Prólogo
"Me busco y no me encuentro. Rondo por las oscuridades paredes de mí misma, interrogo al silencio y este torpe vacío y no acierto en el eco de mis incertidumbres." – Josefina de la Torre.
Desperté debido al cosquilleo que me producían una serie de pequeñas cosas contra mi piel, en el momento que di paso a la luz fui completamente cegada por aquel abrazador destello, para cuando el dolor fue disminuyendo me permite abrir, lentamente los ojos, dejando así que estos fuesen enfocando el lugar en el que me encontraba.
Me sorprendí al observar que estaba en lo alto de una colina, la cual se hallaba en medio de un bosque de álamos, cuyas hojas estaban bañadas de rojo, naranja o amarillo; señal de que el otoño había llegado. Me levante del suelo poco a poco, mientras las hojas de aquellos árboles se escurrían por mi cuerpo, seguido a esto mire de un lado a otro, desorientada, sin saber exactamente cómo era que había acabado en un sitio como este.
La altura que me encontraba no era lo suficientemente alta como para dejarme ver más allá de las extensas planicies que formaban las copas de los árboles, no había ningún rastro de civilización en kilómetros a la redonda, o eso creía, ya que a lo lejos; así el norte por donde una gran cordillera se alzaba imponente; entre los álamos vi sobresalir una delgada columna de humo.
Sí había humo a lo lejos significaba que a lo mejor allá había alguien – "Es lo mejor que tengo ahora" – Pensé mientras comenzaba a bajar por la colina.
Una vez abaja camine hasta estar justo delante de la linde del bosque, me detuve antes de continuar debido a que una fuerte, que azotaba todo a su paso, surgida de las profundidades de este me obligo a parar. Aquel vendaval era tan gélido que casi podía sentir como helaba todo mi interior, pero había algo más en aquella corriente, algo que presentía no era nada bueno. ¿Tal vez sería una advertencia?
A pesar de mis dudas continué y finalmente me introduje en aquellas inhóspitas profundidades si saber exactamente qué era lo que podría encontrar, dentro del bosque la cosa cambiaba, todo era igual, miles de esqueléticos árboles; copias, dispuestos al azar que distorsionaban mi camino. Por otro lado, a cada paso que daba, se iba agudizando la sensación de que no estaba sola, había alguien, una presencia que seguía muy de cerca mis pasos; pero que por desgracia no sabía dónde se encontraba.
En un momento dado, me detuve, callando así el sonido de mis pasos contra las hojas secas, de esa forma todo se había quedado en completo silencio, ahí fue cuando me di cuenta de que en aquel bosque no se escuchaba el sonido de los animales; incluso ya no corría viento. Miré de un lado a otro en busca de lo que fuese que me seguía, pero no había nada.
De repente escuché el crujir de las hojas, venía de alguna parte, pero no sabía de cual por lo que volví a mirar esta vez concentrada mi alrededor, hasta me di la vuelta y entonces escuché un leve sonido que lleno el silencio bosque. Era un cascabel.
Aquel tintineo metálico sonido procedía de la dirección a la que me dirigía, rápidamente me di la vuelta, no había nada, pero aquel pequeño sonido volvió a repetirse; y entonces me di cuenta de que la luz comenzaba a menguar, estaba atardeciendo. Lo cual era extraño si hace nada el sol estaba apenas elevándose hacia su máxima posición ¿Llevaba tanto tiempo aquí dentro cómo para que ya estuviera atardeciendo?
Aunque me hubiese gustado seguir meditando aquello no lo hice y en su lugar eche a correr en la dirección del cascabel, dentro de este lugar ya estaba perdida por lo que aquel sonido era lo mejor que tenía ahora para salir de aquí; además debía darme prisa que a cada paso que daba la luz iba desapareciendo cada vez más y no podía acabar aquí dentro en la más profunda oscuridad.
En cambio, cada paso que daba me acercaba más y más a aquel tintineante sonido, entonces me pude dar cuenta de que a través de la ilusoria red de árboles podía ver unas brillantes luces; por lo que apurre más el paso.
Finalmente conseguí salir de las profundidades para encontrarme ahora en medio de un pequeño valle, en donde se hallaba una mansión de estilo victoria de la cual, de entre todas sus altas chimeneas en una, brotaba aquella delgada columna de humo negro que había visto a lo lejos. Rápidamente me puse en marcha hacía la estancia. Para cuando llegué al muro que bordeaba la propiedad, pude ver una cinta llena de cascabeles que se encontraba amarada a uno de los tubos de la verja – "Así que esto era lo que escuchaba" – Dije mirándolos un momento. Seguido a esto me fije que aun lado de la verja, en el muro de oscuros y desgastados ladrillos rojos, había un cartel que suponía que sería el nombre de la propiedad o del apellido del propietario; pero me era imposible descifrarlo, ya que marcas de garras habían borrado las letras que allí una vez hubo.
