Hola a todos, ¿cómo están? Espero que estén bien. Hoy les traigo el primer capítulo del que es mi nuevo proyecto Long-Fic, espero que sea de su agrado total.
ADVERTENCIA: LOS PERSONAJES DE LOK Y ATLA NO SON MÍOS, TODO PERTENECE A SUS DOS –SANTOS- RESPECTIVOS CREADORES.
Paradoja
Mariposa I: ¿Qué ha pasado?
Su viaje fue más que maravilloso, decir que disfrutaron su estadía en el Mundo Espiritual sería quedarse corto, lo que vieron, sintieron y experimentaron ahí se quedaría por siempre grabada en la tez de la Avatar Korra y de la ingeniero Asami Sato. Jamás pensaron que esas vacaciones serían tan importantes para ellas, no solamente les dieron el tiempo para relajarse y para despojarse de aquel estrés vivido en tan solo unos cuantos meses gracias al ataque de la Gran Unificadora, sino que también fueron de gran ayuda para encontrase mutuamente, para entender que sentían, para aceptar finalmente aquel lazo que tenían entre ellas. Ambas chicas no solamente fueron de vacaciones, fueron a buscar una respuesta a aquellas extrañas sensaciones que experimentaban cuando estaban cerca una de la otra, desde hacía mucho tiempo ya no se miraban con los mismos ojos inocentes, ahora se veían tal y como eran, como dos mujeres hermosas que se deseaban y adoraban y aquello no les asustó, pero sí les preocupo el hecho de estar erradas e interpretar aquellas emociones como algo que no era. Llegaron tomadas de las manos y se fueron con beso apasionado. «El amor llega en distintas formas, y ustedes son la prueba de ello», les había dicho el general Iroh cuando lo visitaron y le preguntaron si lo que sentían era lo correcto.
Pero como era de esperarse, todo debía acabar tarde o temprano, así que después de una semana de haber tenido las mejores vacaciones de sus vidas, Korra y Asami tuvieron que regresar a sus labores en el mundo físico, ya mucho tiempo se habían ausentado y no deseaban tener problemas con nadie. Entre trabajos, reuniones y la reconstrucción de Ciudad República los días pasaron convirtiéndose en semanas, y la relación que la Avatar y la CEO de Industrias Futuro tenían se hacía más sólida y palpable para los ojos de las demás personas. Una mirada furtiva, un beso en la mejilla con demasiada duración. Un comentario subido de tono. Tantos factores que dejaban en claro que la pelinegra y la castaña habían dejado de ser amigas se hacían cada vez más evidentes, no fue necesario que las chicas anunciaran su relación para que todos se percataran de ello y eso era de agradecer. La ojiazul no era de las personas a las que le gustara hablar de su vida privada, y la ojiverde evitaba dar detalles de la suya por ser el objetivo de todos los medios de comunicación existentes en toda la ciudad.
Ya era de tarde y la Avatar Korra veía tranquilamente desde el amplio sillón rojizo con adornos en negro que la líder de Industrias Futuro tenía como su pareja trabaja sin descanso alguno, Asami era la jefa de las obras de reconstrucción, a pesar de que Varrick le ayudaba en ese aspecto, casi todo el papeleo y elaboración de los planos le tocaba a ella. La maestra de los cuatro elementos usualmente era una persona a la que le fastidiaba no hacer nada por un largo periodo de tiempo llegando al extremo de quejarse sin descanso cuando el aburrimiento la invadía por completo, pero cuando observaba a su chica trabajar de esa manera, no le molestaba para nada quedarse todo el día tirada en ese sofá con tan sólo poder verla. Una de sus actividades favoritas era contar cuantas veces Asami fruncía la nariz cada vez que se equivocaba en algún trazo, pues para la morena, aquella expresión de la ingeniero era una de las más adorables que tenía. También disfrutaba bastante el hecho de usar su aire control y moverle una que otra cosa para así poder escuchar aquella reprimenda que viniendo de la voz de esa mujer que tanto amaba sonaba como las más hermosas palabras que podían existir en la tierra.
La joven maestra de los cuatro elementos seguía observando a su novia cuando se dio cuenta de algo, el ceño de la heredera Sato se empezaba a fruncir con más frecuencia denotando que el estrés se estaba apoderando de ella cada vez con más facilidad. «Es hora de que pare», pensó Korra mientras se levantaba y cruzaba la gran oficina de su pareja. Odiaba ver estresada a Asami, aquel peso invisible la afectaba más a ella como a ninguna otra persona, jamás admitiría alguna falla en sus planos y eso sólo desembocaba en que su salud se afectara. Aún recordaba los primeros días en los que ella trabajaba y ningún plano le gustaba al bobo del presidente, no comía, no dormía y al parecer no pensaban en prácticamente nada hasta que diese con el boceto indicado. Korra no deseaba que la salud de su novia se viese afectada por aquella carga, así que desde hacia ya una semana la acompañaba en su oficina y, en tan sólo tres días, pudo identificar los indicios que ella reconocía como: "Antes de entrar en modo «no voy a parar hasta conseguirlo así que no insistas»", que era ese fruncir de cejas cada determinado tiempo, y "Es mejor que vaya de una vez por la comida y cena porque de aquí no se mueve" que era cuando la trataba de llamar y sólo contestaba con sonidos o monosílabos muy básicos. Korra llegó hasta el escritorio de la ingeniero y caminó hasta llegar atrás de su silla, pudo ver todos los papeles que tenía regados, algunas actas, otros bocetos y en su mayoría, simples hojas rayadas con lápiz que de seguro habían acabado así por la frustración de su novia. Sin más, se inclinó sobre ella y la acogió en un cálido abrazo que estaba segura la CEO no rompería.
Se estaba empezando a frustrar, debía tener esos planos terminados en tres días y Raiko ya le estaba fastidiando con ver los bocetos, ella tenía su manera de trabajar y sus normas, y una de esas era que jamás le presionaran. Industrias Futuro no era como Industrias Col que solamente se concentraban en cumplir los caprichos de sus clientes, su compañía ofrecía calidad y buenos servicios, por algo desde mucho antes de que ella empezara a ver los trabajaos de reconstrucción junto con Varrick le había advertido al presidente el tiempo que se tardarían en hacer planos y en realizar las primeras maquetas, pero como ya era costumbre, el señor muy importante le pedía día y noche que le mostrara avances de todo lo que podía. «No soy una máquina, también tengo mis problemas, tengo mi vida personal, no me dedico sólo a hacer esto...», pensaba la ingeniero metida en sus planos cuando pudo percibir en su tez unos fuertes brazos que la acogían por su cuello y como unos traviesos labios de acomodaban en éste también. Casi de inmediato, sus músculos hasta ese entonces tensos por el estrés que estaba empezando a sentir se relajaron al instante, la respiración que sentía contra su blanquecina piel le relajaba y, cuando unos besos traviesos se unieron a esa ecuación mandó al demonio los planos que tenía que acabar.
— 'Sami... estás muy tensa. — Susurraba la Avatar entre besos y caricias. — Relájate un poco.
— Korra... — Suspiró Asami como si en aquella exhalación salieran todos sus problemas. — No puedo, Raiko me está fastidiando cada cinco minutos con que quiere esto listo.
— Que le den al presidente. — Bramó la morena sin dejar de consentir a su novia. — Hoy tenemos una reunión con Tenzin y los chicos, ¿Qué te parece si dejas esto, vamos a comer algo y nos dirigimos para allá?
— Sabes que a ti no te puedo negar nada cuando te pones así. — Ronroneó la mayor con una curva en sus labios bien definida.
La sonrisa que obtuvo la morena después de esa declaración de su novia era tan radiante e inocente que podría competir con la de un niño al que le acaban de dar un dulce o un premio que deseaba.
— ¡De acuerdo! — Festejó Korra separándose del exquisito cuello de Asami y alzando los brazos. — Oí que Pema preparará pastel de frutas.
— ¿En serio? — Preguntó entusiasmada la ingeniero parándose de su silla. — ¡Sus pasteles son deliciosos! ¡Parecen hechos por un ángel!
— Pema es una cocinera experta, después de todo, crió a Jinora, Ikki y a Meelo. — Comentó la morena haciéndole paso a su novia. — Pero antes, usted y yo iremos a comer.
— ¿La Avatar Korra me está invitando a una cita? — Cuestionó Asami en tono de broma mientras *ordenaba un poco su escritorio — ¿A caso su novia no se enojará?
— Mi novia no se enterará, señorita Sato, esto se quedará entre usted y yo. — Le siguió el juego la morena con una risita.
