El Ungüento Amnésico del Doctor Ubbly
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Plot: Ron cae en una especie de coma ocasionada por los cerebros del Departamento de Misterios, y la historia transcurre su curso sin él. Cuando despierta, han pasado nueve años… ¡Pero su físico es el de un chico de 12! Todo el que lo conoció, ahora lo encuentra adorable! Ligero Ron/Harry; escasos seguidores de esta pareja, ¡entren! ;D
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Disclaimer: ¡Nada me pertenece, sólo esta historia!
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Hola! Bueno, tengo algo importante qué decir… Hace siete años que no escribo nada de HP, por lo que, si tengo algunos errores, ¡háganmelos notar, insultándome! XDD No lo sé… En esos tiempos era una niña muy fanática, y mi yo del pasado jamás me perdonaría que tuviera errores escribiendo HP… ¡en fin! Sé que serán indulgentes. n.n U
Es un fic en tres capítulos, vamos, denle una oportunidad! :D
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Cuando se detuvo el reloj…
— Allí está él. — le dijo Hermione a Harry, una vez que se encontraron en la Madriguera.
Era el verano anterior al sexto curso, y después de lo que su amigo acababa de perder en el Departamento de Misterios, Hermione no quería ocasionarle muchas impresiones fuertes a Harry; sin embargo, el chico lucía tranquilo y refrescante, como si no hubiera visto a su padrino caer a través del velo; incluso su expresión podía lucir aburrida y experimentada; como si ya nada más en la vida pudiera sorprenderlo.
Al menos, esa impresión que le daba a Granger estaba a punto de cambiar, quizás, con la noticia que le daría.
Harry había dormido plácidamente esa noche, y fue despertado por Granger insistentemente. Bajaron a desayunar, pero jamás vio a su pelirrojo amigo, y cuando lo mencionó, todos se miraron unos a otros, con complicidad. Ginny, los gemelos y Hermione, entonces, decidieron llevarlo a la habitación naranja de Ron, en donde seguía durmiendo el menor de los varones Weasley.
Harry se acercó jovialmente, seguido por una cautelosa Hermione; Potter ansiaba volver a ver a Ron, quería volver a hablar con esa persona valemadrista (quiero decir, que no le importa nada, que no se preocupa, pues XD) que lo haría volver a la rutina en lugar de seguir luchando contra el recuerdo insistente de la muerte de su padrino. Pero no esperaba encontrárselo de esa manera.
— Ten cuidado, déjalo dormir un poco más. — le previno Hermione de pronto, tirándole de la manga para evitar que siguiera avanzando hacia la cama del pelirrojo. Su voz sonaba desfallecida y tenía una nota de ternura inexplicable.
— Podrá dormir cuando esté muerto. — contestó Harry imprudentemente para consigo mismo, haciendo que Hermione desistiera. La chica lo miró con detenimiento, y notó que las palabras que acababa de decir Potter no habían traído las sombras a su rostro: era como si no recordara que acababa de sufrir una pérdida. Harry llevó rápidamente su mano hacia el extremo de la sábana que cubría a Ron hasta los ojos, y la jaló hacia abajo. — ¡Despierta, idiota! — lo llamó, con todo respeto. — Ya todos creen que…
Pero la frase no la terminó, ni la terminaría. Creo que olvidó lo que acababa de decir en cuanto lo dijo, y en cuanto lo miró a él.
La imagen que le descubría la sábana estaba extraña, le borró la sonrisa cordial del rostro de un momento a otro. Los ojos de Harry se detuvieron fugazmente en la persona pelirroja recostada sobre las almohadas con un rostro alegre y regocijante, sumida en el sueño profundo.
Ron Weasley lucía más joven, y su expresión mientras dormía simplemente le detuvo el corazón por un segundo. Era la reacción normal que tenía una persona cuando se despertaban sus instintos protectores.
