Los personajes son de propiedad de S. Meyer, yo en cambio soy dueña de la trama y de algunos personajes.
Capítulo 1: Muerta en Vida.
Forks, Washington 1 de febrero 2010.
Alec estaba acostado en un lado de la cama, mientras que ella ocupaba el extremo opuesto, aquella cama tamaño King se hacía pequeña para ellos dos o al menos así lo sentía su esposa. Isabella no podía dormir y para ella ya era una rutina que se habia acostumbrado, las ojeras debajo de sus ojos cafés se hacían cada vez más notables y oscuras casi llegando al negro Ónix, para ella eran solo un detalle, solo una marca más en su cuerpo. Los moretones en su ojo izquierdo y en la comisura de sus labios era lo que más le preocupaba además de aquellos que cubrían sus piernas, costillas y en sus brazos, eran como tatuajes, aquellas manchas estaban en su piel durante todo el tiempo, que ya no se acordaba de qué color era su piel.
Suspiro desesperada mientras miraba detenidamente el reloj que estaba en la mesita de noche junto a su cama, aquel reloj análogo marcaban las tres de la mañana en punto y los minutos pasaban lentamente para lastima de Isabella quien cerraba los ojos con la esperanza que al abrirlos el reloj ya marcara la hora en la que iniciaba su ritual.
No podía decir que estaba felizmente casada, se había casado a muy temprana edad, o eso fue lo que pensaron algunos de los invitados que estaban aquel día en su boda. Apenas tenía 18 años cuando se casó con, Alec Ivanov, el único que novio que tuvo Isabella, una chica nacida y criada en Forks, siempre creyó en el amor verdadero, en esos cuentos de Hadas que daban en las películas de Disney, donde el príncipe azul iba a salvar a la humilde chica con un beso de amor eterno se enamoraban y vivían felices por siempre, pero eso no era la vida real, Isabella vio lo real que podía ser la vida al lado de su esposo.
Pensaba que estaba enamorada, que por fin su sueño se había cumplido, pero todo fue al contrario de lo que Isabella creía, desde que dijo "si" en el altar, en aquella iglesia donde pensó que se cumpliría su cuento de hada, su vida se convirtió en un infierno, primero fueron golpes pequeños, una bofetada, un tirón de pelo, un manotazo en el trasero, pero así como los meses pasaban los golpes se hacían cada vez más fuertes, hasta llegar al extremo de quebrar una de sus costillas o fractura su hombro o su muñeca.
Siempre era lo mismo, tenía que pasar noches enteras despierta, cuidándose de todo movimiento que Alec hacía, solo por el hecho de mantenerse con vida, no quería volver a vivir lo de hace unos meses atrás.
Aquella noche mientras Isabella dormía esperanzada de que todo fuera un mal sueño, Alec aprovecho y tomando una de las almohadas la presiono sobre el rostro de su esposa, ella al darse cuenta de aquella situación comenzó a luchar por su vida moviendo su cuerpo hacia todos lados tratando de zafarse de la presión que estaba haciendo Alec, por un par de minutos lucho sintiendo que su cuerpo perdía fuerzas, pero ella no dejaba de moverse y luchar, hasta que Alec se quitó sobre el cuerpo de Isabella con una sonrisa de satisfacción. Desde esa noche pasaba todas y cada una de las noches despierta, contando los minutos para que su esposo se levantara de la cama y se fuera a su trabajo.
Hace cinco años que estaba casada y su vida está completamente muerta. Levanto la mirada nuevamente hacia el reloj que ahora marcaban las 4 de la mañana y así comenzaba el día, donde luchaba por mantener los golpes de su marido lejos de ella. Se levantó de la cama con cuidado de no despertarlo, era demasiado temprano para recibir algunos de sus golpes o malos tratos solo por haber movido la cama más de lo que se le tenía permitido, sin ganas de nada como ya era costumbre bajo las escaleras en silencio o al menos eso trataba, su casa era antigua y la madera debajo de su pies crujía mucho para el humor de Alec. Al llegar al primer piso entro al baño que se encontraba debajo de las escaleras, aquel baño era chico, todo está junto como si fuera una cueva de conejo, ese era su baño solo ella lo usaba, Alec así lo había decido desde el primer día que llegaron a vivir en aquella casa dejándole bien en claro cada uno de las reglas que se tenían que cumplir estando él en casa o no.