De repente a lo lejos se escuchó el ruido de un trueno, poco tiempo después pude ver como una blanca luz se reflejaba de espaldas a mí contra toda la fachada del lugar; el helado viento se había avivado y este era más poderoso que nunca, y en poco tiempo un helado manto cayó sobre todo e lugar. Todo esto había sido pequeños adelantos de la profunda noche que se cernía sobre mi cabeza, una noche cuyo único faro era una brillante nube que de vez en cuando era cubierta densas nubes que impedían que su luz pasase.
Sin perder más el tiempo abrí la verja, la cual me dio la bienvenida con un chirriante y oxidado ruido, para seguido a esto comenzar a caminar a través del jardín, sintiendo como mis pies se hundían en el espeso fango. Una vez que estaba delante de la entrada me detuve un momento de llamar a la puerta, tenía un mal presentimiento de todo esto, pero no me quedaba más remedio, estaba perdida y aquel manto de agua se había vuelto más intenso; por lo que mientras era observada por los cientos de pares de ojos de las gárgolas que adornaban la fachada del edificio llamé.
Espere un momento, pero nadie contesto, por lo que volví a llamar a la puerta, esta vez tocando más fuerte, pensando en la posibilidad de que no me hubiesen escuchado debido a la tormenta; pero de nuevo nadie respondió. Por lo que insistiendo una vez más volvía a llamar.
De repente la puerta se abrió lentamente acompañada del crujir de la madera, pero del otro lado no había nadie, algo dudosa metí un pie en la estancia y seguido a este el otro, para después cerrar la puerta detrás de mí – "¿Hola?" – Pregunté lo más alto posible, pero no hubo respuesta. Aprovechando el momento, me escurrí la ropa, estaba completamente empapada y helada por lo que tenía que ser rápida si no quería pillar una hipotermia.
Una vez acabada mi tarea, volví a dirigir mi vista a la estancia, el interior contrastaba enormemente con el exterior, ante mí se encontraba una inmensa estancia cuadrada, el salón, en cuyos laterales se encontraban enormes estanterías de marrón oscuro, repletas de libros, adornos y demás cosas, la cara delantera se componía de una escalera de una madera achocolatada en la parte izquierda que subía un par de metros antes de torcer a la izquierda y llevar a un pasillo que conducía a las diferentes estancias del nivel superior. Al lado de la escalera, separada por un tramo de pared había, había otra puerta, que supuse llevaría a un sótano.
Por otro lado, en medio del lugar, había una larga mesa cuyo color era idéntico al de las estanterías, cubierta por un fino mantel que la recorría de un extremo a otro, en donde se hallaban cinco candelabros colocados de tal forma que en caso de ser encendidos proporcionaban luz a toda la superficie; además dicha mesa estaba repleta de una vajilla de blanca porcelana con detalles dorados. Debido a la cantidad de platos y cubertería, supuse que quien o quienes fueran dueños de a casa estaban preparando algún tipo de celebración. A su vez, encima de la mesa había colocada una gran lámpara de araña, compuesta por brillantes cristales debido a la luz que esta emitía.
Por último, las paredes del lugar estaban cubiertas de un precioso papel pintado, compuesto de tonos cálidos, casi como los del bosque que se cernía por fuera, pero estos en este caso había un predomino del color amarillo, pero de un tono bastante suave. Además, estas tenían varios cuadros, bastantes grandes, en los que se retrataban paisajes de la naturaleza, casi la mayoría tenían que ver con el atardecer, todos enmarcados cuidadosamente en marcos de estilo barroco, y colgados, con independencia del lugar en el que estuviesen, a la misma altura.
Aquel lugar transmitía cierto confort y calidez, era un lugar bastante pulcro y ordenado en el cual apetecía estar largas horas.
Una vez que había terminado de apreciar la estancia en la que me encontraba caminé a través de este, rodeando la mesa – "¡Hola! ¿Hay alguien ahí?" – Volví a preguntar, pero no recibí respuesta, me detuve un momento a apreciar la estantería, tenía un montón de diversos objetos, pero ninguna fotografía, lo cual era bastante curioso.
Seguí recorriendo el lugar hasta que me di cuenta que en la pared de la derecha, al lado de la estantería había otra puerta, intrigada me dirigí hasta dicha puerta, idéntica a la de al lado de la escalera, y al abrirla me encontré con lo que era la cocina, esta era bastante grande, con una gruesa mesa de madera, la cual estaba bastante desgastada por el paso de los años, repleta de todo tipo de alimentos, la lado de esta se encontraba un encimera de la ladrillo rojo donde estaba el friegaplatos, y justo en la parte de atrás de la cocina se hallaba un gran horno antiguo, de esos que son de piedra y funcionan a base de madera.
"Así que de aquí era donde provenía el humo" – Dije al ver que este estaba encendido.
