Hola. Vengo con un nuevo fic. Es bastante, por no decir completamente AU centrado en el momento de la muerte de Johanna Beckett, aunque intento que algunas cosas cuadren con lo explicado en la serie.
No cuento mucho más. Espero que os guste este capítulo que escribí regresando de mi viaje a EEUU. Jajaja demasiadas horas y aburrimiento tienen su consecuencia, y está sin corregir. Por favor, dadle una oportunidad.
Gracias a mi manager (Eri) mi publicista (Sany) y mis niñas Anna y Marga! Os quiero!
S.
-¿Madre? ¿Qué ocurre?
Rick miró a su madre con preocupación. No solía verla mostrar sus sentimientos tan a la ligera. Encontrarla en el salón de su casa llorando era algo que no veía todos los días. Por lo menos no todos los días que su madre estaba ensayando.
Martha Rodgers levantó la vista de su regazo y la clavó en los ojos de su hijo. Éste se acercó y se sentó a su lado, abrazándola, intentando calmarla.
-¿Recuerdas a Johanna Beckett?
-¿Tu abogada y amiga?-preguntó Castle
Martha asintió.
-Ha fallecido, Richard… la…han asesinado-dijo con la voz rota y aguantando el llanto de nuevo.
-¿Qué? ¿Cuándo?
-Hace casi dos meses… -suspiró- maldita gira…me tuvo desconectada por completo-se quejó- y tú-le clavó el dedo índice en su pecho-te la pasas de fiesta todos los días y no te enteras de nada…
-Madre…-masculló molesto.
Él tenía 24 años. Acababa de publicar su primera novela. Estaba en un buen momento y si seguía con ese ritmo, alcanzaría el tan éxito mundial esperado, por lo que estaría mejor aún.
Quería ser un best-seller.
Castle se separó de su madre y se dirigió a la nevera en calzoncillos. Sacó una botella de zumo y le dio un trago directamente.
-Esto nos afecta a todos.
Castle escupió parte del líquido naranja dentro de la botella por atragantamiento. Se giró confuso y miró a su madre.
-¿Qué quieres decir?
-Por lo que sé…bueno llamé a Jim, estan en problemas…
-¿Qué problemas?
-Él…desde lo de Johanna…se perdió con la bebida…y quiere salir de ese mundo…quiere entrar en rehabiltación….
-¿Y…? ¿En que nos afecta eso?
Martha hizo una mueca y se acercó a su hijo.
-Me he comprometido a cuidar de Katie.
-¿Quién es Katie?
Martha puso los ojos en blanco y suspiró.
-Katie es su hija… Recuerdas…
-Ah si-Castle la interrumpió- la pequeñaja, flacucha y algo feita…
-Richard-dijo en tono de reproche. Había olvidado lo superficial que podían llegar a ser los hombres y en particular lo superficial que se estaba convirtiendo su hijo desde que se codeaba con ciertas personas.
El escritor sonrió tratando de exculparse y aguantando la carcajada.
-Tiene 19 años…lo está pasando mal, Jim me ha contado que se encierra en si misma, que no sale, apenas come y habla…y él tampoco puede ayudarla tiene sus problemas, Richard…y…
-Mamá-Rick le interrumpió de nuevo-a mi esto no me afecta, no sé si recuerdas que yo ya no vivo aquí.
-Por eso…-entrecerró los ojos-me pregunto que haces aquí desde ayer…
-Meredith salió de viaje y perdí las llaves de mi apartamento-comentó como si nada.
-No me gusta esa mujer para ti.
-Es sólo sexo-comentó como si nada.
-Richard-se quejó su madre.
El silencio se instauró entre ellos y Martha miró a su hijo con ojos suplicantes mientras tomaba sus manos entre las suyas.
Si era cierto que su madre era amiga de Johanna Beckett, que le había ayudado con ciertos temas legales en cuanto a contratos de obras en Broadway, o incluso le había aconsejado a ella sobre decisiones que él mismo debía tomar con la editorial.
Suspiró.
-Instálate aquí hasta que se adapte…
-No sé…
-Le irá bien tener alguien joven cerca…
-Mamá, ella tiene 19…yo 24…
-Como si tuvieras 13, cariño.
Richard apretó sus labios y rodó sus ojos, molesto.
Lo último que le apetecía era tener que estar de niñera de una niñita sabelotodo como recordaba que era Kate.
-Una semana.
-Perfecto-exclamó la actriz-.
Rick la vio tan entusiasmada que dudó si el llanto de minutos atrás eran reales o no.
-Voy a buscarla esta tarde… ¿Me dejas tu coche?
Castle bufó arrepintiéndose al momento de haber aceptado ayudar a su madre, no obstante, y poniendo su mejor sonrisa, asintió y le señaló la mesita del salón donde reposaban las llaves de su coche.
A media tarde, Martha cogió prestado el BMW nuevo de su hijo. Se trataba de su primer capricho después de editar su primer libro.
Condujo nerviosa y perdida en sus pensamientos hasta el Midtown, cerca de la calle 34 con la cuarta por donde vivían los Beckett.
Tras una charla con Jim, ayudó a Katherine con sus cosas y ambas mujeres le acompañaron a la clínica de desintoxicación.
Tras despedirse por unas semanas, las dos volvieron a casa de la actriz, en Tribeca.
Kate se pasó todo el trayecto en silencio, como en las últimas semanas, tal como Jim le había contado.
Apenas comía y apenas socializaba.
-Tu padre me ha dicho que has dejado la universidad…que no volverás a Stanford-comentó la mujer, tratando de interactuar.
Kate estaba ausente, perdida, observando la ciudad a través de la ventana.
