Moe Rikyou se encontraba parada en la lluvia, mientras sus pensamientos daban vueltas en torno a una sola idea. Miró de soslayo su filoso instrumento.

Sola y sin saber qué hacer. ¿Cómo debía reaccionar? ¿Qué debía pensar? ¿Qué se supone que debería sentir en un momento a si?

Dejó que las frías gotas de lluvia resbalaran por su rostro, semejando lágrimas. Su mente le dio un repaso a los acontecimientos.

Su amiga más preciada, su persona más querida, Fuzuki, la había traicionado. Probablemente del peor modo del que lo podía haber hecho: Comprometiéndose con un hombre, a sabiendas de que su mejor amiga amaba a esa persona. Fuzuki lo había sabido desde el comienzo. Desde el primer encuentro que tuvo Moe con Seijurou Koga. Ella lo había descubierto rápidamente y le había prometido a Moe guardar su secreto.

Y a pesar de eso, no le importó lo suficiente como para tomar en cuenta a su mejor amiga.

Rindiéndose ante sus sentimientos, se besó con Seijurou afuera de su casa el mismo día que Moe se enteró de su compromiso. Y no solamente de eso, sino que el anterior prometido de Fuzuki, Kimiharu, ahora sería su prometido.

Moe llegó corriendo a la casa de Fuzuki para encontrase con la escena que le rompería el corazón.

La persona a la que quería más que a nada en el mundo, traicionándola. Besándose con el hombre al que ella amaba.

Sus ojos se anegaron en lágrimas de frustración y tristeza. Les gritó con todas sus fuerzas mientras los ojos de Fuzuki se llenaban igualmente de lágrimas. Intentó explicarle que no la había traicionado, pero Moe no entendía razones. Se alejo corriendo con todas sus fuerzas. Fuzuki trató detenerla, pero no pudo. Ella ya estaba demasiado lejos como para alcanzarla.

Ese era en resumen, la causa de todo su dolor.

Envuelta en la oscuridad de la noche, Moe derramaba lágrimas como si quisiera imitar a la lluvia.

Sentía su corazón oprimido por una fuerte presión: el peso de su dolor.

Colocó con la mano derecha su filosa navaja, sobre su muñeca izquierda. Cerró los ojos concentrándose en las imágenes de Fuzuki y Seijurou. Ejerció una peligrosa presión sobre su muñeca izquierda. Preparándose para el golpe final, llenó de aire sus pulmones por última vez.

Alejó la navaja de su muñeca, pero solamente para alzarla lo más posible para conseguir más fuerza. Cerró los ojos de nuevo, pensando esta vez solo en Fuzuki.

Sintió un dolor increíblemente fuerte. Un dolor insoportable. Todo se empezó a poner oscuro, muy oscuro. Dejó de sentir las gotas de lluvia rebotar contra su piel y se desplomó en el suelo.

Repentinamente la atacó un frío atroz. La oscuridad aumentaba cada vez más mientras la sangre brotaba de la herida recién abierta.

Fuzuki…

Fue su último pensamiento antes de que sus ojos perdieran su brillo, para dar paso a la profundidad sin fin de su mirada eternamente perdida.

La oscuridad terminó por envolverla por completo. Hasta que perdió la conciencia.

Sin saber que la próxima vez, tendría la oportunidad de ayudar a otros a que no sufran lo mismo.

Como shinigami… o como ángel.