Entonces me fije en un gran y alargado cuadro que se encontraba encima de la encimera, el cual se basaba en una mesa a rebosar de alimentos, dicha pintura era un reflejo de las reales que se llevan a cabo durante el día de acción de gracias.
De repente, escuché detrás de mí como la puerta de la entrada se habría y rápidamente era cerrada de un portazo, seguido a esto, fuertes pisadas impactaban contra el suelo de madera del salón, haciéndolo crujir, para después volver a escuchar otra puerta abrirse; ahora los pasos cada vez se me escuchaban más a lo lejos, después de aquello todo había vuelto a quedar en el más profundo silencio. Los pasos se habían ido, pero la estela que habían dejado consigo dejó en el ambiente una extraña sensación, algo inexplicable y desagradable.
Intrigada salí de la cocina para encontrarme un rastro de pisadas fangosas, que correspondían a unos pies descalzos, el cual iba desde la entrada hasta la puerta que estaba al lado de la escalera, que estaba ahora levemente abierta, una pequeña rendija de la que emanaba una profunda oscuridad. Me acerqué a la puerta y poco a poco la fui abriendo, para mi sorpresa esta no conducía a ningún sótano, sino que llevaba a un alargado pasillo por el cual las huellas continuaban hasta torcer a la derecha.
"¿Hola?" – Susurré no muy convencida mientras mis ojos iban de un punto a otro del pasillo, buscando cualquier cosa.
De repente escuché como a lo lejos, comenzaba a sonar música de orquesta, una poderosa música que lo silenciaba todo, y como si estuviese hipnotizada comencé a seguir el sonido de aquellos melódicos violines. Iba despacio, dudosa de saber a dónde me llevaría todo aquello, hasta que llegó el momento de tener que girar a la derecha y toparme con lo desconocido.
Poco a poco fui moviendo la cabeza de tal forma que esta sobresaliera lo más mínimo de la única protección que me daba la esquina, el seguir oculta, y poder ver que me aguardaba al otro lado, para sorpresa mía el pasillo continuaba hasta finalizar en otra puerta que estaba completamente cerrada. Una vez que vi que no había moros en la costa, salí de mi improvisado escondrijo para continuar el camino hasta la siguiente puerta, al abrirla este me condujo hasta una alargada galería, la estancia en la pared de la derecha tenía inmensas obras de arte de un estilo similar a las que había visto anteriormente; los cuadros se encontraban separados de tal forma que en medio había pequeñas lámparas que iluminaban completamente el lugar. Por otro lado, la pared de la izquierda estaba compuesta por cinco grandes ventanales rectangulares, por los cuales se colaban las luces de los rayos.
Aun así, el sonido de la tormenta era completamente silenciado por el sonido de la música, camine hacia el final de la galería observando los cuadros, todos seguían teniendo algo que ver con la naturaleza, pero en este caso aparecían personas. Poco a poco me iba acercando hasta el final, así otra puerta que volvía a llevar a lo desconocido, la composición musical se había vuelto mucho más fuerte e instridente, había llegado al clímax, hasta tal punto de que se introducía en el interior de tu cabeza impidiendo llevar a cabo cualquier otro tipo de acción; esta te absorbía completamente.
Me encontraba de cara a la puerta, la cual era de una madera tan oscura como la noche, esta había sido tallada de una forma tan minuciosa y delicada que representaba a la perfección la ilustración que Botticelli había llevado a cabo sobre el infierno según la obra de Dante, La Divina Comedia, sin duda alguna era una impresionante obra de arte. Respiré profundamente, por alguna extraña razón el aire aquí era gélido y pesado, acerqué mi mano hasta el pomo, lo sujeté con fuerza, pero aun así seguía sin atreverme a abrirla; razón por la que opté por contar hasta diez.
"Uno, dos, tres…" – Comencé a contar mentalmente, buscando en aquella cuenta el valor para abrir la puerta y descubrir que era aquello desconocido que estaba siguiendo – "Nueve… y diez" - Apreté más fuerte el pomo y giré de este a la izquierda, se escuchó un suave click, empuje lentamente la puerta; esta vez las bisagras no emitieron ninguna clase de quejido, se limitaron a ceder al movimiento con suavidad y elegancia.
Al instante entre en una sala hexagonal, completamente cerrada, sin ningún tipo de ventana, simplemente seis paredes grises desgastadas; una habitación completamente vacía, sin rastro de la persona que había dejado aquellas huellas. Entré en lugar cerrando la puerta detrás de mí, y rápidamente fui a la derecha, a pocos metros se encontraba un antiguo tocadiscos, el cual había soportado el paso del tiempo bastante bien conservándose así en un perfecto estado, para levantar el brazo e impedir así que la aguja siguiese reproduciendo la canción grabada en aquello oscuro y brillante vinilo.