— En ese caso, me parece perfecto. Pero, solo le advierto, que mi novia puede ser un poco celosa y no deseo que le de algún problema.
— Su novia debe ser fuerte, hermosa y de seguro una joven de lo más heroica. — Se halagó a sí misma la Avatar haciendo reír a la ojiverde quien ocultó su carcajada con su mano.
— Ya, es hora de irnos si queremos comer y luego ir a dónde Tenzin. — Sentenció la CEO encaminándose a la puerta seguida de Korra quien amablemente le abrió la puerta.
— Después de usted, bella señorita. — Habló la morena haciendo una reverencia.
— Oh, es usted muy atenta, joven Avatar. — Ambas chicas rieron ante aquel juego y salieron de la oficina de la ojiverde.
La joven morena y su pareja atravesaron el enorme pasillo adornado por una alfombra roja y con paredes amarillas de donde colgaban cuadros de distintos artistas de todo el mundo que la CEO había adquirido a lo largo de los años. La morena sostenía con fervor la mano de su ingeniero mientras concordaban a donde irían a comer y pasar el rato. Asami y Korra no pertenecían al estereotipo de pareja que cualquiera pensaba, no, ellas no estaban juntas por cosa simples como compartir gustos y semejantes -que si tenían, pero en la cuales no se enfocaban precisamente-, ambas se completaban, cuando estaban juntas se sentían como un solo ser pensante. Pero eso no quitaba que tuvieran sus problemas en los cuales recaía justamente cuando ambas deseaban algo diferente y que a la otra no le gustase mucho, y aquella riña era más frecuente a la hora de la comida. A la mecánica le encantaban las cosas picantes, pastas y especias regadas; mientras que la Avatar se inclinaba más por carnes con alto contenido en grasas de preferencia sin nada que comprometiera su lengua con picantes y entre menos condimentando, sería mejor para ella. Por ende, siempre que salían a comer preferían discutirlo con un tiempo relativamente prudente antes de subirse a su transporte ya que, así, no perdían el poco tiempo que la CEO tenía para sus asuntos personales que incluían pasar tiempo con la salvadora del mundo.
Mientras la pareja seguía decidiendo en donde tomarían su merienda, se subieron al hermoso y fino ascensor que las llevaría hasta la recepción de Industrias Futuro. El tiempo que pasaron allí adentro les fue irrelevante a ambas chicas, siempre que sus ojos se encontraban el espacio y todo lo que las rodeaba desaparecía por completo. Ya sea si estuviesen hablando de algo trivial o si solamente se estuviesen contemplando mutuamente, todo lo que les abrazaban de forma física se desvanecía como el mismo aire y pesaban tanto como éste. Mientras esos ojos azules pudiesen contemplar aquellos verdes que tanto adoraba el mundo podía irse al pozo de las almas perdidas un buen rato. Así que, cuando su momento íntimo terminó y la luz del exterior las invitó a volver a su realidad, las chicas salieron de aquella maquina separadas solamente por lo que era aceptable socialmente al igual que de manera moral, Asami se acercó a la secretaria y le advirtió que iría a comer con su novia y que no quería bajo ninguna circunstancia que le informaran a Raiko de su salida, si preguntaba por ella, que le dijeran que seguía trabajado y no quería interrupciones inútiles y que, cuando acabara, se comunicaría con él. La ingeniero no era muy fanática de la mentira, pero Raiko le obligaba a usarlas y más cuando las elecciones estaban cerca.
Una vez acabada de dar la orden, Asami y Korra se encaminaron hasta la salida para subir al hermoso carro azul de la ingeniero. Aquel vehículo era muy importante para ambas pues, además de ser el medio de transporte al que más recurrían cuando querían recorrer la cuidad, fue el lugar dónde ambas empezaron a experimentar los pequeños placeres carnales de la vida. Se acomodaron en los hermosos asientos rojos que tenía el satomovil e iniciaron su camino hasta un restaurante donde servían comida de toda las naciones ya que, al final de cuentas, no lograron concordar en los alimentos que deseaban consumir. En su camino podían ver edificios a demolidos por la mitad, algunos escombros aún eran visibles en las calles y algunos obreros trabajaban para construir de nuevo alguno que otro rascacielos, desde que Asami había regresado la reconstrucción fue más rápido de lo que normalmente seria, primero se había enfocado en la zona residencial para que así ningún ciudadano tuviese que habitar en las calles que ahora estaban infestadas de sanguijuelas que se aprovechaban de la situación, pero eso ya era trabajo de Mako, la jefa Lin y de Korra -cuando no estaba con ella, obviamente-.
El viaje no duró más de algunos cuantos minutos, la sección comercial seguía aún en ruinas debido a la destrucción que causó el traje robótico de Kuvira con sus "demostraciones", así que los pocos puestos que estaban en pie eran muy humildes o pequeños debido a que los más grandes fueron su blanco principal. La joven pareja se detuvo frente a un pequeño negocio erguido con algunos palos colocados por todo el borde del perímetro del local que sostenían con fervor una plancha de madera en forma de techo tradicional con forma triangular y bordes ligeramente curvados hacia arriba, carecía de puertas o paredes, así que podía ver perfectamente las más de veinte mesas bien acomodadas por toda el área que marcaba el techo. Algunos comensales ocupaban los asientos, pero no eran demasiados debido a que la hora de la comida había pasado hacia ya bastante tempo y sólo quedaba una que otra familia que de seguro disfrutaba de algún postre o algunos individuos que, tal y como ellas, salieron tarde y ahora solo deseaban disfrutar de su almuerzo. Así que, mirándose mutuamente y tomándose de las manos, se encaminaron en el pequeño local buscando una mesa algo alejada del foco de atención, pero que estuviese en buen lugar para que la deliciosa brisa que soplaba con clemencia les ayudará a combatir el insufrible calor del verano que se acercaba.
Encontraron una mesita desocupada en la esquina derecha del local y no dudaron ningún momento en ocuparla. Korra, haciendo alarde de sus buenos modales, ayudó a su novia a sentarse y la acomodó para que estuviese de lo más cómoda para que después ella pudiese coger el asiento que estaba a su lado. Pasaron unos cuantos minutos antes de que un joven de tez morena, cabellera negra larga con una banda verde amarrada en la cabeza les atendiera, apenas aquel chico tuvo contacto con la pareja el inusual trío se sorprendió, sobre todo la ingeniero quien conocía a aquel muchacho porque le dio asilo en la mansión que ahora básicamente era el hogar de éste mientras que la CEO prefería dormir en una de las pequeñas habitaciones del Templo Aire.
— ¿Asami, Avatar Korra? — Preguntó algo atontado el joven.
— ¿Tu? — Inquirió la ingeniero mientras sonreía. — ¡Tu!
— ¡Asami! — El joven de apariencia robusta inmediatamente abrazó a la ojiverde al igual que lo hacia Bolin, por algo eran familia. — ¿Y eso que estás por aquí?
— Korra me invitó a comer ya que, según ella, estaba tensa. — Explicó la CEO alejándose un poco de su amigo. — ¿Y tú? Pensé que tus turnos eran los fines de semana, ya sabes que no puedes dejar a la señora Yin tanto tiempo sola.
— Tranquila, está con toda la familia, mi padre y Wu, ¿qué más puede pedir? — En ese instante una pequeña tos más falsa que el buen humor de Lin por las mañanas llegó a los oídos de los jóvenes.
Decir que Korra era una persona celosa sería mentir, puesto que pecaba de no reconocer cuando algún joven le llegaba a coquetear a su chica de manera sutil, pero a falta de celos, la Avatar odiaba que su hermosa Asami la dejara en segundo plano, no era por mala intención, sino era esa parte infantil que se rehusaba a dejarla conforme crecía y que, para ser honestos, la Sato adoraba al igual que todo lo que tenía su novia.
— ¡Oh, lo siento! ¡Estoy interrumpiendo su cita! — Se disculpó Tu volviendo a adquirir su semblante de mesero. — ¿Qué les puedo ofrecer?
— Yo quiero fideos a las llamaradas y para tomar un **té frío de jazmín. — Pidió la CEO volviendo a sentarse junto a la morena quien lucía una sonrisa altanera en señal de haber ganado la atención de su preciosa ingeniero de nuevo.
— Yo quiero cuatro tazas de sopa de algas, y para tomar un té frío de jazmín también. — Ordenó la Avatar.
— ¡Por supuesto! — Comentó Tu anotando todo en un pequeño trozo de papel.
