Era Eric.
No se sentía mal por ello. Ni un pequeño atisbo de culpa ocupaba su corazón. Es más, incluso se encontraba liberada, más relajada. No pudo reprimir la sonrisita autosuficiente al contemplar el cuerpo del hombre tumbado en una camilla ante ella; se sentía poderosa. Había dejado poco más al borde de la muerte a uno de los líderes de Intrepidez… de un golpe.
Tris estaba segura que no había muchas personas, sino ninguna, que podían presumir de ello.
Cuando sus miradas se encontraron, no había arrepentimiento en sus ojos; ni acusación en los de él. Lo aceptaba, pero no le gustaba. Tris estaba segura que aún le quedaban palabras que decir al respecto.
Era Eric, al fin y al cabo.