Una vez que todo volvía estar en el más absoluto y sepulcral silencio, me di cuenta de que aquella sala era un estudio de pintura, las paredes tenían apoyados cientos de lienzos de diferentes alturas, todos de espaldas para que nadie fuera capaz de ver el arte que escondían. En medio del lugar, había un caballete debajo de un cable del que colgaba de una bombilla, la única iluminación de la habitación, al lado izquierdo de este había una mesa de estatura media manchada con diferentes tipos de colores y pinturas; y del lado derecho había un antiguo baúl de cuero desgastado y bisagras doradas, el cual estaba a rebosar de material de pintura. Dicho caballete, sostenía un lienzo bastante grande cubierto por una sábana machada de pintura acrílica verde y roja, la cual podría parecer que había sido al azar; pero no era así, sea quien sea el que hubiese estado aquí estaba bastante furioso.
Rodeé el caballete, pasando al lado del baúl, hasta que estaba delante del lienzo tapado por aquella desgastada y manchada sábana blanca, acerqué lentamente una mano hasta sentir como mis dedos rozaban aquella áspera tela hasta hacer una parte de ella un puño y tirar rápidamente de ella. Para mi sorpresa, el lienzo seguía en blanco, a excepción de unas finas líneas que formaban un boceto a medio hacer; por las líneas podía ver que era un retrato.
"Vaya, no es la primera vez" – Dije mientras me fijaba mejor que esas líneas habían sido borradas y rehechas varias veces, hasta tal punto de casi agujerear el lienzo – "Que raro, pensé que había alguien aquí" – Dije mientras miraba de nuevo el lugar, el desgastado suelo de madera estaba intacto, o por así decirlo, ya que de entre todas las manchas que este albergaba; ninguna eran aquellas fangosas huellas.
Sin más nada me dispuse a salir de aquel privado lugar, puede que aquella persona estuviese en alguno de los niveles superiores de aquel lugar, o simplemente me estaba volviendo loca. Pero no tenía que seguir dándole más vueltas al asunto, esperaría en este cálido lugar hasta que la tormenta amainara y una vez así, me iría en busca de más civilización; si había una cosa en medio del bosque entonces las probabilidades de encontrar otras eran altas.
Salí del estudio y caminé por la iluminada galería, observando a través de los arqueados ventanales a la imparable tormenta, cuya fuerza destructiva se había acrecentado. Una vez que salí de la galería, cruce a la izquierda en dirección al salón, a pesar de estar lejos un delicioso aroma emanaba de la cocina y llegaba hasta donde yo estaba, haciendo que mis tripas despertaras; por lo que pensé que no me vendría mal reponer las fuerzas para lo que estaba por venir.
Abrí la última puerta iba tan absorta que directamente giré a la izquierda, hacia la cocina, pero rápidamente me detuve cuando delante de mí apareció un ventanal, un ventanal que daba hacia un jardín que momentos antes ya había visto, retrocedí un par de pasos, me giré y observé donde me encontraba – "¿La galería?" – Dije desconcertada, me entallé los ojos y volví a mirar sin creerme que había reaparecido ahí; pero efectivamente era así.
"Es imposible… pero si yo venía de aquí…. Y salí por aquí" – Dije mientras me daba la vuelta ya abría la puerta que estaba detrás de mí, para ver que no era el pasillo que había dejado atrás sino de nuevo el estudio. Estaba bastante confusa, incapaz de encontrar una explicación a lo que acababa de pasar.
"¿Puede que tal vez soñara que hacía ese recorrido cuando nunca fue así?" – Pensé.
Confundida, no me quedo más remedio que volver a llevar a cabo el recorrido que había hecho con anterioridad, el cual suponía haber soñado, pero que en realidad estaba cien por cien seguros que sí había hecho. De nuevo me encontraba ante la puerta que daba al salón, la cual abrí sin rodeos ya que tenía la certeza de al abrirla estaría en la mencionada habitación y podría dejar atrás aquella especie de extraño y desconcertante déjà vu. Pero de nuevo no fue así, volvía a estar en el punto de partida.
Ahora sí que estaba confusa, aquello no podía ser real ¿Cómo era posible que hubiera vuelto al mismo lugar? Con la esperanza de pensar que no estaba loca abrí de nuevo la puerta detrás de mí con la esperanza de ver de nuevo el pasillo por el que había venido al otro lado, pero no fue así, ya que al otro lado sólo estaba el estudio. Debía mantener la calma, debía, aquello tenía que una simple pesadilla; un mal sueño del que pronto despertaría. ¡Eso era! Sólo tenía que despertar.
Rápidamente pellizqué mi piel, fue un dolor rápido y agudo, pero lo suficientemente eficaz para despertarme… o eso pensaba yo, ya que aún seguía ahí. Hice un rápido ejercicio de respiración para calmarme.
Esta vez eche a correr, todo lo rápido que mis pies daban, a travesaba toda la estancia a gran velocidad, corría y corría, buscando una salida; pero siempre volvía a la casilla de partida. No importaba lo rápido que corriese, siempre acababa en el mismo punto. Ya no podía más, había perdido la cuenta de las veces que había regresado a aquella puerta, pero habían sido lo suficiente como para dejarme completamente exhausta.