Para entonces, Harry no se había dado cuenta de que había retrocedido, y apenas notó que Hermione lo había tomado de la manga y lo había sacado de esa habitación intensamente naranja, que aumentaba el calor del verano insoportablemente.
— Ja, ja… Verás… — empezó Hermione, a pesar de que la petición de explicaciones no había salido de la boca del pelinegro.
— ¿Qué…? — murmuró Potter, mirando aún hacia atrás, hacia la puerta con la placa que ponía: "Habitación de Ronald". — ¡¿Qué CHNGADOS FUE ESO?
— ¡Tranquilízate!
— Eh… Oye… Nosotros podemos decirte qué fue lo que pasó. — dijo Ginny quien, por cierto, no había sido notada por Harry hasta ahora, y tal vez ya llevaba un buen rato ahí. Los gemelos también aparecieron aparentemente de la nada, subiendo las escaleras del piso de abajo, con expresiones de resignación. Todos aparecieron tan rápido que Harry no los notó reales en ningún segundo; o quizás los sentidos los tenía nublados: Una impresión fuerte debía causar el ver a alguien tan bien grabado en la memoria, que ahora era muy diferente. Era algo sobrenatural que no podía entender.
Mientras seguía perdido en los universos de adrenalina, los gemelos lo tomaron del brazo y lo jalaron hacia la habitación opuesta, que resultó ser uno de los baños. Las chicas los siguieron, y cerraron.
Cuando notó que estaba encerrado en el baño con otras cuatro personas, Harry sacudió la cabeza para alejar cualquier insensatez de su cerebro.
— ¿Qué les pasa? ¬¬ Están actuando… Muy raro… — buscó explicaciones.
— ¡Cállate y escucha! — Fred y George lo rodearon, como un gato. Sus sonrisas malévolas del gato de Cheshire no tardaron en hacer aparición, intimidando al mismísimo demonio. Esas sonrisas retorcidas era lo único sobresaliente sobre un fondo oscuro infernal.
— -_-U
— Todo tiene una explicación, Harry, déjanos… ¡Aclaraar tu mente! — exclamó uno de los gemelos, con una expresión hippie y drogada. Fue como si la luz sobre una bombilla puesta sobre la cabeza de Harry se encendiera.
— ¡No, no, no! No tienen qué decirme nada MÁS. — Entonces, se levantó de la tapa del excusado, donde había sido forzado a tomar asiento. — Ustedes y sus experimentos raros… ¡¿qué le hicieron a Ron?
— Uyuyuy, cálmate. — retrocedió Fred, con una sonrisa en los labios y las palmas de las manos puestas al frente. — Esta vez no fuimos nosotros. ¿Puedes creerlo? No fuimos…
— Es una sensación rara: estar libre de culpa. — mencionó George, asintiendo con la cabeza, seriamente. Entonces, se ensombreció y se tornó psicópata. — Y no estoy seguro de que eso me guste…
— Gulp… — Hermione se alejó de él.
— No den más rodeos. — intervino Ginny, sabiendo que si no hablaba ella, nadie lo haría. Había oído muchas veces a Fred y George empezar a cantar el himno nacional y terminar rezando el padre nuestro, así que no confiaba en ellos. — Harry, todo esto es a raíz de lo que pasó… En el Departamento de Misterios. — lo mencionó cuidadosamente, pero al no encontrar reacción desfavorable de parte del chico que ella amaba con locura y delirio, siguió explicándole: — ¿Recuerdas lo que le pasó a Ron?
— Claro que me acuerdo, estaba actuando como un tarado. — contestó Harry. — Y fue cuando esos… cerebros… lo atacaron con sus… tentáculos… ¬¬ Esta historia se pone cada vez mejor.
— Cállate, Harry, no es gracioso. — le recriminó Hermione, con el rostro lleno de una preocupación enfermiza.