Isabella negó con la cabeza quitando esas ideas locas de desaparecer y se quitó la ropa, metiéndose a la ducha, tomo un baño rápidamente para no atrasarse en todo lo que tenía que hacer, miro sus piernas marcadas por el cinturón y la hebilla, su estómago estaba llenos de moretones y posiblemente tendría un par de costillas fracturadas ya que le dolía cada vez que respiraba profundamente, el motivo de esa agresiva agresión fue porque Isabella andaba con unos jeans apretados y había salido de casa a comprar algo para hacer de comer. Los rumores iban sobre estar llamando la atención de los hombres del pueblo, aquellos malos intencionados rumores llegaron a los oídos de Alec, lo que provocó la ira de su marido.
Termino su ducha aún más cansada, Isabella seco su cuerpo para luego vestirse con un conjunto de ropa interior de color blanco, un pantalón de deportes azul con dos líneas blancas a los costados, tomo una camiseta gris con unas letras negras, toda su ropa era en tallas más grandes así las había comprado Alec, Isabella pensó que podría haberle comprado ropa a rayas negras y blancas, como los presos, se rio amargamente por su sentido del humor, siguió con lo que estaba haciendo, estando ya vestida salió del baño sintiendo algo de alivio que solo duraría hasta que Alec se despertara y la rutina comenzara nuevamente.
Con paso lento y sus hombros caídos fue hasta la cocina a preparar el desayuno de su marido, puso el café a calentar y saco el pan de la alacena, poniéndolo en el tostador, era una rutina, Alec se levantaba siempre a las seis, tomaba el desayuno a las 6:30, a las 6:45 se estaba yendo a su trabajo. Mientras que Isabella se queda limpiando y lavando ropa, limpiando muebles y todos los quehaceres de la casa. Isabella sirvió el desayuno justo a tiempo para que su esposo no tuviera alguna razón para propinarle algún golpe.
Cuando Alec ya estaba desayunando Isabella aprovecho el tiempo y fue a la habitación e hizo la cama, al terminar bajo las escaleras devuelta hasta la cocina, donde tomaría su desayuno, a su esposo no le gustaba compartir la mesa, por lo que siempre se sentaba sola en la cocina como si fuera la criada de la casa. Isabella tomaba desayuno lentamente y en fracción de un segundo se perdió completamente en sus pensamientos, su mente viajaba en imaginarse como sería su vida si todo esto no hubiese pasado, no habría lágrimas, no habría golpes ni mucho menos dolor.
Isabella se sobre salto del susto cuando Alec entro a la cocina, abriendo la puerta de un portazo, sin mirarlo Isabella se levantó y salió de la cocina sin ni siquiera saludar a su esposo, no tenía ganas de verlo o pelear con él, total siempre era lo mismo, tomo los platos y camino hacia la cocina dejando los platos en el lavaplatos y sin que ella se diera cuenta su esposo se acercó enredando sus dedos en el cabello de Isabella haciendo que su esposa lo mirara a los ojos, con su mano desocupada predio el fuego de la estufa y de un tirón puso la mano de Isabella sobre el quemador.