Me encontraba de cuclillas, hiperventilando, la garganta me ardía; poco a poco iba recuperando el aliento entonces me fije en que estaba vez la galería había cambiado, una sutil diferencia, pero fácil de percibir. La iluminación esta vez era mucho más débil, tanto que la habitación casi estaba completamente a oscuras.
Me incorporé para observar mejor todo, la tormenta ya había paso y el exterior volvía a estar sumido en una profunda calma, me acerqué lentamente hasta los cristales la noche era tan cerrada que era incapaz de ver que había más allá de los ventanales; por lo que me alejé temerosa. De repente a lo lejos, del otro lado de la galería, se escuchó un ruido, como si estuviesen llamando a la puerta.
"¿Hola?" – Dije no muy convencida ante aquellos ruidos. Intrigada comencé a dirigirme hacia el pasillo, caminaba despacio, no muy segura de si aquello era lo correcto, en mi camino me di cuenta de que aquellos golpes seguían un ritmo. Tres lentos golpes daban paso a tres segundos de completo silencio, antes de que estos volvían y así sucesivamente.
Una vez del otro lado de la galería, abrí la muerta muy lentamente, asomando la cabeza poco a poco – "¿Hola?" – Volví a preguntar, pero no había nadie, el pasillo estaba completamente desierto, y al igual que la galería, levemente iluminado, caminé por el lugar siguiendo el ruido de los golpes; hasta acabar delante de la puerta que daba al salón. El llamado seguí con aquel constante y ahora atormentante ritmo. Estuve un par de minutos quieta, delante de la puerta, dudando de si era buena idea o no abrir, hasta que finalmente me armé de valor y tomé el pomo.
Para mi sorpresa este estaba bloqueado, intenté girarlo un par de veces, pero jamás llegué a nada, la puerta estaba cerrada del otro lado – "Pero si antes estaba abierta" – Dije mientras la inspeccionaba. Ahora los golpes habían cesado, todo estaba sumido bajo una pesada capa de silencio, aprovechándome de ello acerqué mi oreja izquierda a la puerta y la pegué contra esta a lo mejor ahora era capaz de oír algo, estuve un rato así, del otro lado no había nada. De repente algo impactó violentamente contra la puerta, asustándome y haciendo que torpemente retrocediera; y como consecuencia cayese de espaldas.
Podía sentir a mi corazón agitado, latiendo a gran velocidad, preparándose por si era necesario llevar a cabo una rápida acción, miraba a la puerta expectante; incapaz de mover, petrificada, esperando atenta que era lo siguiente que iba a pasar. Pero de nuevo solo había silencio. Para cuando me encontraba más relajada me puse en pie, en aquel instante, pude sentir como algo, una especie ser invisible, un ente, me atravesaba; congelándome a su paso tuve que apoyarme contra la pared debido al brusco descenso de temperatura hasta que esta se normalizase; podía ver el cálido vapor de mi respiración al salir de mi boca, en contraste con el gélido ambiente. Por lo visto no era la única que se había congelado.
Ya recuperada comencé a escuchar una serie de ruidos que provenían de la galería, era como si alguien estuviese arañando una puerta, además al mirar hacia el suelo pude ver como las pisadas habían vuelto a aparecer, pero esta vez eran de un viscoso color negro; casi parecía petróleo, pero en realidad era tinta. No quería ir hacia el misterioso ruido, pero no tenía más remedio la puerta del salón seguía bloqueada, por lo que inspirando profundamente comencé a caminar en dirección hacia lo desconocido. Abrí lentamente la puerta de la galería, los ruidos habían vuelto a desaparecer y la habitación se encontraba iluminada de nuevo; aquello me hizo pensar si todo lo anterior había sido mentira.
Inspeccione de nuevo el lugar, todo se encontraba perfectamente organizado, como si nada jamás hubiese estado allí, únicamente yo, a pesar de que en realidad yo sí sabía que algo había estado ahí, aunque no lo pudiese demostrar, lo sabía. Ahora me encontraba de nuevo frente a la maciza puerta del estudio, a lo mejor aquellos arañazos que escuché habían sido aquí, pero de nuevo todo seguía normal.
De pronto las se fueron, quedando todo sumido en la más profunda oscuridad, y de repente una cegadora luz del exterior, proveniente de un rayo que no había caído muy lejos debido a que el trueno llego bastante rápido, lo iluminó todo. Aquellos momentáneos segundos donde pude ver de nuevo lo que había a mi alrededor, pude comprobar como tenía razón, algo había estado ahí, algo bastante peligroso debido a que las marcas de las garras que había dejado contra la puerta eran grandes y profundas. Fuese lo que fuese aquel ser, había destrozado completamente la talla de la puerta en un violento intento de acceder al estudio.