— Pero, ¿por qué se puso así? — Harry quiso poner las cosas claras. — Antes de salir de vacaciones, yo lo vi muy bien, la verdad. De hecho, demasiado bien, se comió todas mis ranas de chocolate en el trayecto al andén 9 y tres cuartos. ¡Es más, voy en este instante a despertar a ese maldito hijo de…!
— ¡Que noo! — exclamó Hermione, mientras los gemelos volvían a tomarlo de la camisa y lo sentaban de vuelta sobre la tapa del inodoro. Potter suspiró con resignación, dispuesto a escuchar la historia completa. — La señora Pomfrey le recetó el Ungüento Amnésico del Doctor Ubbly, y dijo que las heridas provocadas por los pensamientos eran las peores de todas. ¿Sabes? Eso ni siquiera está bien estudiado en el Departamento de Misterios, es decir, ¡por eso están ahí esas cosas raras! — Harry la miró con reproche, y ella se sintió presionada ante la mirada fría y exasperada. — Ya, pues, ¡iré al grano! Al parecer… — Hermione fue diciéndolo mientras la frustración la carcomía. — Ese medicamento estaba… contraindicado… En una situación desconocida como la de Ron.
El Ungüento Amnésico no sólo deshizo el estado catatónico en que los cerebros dejaron a Ron, sino que, también… — Hermione hizo una pausa breve, buscando las palabras adecuadas. — Afectó la información genética de sus células. También borró el tiempo físico de Ron… En apariencia, ahora sólo tiene doce años.
Harry se quedó callado, asimilando la información. Entonces, le llegó el turno de reaccionar:
— ¡¿Están
….Putos
…. LOCOS?
— No. — le aseguró Hermione, sin ganas de pelearse con él. "Harry y sus desvíos de atención" — Estuve investigando y… Este fenómeno tiene una explicación. ¿Has oído hablar de la Medusa Turriptosis?
— No, ni siquiera sé qué es exactamente una medusa ¬¬ … ¿es un pulpo o... un ser mitológico con cabello de serpientes? No lo sé, en este mundo todo es posible.
— Bueno, entonces déjame explicarte. Verás, esta medusa tiene una habilidad sobrenatural… Regenera sus células de tal manera que REJUVENECE. Cuando está en un estado adulto, puede transdiferenciar sus células, cambiando a un estado de pólipo inmaduro; y esto puede hacerlo cuantas veces quiera. Podría decirse que encontró el secreto de la Eterna Juventud… Por supuesto, el caso de Ron es especial, y no es como si sus células pudieran transdiferenciarse cuantas veces quisieran, pero el concepto es más o menos el mismo.
"Transdiferenciación" Rayos.
Fue lo más perturbador que Harry hubiera oído. Claro, después de eso de "Eres un mago, Harry" y toda la cosa, pero… Las cosas, una vez que pasaban, se enterraban en su memoria y se reprimían inconscientemente, y no lograba asociar sentimientos profundos con un recuerdo. En estos momentos de su vida, lo más horroroso y estresante del mundo era la escuela, y aún así, no era la gran cosa. Ya pensaría en Voldemort cuando estuviera robándose su alma.
Entonces, a gran pesar suyo, tuvo qué hojear todos los libros que pudo encontrar en la Madriguera, discretamente. Se dio cuenta de que los Weasley poseían infinidad de libros antiguos, preservados de generación en generación, bañados de polvo, envueltos de telarañas. Incluso Harry temió que si tocaba las páginas, éstas se desharían en miles de partículas. También habían otros más modernos, todos escolares, y seguramente eran todos los libros que les habían pedido en Hogwarts a los hijos de Molly y Arthur. Y fue con esos que se sintió más cómodo.
Se sentó en el desván a buscar un poco de información y finalmente dio con algo.
"Transdiferenciación es la capacidad de ciertas células de transformarse en otras. Esto es lo que permite a los reptiles regenerar limitadamente ciertos órganos mutilados."
