Declamier: Los personajes son de Stephenie Meyer, yo con mi imaginación monté esta historia para llevarla al papel.
No sé si debería escribir esta historia u.u, tengo que continuar la otra y encima estudiar, pero me dio por relajarme y escribir.
Quizá la quite si no agrada mucho, quizá.
En fin… las dejo de molestar con tonterías y aquí está.
PRÓLOGO.
Era una noche fría, muy fría.
La nieva caía contra el suelo en un golpe sordo, poco a poco se iba amontando la nieve, dificultando el paso de las personas… Bueno, el de dos personas para ser más concreto, puesto que con ese tiempo toda la gente se había quedado en casa.
Los pobres se aovillaban con las pocas mantas que tenían para entrar en calor mientras que por otra parte, los ricos encendían las chimeneas de sus excéntricas casas.
Eran un hombre viejo y una mujer las personas que se habían atrevido a salir a las calles frías y oscuras de Seattle.
El hombre, trajeado de negro iba andando tan rápido como su avanzada edad y la cesta que llevaba se lo permitiera mientras que la mujer con un gesto impaciente le iba regañando para que se diera prisa.
La mujer bien vestida y con una sonrisa de alivio se paró en frete del gran convento construido cuidadosamente a piedra.
-¿Está segura, señora? –Preguntó el pobre hombre, jadeando por falta de aire.
-¿Cuestiona mi decisión, Clapp? –Preguntó la mujer poniendo las manos en la cintura, enfadada.
-No, no, perdone, señora –EL hombre mayor, avanzó unos pasos más y dejó la cesta en el umbral de la puerta.
-Bien, vayámonos, no hay más que hacer –La mujer con paso firme, dio la vuelta y se marchó con el cansado hombre siguiéndole los pasos.
Dentro del convento se escuchó el llanto de un niño pequeño.
-Señora Matilde, hemos encontrado a una bebé llorando a fuera –Exclamó una moja preocupada por la salud de la bebé, fuera hacía un frio horrible.
En ese momento una monja de unos treinta años de edad y con la mirada triste entró a la sala con la cesta en brazos.
La monja llamada Matilde se acercó a ella.
-Odio esta época del año –hizo una pausa pesada mientras se acercaba a la cesta –Ya nos han dejado dos niños y apenas hay para comer.
Matilde con la fría inspeccionaba a la bebé cuando vio un sobre blanco que sobre salía por el borde de la manta en la que la niña venía envuelta.
Matilde alargó el brazo y cogió el sobre, pensando en la burda excusa que podrían los padres para justificar el abandono de su criatura.
Abrió el sobre, sacó el papel y leyó:
Isabella.
Es coritito, lo sé, pero es para que se hagan un poco la idea de cómo llegó hasta allí, es un principio simple.
Intentaré actualizar para después de año nuevo n.n
Que tengan un buen día.
Irenee :D 28-12-2012 ~