De nuevo las luces volvieron y todo volvía a estar como antes – "No puede ser" – Dije incrédula – "Hace nada esa puerta estaba completamente destrozada y ahora… ahora vuelve a estar intacta…. Imposible" – Dije estupefacta, aquello no podía ser cierto, debía ser alguna mala pasada que me había jugado mi mente. O tal vez no. De pronto las luces tintinearon, dejando de nuevo todo débilmente iluminado, entonces pude escuchar unas fuertes pisadas en el techo, rápidamente gire hacia arriba y observe como las pisadas iban soltando polvo del techo a medida que hacía su recorrido hacia el otro lado de la galería.
Entonces cuando estas llegaron al final y se detuvieron, un nuevo rayo volvió a iluminar todo el lugar, esta vez y antes de que la luz desapareciera, pude ver la puerta del fondo, entreabierta, había algo del otro lado; alguien que me observaba en las sombras. Pude ver era una persona ya que, de la abertura de la puerta, de las profundidades, salía un largo y esquelético brazo que se encontraba apoyado contra la superficie de esta; el cual estaba también cubierto de aquella sustancia negra. Pero en cuestión de segundos, antes de que la luz desapareciera aquel brazo volvió a introducirse en la oscuridad, cerrando a su paso la puerta de un portazo cuyo sonido quedo solapado con el trueno que se escuchaba a lo lejos.
Yo me encontraba a la mitad del pasillo, aquello había pasado demasiado rápido como para poder procesarlo bien, pero aun así fui capaz de reaccionar y eché a correr en dirección al estudio necesitaba ponerme a salvo. Cuando estaba a punto de llegar a la destartalada puerta, sentí como algo me agarraba de los tobillos y tiraba de mí, haciéndome caer de boca contra el suelo, la cabeza me daba vueltas debido al impacto de mi frente contra el suelo; me costaba respirar, pero aun así no me detuve. Incluso desorientada comencé a arrastrarme, luchando por mi vida, pero de nuevo aquella presencia volvió de la nada, para tomarme por los tobillos y tirar de mí.
Desde donde mi posición, veía como el estudio se iba alejando cada vez más y más, a la vez que la galería se iba haciendo más profunda, detrás de mi escuché el crujir de las bisagras, la puerta del fondo se había abierto. Grite asustada mientras intentaba aferrarme al suelo como podía, clave mis uñas contra el maltrecho suelo de madera, haciendo toda la fuerza posible para aguantar; pero a pesar de mis esfuerzos el ser aquel era mucho más fuerte y poco a poco comenzó a tirar de mí, haciendo que mis uñas arañasen la rugosa y astillada superficie, dejando en ellas profundas marcas. Oí como unas cuantas de mis uñas cedían, rompiéndose lenta y dolorosamente, hice el mayor esfuerzo posible por no gritar; algunas lágrimas se escurrieron por mi cara y podía sentir como mis dientes de un momento a otro se romperían.
El ser dio un fuerte tirón que hizo que me soltara para continuar así de nuevo el recorrido hacia la perdición, pero no pensaba rendirme por lo que volví a intentar sujetarme a lo que fuese, para mi suerte el suelo tenía una tabla salida por lo que aprovechando ese pequeño rayo de esperanza me sujete a ella con todas mis fuerzas. La presión alrededor de mis tobillos aumento, hasta tal punto que casi sentía como la articulación se iba desquebrajando, la criatura tiraba con más fuerza, sentí como me levantaba del suelo; pero aun así aguanté, mi cuerpo ardía del dolor, este estaba completamente tensado hasta tal punto que llegaba a pensar que en cualquier momento me partiría por la mitad. Para mi desgracia, la resistencia llego a su fin cuando mis dedos se escurrieron de la tabla debido a la sangre que salía de estos.
Ahora completamente débil e indefensa, volví a caer contra el suelo, todo se había vuelto difuso, pero pude sentir como volvía a ser arrastrada, esta vez con tanta fuerza que pude sentir el crujir de mis vertebras. Y antes de pasar por el marco de aquella puerta, de dejar la galería atrás y de que la puerta se cerrase, me permití dar mi último grito de terror.
Poco a poco fui abriendo los ojos, todo me daba vueltas, las imágenes se iban solapando las unas con las otras, nada tenía sentido, poco a poco fui recobrando el sentido, para darme cuenta de que me encontraba apoyada contra la puerta que daba al salón. Poco a poco me fui incorporando, pero una dolorosa punzada me detuvo y al mirar hacia abajo; vi como mi tobillo derecho estaba tornándose a un color entre negro y morado, intenté moverlo un poco, pero como respuesta recibí un leve crujido seguido a un agudo dolor; tuve que morderme el labio para aguantar aquello.