Al ver que sus amigas ya no iban a agregar nada, el joven de ojos verdes giró sobre sus talones y se encaminó a una pequeña cocina improvisada que tenía el local donde se podían ver todos los ingredientes y como se preparaban. El primo de Mako y Bolin dio el pequeño papel a los cocineros quienes de inmediato empezaron a trabajar en las comidas.
— ¿Cuatro tazas? Por Raava, si que tienes hambre. — Bromeó Asami con una sonrisa en el rostro.
— ¿Qué? Soy una chica en desarrollo, ¡Necesito comer! — Se defendió Korra mientras alzaba sus fuertes brazos para mostrar sus trabajados músculos.
— Amor, tienes veintidós años, ya no vas a crecer más. — Rió la ingeniero al ver el rostro de decepción de su novia.
— ¿O sea que ya no voy a poder estar más alta que tú? — Preguntó la morena mientras que en su mente se rompía la fantasía de algún día alzar a su bella Asami del rostro y plantar un beso en esos deliciosos labios que tanto amaba.
— Perdón por romper tu ilusión, pero me temo que no. — Ante aquella noticia tan impactante, la maestra agua sólo pudo desparramarse sobre la mesa extendiendo sus brazos cuan largos eran.
— La vida ya no tiene sentido, creo que seré la Avatar más pequeña de la historia. — Se quejó la sureña con un pucherito.
— Oh, vamos, cariño... — Trató de animarla la ingeniero acariciando aquellos mechones castaños que se esparcían por toda la mesa. — Mides unos envidiables ciento cincuenta y cinco... No es para tanto.
— Asami, tu mides un metro sesenta centímetros... Bolin lo mismo que tú y Mako alcanza casi el metro setenta y cinco... — Se quejó Korra. — Eso me hace sentir aun peor.
— Pues yo creo que eres adorable, tu estatura te hace ver más joven y muy tierna. — Casi como si las palabras de Asami fuesen mágicas, la morena se irguió como un resorte con una cara de felicidad que parecía casi ser una ilusión.
— ¡Por eso digo que me encanta ser pequeña! — Canturreó la Avatar.
— Su orden está lista. — Se escuchó la voz de Tu interrumpir la charla de las chicas. — Una porción de fideos con extra picante como le gusta a Asami y cuatro platos repletos de sopa de algas.
— ¡Gracias, Tu! — Dijo la pareja en unísono.
— No hay de que, disfruten su comida. — Se despidió el chico sonriendo.
Asami vio su plato y pudo jurar que con sólo aquel exquisito aroma que desprendían sus fideos fue capaz de probarlo. Su platillo no era lo más elegante ni tenía una presentación de cinco estrellas, pues a la vista solo parecían simples fideos regados por un plato plano con especias encima y alguna que otra salsa roja, pero con aquel olor era suficiente para convencerla de que estaba delicioso. Por parte de Korra, ella ni se dignaba en apreciar su plato, simplemente tomó los palillos que Tu le había entregado con su comida y empezó a devorar su rica sopa de algas.
— Korra, no comas tan rápido que te vas a atragantar. — Le reprendió Asami a la morena al ver con que fervor comía sus alimentos.
— ¡Danquida, Adsami, etadé biend! — Logró articular la Avatar con la boca repleta de comida.
— Korra, no te entiendo si hablas así. — Aquella acción tan infantil por parte de la ojiazul le hizo tanta gracia a la pelinegra que no pudo cometer una risa traviesa.
— Dije que no te preocuparas. — Aclaró la maestra agua ya sin algún rastro de aliento en su boca.
— De acuerdo. — Acató la mecánica más tranquila. — Solo no comas tan deprisa.
La comida transcurría normal, ambas chicas habían dejando de hablar para sólo concentrarse en los sabores que inundaban su paladar hasta que la morena, con algo de timidez, alzó la voz entre sorbo y sorbo de sopa.
— Asami... — Llamó Korra a su pareja quien le contestó con un sonidos ahogado en pasta. — ¿Cuándo crees acabar la reconstrucción?
— No lo sé. — Respondió sinceramente la ingeniero. — Quizá el desastre de Kuvira no fue tan grande como el de Vaatu, pero sí echó a bajos varios edificios y arruinó secciones notables de la ciudad. A lo mejor me tome año y medio o dos... inclusive tres a lo mucho.
— Ya veo... — Susurró la joven maestra agua con cierta decepción. — Tendré que esperar mucho tiempo para poder llevarte con mis padres y presentarte como mi novia.
Aquellas palabras tomaron por total sorpresa a Asami quien dejó de comer en el acto para fijar su vista en el rostro decepcionado de la morena con quien compartía mesa y algo más.
— ¿Korra? — Le invitó a explicarse la CEO de manera muda.
— Quería presentarte con mis padres...
— Tus padres ya me conocen... — La Avatar no dejó seguir a la mecánica, pues le interrumpió antes de que dijera algo más.
— Ellos conocen a mi amiga Asami. No a mi novia Asami. — Un silencio incómodo se apoderó del lugar, a veces el hecho de que todos supieran de la relación de ambas y que ellas jamás hubiesen dicho algo les hacía olvidar que, a veces, debían decirlo con sus propias voces y no sus acciones. — Cuando todo esto acabe, quiero llevarte a pasar unos días a la Tribu Agua del Sur con mi familia, como mi novia.
— Korra... yo... no sé qué decir. — Y en efecto, la CEO estaba sin habla, su cerebro apenas estaba procesado las palabras que había dicho su pareja hacia unos segundos.
— No digas nada, solo acepta. — Le pidió la morena con una sonrisa en el rostro, ¿Cómo negarse a eso?
— Claro. — Accedió Asami casi de inmediato.
— ¡Genial! — Bramó Korra alzando sus brazos en señal de triunfo. — Por cierto... quiero darte algo.
La morena empezó a rebuscar entre sus pieles haciendo que el sentido de curiosidad de la ingeniero, que estaba muy desarrollado, empezara a trabajar en conjunto con su imaginación para poder deducir que era lo que su novia tenía entre manos. ¿Alguna fecha especial? No, apenas iban a cumplir un mes de relación la próxima semana. ¿Algún acontecimiento importante? No, su agenda no decía nada al respecto.
— La semana pasada fue el aniversario de cuando nos hicimos amigas por primera vez y no te di nada por estar ocupada viendo asuntos políticos... — Empezó a contar la Avatar extendiendo su mano para mostrar una hermosa gargantilla de color rojo con un dije de Industrias Futuro. — Perdón por la demora, pero el adorno tardó un poco en estar listo.
— Korra... no debiste. — Logró decir incrédula Asami ante tal hermoso detalle que había tenido su novia para ella.
— ¿Por qué no? Si no fuera por ese día tú y yo no estaríamos aquí en estos momentos. — La maestra agua se paró y encaminó sus paso hasta detrás de su pareja. — Vamos a ver como te queda.
Asami tomó su cabello que estaba amarrado con una liga roja y lo alzó para permitirle a la joven de ojos azules colocar la bella gargantilla en su blanquecino cuello con delicadeza. La correa hecha de tela era suave al tacto y el frío medallón quedó exactamente donde su garganta acaba.
— Listo. — Comentó la Avatar volviendo a su asiento para contemplar a su pareja.
— Korra... es hermoso. — Susurró la CEO acariciando con la yema de sus dedos el dije en forma de tuerca.
— No tanto como tú. — Se atrevió a lanzar la maestra agua mientras sonreía y en sus mejillas se posaba un tono rojizo.
— Te daré algo también. — Anunció la ingenio pensando rápidamente en algún regalo improvisado para su novia.
— No, Asami, no tienes que. — La detuvo de inmediato la ojiazul colocando sus manos de frente y moviéndolas en señal de negación.
— Quiero hacerlo. — Terminó la conversación la mecánica.
La basta inteligencia de Asami era más que envidiable y su forma para resolver problemas de una manera rápida y eficaz era inverosímil. No le costó mucho trabajo idear la forma de hacerle algo especial a Korra con lo que tenía a mano: Se quitó la cinta que sujetaba su cabello y buscó el broche de Industrias Futuro que llevaba en la solapa de su chal negro. Con habilidad, lo colocó en medio de la cinta y le pidió a la maestra agua que extendiera su brazo, con delicadeza abrazó con aquella cinta roja el bíceps de su novia haciendo una improvisada banda similar a la que usaba cuando la conoció por primera vez.
— Ya está. — Culminó la ingeniero con una sonrisa.
