerpo, intentando percibir hacia dónde se generaría el cambio. Para su sorpresa, seguía exactamente igual. A pesar de que esa era la situación que debía esperar, Marinette estaba ya tan acostumbrada a lo extraordinario que no pudo evitar pensar que era aburrido y tonto que la vida fuera una suma de sucesos normales. Decidida a conseguir un resultado diferente, se comió todo el pastelito.
En un principio, Adrien iba a ser el Conejo Blanco, peeero apareció Alix y se volvió la nueva waifu super poderosa y yo soy débil. O-O
Como dice la burda sinopsis, esta es una adaptación de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, siguiendo la narrativa de Lewis Carroll, pero con los personajes de Ladybug y con las palabras que yo usaría.
Gracias por leer, votar y comentar.