Para cuando me recompuse, me di cuenta de que la estancia estaba completamente en ruinas, el inmobiliario hecho trizas, el papel de las paredes arrancando a trozos bruscamente, dejando expuesto un frio hormigón con marcas de garras; el suelo de madera tenía tablones rotos en su mayoría, algunos incluso arrancados y lanzados por el lugar. Lo que había sido una vez aquel confortable y pacifico lugar, se había vuelto mucho más sombrío y en ruinas. Al fondo, pude el rechinar de las bisagras de nuevo, la puerta se había abierto lo suficientemente como para dejar pasar un pequeño rayo de luz.
Adolorida y cojeando, comencé a andar en aquella dirección, teniendo cuidado de no pisar mal ya que el suelo estaba tan dañado que en cualquier momento podía ceder, finalmente llegué a la puerta de la galería, la cual abrí poco a poco; sólo para darme cuenta de que aquella estancia volvía a estar como antes, como si nada jamás hubiese pasado ahí. La puerta se cerró tras de mí, pero yo estaba muy absorta contemplando la elegancia y pulcredad del lugar; aquello no podía ser verdad, pero si hace un rato… no valía la pena buscarle algún tipo de explicación lógica aquellos sucesos, por más que lo intentase sólo conseguí un profundo y punzante dolor de cabeza. Esta vez furiosa, grite hasta perder la voz, había caído presa de la ira; ira de aquel enfermizo juego mental en el que había caído para el disfrute de un maniaco; y como consecuencia, cegada por esta, descargue toda mi rabia contra el lugar, rasgando los cuadros, rompiendo y lanzado el mobiliario de un lado a otro del lugar; arrancando a cachos el papel pintando de las paredes; golpeando y agrietando los cristales hasta tal punto de sangrar. Pero lo mejor y que más disfrute me producía era romper las lámparas de la pared con mis propias manos, ver como estas estallaban y la luz se extinguía entre mis manos.
Para cuando había terminado, la estancia estaba completamente sumida en el caos, no tan perfecto como el de la habitación anterior, pero era un comienzo. Estaba hiperventilando debido al sobreesfuerzo, pero en vez de cualquier tipo de dolor, ahora sentía una extraña liberación. De pronto fui cegada por una momentánea luz roja, que procedía del otro lado del lugar, al abrir mis ojos observé que, al otro lado de la alargada estancia, justo delante de la puerta del estudio, había una persona, una mujer.
Me llamo la atención, dado que esta portaba un antiguo voluminoso y recargado vestido de mangas de la época victoriana, el cual estaba poseía un sucio color negro, consecuencia del paso de los años; así como que este estaba raído en algunas partes. Lo más llamativo era el hecho, de que era incapaz de ver alguna parte de su rostro, ya que están portaba una máscara de cuero marrón con dos lentes y un alargado cilindro en forma de pico; esas máscaras eran las empleadas por los doctores en la época en la que la peste negra azotaba al mundo. Además, la mujer poseía una túnica justo debajo de los arneses de la máscara que tapaba todo rastro de cuello y cabeza. Esta se encontraba de frente a mí, casi inmóvil, a excepción de su brazo derecho el cual tenía levantado por encima de la cabeza para hacer girar alrededor de ella un cable negro que en un extremo tenía sujeto una bombilla de un profundo color rojo, la cual giraba y giraba sin descanso alguno.
A la luz de aquella bombilla, el lugar cobraba otro tono, uno mucho más macabro y escalofriante.
Comencé a caminar hacia esta, sin inmutarme al igual que ella, hasta que la tuve justo delante, podía ver como me observa fijamente a través de los sucios lentes de la máscara. De pronto sentí un fuerte dolor en la cabeza, casi como si me hurgasen en cerebro y en un abrir y cerrar de ojos, esta ya había desaparecido. Entonces delante de mí, la puerta del estudio finalmente se abrió, lentamente y a medias.
Caminé hasta entrar de nuevo en aquel lugar, de pronto la puerta se cerró detrás de mí y al girarme sólo había pared, de pronto sentí como si el lugar comenzase a dar vueltas, fuertes golpes se comenzaron a escuchar contra las paredes, al igual que cientos de susurros procedentes de todas partes, gélidos ecos que se metían en tu mente, haciéndote dudar de que era verdad y que no. Aquellos ensordecedores susurros estaban en otra lengua, era incapaz de entenderlos y menos aún de callarlos, por lo que me era imposible frenar la locura que había en el interior de mi cabeza.
Caí de rodillas al suelo, mientras aquellas voces se volvían más fuertes, más demandantes, tomaban el control de mí, doblegaban mi ser; aquellos momentos pude ver como de los cuadros de la estancia, ahora girados mostrando los horripilantes dibujos que albergaban, dolor, sufrimientos, desesperación, angustia, miedo; dolor, pánico y, sobre todo, soledad. De ellos comenzaba a chorrear tinta negra que impregnaba el suelo hasta arremolinarse alrededor de la obra central y de mí. De esta comenzaron a brotar una serie de seres de forma humanoide, monstruos amorfos, deformes, negros como la noche.