Después de leer exhaustivamente…
Se dio cuenta que no había entendido nada.
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Harry pasó el verano entero sin hablar con Ron.
No es como si le tuviera miedo y lo considerara un fenómeno de la naturaleza que debería ser estudiado exhaustivamente para encontrar la cura contra el cáncer, sino que el muy sinvergüenza no abrió los ojos… Sí, en todo el verano. La señora Pomfrey, quien era la única autorizada a visitarlo, así como el profesor Dumbledore, habían llegado a la conclusión de que nada malo le pasaría si seguía durmiendo, pero ya que sus células estaban en constante regeneración, necesitaba cantidades industriales de glucosa. De eso se encargó Dumbledore, e incluso el profesor Snape. Llegaba ocasionalmente, con cara de pistola, y le suministraba pócimas extrañas que le proveerían nutrientes: los carbohidratos, lípidos, proteínas y aminoácidos no serían más una barrera para que Ronnie continuara con su vida vegetativa. El último día de vacaciones, Harry se acercó a su cama y lo vio: no parecía convaleciente, incluso su piel parecía resplandecer, y sus cabellos lucían suaves y manejables, como si simplemente estuviera dormido.
Entonces, Harry presenció lo impensable: Hermione le confesó su amor. Se lo dijo a su cuerpo inerte, que quizás ni siquiera la escucharía, con el deseo profundo de que Ron se despertara ante la confesión y todo siguiera igual que antes. Pero el poder del amor no era tan infalible como se decía, después de todo…
Hermione se abandonó a la depresión.
Si algo podía probar que el amor era una fuerza mágica impresionante: ese era Harry Potter: el niño que vivió. Su madre lo protegió, y no podía haber nada más puro que el amor de una madre por su hijo; jamás habría un cariño comparable. Pero Ron no despertó.
¿Significaba que Ron Weasley no estaba enamorado de ella? ¿O que estaba pensando muy extremistamente, y el amor nada podía hacer en una situación así?
Cuando llegaron a Hogwarts, Harry se sintió decepcionado por partida triple: Su padrino había muerto, Ron intentaba convertirse en la princesa que durmió durante cien años, y Hermione estaba sumida en otro tipo de sueño que no la dejaba en paz durante el día: se convirtió en un ente oscuro y extraño que no lograba una comunicación satisfactoria con nadie más que no fueran unas hojas de papel y unas manchas de tinta.
Harry se sintió abandonado. De pronto se vio a sí mismo durante el semestre, sentado en las bancas apartadas, suspirando cansinamente después de otra horrorosa y seria clase. Los demás podían relajarse con pláticas mundanas y vanas, que ahora lucían tan encantadoramente tentadoras.
A pesar de todo, tenía qué admitir que este curso estaba siendo mucho más ligero que el del año pasado, pero aún así, le estaba asfixiando. Fue cuando descubrió una relación directa entre los momentos divertidos que no tenían razón de ser, y Ron.
Dejando de lado su exquisito sentido del humor (¬¬), Ron era una especie de catalizador que convertía la actitud mandona e insufrible de Hermione en una más llevadera. Sin él, no había bromas, no había descansos, y no había Hermione.
Luego, Harry se preguntó si la gente de hecho le hablaba porque querían hablar con Ron. Porque desde que empezó el curso, y se quedaron sin Ron, la gente sólo le hablaba por compromiso, y cosas como: "Hola", "Ay, qué frío hace, ¿verdad?" o "¿Qué dejaron de tarea?". Su vida social estaba PERDIDA.
Entonces, sin ni siquiera una Hermione que le siguiera la corriente, Harry se convirtió en el solitario oficial.
Paseaba de allí por acá como un ente maligno fuera de las dimensiones, lucía descuidado y perdido, ninguna expresión adornaba jamás su cara, y las chicas empezaron a morirse por él.
El solitario…
Esa simple palabra les transformaba la personalidad de Harry.