— ¡Genial, Asami! ¡Me hiciste una banda con solo tu coleta! — Se emocionó Korra cual niña pequeña ante un regalo inesperado.
— Es temporal, te mandaré hacer uno de mejor calidad. Lo prometo. — Le sonrió Asami a la morena.
— No te apures, este me gusta más porque fue fruto de ese ingenuo tuyo que tanto me gusta. — Le halagó la Avatar exponiendo sus dientes blancos. — Ahora, acabemos la comida que aún nos falta ir con Tenzin.
El resto de la merienda se pasó entre risas y charlas triviales que a la pareja le encantaba tener, alguna que otra vez la morena de ojos azules se aventuraba a robarle un beso a su hermosa novia quien no dudaba en corresponder tal atrevimiento por su parte. Korra y Asami adoraban tener aquellas citas tan improvisadas, puesto que, de alguna forma, sentían que de esa manera su lazo se estrecha más, y no solo de manera romántica, sino que también como compañeras y amigas. Su relación se podría describir como un par de amigas que se deseaban en cuerpo y alma, ambas estaban allí una para la otra y jamás se apartarían de su lado y siempre que la otra la necesitara no dudaría en ir donde ella para ofrecerle consuelo o un abrazo si era necesario, sin embargo, también querían acariciar y poseer el cuerpo de su compañera de una forma más humana, salvaje y carnal, conocer aquello que a los demás les era negado, proclamar cada milímetro de piel de su acompañante y demandar como suyo todo el ser de la otra. Eran mejores amigas. Confidentes. Pero también eran amantes.
Cuando finalizaron la comida, la ingeniero y la Avatar pagaron sus alimentos y se despidieron amablemente de Tu cuando el sol ya empezaba a ocultarse, debían de llegar con donde Tenzin antes de que la luna saliera y ocupará el cielo nocturno. Se dirigieron hacia el hermoso satomovil en el cual habían atravesado toda Ciudad República y se subieron, apenas sus cinturones estuvieron bien sujetados, la ingeniero arrancó el vehículo y lo echó a andar a toda velocidad, el último ferri salía en menos de diez minutos y ellas estaban a unos veinte del puerto Yue. Lo único que sintió Korra fue su corto cabello echarse para atrás debido a la gran velocidad a la que conducía su novia, sin pensarlo dos veces, alzó sus brazos y dio un alarido que haría a cualquier persona preocuparse, pero no le importaba, gracias a Asami había empezado a amar la velocidad y, con la mecánica al volante, eso era algo que siempre había. Ahora entendía porqué a su novia le encantaba la sensación del viento en su cara y el aire recorriendo todo su ser. Era como volar, y ella sabía de eso.
Al final lograron llegar al ferri a tiempo gracias a la sutil forma de conducir de la CEO, cuando el satomovil estaba siendo estacionado el capitán hacía el último anuncio de abordaje. La Avatar y su pareja no tardaron mucho en salir del vehículo y subirse al barco que estaba prácticamente vacío, quizá porque muchas personas decidían visitar aquella Isla que alguna vez fue el hogar del Avatar Aang a menudo. Korra y Asami se colocaron en la proa del barco donde se sentaron en el piso y la más baja acunó a la mayor entre su brazos, el viaje no era muy largo, quizá tardarían unos quince minutos en llegar hasta la costa, pero aun así quería aprovechar ese tiempo a solas para mimar aun más a su novia. Las últimas semanas habían sido duras y de mucho trabajo, sobre todo para la CEO que en esos momentos se encontraba entre los brazos de la Avatar. Con cuidado empezó a acariciar esos hermosos cabellos ondulados que tanto le gustaban, la sensación suave en sus dedos contra esa delicadas y suaves hebras de cabello era magnifica. De manera inconsciente, la joven maestra agua hundió su rostro aspirando el olor a jazmín que emanaba de ese mar negro, si por ella fuera, podría quedarse ahí a vivir eternamente rodeada del bello cabello de Asami.
Pasaron unos cuantos minutos más así, sintiéndose, dándose caricias mutuas y robándose uno que otro beso cuando nadie les miraba hasta que divisaron la bella Isla del Templo Aire, una construcción que había mandado a erguir el mismo Avatar Aang y que ahora era usado por todos los nuevos Nómadas Aire como central para abastecerse de provisiones y dormir cuando era necesario. Cuando pudieron notar aquella construcción surgir en el horizonte ya la noche había caído proclamando como suyo todo el vasto cielo, la luna demandaba atención total de las estrellas que la rodeaban en un baile que solamente ellas sabían realizar. El viento marítimo soplaba de una manera indulgente y piadosa dando así la temperatura perfecta para una noche de primavera. Apenas llegaron a su destino y el ferri logró parar de tambalear debido a las aguas, la primera en levantarse del cómodo lugar dónde la Avatar y la CEO de Industrias Futuro estaban fue Korra, quien demostrado su amabilidad, ayudó a su novia a reincorporarse ofreciéndole su mano que después tomó y, ya juntas, se dirigieron a la plataforma que unía el puerto con el barco.
Apenas sus pies tocaron tierra, buscaron con la mirada a sus compañeros, si mal lo recordaban, iban a reunirse justamente dónde se celebró la fiesta de bodas de Varrick y Zhu-Li. Al divisar unas cuantas luces cerca del área de entrenamiento, justamente en el que fue la posta de baile de la unión matrimonial entre el propietario de Industrias Varrick y su actual socio, la pareja decidió ir allí para encontrase con sus amigos, quienes de seguro ya habían empezado a celebrar el gran acontecimiento de aquella noche. El motivo que los congregaba en ese lugar era nada más y nada menos que el anuncio oficial de la boda de Bolin, su bonachón amigo y casi hermano, con la única hija y recién nombrada maestra aire, de Suyin BeiFong, Opal BeiFong. Su compromiso era ya del conocimiento de todos, el maestro tierra se le había declarado a la joven de Zaofu unos días posteriores del atentado de Kuvira, pues, según el chico de ojos verdes, después de todo lo que ambos vivieron y del temor que sintió al ver a su hermosa maestra aire inconsciente, supo que no iba a permitir que eso volviera a suceder y que quería protegerla toda su vida, en ese momento Bolin le pidió a Opal que fuese su esposa y, ahora, ya que las cosas se habían apaciguado, todos sus amigos y ellas celebrarían formalmente aquella unión.
Todos celebraban aquella gran noticia, los gritos y felicitaciones sobraran al igual que la comida y bebida, y eso fue lo primero que notaron la Avatar y su novia cuando llegaron al centro de reunión. El lugar estaba bellamente adornado con decorados verdes y naranjas en honor a las dos culturas que con ese matrimonio de unificaban, la mayoría de sus amigos rodeaban a la recién comprometida pareja provocando que ambas chicas se mirasen y una risa brotara de sus labios al notar como el más pequeño del Equipo Avatar rogaba por algo de aire fresco, era usual que Bolin sofocara a la gente con sus abrazos, pero él no estaba para nada acostumbrado ser a quien le faltase el aire. Una vez salió de entre la multitud, vio a sus amigas y no tardó ni dos segundos en ir con ellas, rodearlas con sus fuertes brazos de maestro tierra y acogerlas en un abrazo marca Bo que te hacían preguntar si realmente era posible que con solo una muestra de afecto tu columna vertebral se partiera en dos o que tu diafragma de encogiera tanto que jamás volviese a adquirir su tamaño o forma normal.
— ¡Chicas, qué bueno que están aquí! — Habló el maestro tierra mientras colocaba a sus amigas en el suelo de nuevo.
— No nos perderíamos tu fiesta de compromiso. — Sonrío Korra. — ¿Dónde está Opal? Queremos felicitarla.
— ¿Y a mí no me felicitan antes? — Sollozó el más pequeño de manera dramática al darse cuenta que su novia iba a ser la primordial en esa ocasión. — Que malas son, chicas. Sobre todo tú, Asami. Se supone que eres mi mejor amiga.
— Estamos jugando, Bo. — Comentó la Avatar mientras ponía su mano en el hombro de su amigo. — Felicidades.
— Nos alegramos por ti, Bo. — Dijo la ingeniero acariciando la cabeza del chico como solía hacerlo siempre.
— ¡Gracias, chicas! ¡Son las mejores! — Se alegró el chico de ojos verdes. — Vengan por acá, los demás las están esperando también.
