Buen día, querido lector (: me encuentro haciendo esto antes de defender mi empresa en Administración, lo hago en parte porque desde hace rato tenía la idea, pero no sabía cómo llevarla a cabo, hasta que vi una barra de chocolate que me trajo una tía cuando supo que me dio bronquitis xD Bueno, así era al comenzar esto.
Este fic es un reto de ChemicalFairy para el foro del Proyecto 1-8, ella pidió un YamaKari con el acoso escolar profesor-alumna como plot de la historia ¡y heme aquí tratando! Advierto tendrá Taiora, pero en un segundo –quizás tercer- plano (?)
El título del fic, otra vez, es una canción. Canción para mañana, de Los Bunkers, una genial banda chilena c: Sólo se me hizo adecuado xD
¿Advertencias? No creo llegar a poner lemon como tal, pero sí tendrá temáticas que pueden resultar incómodas –acoso sexual, bullying, palabras malsonantes, etc.- El romance acá pasa a un segundo plano y la historia –probablemente de uno o dos capítulos, no sé cómo se me de- está subdividida en pequeñas 'viñetas'. Estoy experimentando un poco un estilo que no he usado antes y en fin, si algo falla, culpen a los tres días de fiebre 8D ¡En fin! Temática M por los contenidos.
Disclaimer, Digimon no es de mi propiedad.
¡Espero que te guste, ChemicalFairy!
Canción para Mañana
– Primera parte –
I. Acecho
Al comienzo hizo caso omiso, lo creyó producto de su imaginación, ¿por qué un maestro debería prestarle más atención de la debida a una alumna? Además con el profesor Sumida no iba mal, ¡inglés no era su fuerte, pero bien tenía notas buenas! Las primeras veces eran cosas tan nimias como sostenerle de más la mano al entregarle algún apunte o examen, pasarle a llevar el brazo cuando pasaba por su puesto y cosas así, luego las cosas parecían más evidentes para ella, pero lo suficientemente inadvertidas para los demás, como "chocar" por accidente en los pasillos y pasar a rozar más allá de un brazo, colocar sus manos con frecuencia en su espalda u hombros o cosas aún más osadas como sentarla delante de su escritorio y detenerse en la figura de sus torneadas piernas. Bien, Hikari era un poco inocente para su edad, ¡pero no una estúpida!
Y finalmente sus temores sucedieron.
Fue una tarde de finales de verano, tras las vacaciones, llovía torrencialmente y ella esperaba en el aula a Takeru para irse a casa, mientras adelantaba algo de su tarea de inglés (luego de eso se preguntó porqué diablos no fue a la biblioteca o a mirar el entrenamiento, que solía causarle dolor de cabeza por el alboroto). Estaba tan concentrada que sólo alcanzó a percatarse de que alguien más había entrado al salón cuando una voz ligeramente ronca la sacó de sus pensamientos.
—Yagami, ¡vaya sorpresa! ¿Haciendo tu tarea? ¡Qué chica más buena y estudiosa!— Felicitó, con un deje de malicia.
La castaña alzó lentamente la cabeza, Sumida parecía un lobo acechando a un pobre cordero. Intentó formular una torpe frase de rechazo, pero de su boca no salieron si no balbuceos sin sentido ni orden, ¡estaba aterrada! Cerró con vehemencia el libro sobre el pupitre e intentó tomar sus cosas, pero las manos de Sumida fueron más fuertes en aprisionar sus muñecas. Hikari intentó gritar, pero unos labios con un desagradable sabor a tabaco y una lengua sin tacto alguno en invadir su boca la hicieron de mordaza.
Ella sabía que en todo ese acto no pasaron si no apenas minutos, pero ¡se le hicieron eternos! ¡Encima una de las atrevidas manos se dio el gusto de recorrer su frágil cintura hasta llegar a sus firmes glúteos! Estaba atrapada, a esa hora ya casi no quedaban personas en la escuela.
Para su suerte, la bestia se detuvo allí, sonriendo de una manera que a la pobre Yagami le dio náuseas.
—Si dices de esto a alguien, yo mismo me encargaré que pierdas tu beca del curso de fotografía, Yagami. Es nuestro pequeño secreto, ¿verdad, darling?— Y se fue, soltando una risa y lanzándole un beso que a la chica se le hizo repugnante.
