Las promesas tentadoras de baile. No puedo, no puedo. La armoniosa música de violines. Sí, sí que puedes. El tintineo de las copas al chocar. ¿Acaso eres una cobarde? Las agudas risas ahogadas ¡No, no lo soy! El crujido de faldas almidonadas. ¿Entonces a que esperas? El movimiento cansino de abanicos. Yo… No lo sé. Le melodía sedante de los grillos. ¿Qué hago discutiendo conmigo misma?
La canción nocturna se acalla en tus oídos por el retumbar de tu desacompasada respiración y el repiqueteo de tus lustrosos zapatos al caminar por la escalinata de pulido mármol. Con más determinación de la que en realidad sientes, te deslizas como un alma en pena acortando la distancia que te separa de la fastuosa mansión. Tus padres te miran desde lo alto. No quieres decepcionarlos, tienen demasiadas expectativas puestas en ti. Un pie, ahora el otro, alza la barbilla, no mires al suelo, levanta la falda, solo hasta los tobillos, ¡cuidado! ¿Es que no has visto el escalón?, ¡mira al frente!, ¡ahora respira! Siempre habías pensado que todo sería mucho más fácil, pues bien, estabas terriblemente equivocada.
Por fin llegas, no sabes ni cómo. Notas a madre a tu lado, te mira con una mezcla de orgullo y nerviosismo. Padre entrelaza tu brazo con el suyo, las piernas te tiemblan ligeramente. Draco hace lo mismo con madre. Es la hora. Todo el mundo se encuentra ya dentro de la animada sala, el alegre bullicio llega a tus oídos, tentándote a unirte a ellos. El gran portón de roble se erige delante de ti, como si estuviera invitándote a entrar; está flanqueado por dos guardias ceremoniosamente vestidos que alzan sus bastones con una decisión envidiable y dan dos golpes secos contra el suelo al unísono. Retumba en tu cabeza. La puerta se abre como un resorte, rechinando como si no se hubiera abierto en siglos, la luz invade tus pupilas, cegándote momentáneamente.
-Familia Malfoy- Anuncian.
El espectáculo no ha hecho más que comenzar.