Ella no quería ir allí. Por muy amiga de sus padres que fuera. No. Ella podía cuidar de si misma.
-Si…-le contestó por educación.
-Y… ¿Qué vas a hacer?
-No lo sé-se encogió de hombros-no me importa mucho…
Martha asintió percatándose de cómo se sentía la chica y lo que se le venía encima a ella. Se lo debía a Johanna pero no sabía si había sido lo correcto.
-No te apetece siquiera… ¿Un helado? ¿Cómo en los viejos tiempos?
Kate hizo una mueca, algo parecido a una sonrisa. Sabía que Martha sólo quería ayudarla, pero aún era todo demasiado reciente. Recordó cuando tenía diez años y salía a comer helado al parque con su madre y con esa mujer. Recordó como le gustaban los ojos azules de su hijo, que a sus quince años ya era todo un conquistador. Se ruborizó y se puso nerviosa al pensar si lo vería o no en casa de la actriz.
-Si… un helado.
-Un helado será.-Martha sonrió-.
Y la verdad era que no quería helado, pero tampoco quería ir a casa de la actriz. No quería nada. Quería encerrarse y olvidarse de todo.
Tras un rato en la heladería, apenas hablando y comiendo, volvieron a retomar el camino en dirección a la casa de Martha.
Kate entró cargando su maleta y lo primero con lo que se topó fue a Rick con el pelo húmedo de haber salido de la ducha.
Frunció su ceño centrándose en la camiseta que se ceñía a su cuerpo y en esos viejos pantalones cortos.
Lo primero que vio él fue unos ojos verdosos plagados de tristeza.
Lo segundo en lo que reparó fue en que Kate ya no era esa niña que él recordaba, con sus trenzas y la nariz algo desproporcionada.
No, ahora era una chica… una mujer… y para nada plana en escote.
Se quedó prendado de su escote. Y de la curvatura de su cuello que le pedía a gritos que posara allí sus labios.
Movió su cabeza intentando sacar aquellos pensamientos de ella. ¿Qué demonios le pasaba?
-Rick…-Kate, la propia Kate, le sacó de sus pensamientos para nada puros y la atrajo a la realidad, recordando que la que estaba allí era solo una niña.
-Katie…
-No…-le contestó algo duro- No, ya no soy Katie.
-Vaya…Katherine, entonces.
El escritor se acercó a ella y le plantó un beso en la mejilla.
-¿Estás viviendo aquí?
Martha que había pasado por su lado sin interrumpirlos, se había sentado en el sofá a descansar después de la agotadora tarde.
Castle asintió a su pregunta.
-Mi madre…me echa de menos-dijo buscando la mirada de la mujer en el salón. Ésta hizo una mueca.
-Ya…
-La realidad es que aunque cocina de pena… yo lo hago peor-rió el muchacho.
Kate no pudo evitar sonreír levemente. Kate se disculpó de ambos y se perdió con sus maletas a la habitación que le correspondía. Al lado de la de Rick.
Martha se levantó del sofá y tras reprender a su hijo por su comportamiento con la chica, a pesar de que se había comportado, se dedicó a perderse en la cocina tratando de cocinar algo comestible para los tres.
-Ha cambiado…
-Si…
-No me refiero después de lo de Jo, hacía no sé…como cuatro años que no la veía.
-Ah…pues sí. Tú también lo has hecho, querido-Martha se giró señalándole con la sartén-fíjate tienes cuatro pelos por barba ahí-señaló su barbilla-.
Martha dejó la sartén y acarició la barbilla de su hijo ante las quejas de éste en el momento en que Kate regresaba junto a ellos.
Envidió por completo esa complicidad madre-hijo que ella jamás recuperaría con la suya. Jamás volvería a compartir un momento así.
-¿Quieres comer algo?
Kate negó. Se sentó en una silla de la cocina y miró a Rick que ayudaba a su madre.
-He leído que las ventas te van bien.
Martha sonrió para sus adentros. Por suerte Kate con su hijo estaba entablando una conversación.
-Si, no me quejo.
-Mi madre se lo leyó en un día-comentó.
Rick se giró y la miró emocionado.
-Le gustó.
-Le encantó.-Kate sonrió con nostalgia-lo tenía firmado gracias a tu madre…
-Si, lo recuerdo, me pidió una copia firmada y no lo dudé…Kate-hizo una pausa-no sabes como me alegro que me digas esto…me emociona que…-se calló al ver la cara de la chica. Si seguía hablando tal vez la haría llorar ante el recuerdo de su reciente madre fallecida y eso era algo que no se perdonaría y al parecer por la cara de su madre, Martha tampoco se lo perdonaría.
-También he leido que tus conquistas van bien.
Kate lo dijo con un tono divertido intentando apaciguar el momento anterior mientras que Martha les miraba a ambos.
Richard se cohibió ante la mirada de las dos.
-Bueno… no… no sé.
-¿Va en serio?
-¿El qué?
-Que te vas a casar con esa tal… Meredith.
-¿Cómo?
Castle rodó los ojos al oir el grito de su madre, a su lado, que casi lo deja sordo.
-Mamá…que se te quema la cena.
-No…Richard…que ha querido decir…con eso… ¿Eh?
-No es verdad, son solo rumores de la prensa.
-Más te vale Richard Alexander Rodgers.
-Richard Edgar Castle-masculló molesto. Su madre aun no aceptaba el cambio de nombre.
Kate no pudo evitar reír ante lo que ella misma había provocado. El ambiente entre madre e hijo se había tensado. No habían cambiado nada y sorprendentemente aquella sensación a hogar le agradaba.
Continuará...