II. Angustia
Apenas pudo, casi huyó de aquella molesta aula. Llevaba el corazón agitado y la confianza destrozada, hecha añicos. ¿Por qué diablos Dios parecía conspirar para causarle problemas? La menor de los Yagami suspiró pesadamente, ni siquiera quiso ir a por Takaishi al gimnasio o pasar por su mejor amiga a la sala de informática; ella sólo deseaba volver a casa, dejarse caer entre sus cobijas y llorar hasta secarse. Pero ni allí estaría a solas con sus pensamientos, su hermano estaría como lince al acecho, preguntando los motivos de su conducta.
La sola idea horrorizaba más de la cuenta a Hikari. Ver otra vez la angustia en los ojos de Taichi era el peor de los castigos. Sólo por eso se prometió férreamente guardar silencio.
Sin sospechar que aquel silencio la iría carcomiendo poco a poco por dentro, hasta el momento de asfixiarla, pero si siempre se calló sobre sus problemas, ¿por qué iría a hablar ahora? ¡No quería! Aquello no dejaba de ser tan vergonzoso… más en una sociedad como en la que estaba inmersa.
Llegó a casa, entró directamente a su habitación y se dejó caer en la cama sin hacer, ocultando su rostro en la almohada y dejando salir todo eso que tenía atorado en el pecho, dando rienda al más amargo de los llantos, porque Hikari quería morirse allí mismo, por mucho que intentara pensar las cosas en positivo.
Quería hacerse polvo y desaparecer de la faz de la tierra.
III. Agobio.
La desesperante situación se venía repitiendo desde septiembre, o sea, ya casi dos meses. Hikari contaba con prisa que llegaran las vacaciones de navidad y rogaba al cielo y a ese Dios que a veces hace acto de presencia que la cambiaran de curso, porque tenía entendido que en la clase de Ken y Takeru, Sumida no hacía la clase de inglés, si no que una maestra, ¡qué iba a poder recordar ella con claridad!
Claro que se notaba el agobio en sus facciones, de los nervios había bajado un buen par de kilos, sus calificaciones habían caído irremediablemente y durante las tertulias ya no reía, ni siquiera se animaba a rehuir a Daisuke o a responderle los coqueteos a Takeru, como hacía antes. Ahora no existía más nada que sus preocupaciones en su cabeza. Cualquier palabra de confianza que pudiera infundirle Miyako le entraba por un oído y le salía por otro.
Quería gritar, pero las amenazas de Sumida cada vez subían de nivel.
"Puedo hacer que destituyan a Inoue del club de informática, ¡le romperías el corazón a tu mejor amiga!"
"Motomiya e Ichijouji quedarían fuera de la nacional de soccer, ¿en verdad quieres eso?"
"Takaishi no podrá jugar más por el equipo de básquet, ¡ni hablar de su permanencia en el club de literatura! Tú sabes que coordino el área extracurricular, Yagami."
Sin contar la tremenda deshonra que significaría reconocer que un maestro la acosaba de la manera más vil y asquerosa posible. Miró sus posibilidades y miró la realidad; era como si un Numemon se enfrentara a SkullGreymon, ¡imposible! Sólo quedaba esperar un milagro.
A este paso… terminaría tan agobiada que, probablemente, cometería alguna estupidez.
IV. Alarma
—Hikari, ¿qué te pasa? Antes me contabas todo cuanto te pasaba.— Taichi no era el primero en decirle esas palabras, pero era quien se veía más angustiado al respecto.
—Estoy… bien, Taichi, tranquilo.— Comentó, levantándose y dejando sus cubiertos en el lavavajillas.
Claro que mentía, mentía descaradamente al decir aquello, NO estaba bien, era obvio que estaba cayendo lentamente en un cuadro de depresión clínica, demasiado estrés acumulado y en cualquier momento terminaría estallando, era como una bomba de tiempo. Hikari miró a su hermano, esquivó el verlo a los ojos mordiéndose los labios y con los ojos empañados por el llanto traidor que amenazaba escapar.
—Estoy bien.— Reafirmó su mentira antes de entrar a su habitación.
Allí, se quitó lentamente la ropa para colocarse el pijama y observó, atemorizada, su cuerpo. Para empezar, con dieciséis años se notaba delgada, ahora mucho más delgada por la pérdida de peso, los huesos de su cadera ahora sí eran evidentes y notaba los de la clavícula casi tirantes. La sola imagen provocó que rompiera en llanto mientras giraba el espejo contra la pared, se vestía y se metía entre las cobijas para llorar hasta cansarse –único recurso que invocaba al sueño desde hace meses–.
