Buenos días, buenas tardes o buenas noches.
Bueno gente he vuelto a cumplir un nuevo reto, uno que francamente me encanto desde el momento en cual fue lanzado. Esta es una historia dedicada a Ahiru-san quien lanzo el reto en primer lugar y me dio la oportunidad de cumplirlo. ¡ Mil gracias!
Se suponía que la historia de preferencia debía de comenzar después de los eventos ocurridos en la serie, pero cuando lo intente mi borrador general por alguna razón aún desconocida tomo otro rumbo y la trama parecía la de una telenovela barata. En serio, ni idea como termino así pero era tan mala que hasta me dan ganas de publicarla como "mi peor historia, tan mala que desearían que nunca la hubiera inventado".
En fin, después de hacerle una corrección general decidí comenzar esto desde el momento en el que se conocieron nuestro amado e idolatrado Jenrya y la única lobo solitario, Ruki; pasando por todos los *momentos* que pudieron haber tenido en la serie y películas. Lo cual significo una excusa para volverlas a ver, aunque después de me haya olvidado mi objetivo principal y tuviera que recurrir a la ayuda de la digipedia. Pero, me temo que no terminaran ahí sus momentos. Buahahaha.
Como sea, ya sin nada más que decir a excepción de que obviamente no soy dueña de digimon ni de ninguno de sus personajes, enjoy.
L'éternité d'un instant.
Simple Moments.
El tiempo son solo instantes guardados en nuestros corazones y la vida solo es la suma de esos instantes…
— ¡Deténganse! — ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué detenerse tan pronto escucho esa voz? ¿Por qué no continuar hasta terminar la batalla e ignorar aquel sonido que tan fácilmente la detuvo en un instante? — ¿Por qué obligan a sus digimons a tener una batalla? — ¿Que acaso aquel niño no lo sabía? ¿No comprendía algo tan sencillo como la naturaleza de los digimons?
— Los digimons solo sirven para pelear, para volverse fuertes y nada más — se dijo a si misma reafirmando lo que le había dicho a aquel niño de ojos grises y piel canela — ¿Por qué piensas que estas creaturas que conviven con nosotros son herramientas para pelear? — y ¿Por qué pensar de una forma diferente? ¿Por qué darse el lujo de la duda si la respuesta a diferencia de la pregunta era tan clara?
— Oye niña, tú debes ser la reina digimon ¿o me equivoco? — cierto, aquel extraño tenía razón, ella era conocida como la reina digimon famosa por llegar hasta donde ningún niño de su edad había llegado. Era fuerte. Más de lo ninguno creyó que seria, y por ende debía que tener a su lado a un Digimon igual de poderoso y sin embargo…
— Renamon… — convoco la presencia de aquella que había elegido para ese puesto, pero que a pesar de ser ellas las que se mantuvieran en pie en todas aquellas batallas donde sus adversarios se volvían datos que la zorra consumía, había algo que aún no podían lograr, algo indispensable, la muestra absoluta de que eran las más fuertes y que nada las podría vencer.
La digievolucion era la clave del éxito, la muestra irrefutable de su fortaleza y sin embargo ni ella como tamer o siquiera Renamon como digimon que era, poseían el conocimiento de cómo llegar a esa meta que a cada paso parecía más lejana.
Pero…
Aquel niño, él se había atrevido a hacerla dudar de sus objetivos, había hecho tambalear sus metas y creencias con tan solo unas pocas palabras y ¿Todo por qué? — Solo por amistad. Que absurdo.
Un digimon solo sirve para pelear, hacerse fuerte y lograr la digievolucion. Y el trabajo de un tamer es ver que así sea.
Ruki Makino, mejor conocida como la reina Digimon, campeona del torneo realizado un año atrás, fría en las batallas capaz de haber ganado todas y cada una de aquellas que la llevaron a ostentar su título. bueno, a excepción de una donde fue derrotada por alguien llamado Ryo Akiyama, el cual tras desaparecer en circunstancias misteriosas le cedió el título de campeona y reina absoluta.
— La reina Digimon… — pensó en voz alta lo que ese título conllevaba, cuantas peleas y no precisamente aquellas con las cuales sus compañeros se divertían. No, las peleas genuinas, aquellas donde se jugaba la existencia de un ser vivo, tal vez uno compuesto de datos, pero vivo a fin de cuentas. — Ruki… — su nombre se escapó de entre sus labios al recordar no aquellos artículos donde hablaban de su destreza táctica, si no de aquellos que alababan la gran belleza heredada de su madre Rumiko Makino, una de las más importantes modelos de su país. — De hecho si es muy bonita…
Debía ya de ser muy tarde y estar él demasiado cansado como para admitir en voz alta que aquella niña pretenciosa y pesada podría ser considerada de alguna forma bonita para su persona. Acomodándose mejor en la cama compartida, asegurándose de que su pequeño compañero no despertara e ignorando el calor que se había ocupado de sus mejillas se adentró en un mundo de sueños donde sin éxito espero olvidar aquel desagradable encuentro que había tenido lugar esa tarde.
.
.
.
.
Era indignante, inconcebible en todo aspecto posible ¿Por qué? Se repetía una y otra vez aquella pregunta en su interior, ¿Por qué aquel enano había logrado lo que Renamon no conseguía? ¿Por qué siendo su tamer un debilucho que no creía en las batallas ese pequeño digimon había alcanzado la digievolucion tan fácilmente mientras que el suyo no podía lograrlo a pesar de haber conseguido tanta información?
Solo había una forma de enmendar su orgullo dañado y demostrar una vez más porque era la llamada reina digimon — Derrotalo — grito la orden tan pronto como la zorra tuvo la oportunidad de tomar a su presa.
Nadie se lo esperaba, ni siquiera él. Era cierto, un hecho innegable que cuando el pequeño Terriermon lograba la digievolucion algo dentro de él cambiaba, no era su amigo que gustaba de comer panecillos de carne. Cambiaba, su instinto lo dominaba y se volvía un ser distinto en todo aspecto, peligroso a decir verdad. Pero, nunca se imaginó que llegara hasta tal extremo de ser capaz de apuntar con sus ametralladoras no a un enemigo, o siquiera un digimon mas, si no a un ser humano. No interesaba que tan cruel pareciera, Ruki Makino no tenía porque pagar con su vida el error que como tamer, como amigo, había cometido Jenrya. Quería detenerlo de alguna forma, deseaba tanto que con un grito cesara su intento homicida hacia aquella pelirroja, pero no podía, su voz se había perdido en reproches contra sí, contra Terriermon por haber cometido lo prohibido.
— Guilmon — escucharon una voz, tal vez la de aquel castaño que estaba con ellos en aquella lucha, ninguno de los dos podía estar seguro. Uno demasiado enfrascado en la autocompasión y el inútil deseo de detener aquella locura que había comenzado. Y la otra enfrentando por primera vez el genuino temor de ver tan cerca el final de su existencia.
Cualquiera consideraría la oportuna intervención del dinosaurio rojo una verdadera fortuna, cualquiera hubiera agradecido que las cosas no hubieran llegado tan lejos como para haber lamentado una muerte innecesaria. Cualquiera, menos ellos dos que sabían que aquello bien pudo evitarse. Jenrya bien pudo haber hecho un mejor trabajo en evitar la digievolucion de su amigo. Ruki bien pudo no confiarse tanto y considerar más a aquella orejona molestia.
— La próxima vez no perderé…— declaro la reina pasando de lado, como si su vida no hubiera estado en riesgo, como si aquel incidente no hubiera hecho mella en su corazón de hielo.
La próxima vez… Jenrya no permitiría que hubiese una próxima vez.