Allí está ese pandroso, que jamás habla con nadie, ni siquiera lo vemos entrar a las clases, sólo lo encontramos paseando por los pasillos y los jardines, como si no tuviera ningún destino al cuál llegar. No tiene novia, no tiene amigos.
Es sólo para mí y mi vista.
.., Y bueno, eso fue lo que pensaron todas las románticas, pero las secretas admiraciones de todas ellas se rompieron a la vez, una vez que se consiguió personas con quién hablar.
Un día, repentinamente, durante el segundo semestre del sexto curso, Harry Potter se hizo amigo de Draco Malfoy.
¡¿Qué? ¡¿De Draco Malfoy… pero… cómo?
Pues sí, así fue. El pensamiento que las invadió a todas fue el mismo: "Ah, ¿ya tiene amigos? Ya no me gusta."
Nadie sabía exactamente por qué, o cómo, o desde cuándo, pero los dos de pronto se volvieron amigos. Y era una amistad mucho más fuerte que la superficialidad que mostraban los compañeros del Slytherin; llámense Crabbe, Goyle o Blaise Zabini. Que anduviera con una persona como Draco tuvo qué cambiarlo: por su puesto que pasó de discriminado social a popular, en cierto modo. A ellos no les importaban los status estudiantiles, y sólo vivían para divertirse, y para divertir a los otros indirectamente. Los amigos de Draco eran unos snobs insufribles, pero sus amigas se entusiasmaron con Harry como si fuera un proyecto: hicieron que se quitara los lentes y le buscaron una apariencia mucho mejor, Todo esto sólo causaba la risa del rubio, quien a causa de Harry se volvió alguien mucho más centrado y… Digámoslo: bueno.
Ambos se convirtieron en los solteros más codiciados durante muchos años; incluso sobrevivieron exitosamente la guerra contra Voldemort, de la cual se encargó Potter, y con la ayuda abierta de un montón de personas.
Se preparó con magos experimentados durante su larga travesía, quienes le enseñaron los trucos más extraños y la manera más oculta de realizar magia. Los magos ascéticos eran los más sabios de todos, y cualquiera que se lo encontraba quería compartir sus conocimientos con él: eran cosas que no podían aprenderse en ninguna escuela, eran cosas que jamás podrían dominarse, de no ser por un exhaustivo entrenamiento que viniera directamente de aquellos que las realizaban. Harry siempre pensó que el mago más competente de todos era Dumbledore, pero después de haber viajado a lo largo del globo, conociendo magos y brujas extraños, que se mantenían en comunicación con la naturaleza y las leyes físicas y bioquímicas, se dio cuenta de que necesitaba un entrenamiento guerrero mucho más eficiente del que el anciano director podría haberle ofrecido. Con Harry siempre había un grupo complicado de personas, que lo protegieron durante toda la búsqueda.
Potter entendió, en ese momento más que en cualquier otro, que la magia no se trataba de decir un par de palabras bonitas en un idioma muerto y agitar la varita: aunque fuera un movimiento intensamente estudiado.
No bastaba con saber que debía hacer un movimiento semicircular al decir algún conjuro específico, sino que tenía qué comprender el por qué de ese movimiento: unir las enseñanzas míticas con el propio conocimiento profundo de la naturaleza y su química.
Una vez que comprendió toda esta complejidad, comenzó a llevarla a cabo; y fue lo más difícil que tuvo qué hacer. Pero jamás podría haber una magia más pura y más maravillosa.
Era como encontrarle el sentido a lo que no lo tenía.
Después de haber llegado a ese grado de conocimientos, era imposible que perdiera una batalla contra nadie, ni siquiera contra Voldemort.
Cuando todo hubo terminado, podría decirse que Harry terminó siendo uno de los magos más poderosos de su tiempo, pero eso, tal y como los ermitaños que le habían enseñado esas técnicas, jamás lo demostró después de la guerra.