Sin darles tiempo de reaccionar, el joven maestro tierra tomó a sus amigas de las manos y las jaló hasta donde él estaba previamente, pues todos se encontraban en ese lugar festejando hasta más no poder. El chico de puro corazón sentó a sus amigas en una de las grandes mesas que apenas acababan de colocar para que todos pudiesen estar más cómodos. Allí ya estaba toda la familia BeiFong disputando sobre quién sería el que se comiera el primer trozo del famoso pie de Manzana de Pema, alado de la pareja estaba su amigo Mako a quien saludaron apenas se acomodaron y seguidamente, Wu, el ex-príncipe del Reino Tierra quien se había convertido en uno más de sus amigos, la familia de Tenzin ocupaba el resto de la gran mesa, los pequeños jugaban entre sí mientras que Kai y Jinora participaban activamente de la charla. Todos estaban allí sin falta alguna.
Todos estaban tranquilos disfrutando del ambiente, los más pequeños jugaban entre sí y los adultos se limitaban a hablar sobre las ventajas y desventajas del matrimonio. Asami, Korra y sus amigos, por lo contrario, preferían hacer bromas y rememorar aquellos momentos cuando apenas eran unos adolescentes que iban por las calles en el primer satomovil de la ingeniero llevando justicia contra los igualitarios, ahora que lo pensaban, había sido realmente estúpido actuar de esa forma, pero aun así lo volvería a hacer si la ocasión se les daba, claro, ahora en compañía de Opal. La platica estaba llegando a su mejor punto cuando un ruido ensordecedor llegó hasta los oídos de los presentes en la fiesta; todos por pura inercia buscaron en origen de tal rugido encontrándolo en nada más y nada menos que en tercer portal espiritual que, en vez de tener su color amarillo brillante, ahora destellaba colores verdes y cafés de una manera errática mientras que cientos de espíritus salían disparados de éste hacia la ciudad de tal manera que pareciese que Vaatu estuviese haciendo estragos en el Mundo Espiritual y los pobres solo buscasen refugio en aquel lugar.
— ¿Qué es eso? — El primero en preguntar fue Wu dejándose llevar por la curiosidad.
— No lo sé, pero algo está pasando con el portal. — Siseó Korra. — Tengo que ir allá. Mako, Bolin, Asami, vamos.
— Si. — Acató el trío parándose de la mesa.
— Vamos al Ferri, yo lo manejaré. — Anunció la ingeniero adelantándose para preparar todo.
— De acuerdo. — Aceptó la Avatar dirigiéndose a Opal quien veía todo el movimiento. — Perdón por todo esto, este debía ser tu día especial.
— No te preocupes, Korra. — Sonrío la maestra aire a su amiga. — Los chicos y yo iremos a ver a los ciudadanos y los sacaremos del área.
— Gracias. — Dijo desde lo más profundo de su ser la Avatar antes de salir en dirección hacia donde estaba sus amigos.
Llegaron a tiempo record a la Ciudad gracias a la habilidad de conducción de la ingeniero quien hizo un tiempo más que increíble desde la Isla del Templo Aire, gracias a la ayuda de los nacientes Nómadas Aires, el equipo Avatar no tuvo que perder tiempo en evacuar a los ciudadanos que vagan por esos lugares en busca de paz o con el simple propósito de ir hasta sus hogares temporales. Así que, apenas pudieron poner un pie en territorio republicano, el grupo de amigos liderados por la Avatar emprendió una carrera en el satomovil que la ingeniero había dejado, para fortuna de todos, justamente en el puerto. Korra, por obvias razones, ocupó el lugar del copiloto junto a su hermosa novia quien conducía mientras que los hermanos se sentaron en la parte trasera, lo último que se vio del intrépido grupo fueron unas líneas negras que dejaron las cuatro llantas del automóvil seguido por los gritos de Mako quien le exigía a la CEO que bajara la velocidad, ya que, estaba "violando" los límites permitidos.
Mientras avanzaban por la ciudad cientos de espíritus se les interponían en el camino, en más de una ocasión la hábil conductora tuvo que hacer uso de sus reflejos que podrían llamarse sobrehumanos gracias a que se le materializaba algún espíritu travieso frente a ella. Korra estaba notoriamente preocupada por eso, todos sus instintos de Avatar le decían que una fuerza poderosa se estaba acercando al mundo material y que aquellos extraños colores que desprendía el portal era debido a eso. Fruncía el ceño mediante se acercaban a su destino, su piel empezaba a erizarse y eso no era buena señal, la última vez que sintió aquel extraño cosquilleo en su tez que provocó a sus poros abrirse había sido una noche antes de que Zaheer la tomase prisionera y la envenenara robándole por casi tres años sus piernas. ¿Qué era lo que se acercaba? ¿A qué enemigo debía enfrentar ahora? Ni siquiera había pasado medio año desde que venció a Kuvira y ahora algo nuevo surgía, pero así era su vida y no podía hacer nada al respecto.
****Después de unos cuantos minutos la Avatar y su equipo ya estaba frente al tercer portal espiritual que ella misma había abierto en su disputa con Kuvira, la calmada línea energética que solía salir del suelo homogénea y calmante hasta lo más alto del cielo ahora asemejaba ser un potente rayo de colores primaverales y otoñales uniéndose en un baile que siempre han danzando los opuestos desde el inicio de los tiempos. Sus movimientos zigzagueantes y erráticos provocaba que varios relámpagos provenientes de éste mismo puente que la Avatar creó saliesen disparados a los maltratados edificios cercanos que, ante tal potente e inminente impacto, caían en pedazos detrás del rugido que hacía el relámpago al chocar contra la materia. Los espíritus seguían escapando del portal, algunos solo salían de éste, otros se materializaban ya a varios metros de distancia para volver a desaparecer y alejarse aún más. La joven morena de ojos azules estaba más que impresionada, ni cuando Vaatu salió al mundo físico había causado tal confusión. En ese instante, Korra vio a un pequeño ser de color amarillo que corría hacía ella, era regordete y tenía un par de hojitas en la cabeza. Era el espíritu que le había ayudado antes a encontrar a Toph.
— ¡Avatar! — Llamó el pequeñín deteniéndose ante los pies de la morena quien se agachó para quedar a su altura.
— Amiguito, ¿qué es lo que pasa?, ¿Por qué el portal tiene ese aspecto? — Interrogó Korra tratando de medir su voz para no sonar tan alarmada.
— ¡Él viene! ¡Él señor del tiempo y espacio! — Chilló el ser amarillo abalanzándose a los brazos de la Avatar.
— ¿Y quién es ese? — Preguntó ya preocupada la ojiazul .
— ¡El señor Fatum! — Sollozó el espíritu antes de que temblara en los brazos de la joven castaña y saltara de éstos. — Ya está aquí... ¡debo irme!
— ¡Espera! — Llamó inútilmente la chica de tez achocolatada, pero el pequeño ser se había desvanecido.
— ¿Qué demonios pasa aquí, Korra? — Cuestionó Mako incapaz de dejar de mirar el portal.
— Un espíritu viene, uno muy poderoso por lo que veo. — Susurró la maestra agua volteando a ver a su equipo. — No siento algún aura negativa, pero si muy poderosa, tanta que está asustando a todos.
— Sea lo que sea, ¡ahí viene! — Alzó la voz Asami colocándose en modo defensivo.
El suelo empezó a temblar de manera violenta, grietas se abrían cerca del portal obligando al audaz equipo Avatar a retroceder, los rayos del portal se salían de control total impactando en cualquier cosa que se les interpusiese, eran más rápidos, más poderosos y más letales, hacían ondas extrañas, como si entre todos tratasen de hacer un mar color café y verde. Las pequeñas piedras que estaban sueltas debido a la repentina expansión de las placas tectónicas subterráneas empezaron a flotar alrededor del portal y una potente ráfaga de aire obligó a la morena de ojos azules a tomar a su novia de la cadera y a utilizar tierra control para afianzar sus pies al suelo para no salir disparada como lo habían hechos sus compañeros que acabaron Raava sabe dónde. Cualquier cosa que estuviese a punto de salir de aquel lugar sería la cosa o espíritu más poderoso que jamás hubiese enfrentado, y le rezaba al ser que estaba dentro de ella que la ayudara en esa batalla que se estaba preparando para ser lidiada.
