Historia algo AU. Nuestra detective de homicidios y escritor de best-sellers, superaron poco a poco, cada uno de los obstáculos que se les fueron presentando, hasta poder estabilizar su relación y formar una familia.
Sin embargo, dejaron de ser quiénes todos conocíamos cuando una nueva amenaza, que ya ni siquiera ellos mismos esperaban, les llevo a separarse y lo que es peor, les dejo completamente solos y sin lo más valioso que puede tener un ser humano: sus recuerdos.
PD: En esta historia Martha no existe, en el prólogo podréis ver que Alexis tampoco. Así que sólo nos queda Jim
Prólogo:
Siento como mi nieta agarra fuerte mi mano conforme nos vamos acercando al edificio con el que poco a poco tendrá que ir familiarizándose. Sé que está asustada, se lo he notado esta mañana durante el desayuno en esos grandes y expresivos ojos azules que ahora están tristes y apagados, pero no puedo posponer más este momento, el año que viene cumplirá los 6 y acudir al colegio será algo obligatorio.
Freno a unos pasos de la puerta y me agacho para quedar a su altura.
-Princesa, ya hemos hablado de esto, ¿te acuerdas?
Sigue callada con la cabeza agachada y la mirada perdida. La abrazo y por un minuto me replanteo el dar media vuelta y volvernos a casa, pero antes de perder la poca lucidez que me queda recuerdo que no es eso lo que hubiese querido mi hija e inspirando una bocanada de aire me armo de valor que intento transmitir a mi nieta, antes de cogerla en brazos para recorrer la poca distancia que nos separa de esos primeros grupos de niños que ya se apilan en filas preparados para entrar en clase
-Mamá también tuvo que venir cuando era pequeña. Al comienzo tampoco quería y tuvimos que entrar con ella a su clase – le sigo contando mientras me acerco buscando a Beatriz; la que me han dicho que será su tutora.
Me mira con las primeras lágrimas en los ojos y la aferro contra mí abrazándola más fuerte, intentando transmitirle seguridad
-¿Vaya es esta niña tan guapa nuestra nueva compañera? – escuchamos preguntar en ese momento a una joven pelirroja de unos 30 años con una bata naranja en las cuales puede leerse bordado a mano con motivos animales el nombre de Beatriz
Sonrió y tras presentarnos consigo que Christine agarre la mano de esa joven todavía insegura y con lágrimas recorriendo sus mofletes.
-Vendré a buscarme a las 12 – me despido dándole un beso en la mejilla
-No..no buelito – me dice con la voz entrecortada por el hipo
Miro a Beatriz que me da a entender a través de los gestos, que cuanto más demore la despedida, más sentimiento voy a darle a mi nieta.
Así que incorporándome, respiro hondo enfrentándome a lo más duro que he hecho hasta ahora, el intentar separarla de mis piernas.
-Te quiero mucho princesa
Escucho como rompe a llorar intentando seguirme y me giro para no ponérselo más difícil a Beatriz.
Saliendo del colegio que he seleccionado para ella, decido ir a dar un paseo. Hace mucho que no salgo a caminar solo, desde que tuve que hacerme cargo de la tutela legal de Christine. Hay noches en las que viéndola dormir acostada en su cama, me quedo apoyado en el quicio de la puerta preguntándome que habría sucedido de ir Christine también en ese coche…
No tengo rumbo fijo pero los pasos me llevan al parque donde tantas horas he pasado con mi nieta. Es su parque favorito, igual que lo fue en el pasado el de su madre. Al llegar me siento en uno de los bancos y escucho unos gritos infantiles provenientes del banco contiguo.
-"Papi amelo" – grita una niña de apenas 2 años haciendo malabarismos sobre las piernas de un hombre de unos 35-40 que ríe al ver como su pequeña va dando tantos progresos.
Eso me lleva a recrear esa imagen, de no hace tantos años, con mi mujer y mi hija en ese mismo parque. Era el 4º cumpleaños de Kate y se empeñó en conseguir una foto familiar desde el balancín con forma de elefante que ahora tengo a unos pasos.
-"Vamos papá, no seas soso, mamá ya está aquí conmigo"
Cierro los ojos dando paso tras esto, a esa última imagen que pude compartir con ella casi 2 años atrás. Era finales de mayo, Alexis se graduaba en la universidad. Esa mañana mi hija y mi yerno pasaron pronto por casa para dejarme a la niña Todos sabemos que una niña pequeña no pinta demasiado en una fiesta de graduación universitaria, iban con prisa así que sólo pudimos compartir un abrazo rápido y un beso en la mejilla. Prometió llamarme a la tarde para venir a recoger a la niña y cenar todos juntos, pero la única llamada que recibí horas más tarde fue la de la comisaría avisándome que habían encontrado el coche de Castle despeñado en una cuneta de la carretera y un único cuerpo, el de mi nieta mayor, por la que no pudieron hacer nada en el hospital. Sin embargo no había indicios de un segundo o tercer cuerpo, y lo más inexplicable es que ni siquiera examinando el coche consiguieron dar con algún tipo de huella o prueba, que corroborase que en ese coche viajaban tres personas y no solo una, como daban a entender todas las evidencias.