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9 años después
No había ningún Voldemort desde hace ocho gloriosos años.
El mundo experimentaba un periodo de paz, no se sabía si grande o pequeño, como los que aparecen intermitentemente a lo largo de la historia entre guerra y guerra; pero la paz que se respiraba prometía durarles un poco más de lo que pensaban.
El verano recién empezaba, y ya estaba siendo insoportable el clima desde la primavera. Sin embargo, el precioso mes de junio trajo las lluvias, y en toda la temporada jamás volvió a sentirse calor: todo el ambiente resultaba siempre tan húmedo, e incluso frío, que pintaba las cosas de irreales; les confería tonos extraños, brillos de rocío como perlas diminutas, y limpiaba el aire de forma magistral.
No podían soñar con un mejor tiempo.
Harry se había graduado de la Academia de Aurores, pero decidió que no quería tener qué ver con ninguna otra pelea, y consiguió una plaza como profesor en Hogwarts, lo cual, era lo más relajante y estable que le había pasado jamás en la vida.
Ese lluvioso día de verano, recibió una llamada telefónica que jamás hubiera esperado recibir.
Era Hermione.
— ¿Hermione…? — Harry tuvo qué preguntar. Desde que había terminado la guerra, ninguno de los dos se habían frecuentado lo suficiente, pues habían tomado caminos totalmente diferentes; tampoco ayudaba el hecho de que Granger se hubiera traumado con eso de los derechos de los elfos domésticos, y hubiera entregado todo el resto de su vida a estudiar Leyes Mágicas, y que nunca en la historia del mundo mágico fuera a existir una defensora tan entregada y fanática como ella. Después de hacerse una ficha mental con las últimas noticias que pudiera recordar sobre Hermione, Harry se sintió contento. — ¡Hola! Qué milagro ¬¬ A ver si te vas apareciendo por acá aunque sea por compromiso… Mira, mañana es el cumpleaños de Draco, así que… Si te sientes amable, podrías venir a…
— Cállate. — Sentenció la mujer. Harry sintió cómo se llenaba de frustración: esta chica jamás escuchaba a nadie…
— ¡¿Que me calle? ¡¿Estás drogada?, todavía no te he dicho nada…!
— Harry. — su voz no admitía réplicas. Aunque no la estuviera viendo, Potter sabía que estaba usando su arma secreta: la mirada demoníaca.
— Sí… — le dio pie a que siguiera hablando.
— Siéntate.
— ¡¿Cómo sabes si no estoy sentado ya? — exclamó Harry, saliéndose de sus casillas. — Mocosa… ¡Me desesperas! ¬¬ #
— Estás parado ¬¬ Siempre que hablas por teléfono, te paras.
Era cierto, pero lo sorprendente era que ella lo supiera a pesar de que casi nunca se veían.
"Bruja…". Potter suspiró cansinamente y dejó que siguiera hablando.
— Harry… Pasó algo… Horrible. Me parece que acabamos de adoptar un niño.
— ¡Ja…! ¿De qué demonios estás hablando? — ¿Que acababan de "adoptar"? ¡Como si tuvieran algo qué ver…! Y… como si Potter no tuviera suficiente con los molestos escuincles de Hogwarts, quienes no parecían apreciar a la MAGIA de una manera respetable. Sólo memorizaban frases y las decían, ¡cómo los hacía sufrir en los exámenes, al menos! Su materia era la más temida de todas.
— Harry… — Hermione ya había dicho su nombre demasiadas veces, esto comenzaba a molestar a Harry. — En serio, siéntate… Y luego, ven corriendo a La Madriguera…
— ¿Qué? — Harry abrió los ojos con sorpresa, empezando a sospechar. — "¿Podría ser que…?"
— Ron despertó.
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Harry no sabía qué pensar.