—Querida el café estaba frio —susurro en el oído de su mujer mientras que ella intentaba sacar la mano del fuego, sus ojos cafés rápidamente se llenaron de lágrimas por el dolor que le estaba causando el fuego sobre la palma de la mano, pero él sostenía fuertemente su antebrazo impidiendo cualquier movimiento que intentara Isabella, el calor se hacía cada vez más fuerte y el dolor ya era insoportable, la mano de su esposa estaba completamente enrojecida por las quemaduras y las lágrimas ya salían dejando un recorrido por sus mejillas, aquellos ojos cafés estaba llenos de dolor, tristeza y completamente vacíos, ojos no tenían vida, solo caían lágrimas de dolor, de pena y de sufrimiento por tener que soportar todo esto.
Cuando Alec vio el suficiente dolor en el rostro de su esposa soltó su mano y sin previo aviso le dio un gran golpe en la cara, rompiéndole la boca por dentro junto con su labio, aquel golpe fue demasiado fuerte para mantenerse en pie e hizo que Isabella cayera al suelo, sintiendo el sabor de su sangre en la boca combinándose con su saliva y las lágrimas salían con más fuerza, nuevamente la mano de Alec choco nuevamente en la mejilla de Isabella, pero esta vez era un puñetazo como si fuera un chico a quien estaba golpeando y no la mujer a quien supuestamente amaba.
—¿Cuándo aprenderás a hacer un buen café? —pregunto tomando nuevamente el cabello de Isabella entre sus dedos para que su cabeza fuera hacia atrás y así ella pudiera mirarlo, retándola a decir algo, pero su esposa sabía si abría su boca para que alguna palabra saliera todo se volvería peor y Alec sería más violento—. Llegare tarde —dijo con odio y la soltó haciendo que su cabeza diera un golpe sordo en el suelo, dejándola allí sangrando con los ojos cerrados. Alec salió de casa como si nada hubiera pasado siempre impecable.
Isabella luego de un largo rato allí en el suelo se levantó apoyándose en los mueble, llevó su mano hacia el lavaplatos y abrió la llave del agua fría, poniendo la mano debajo del chorro de agua fría, para refrescarla y que no se formara alguna ampolla. Le dolía, ardía demasiado y las lágrimas salían nuevamente, ya estaba cansada de soportar aquello, solo quería que el mundo se acaba pero ya, podía ver claramente las ampollas formándose en la palma de la mano, tomo un vaso y lo lleno de agua, sorbió un poco para luego beber un sorbo de agua y así enjuagar su boca, botando la sangre combinaba con agua. Siempre encontraba la manera de maltratarla, ya sea porque el café estaba caliente o muy frío, que si el pan estaba duro o muy blando, que la camisa estaba mal planchada, que la ropa está mal lavada, siempre es lo mismo. Todo servía para dar una golpiza.
Trato de arreglar y limpiar la cocina sin duda sería una larga mañana, cuando termino, miro su mano enrojecida, fue hasta su baño para buscar el botiquín de primero auxilios, cuando al fin lo encontró saco todo lo necesario para limpiar su mano con alcohol, ardió demasiado por supuesto que dolió, pero apretó los dientes soportando el dolor, cuando su mano quedo completamente limpia, tomo uno de los tantos vendajes blancos que había en el botiquín y con sumo cuidado comenzó a vendar la mano, le dolía terriblemente y en ese preciso momento decidió que esto ya no podía seguir así.
¿Apoyo de Padres? No había tal cosa, Charles Swan había fallecido cuando Isabella tenía apenas 5 años, Reneé había muerto hace un par de años por un cáncer fulminante al hígado, no tenía nada o a nadie para que la ayudara con esta vida que le estaba pudriendo el alma seguir así.
—Este cuente de hadas que yo quería, debo salir y ponerle un fin a todo esto, no me importa ya nada, solo quiero correr lejos y que él jamás me encuentre —susurro para sí misma con voz quebrada a causa de las lágrimas, salió del baño decidida a terminar con todo lo que estaba pasando en su vida, comenzó a pensar en la mejor manera de escapar mientras terminaba de limpiar la casa.