El portal se empezaba a deformar de una manera extraña, ondulante, como dando paso a alguien. Korra afianzó a Asami de la cintura y ésta hizo lo mismo con el hombro de la morena, la Avatar frunció en seño mientras la CEO se mordía el labio inferior con expectación. Estaba a punto de salir, el ser que ahuyentaba a todos los espíritus y que en esos instantes preocupaba a la maestra agua. Un haz de luz brillante recorrió todo el lugar obligando a la pareja a cerrar momentáneamente sus ojos en una reacción natural para evitar que éstos se vieran dañados con tan potente fuente de energía, un rugido grave que haría temblar hasta al más valiente acarició con malicia los tímpanos de las chicas y un escalofrío recorrió a la pareja. ¿Abrir o no abrir los ojos? Ese era el dilema de ambas chicas, pero sobre todo, de la Avatar. Había llegado, su nuevo rival había arribado al fin a la Ciudad y ella no se decidía tan siquiera entre abrir o permanecer ajena a la situación unos cuantos minutos más. No le gustaba admitirlo, pero apenas aquel ser llegó al mundo material una oleada de miedo se apoderó de su mente y su ser. Pero debía enfrentarlo. Era su deber. Su obligación. ¡Ella era el Avatar!
Se armó de valor finalmente y abrió sus ojos para confrontar a aquel ser. Sus párpados se extendieron tanto como pudieron, su garganta se secó tanto que podría competir fácilmente con el desierto del Reino Tierra, sudor frío empezaba a recorrerle la frente dándole un toque aperlado a la morena tez de la joven Avatar. «Por el amor de Raava, es enorme», fue lo primero que pensó Korra al poder divisar el gran espíritu que se erguía ante ella. Si debía describir a aquel ser, no tendría palabras para hacerlo. Tenía una cabezas ovalada estirada del cual brotaban cuatro bigotes, uno de cada extremo del rostro, que se movían como serpientes inquietas en busca de que morder. En la cúspide de lo que se le podría llamar cabeza, aquel ser poseía un penacho conformado por cuatro largas formas ovaladas. Su cuerpo, o parte de éste ya que, por lo que podía observar, solo tenía expuesto la mitad del pecho, era cuadrado, semejante a los de un humano al igual que sus brazos. Pero, lo que le llamó más la atención a la maestra agua, a parte del colosal tamaño ya que sólo lo que podía ver era por creces más grande que el traje robótico de Kuvira, fueron el par de inmensas alas de mariposa que salían de la espalda del espíritu.
No podía hablar, su cerebro estaba simplemente apagado y su concentración recaía en no perder de vista aquel gran espíritu y en el agarre que tenía en su novia. ¿¡Cómo demonios iba a enfrentar algo así de grande!? Sí, era la Avatar, ser mortal más poderoso de la tierra y demás, ¡Pero aunque no le gustase, también era humana y tenía limitantes! Sintió un calor en la mano que mantenía en la cadera de su pareja que hizo que todos esos miedos se desplomaran hasta el suelo. Cambió de objetivo visual y se enfocó en la mujer que estaba tan o más impresionada que ella y un instinto protector se fue apoderando de ella dejando el miedo enterrado muy, pero muy, profundo en su interior. No estaba sola, ahí se encontraba también Asami, tan, o más, perpleja y perdida como ella. Debía reaccionar. Moverse y poner a aquella chica que tanto amaba a salvo de aquel ser que empezaba a mover sus largos brazos de tal forma que pareciese abrazarlas a ambas. De inmediato quiso usar su aire control y salió volando por los aires hasta poder colocarse en la punta de un edificio cercano que, gracias a Raava, no había sido tocado por ningún rayo.
— ¡Hey, tú! — Llamó la Avatar ya un poco más segura de sí. — ¿Quién eres y qué es lo que quieres?
— ¿Quien...soy? — Se escuchó una voz tan profunda como el universo y tan antigua como el tiempo. — No lo sé... Tuve, tengo y tendré tantos nombres que no le puedo dar respuesta a esa pregunta.
— En ese caso, ¿Qué quieres? — Interrogó la morena ceñuda.
— ¿Qué... quiero? — Susurró el ser. — Solo quería ver esta época... Cuando la paz dominaba el mundo... Cuando los humanos y los espíritus convivían en armonía... He estado en tantos lugares, épocas distintas a la vez que, creo, ésta es una de mis favoritas y sólo quería volver.
— Si sólo querías volver, ¿Por qué ahuyentas a los espíritus y haces todo este caos? — Se interesó ya más tranquila la morena, aquel ser si bien era muy poderoso, parecía un cachorrito curioso que no deseaba hacer nada malo.
— Quería ver este mundo con mi forma real... Siempre estoy yendo de allá para acá con mi forma terrenal y es muy agotador para mi retener mi poder en un cuerpo tan pequeño. — Explicó el gran espíritu con tono pesado.
— Eso debe ser agotador. — Habló la ingeniero dulcemente. — Un muchacho grandote como tú en una cuerpo pequeño debe ser muy problemático.
— ¿Y tú, humana? ¿Quién eres? — Interrogó curioso el ser inmaterial. — Me hacer recordar a un búho que en esta época ya debe estar grande, pero cuando aún era pequeño tenía tu misma aura...
— Mi nombre es Asami Sato. — Sonrío la CEO.
— Ah, la amante del Avatar de esta época, ¿no? — El sonrojo que ambas chicas tuvieron fue más que visible, tanto que el gran ser dio una carcajada suave, como si de un anciano se tratase.
— ¿C-Cómo lo...? — Tartamudeó Korra apenada.
— Soy Fatum, el espíritu del tiempo y el espacio. Estoy en todas partes y en todos los tiempos a la vez. — Explicó el espíritu. — He estado aquí antes, en su boda, cuando sus pequeños hicieron control por primera vez y demás cosas que se me prohíbe contar...
— ¿Boda? — Repitió Asami.
— ¿Hijos? — Le siguió Korra.
— ¿¡Control!? — Chillaron ambas en unísono.
El ambiente de tención que se había formado anteriormente se despabiló con aquella declaración dicha por el anciano espíritu y Korra lo agradecía desde lo más profundo de su ser, no quería ni imaginar lo que hubiese pasado si Fatum tuviese malas intenciones para con los humanos o el mundo en general. La morena estaba tratando aún de procesar las palabras dichas por aquel ser cuando vio como la mano de éste se alzaba en su dirección y se colocaba palma arriba justamente dónde acababa el techo del edificio dónde habían acabado.
— Vamos, suban, deseo saludar a mi pequeña Raava. — Habló el espíritu pegando aún más su mano a dónde estaban las chicas. — Hace tiempo que no charlo con ella con mi verdadera forma.
La Avatar miró con algo de duda la enorme mano hecha de energía, ahora que se detenía a mirar con más atención, el color, la forma y la materia de la energía que le daba un cuerpo físico a Fatum era muy cambiante. Variaba tanto que pudo notar más de tres tipos de materiales en tan solo ese momento de meditación entre si ir o no. Al final, decidió subir a la palma del espíritu y, detrás de ella, Asami también, pues la cordial invitación había sido dada para ella también con el afán de que, por ser humana, era menos.
— Bien, bien. — Señaló el espíritu acercando a la pareja a su rostro para poder verlas bien. — Es un placer verte de nuevo, Raava.
Korra iba a contestar, pero no logró articular palabra alguna, sintió la energía fluir en su cuerpo y
enseguida supo que estaba entrado en estado Avatar, pero con una variación que ya había experimentado antes. Raava se estaba manifestando. Lo sabía, lo percibía en cada centímetro de su piel y, al notar como en su pecho brillaba el símbolo de su espíritu, supo que ahora su cuerpo no solo era suyo, sino que también de aquella entidad de luz que le daba el rango de Avatar.
— Han pasado milenios, *Kenchi. — Dijo Korra, pero no con su voz, sino con la de una mujer madura que acariciaba un tono casi celestial que dejó anonadada a la CEO que de inmediato se separó unos cuantos centímetros de ella sabiendo quien era. — Por favor, Asami, no te alejes... Sigue siendo Korra, y créeme, no le gusta que te apartes de su lado.
— De... De acuerdo. — Contestó tímidamente la CEO acortando la distancia entre el cuerpo de su novia y ella. — Es un honor conocerla... Raava.
— No debes presentarte, ustedes dos ya se conocían desde antes. — Habló Fatum entre carcajadas. — Antes de nacer, Raava escoge el alma que...
— Kenchi. — Llamó el espíritu de luz. — Hay cosas que solo deben tener conocimientos los espíritus.
— Tan joven y tan anticuada a la vez. — Se burló Fatum haciendo sentir realmente incomoda a la CEO quien pensaba seriamente en como había acabado en esa extraña charla. — Por favor, Asami, no seas como ella en el futuro... Los *espíritus como ella no causan buena impresión ni por ser la amante del Avatar.
— ¡Kenchi! — Reprendió Raava.