Había visitado muchas veces a Ron, junto con Hermione, pero hace ya varios años, (cinco, para ser exactos), que no se había parado por allí. Y al parecer, Granger tampoco.
Se sentían nerviosos cuando volvieron a ver a la señora Weasley, sentían que le debían algo y que le habían fallado: haciendo sus vidas aparte, mientras ella sufría viendo a un hijo postrado en una cama que jamás volvería a abrir los ojos, seguramente.
Molly, por su parte, también se sentía culpable por haberles llamado.
Dijo que ni Harry ni Hermione tenían ninguna clase de responsabilidad para con Ron, pues el tiempo había pasado, y era obvio que lo olvidasen y siguieran adelante, vidas completamente desligadas de Ron, completamente diferentes a como debían haber sido; pero Molly sintió que su corazón no podría resistir la desilusión de su ahora hijo más pequeño.
Les contó algunas cosas.
Había despertado, con la mentalidad intacta de sus dieciséis años, y un cuerpo que lucía más pequeño. A pesar de tener veinticinco años de existencia.
Lo primero que preguntó cuando había despertado, era que dónde estaban Harry y Hermione. Molly se sintió deprimida. Ronnie, por su parte, claro que notó que su madre lucía más vieja que de costumbre, pero no dijo nada; naturalmente, Molly le explicó todo: que había caído en una especie de coma, y que duró nueve años en ese estado.
Tanto Harry como Hermione ignoraban cómo era que Ron había tomado toda esa noticia, tan difícil de procesar… Seguramente fue el drama en su estado más puro, algo digno de ver. Sin embargo, no dejaban de alegrarse por no haberlo visto.
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— Vas.
Hermione alentó a Harry a que fuera él quien entrara primero a la habitación del pequeño pelirrojo.
No se hizo del rogar: desde siempre, Harry sabía que siempre sería echado por delante, así que pasó el umbral de la puerta.
La habitación estaba tan naranja como siempre, con lo mismo de siempre: la señora Weasley siempre entró a asearla, pero jamás movió nada de lugar: estaban sus peceras vacías, sus historietas, sus pósters; todo el lugar estaba agradablemente iluminado por la blancura de esa hora del día: cuando ya no había sol, sólo luz, y Harry se acercó sigilosamente hacia la cama.
El atardecer le emborronaba la imagen de Ron: quien justo ahora lucía como una mancha de lápiz borrosa, sin cara ni nada; esto lo hizo sonreír, al pensar en su amigo de la adolescencia como un alien.
Había olvidado su cara, incluso su voz… Y cuando Ron dijo su nombre, fue como un timbre nuevo para él: una vocecita clara, curiosa, que regocijaba su corazón.
— ¿Harry…?
Hermione, al oír el nombre de Potter, también ingresó en la habitación, lista para soltar todo un discurso que pudiera poner al día a Ronnie, pero cuando pudo verlo allí, indefenso sobre su cama, ningún sonido salió de entre su garganta cerrada.
— No puedo verte. Acércate a mi cama.
Harry se quedó parado un momento más, pensando si eso era lo más conveniente. Finalmente, tenía qué caer en la realidad de los crueles años en algún momento, así que el pelinegro se acercó al rayo de luz que entraba por la habitación y que caía sobre las sábanas del pelirrojo como un chorro de agua.
También él pudo verlo: y sus ojos azules se abrían de par en par, llenos de sorpresa.
Esta expresión era la decepción personificada: Ron se encontraba frente a una persona totalmente diferente, y esta persona no era con quien había compartido tantas cosas. Empezó a recordarlo todo, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, como siempre estuvieron, desde que despertó.
— ¿Dónde están tus lentes? — fue lo único que se le ocurrió decir al pelirrojo, como si el hecho de que Potter no los trajera puestos, fuera el peor crimen que pudo haber cometido contra su estabilidad mental. Esta acusación enterneció al de ojos verdes, convencido de que no sólo su apariencia física decía que el pelirrojo tenía doce años.