Pero las voces de alarma ya habían sido dadas.
V. Acusación
Yamato ni se imaginó qué encontraría aquel día al ir de visita con el club de Astronomía, del que había formado parte durante los tres años en la preparatoria. Siempre que iba, era muy bien recibido y resultaba grato instruir un poco a los nuevos chicos sobre las maravillas del universo y las estrellas, las cuales inspiraron más de alguna de sus canciones. Pero el antiguo portador de la Amistad jamás pensó que lo que viera cambiaría su vida de una manera tan… desagradablemente radical.
Sorprendentemente, Ushinomiya, la profesora dirigente del club de Astronomía, terminó un poco antes las actividades del club para ir a por café, hablar con Yamato o simplemente el frío de finales de noviembre le daba suficiente pereza como para prolongar más el asunto. Y quizás aquel factor llevó al rubio a percatarse de una muy desagradable sorpresa.
—¡Qué nostalgia! Aún recuerdo cuando estábamos en segundo año y por no dar un examen de matemáticas, me hice el accidentado justo aquí…— Hablaba consigo mismo, sonriendo con añoranza de aquellos días, la vida universitaria básicamente lo consumía.
La vio con expresión incómoda, saliendo del salón y secándose ¿lágrimas? Yamato estimaba a Hikari como si fuera su propia hermanita, estaba preocupado de su estado, pero ella pareció no notar su presencia en el pasillo. Sin dudas, lo peor vendría después, escuchó una voz que se le hizo familiar.
—Mañana aquí, a la misma hora, darling. No olvides nuestro trato, preciosa.— Sonaba burlón, ¡se estaba riendo!
—Descuide.— Soltó la chica, casi por acto automático y echó a caminar en dirección de Yamato, notando a éste y ahogando un chillido de sorpresa, de terror.
Sin mediar mayor palabra lo tomó del brazo y echó a correr con él hasta llegar al patio y le miró con una mezcla de miedo y seriedad. Ambos intercambiaron largas miradas hasta que el rubio, aligerando la situación, la abrazó por los hombros.
—Vamos a caminar, Hikari.
Se sentía culpable, sucia, acusada… ¿qué iba a pasar a partir de aquel momento?
VI. Alivio
El ruido del corazón de Odaiba repiqueteaba en sus oídos, ¿pero sería, acaso, el ruido de su propio corazón? Yamato caminaba a menos de un brazo de distancia, pensativo, le dirigía la mirada de vez en cuando y volvía al mismo mutismo. Mas, supo identificar algo en aquellos ojos azules; Yamato no la juzgaba.
—Dime, Hikari, ¿qué clase de postres te gustan?— Su voz ronca interrumpió todos los pensamientos, hasta silenció por un momento el ruido de la ciudad.
¿Postres? ¿En un momento así? ¿Realmente Yamato lo habrá notado? Quiso parecer natural, quiso sonreírle y declinar la invitación a comer, pero las traicioneras lágrimas ahogaron todo intento y sólo pudo romper a llorar. Ishida lo entendió, con una dulzura poco habitual en él, supo comprender que la portadora de la Luz estaba demasiado asustada como para hablar.
—Ten.— Frente a ella lucía una barra de chocolate con almendras a medio consumir. —Es para que te animes en lo que llegamos a una cafetería.
Con las manos temblorosas tomó la golosina ofrecida y le dio una mordida, dejando de hipar al momento que hubo sido inundada con su dulzura. Estaba sorprendida, hace mucho que no había sido capaz de reparar en el sabor de algo, todo alimento que tocaba sus labios, le resultaba terriblemente amargo o, aún peor, insípido.
Al fin, luego de más de dos meses, fue capaz de sonreír. Sin más palabras, sin más nada de por medio, Yamato logró quitarle parte del peso de sus frágiles hombros, logró que su corazón por fin estuviera en una relativa paz.
Aquel era un dulce, dulce alivio.
— . . . —
Bien, fue una odisea salir de mi comfort zone. No sé cuál sea el resultado de esto, pero siento que me hizo bien dejar mi nido seguro de siempre y probar cosas nuevas xD
Lo habría hecho antes de no haber estado tan atareada, pero ¡en fin! Primer capítulo listo y me quedan uno o dos más (:
Ya saben, tomatazos, puteadas, flores, amenazas de muerte, en reviews.
* . Carrie.