— L-Lo tomaré en cuenta. — Acató Asami arqueando sus cejas en forma de "u".
— ¿Cómo has estado, Raava? — Se interesó el espíritu del tiempo. — Veo que estás feliz con la Avatar que te tocó esta vez, racha buena por lo que noto.
— Antes de que sigas, quiero informarte que no quiero saber nada de mi futuro como espíritu del Avatar, gracias. — Advirtió el ser de luz con tono severo para luego endulzarlo. — Y sí, he tenido cuatro buenos Avatares seguidos.
— Me alegro oír eso. — Soltó tranquilamente Fatum para ahora mirar a Asami.
— Asami, cuéntame... ¿Cómo está la humanidad en estos momentos de paz? — Se interesó el espíritu.
— Pues, verá... Ahora hay una relativa paz, a pesar de que todo está muy desorganizado. Los humanos estamos tratando de trabajar codo a codo con los espíritus para volver a alzarnos y vivir en armonía como antes. — Explicaba la joven ingeniero con voz queda cuando, de repente, el destello de Raava desapareció dejado solamente a una algo atontada Korra que de inmediato irrumpió en la narración de la ojiverde.
— No quiero volver a experimentar eso. — Soltó la ya normal voz de la Avatar mientras sacudía su cabeza para alejar los mareos que sentía en esos instantes. — Por cierto, Raava manda saludos, no se pudo quedar porque, si lo hacía, iba a perder mi alma o algo así, no entendí muy bien.
— Es bueno tenerte de nuevo con nosotros. — Comentó la CEO de Industrias Futuro cogiendo de la mano a su novia.
— Como sea. — Sonrió la morena. — ¿Cuánto tiempo estarás aquí, Kenchi?
— Solo unos días, quiero ver el mundo y luego volver a mi forma terrenal para explorarlo con más detenimiento.
— En ese caso, puedo ser tu guía si quieres... Además de explicarle a los espíritus más pequeños que no armen tanto alboroto, te tienen mucho miedo.
— Lo sé, es por la cantidad de energía que tengo, por eso uso mi forma terrenal... Pero hasta yo me llego a agotar. — Suspiró el ser notoriamente exhausto.
— En ese caso, ¡No te preocupes! ¡Yo me encargaré de que todo salga bien! — Prometió la Avatar segura de sí.
— Y yo estaré dispuesta en apoyar. — Habló la mecánica.
— Gracias, no saben lo mucho que significa para... — Pero las palabras del bonachón espíritu fueron interrumpidas por una explosión y varias bolas de fuego arrojadas contra el poderoso ser.
— ¡Korra! ¡Asami! — Se escuchó el grito de Mako a la distancia.
— ¡Tranquilas, chicas! ¡Ya vamos a rescatarlas de ese monstruo! — Se le unió Bolin al chillido.
— ¿¡Qué es esto!? — Preguntó aterrado Fatum retrocediendo, fundiéndose con el portal.
El par de amigas rápidamente giraron sus cabezas para entender algo de lo que pasaba, a la distancia pudieron encontrarse con los rostros de sus amigos notoriamente enojados montados en varios carros pertenecientes a la policía de Ciudad República, seguramente Mako les había pedido que fueran gracias a todo el show que armó Fatum para su aparición y, por lo que podían deducir, que ellas tuviesen en la palma de sus manos sin poner resistencia alguna era una mala señal, era eso o simplemente sus amigos no podían ver bien e interpretaron mal la situación. Lo más cercano era lo segundo, pero no debían perder tiempo con análisis, tenían que parar a sus amigos antes de que hicieran enojar o alterar a aquel ser que les mantenía aún en su palma. Si aquel espíritu era tan viejo y poderoso como presumía, más valía tenerlo contento.
— ¡Chicos, no ataquen! — Gritaba Asami tratándose de hacer oír y sosteniéndose de las largas falanges de Kenchi, pues éste se movía tratando de evitar los golpes.
— ¡Ah! ¡Déjenme! — Imploró el espíritu notoriamente aterrado.
— ¡Tra-Tranquilo, Fatum! — Le llamó la Avatar con la intención de hacerlo entrar en calma.
Las bolas de fuego y, ahora, pedazos de roca y lava impactaban contra el pobre espíritu, quien se movía de manera violenta y, sin quererlo, cerró sus manos aprisionando a la pareja que, ahora, no podía mover ni un solo músculo por la fuerza que Fatum ejercía sobre ellas. Al instante, Korra entró en estado Avatar sin dudarlo un segundo, debía sacar a Asami de esa situación lo antes posible, pero era inútil, como temía, la fuerza de Raava era minúscula comparada a la que el espíritu del tiempo poseía. Sus músculos se tensaron al instante, si no podía hacer que ambas salieran libres, por lo menos usaría su fuerza bruta para poder mantener algo de espacio en esa prisión energética en la que se encontraba. No iba a permitir que su bella CEO sufriera algún daño.
— A-Asami... ¿Estás bien? — Preguntó entrecortadamente la morena debido al poco aire que podía mantener en sus pulmones.
— S-Si. — Logró contestar la ingeniero.
— Tranquila... te sacaré de aquí... — Prometió la ojiazul. — Si tan solo pudiera hacer que los chicos dejaran de atacar a Fatum... No es malo.
— Parece hasta un cachorrito grandote. — Se atrevió a hablar la mecánica. — Pero eso no parecen verlo los chicos.
— No te apures, 'Sami, vamos a...
— ¡Déjenme tranquilo! — Vociferó Kenchi en un rugido que hizo temblar todo el lugar y destruir parcialmente los edificios.
Antes de que la Avatar, su pareja o alguno de sus amigos, que no dejaban de atentar contra el pobre ser que deambulaba libremente por el tiempo y espacio, pudieran hacer algo, ambas chicas ya eran arrastradas junto con Fatum dentro del portal espiritual ante al vista de todos dejando como último rastro una luz que envolvió todo el lugar cegando a los presentes por unos minutos y un portal espiritual restaurando. Pero sin la presencia de la Avatar o de la CEO.
- o - o - o - o - o - o - o - o - o - o –
¿Dónde estaba?, ¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿Qué era el tiempo? No lo sabía, solamente sentía un calor en su pecho proveniente de aquel cuerpo femenino que se aferraba a ella con temor de perderla, pero, a pesar de eso, el peso que éste debía tener era inexistente y, si de casualidad podía percibirlo, diría que era tan pesado como una molécula o un grano de polvo. Con una lentitud abismal, al fin Korra decidió que era tiempo de abrir sus ojos para enfrentarse con el destino con el que ahora debía lidiar. Su ser flotaba en aquel lugar dónde apareció la primera vez que entró al mundo espiritual, pero a diferencias de aquellas ocasiones anteriores, en las cuales siempre había una copia de ella en color purpura que reflejaba sus miedos, inseguridades y defectos, todo era simplemente un río de estrellas que se extendía hasta el infinito sin un fin o principio. Bajó con cuidado la mirada y pudo divisar la cabeza de su hermosa novia ocultarse en su pecho, aferrada de sus los hombros con firmeza y su cabello jugaba con la nula gravedad que había en ese lugar tan inhóspito. Parecían burbujas negras uniéndose y deshaciéndose.
No tenía idea de que pasaba, de repente todo lo que ella conocía se fue perdiendo hasta llegar a un vacío del cual no estaba segura si iba a salir. Tenía miedo, lo admitía, ella era una mujer de ciencia, tecnología y demás, los asuntos espirituales no eran su fuerte a pesar de tener cierto conocimiento de éstas ya que, su adorada novia, era todo menos una persona capaz de recordar alguna lección de historia o teoría, cosa que a ella se le daba bien, así que estar flotando, en la nada, sin percibir su propio peso o del cuerpo al que se mantenía abrazada como su salvavidas le era atemorizante. Tenía la ligera idea de dónde se encontraba, pero no estaba segura, todo aquello era tan nuevo para ella que su cerebro se bloqueó apenas tuvo conciencia de que había atravesado el portal espiritual apresada en la mano de uno de los seres más poderosos que podría competir fácilmente con Raava. No sabía qué hacer, qué pensar, solamente pudo abrazarse aun más fuertemente de su novia y esconderse en su pecho con la esperanza de que ella supiera que hacer, en ese lugar ella no tenía cabida, era solo una humana en compañía de la Avatar.
— ¿Asami? — Se escuchó un eco retumbar a su alrededor que le obligó a alzar el rostro para toparse con esos zafiros que tanto adoraba ver. — ¿Estás bien?
