-0-
Que el Doctor estuviese asustado no era buena señal.
Eso era algo que Rose tenía presente desde que le conoció. Y si había aprendido algo durante todo ese tiempo, era que, cuando el Doctor estaba asustado, era porque las cosas iban realmente mal.
El Doctor y ella, apoyados en la baranda, reían a carcajadas mientras recordaban su última aventura, los dos con ese brillo especial en los ojos que sólo tienen los que han llegado a compenetrarse perfectamente. Cuando el Doctor hacía por enésima vez su imitación del consejero real en pleno ataque de nervios, las luces se apagaron de repente, y al volver a encenderse, una tremenda sacudida les tiró al suelo.
Tras el brevísimo instante de confusión inicial, el Doctor dejó escapar un bufido de risa y los dos estallaron en carcajadas ante la inesperada reacción de la TARDIS.
Fue justo luego cuando todo empezó a ir realmente mal.
El Doctor se incorporó, todavía intentando recuperar el aliento entre risitas nerviosas, y se dirigió hacia los paneles para ver qué había provocado la inoportuna sacudida, algo que, por otra parte, era bastante normal. Rose se había quedado sentada en el suelo, con una enorme sonrisa todavía dibujada en su cara. Sólo alcanzaba a ver al Doctor de espaldas, pero vio que este se había quedado inmóvil, las manos firmemente agarradas a los hierros y engranajes de la nave.
― ¿Doctor?
La joven se levantó y fue hacia él, tropezando con otra leve sacudida de la TARDIS.
― ¿Algo va mal? ¿Doctor?
El Doctor tenía la vista fija en uno de los paneles, mirándolo con los ojos desorbitados. La sonrisa se había desvanecido de su cara.
― ¿Qué ocurre? — preguntó ella una vez más, consciente de que una desagradable sensación se abría paso en su estómago.
El Doctor no parecía escucharla. Meneó la cabeza, despacio, casi como si le costara horrores moverla, la mirada fija en las luces.
― No… por favor… por favor, eso sí que no…
Rose sintió que el corazón le daba un vuelco, porque si había algo que tenía muy claro, era que nunca auguraba nada bueno que el Doctor estuviese asustado. La joven intentaba no caerse con el traqueteo de la TARDIS mientras él empezaba a manejar los controles, moviéndose de un lado a otro frenéticamente, como si sus vidas dependieran de poder huir a tiempo de donde quiera que se encontrasen, huir de lo que quiera que les estuviese acechando…
―No es el mejor lugar para aterrizar. Ohhhhh no, desde luego que no… Al contrario, es el PEOR lugar del mundo para aterrizar… Tenía que haberlo esperado… ¡Maldita sea, tenía que haberlo esperado!
― ¿Doctor? ¿Qué pasa? ―le agarró con firmeza de un brazo, luchando contra la inquietud que empezaba a dominarla―Por favor, dímelo.
Él la miró, pero enseguida apartó la mirada, como si no pudiera explicárselo, o no quisiera... Y en ese mismo instante, otra fortísima sacudida los separó bruscamente. Chispazos y estallidos les rodeaban por todas partes y Rose se protegió con los brazos. Los dos compañeros lograron agarrarse a la baranda para no caerse, pero la expresión del Doctor dejaba muy claro que algo muy malo iba a ocurrir. De repente, un extraño zumbido, átono, que crecía gradualmente en intensidad, apagó los inútiles intentos de la TARDIS por despegar. La expresión ya de por sí espantada del Doctor se transformó en auténtico horror mientras miraba, impotente, hacia los controles.
― ¡¡No, no!!... ¡¡Ya no hay tiempo!!
Se giró bruscamente hacia Rose y la agarró por los hombros; sus ojos castaños se clavaron en los suyos, suplicantes, poderosos, de un tono ligeramente más oscuro.
― Escucha, Rose… Pase lo que pase, no me olvides ―dijo, frenético, jadeante, intentando hacerse oír por encima del zumbido y del estruendo de la TARDIS―. Ni un solo segundo. Pase lo que pase, no me olvides, tu vida depende de ello, Rose, ¿lo entiendes?
Antes de que Rose pudiera vencer su estupor, otra terrible sacudida los tiró al suelo. Ella gritó. El zumbido átono llenaba sus oídos por completo, penetraba en su cabeza, en todo su cuerpo. Sintió que la mano del Doctor agarraba con fuerza la suya, y por un instante la invadió la sensación de que todo iba a salir bien, pasara lo que pasara.
Luego todo estalló en una luz cegadora… y la oscuridad la engulló.