Al mismo tiempo que esto pasaba, las voces se volvían más violentas, gritando dentro de mi cabeza, aquello me hizo llevarme mis sangrantes manos a mi rostro, implorando que aquella tortura parase de una vez por todas, a lo lejos se escudaba una risa, una escalofriante risa. Intente buscar a través de las aberturas de mis dedos a su portador, pero sólo era capaz de ver a las criaturas amontonarse.
Había llegado hasta un punto en el que ya no podía aguantar más, acabé gritando todo lo que pude, necesitaba librarme de aquello, pero no podía, jamás podría; por lo que si entonces no podía librarme de él entonces lo acabaría aceptando, abrazando, una parte de mí. Una oscura parte de mi yo.
De pronto todo volvió a la normalidad, como si aquello jamás hubiese pasado, me incorporé del suelo, estaba agotada, me sentía como si me desvaneciese. Observé que en el suelo estaba tirado aquel enromé lienzo, por lo que lo recogí y devolví a su sitio, pero esta vez había algo diferente en él, estaba acabado. Observe que se basaba en el retrato de una joven, su gélida piel blanca contrastaba enormemente con el profundo negro del fondo, su cenizo cabello cubría su mirada, la cual estaba ensombrecida, algunos cabellos caían sobre su desnuda piel. Pero lo más llamativo de todo eran las esquelitas manos negras que emergían de la oscuridad para atraparla, pero su expresión daba a entender que no se inmutaba, más bien lo aceptaba.
Pude ver entonces como la puerta del estudio volvía a estar en su lugar y entreabierta, al salir del lugar, la galería volvía a estar como antes, pero en este caso la iluminación era mucho más débil que antes, por lo que el lugar estaba casi completamente a oscuras. Me fije que en medio del lugar se hallaba en el suelo el cable con la bombilla roja, cuya luz iba menguando poco a poco, y aun lado de este la máscara del ave. Me acerqué hasta esta y me agaché para recogerla e inspeccionarla, de pronto, a mis espaldas surgió una incandescente luz de tonos amarillo y anaranjados.
Al darme la vuelta vi como el marco de la puerta del estudio estaba ardiendo en llamas, las cuales comenzaban a extenderse por todo el lugar, entonces la puerta se fue abriendo lentamente hasta estar completamente abierta, de ella no se veía más que una fuerte luz del mismo tono que las llamas, quizás esta con tonos rojos; fuese lo que fuese al otro lado me estaba invitando a entrar; a ir hacia él.
Me levanté, limpié los restos de mi sangre del rostro, y como un gélido tempano de hielo atravesé la puerta del infierno. Por un momento fui cegada, pero poco a poco todo iba tomando forma hasta que me di cuenta que me encontraba en una estructura de base circular, elevada varios metros en el cielo. A lo lejos pude ver cientos de columnas de humo negro que ascendían a los cielos, cubriéndolo todo de un manto negro, en la superficie me di cuenta de que todo aquello que ardía vivamente era ciudades, ciudades que se erguían hasta donde alcanzaba la vista; y todas en llamas. A lo lejos, como ecos, podía escuchar llantos, el sufrimiento de todas aquellas personas que estaban atrapadas en aquel terrible infierno. Por alguna extraña razón yo era incapaz de sentir pena ni dolor por aquello. Era incapaz de sentir.
De repente escuché en los cielos el cantar de una criatura, un inmenso ser cuyo canto se me asemejaba al de una ballena, pero dicho canto era mucho más grave y profundo, además no era algo natural sino mecánico. Mientras la criatura cantaba, a lo lejos, en el cielo, se podía percibir una serie de luces que era capaces de atravesar el espeso manto de hollín, dichas luces estaban repartidas al azar; de estas en cuestión de segundos, salieron rayos de energía, de entre tonos morados y anaranjados, que al impactar contra la superficie generaban inmensas nubes de fuego que lo consumían todo a su paso. Y de nuevo volvía a estar allí aquel vació emocional.
Entonces sentí la presencia de alguien más, rápidamente me di la vuelta y vi que en medio del lugar había otra persona, una chica, de mirada sombría que observaba todo con una sonrisa maquiavélica, disfrutaba de aquel espectáculo de muerte y destrucción. Aquella chica era yo.
Hola! He vuelto! Espero que os haya gustado este pequeño prólogo que he escrito como entrante de lo que esta por venir en esta segunda parte de la Trilogía de Ecos de un Pasado Lejano. En su momento comenté que dicho prólogo iba a ser importante ya que si se pilla la metáfora de lo que se relata aquí, te puedes ir haciendo una idea de lo que pasara en más adelante. De momento no diré cuál es la metáfora, lo haré más adelante.
Así que sin más me despido, nos vemos, y no podéis imaginar la ilusión que me hace llevar a cabo este nuevo proyecto.
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