— Si, sólo... algo asustada. — Respondió con sinceridad. — ¿Dónde estamos?
— En el limbo... — Respondió la Avatar. — Un lugar que está en medio del mundo espiritual y el físico... Aquí vine antes de poder entrar de lleno al mundo espiritual y la primera vez que conocí a Wan.
— ¿Cómo vamos a salir de aquí? — Se interesó Asami.
— No lo sé, yo salgo de aquí de manera involuntaria... Jamás lo he hecho adrede. Además de que nuestros cuerpos físicos no han sido tocados por energía alguna. Esto es extraño. — Susurró para ambas la morena.
La ingeniero estaba a punto de hacerle más interrogantes a la maestra agua acerca del lugar, pero en ese instante el azul mar por el que eran acogidas empezó a pintarse de un color amarillo intenso, las estrellas se volvieron estrías que acariciaban el nuevo río de oro que las empezaba a mover en dirección recta, arrastrándolas a algún lugar que ambas desconocían a tal velocidad que sus cabellos llegaron a jugar con el viento que el movimiento brusco provocaba.
— ¡Ko-Korra! — Chilló Asami aferrándose con toda su fuerza a su novia. — ¿Qué pasa?
— ¡No lo sé, 'Sami! — Confesó nerviosa la Avatar. — ¡Pero no te sueltes de mí!
Pero aquellas palabras tenían tanta relevancia para el destino como la presencia de una brisa en una tormenta y se los iba a comprobar. Un destello de luz se hizo presente dentro de esas palmas que las mantenían unidas y el vil terror se dibujó en sus caras cuando percibieron una presencia extraña dentro de su agarre que se expandía obligando a sus falanges a separase. Lo que ambas temían se cumplió. Sus manos fueron separadas por algo similar a las mariposas que habían visto anteriormente en el mundo espiritual, pero ésta era diferente. Tenia un color verde y café a la vez, una de sus alas era la representación de la juventud y la otra era marchita, a nada de perecer ante el paso del tiempo y ambas lo supieron. Era Fatum en su forma física el que había intervenido en ese momento.
— No... — Susurró la Avatar mientras veía como aquellos ojos verdes eran cada vez más distantes.
— No me dejes... Te amo… — Musitó la CEO con lágrimas en los ojos.
— Yo igual te amo…
Fue en cámara lenta. O eso sintieron ambas chicas al ver como se alejaban mutuamente. Sus lágrimas quedaron flotando en el aire como la única prueba de lo que su corazón sentía en ese momento al igual que sus manos extendidas. No querían que eso pasara, después de tantos años de sufrimiento, peleas y bajas, ahora podían ser felices una al lado de la otra. ¿Por qué pasaba eso? ¿Por qué las obligaban a estar separadas en esos instantes? No lo entendían. Korra gritó una última vez aquel nombre que en algún comienzo odió con toda su alma, pero que ahora, no podría dejar de decir por más que le arrancasen la lengua. Pataleó, trató de usar su control, pero nada servía, se estaba alejando de la persona que más amaba en el mundo y ella no podía hacer nada al respecto. Chilló y aulló hasta que su garganta se destrozó por completo con la esperanza que con ese esfuerzo aquellos ojos verdes volviesen con ella y no la dejaran sola. Pero no. En algún momento la visión que tenía de Asami se perdió para dejar paso a sólo una luz brillante que fue sustituida por un dolor de cabeza inmenso seguido de la inconsciencia absoluta y, aunque la oscuridad la dominara, sus últimos pensamientos fueron con esa ingeniero que ya no estaba a su lado.
- o - o - o - o - o - o - o - o - o - o -
Despertó asustada, sudaba frío, su pecho subía y bajaba a tal velocidad que parecía como si hubiese ejercitado durante días, cada fibra de su ser estaba erizada y un dolor de cabeza le invadió al instante cuando rememoró aquel extraño sueño que había tenido horas antes. Miró a su alrededor para saber dónde estaba y, para su desdicha, aún seguía en aquella jaula dónde Tarlok la había metido por el simple hecho de ayudar a gente inocente. «La comida de la cárcel me está afectando, sí, es eso... ¿Yo atrapada con Korra en algo llamado "limbo"?», se dijo a sí misma la ingeniero mientras se volvía a costar en esa dura cama hecha de metal que tenía en su celda, no habían pasado ni cinco horas y ya extrañaba su recamara en la Isla del Templo Aire. Estaba a punto de volver a cerrar los ojos y dormir un rato cuando las últimas palabras que aquella morena le había dicho llegaron a su mente como un rayo, veloz y certero. «Te amo...». Decir que esas palabras no movieron algo en su corazón sería mentir, pues al recordar la expresión triste y esos ojos llenos de lagrimas de la Avatar le dolían a tal grado que sólo su mente racional le permitía saber que aquello no tenía fundamento alguno. Apenas hacia unas semanas que conocía a Korra, no iba a dudar que era una buena persona, algo impulsiva y tosca, pero al fin de cuentas llegaba quebrarse como un humano.
«Vamos, Asami, no pienses en sueños, estás en prisión, tu novio y su hermano están del otro lado del pabellón y solo los espíritus saben que está haciendo Korra», se dijo a sí misma la heredera. De manera inconsciente, puso su mano a la altura de su pecho y empezó a jugar con un dije que ahí mismo encontró y aquello le alarmó, ella no usaba collares desde que había empezado sus practicas de artes marciales, y eso había sido desde que ella tenía seis años. Se volvió a sentar más alarmada de lo usual, se quitó la gargantilla que tenía y la puso frente a sus ojos. Apenas esos orbes verdes se encontraron con una medalla de dorada que tenía grabada el logo de Industrias Futuro su mente estalló en cientos de imágenes de hechos que sabía había vivido, pero de los cuales no tenía muchos detalles disponibles. Si pudiera ponerlo en términos matemáticos, podría decirse que en su mente se repetían las *constantes de sus acciones, pero las variantes le eran desconocidas. Pero hubo una excepción, algo que ni el mismo tiempo era capaz de ocultar. Una morena de bellos ojos azules invadió su mente y, con ella, su corazón latió de una manera única que siempre reconocería en el pasado, presente y el futuro. «Korra... debo encontrarla, debo saber si está bien, si me recuerda... Si nos recuerda», se dijo así misma Asami cuando, en ese instante, la puerta de su celda se abrió dejando ver la figura de Lin BeiFong quien le miraba con esos ojos verdes que a veces llegaba a temer. No sabía que pasaba, pero sin duda alguna lo averiguaría, pero primero, debía encontrar a Korra.
Continuará….
NOTAS DE LA AUTORA:
Primer*: Cosa que debería hacer yo ya que el mío está lleno de papeles, cables, lápices y demás cosas que no tengo idea de cómo llegaron allí.
Segundo**: Yo adoro el té de jazmín, por eso hago tanto hincapié en eso.
Tercer***: Este dialogo lo escribí escuchando el primer opening de Shingeki no kiojyn… lol
Cuarto****: En realidad debe ser: "Tiānqì", pero se escuchaba "Kenchi", así que le dejé el segundo.
Quinto*****: Alguien ha estado jugando Bioshock Infinity…
FUMADAS DE LA ESCRITORA:
Vale, esto lo tendría que haber puesto en el capítulo siguiente, pero prefiero ponerlo ahorita para que entren un poco más en tema y no me revuelva tanto explicándolo. Verán, Asami y Korra recuerdan todo por los objetos del futuro que se llevaron al pasado (cortesía de Kenchi), pero éstos no están tal cual como recuerdos, sino como "constantes" (los que jugaron Bioshock Infinity lo entenderán)
¿A qué me refiero con esto? Podré como ejemplo el recuerdo de Zaheer (no es spoiler, es solo un ejemplo) Korra en este caso, recordaría solamente que fue herida, no sabe como, no sabe quien, solo tiene el pleno conocimiento de que fue herida.
En el caso de Asami, pasa lo mismo: Recuerda una profunda tristeza que se relaciona a Korra y que ésta fue lastimada. No sabe como, no sabe por quien. No sé si me explico… Si no, mándenme un MP y les explico con más profundidad.
REDES Y :
Y vale, el titulo lo dice todo.
Facebook: Zakuro Hatsune (soy tan original)
Tumblr: zakurohatsune (punto) Tumblr (punto) com
Twitter: "arroba" L_HZakuro
: Zakuro Hatsune (Sus donativos serán para pagarme material escolar y, cuando se junte el necesario, pagar la cuenta del EverNotes que es lo que me permite escribir)
Zakuro Hatsune.