Harry se los sacó de la bolsa y le dijo que nada más los usaba para leer.
Su sonrisa era indulgente, paternalista; no era la sonrisa jovial que esperaba Ron.
— "Me estás mirando como si fueras mi padre". — pensó el pelirrojo, como si Harry fuera a leer su mente y se diera cuenta de su garrafal error.
— Ron… — dijo la voz de Hermione.
— ¡Her…! — Ron atisbó un poco de su figura, y no pudo reconocerla. Allí seguían los mismos ojos, pero toda la estructura era diferente de alguna manera; todos los años, todas las vivencias habían marcado su cara con una expresión distinta y enajenante.
Pudieron darse cuenta de que rompieron su corazón.
Harry se apresuró a mirar a Hermione, dándole una pequeña mirada significativa, que hizo entender a Granger que lo mejor era que se fueran de allí.
Ron seguía mirándolos, con unos ojos enormes y azules, llenos de desazón.
— Ron… — Hermione le sonrió a modo de disculpa. — Verás, tenemos…
— ¿Se van? — les reprochó el niño, con un tono de voz de sorpresa auténtica. Entonces fue cuando empezó a corromperse y llenarse de un rencor infantil, y momentáneo. — ¡ Qué bueno!
Era lo más curioso y adorable que jamás hubieran oído, pero sus expresiones risueñas fueron malinterpretadas por el pequeño pelirrojo. — ¡Harry y Hermione, LOS ODIO! ¡VÁYANSE DE MI CASA!
— ¿…Qué…? — Harry se acercó un paso. — No, no, no te confundas… — empezó a decirle, pero Ron pudo notar una expresión familiar: aquella que los profesores como Lupin otorgaban delicadamente a sus alumnos; esa indulgencia provocada por ser obviamente superior que la persona con quien hablabas, esa cautela que moderaba las palabras que podías utilizar con ella, la ternura que te daba el hablar con un ser inocente…
— "¡Lo odio!... Él no es mejor que yo… ¡íbamos juntos a la escuela, pasamos por las mismas cosas… ¡No soy un niño, sólo parezco uno! " ¡Váyanse! — enfatizó Ron, cuyo corazón estaba roto, pero jamás dejaría que saltaran las lágrimas de sus ojos. En lugar de eso, se limitó a retirarles la mirada, ladeando la cabeza con dignidad.
Ese fue el punto final, y sus antiguos mejores amigos se alejaron, consideradamente.
Ron se quedó en la misma posición un poco más, hasta que los oyó hablar con su madre, y luego oyó cómo los encaminaba a la puerta. Las palabras de disculpa fluían de la boca de su madre…
¡¿Por qué se disculpaba?
Ron no había tenido la culpa de haber quedado en coma, y que sus estúpidos amigos lo hubieran… dejado atrás.
El pelirrojo sintió cómo se había quedado atascado en el mundo, mientras las demás personas que conocía seguían adelante, sin mirar atrás, hacia él.
Los odió a todos.
Él no tenía la culpa de lo que le había pasado, pero aún así, ninguno de sus conocidos mostró empatía. Todos habían continuado como si nada, como si Ron jamás hubiera significado nada para ellos; y lo peor de todo, lo que remataba la situación, era que sus dos mejores amigos (o así los había considerado el pelirrojo) no habían aguantado ni un minuto cerca de él, ahora que se volvían a encontrar.
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Fue todo!
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El segundo capítulo: La señora Weasley contrata a Harry como profesor particular para que repase los años anteriores con su hijo, y que pueda entrar al sexto curso. :D
Sé que prácticamente no hay ningún seguidor de las historias Ron/Harry, pero si algún despistado se metió, ¡deje un review que diga: "no me gusta esta pareja ¬¬"!
Yaaay!
Gracias por haber leído! Nos vemos en el siguiente capítulo!