Hoy comenzaría con su plan de escape, aún era temprano para hacer la cena, corrió aun adolorida por la anterior paliza, fue hasta la habitación, la casa era como cualesquiera otro, de dos plantas con dos dormitorios, cocina, living, comedor y dos baños, Alec misteriosamente la compro, jamás le dijo a Isabella de donde había conseguido el dinero solo que la compro y listo, tema terminado. Tenían un auto Fiat punto rojo, trabaja en la única empresa de maderas del pueblo, era gerente o eso pensaba Isabella, pero la verdad es que nunca a trabajo el tiempo se la pasa en la casa de su amante de toda la vida.
Isabella hace un par de años supo de su amante, y solo por el hecho de haberla visto frente a su casa despidiéndose de su esposo. Cerro los ojos con fuerza y respiro agitadamente un par de minutos antes de darse la fuerza suficiente para seguir con su plan de escape, abrió el closet y saco su antiguo bolso azul, lo abrió puso en ella algo de ropa interior, una camiseta negra, otra gris, dos pantalones de deportes, una par de calcetas, una chaqueta estaba tan nerviosa que se le cayó el bolso de las manos y de inmediato lo tomo y siguió echando sus ropa, sentía que el tiempo estaba en su contra y todo lo tenía que hacer rápido para no desaprovechar el poco tiempo que tenía a su favor, entre los cajones de su ropo busco el poco dinero que había estado ahorrando a escondidas de Alec, cada dólar que encontraba lo guardaba para el momento correcto, no tenía mucha ropa de su edad ya que a su esposo no le gustaba y siempre le compraba la ropa, en si no tenía mucha vida propia, su marido era demasiado controlador con ella, muchas veces se preguntó si era de la misma forma con su amante, frunció el ceño porque no debía de impórtale nada con respecto a Alec, solo tenía preocuparse por acabar con este suplicio.
Jamás pensó en que tendría un agresivo marido, giro su muñera vio la hora, para su mal gusto ya estaba cerca la hora de llegada de Alec, había perdido un poco de tiempo, tenía que apresurarse en preparar la cena, se apresuró y cerro bolso, las manos le temblaban por lo que iba hacer, cerro sus ojos y respiro profundo, haciendo que los nervios tenía fueran menos, abrió sus ojos, los nervios continuaban, salió de la habitación con la mente en un solo objetivo en su mente bajo las escaleras que ponerle a un punto final a su mal cuento.
Al llegar a la primera planta de la casa, se fijó por la ventana que ninguna de sus vecinas o vecinos chismosos estuvieran fuera de sus casas, por la puerta de la cocina camino débilmente hasta unos arbustos que estaban a un costado de la casa, allí escondió el bolso, volviendo a fijarse que nadie la haya visto, suspiro mirando el cielo aguantando las ganas de llorar y volvió a su casa. Ya en la cocina, comenzó a hacer la cena estaba un poco atrasada y los nervios no la ayudaban en nada, rápidamente comenzó a preparar todo, decidió que para su plan funcionara haría lasaña, donde pondría los tranquilizantes en el queso rallado.
Justo a tiempo la cena estaba lista servida en la mesa y Alec entraba por la puerta principal, sirvió un trozo de la lasaña en su plato y le puso queso rallado con los tranquilizantes, sus manos temblaban de miedo, pero debía de ocultarlo lo que más que podía. Respiró profundamente al ver a su marido caminar hasta el comedor, no la saludo e Isabella tampoco lo esperaba, Alec se sentó en la mesa y comenzó a comer, en el cuello de la camisa dejaba ver una mancha de labial, Isabella negó con la cabeza porque ni respeto le tenía por ser su esposa, se prometió jamás arrepentirse de esto.
Caminó de vuelta a la cocina para comer, claramente sin el queso rallado, mientras comía la cena pensaba en todos esos años, soportando humillaciones, golpes, grito y hoy finalmente cambiaria todo, hoy seria libre hasta que él se despertara, pero Isabella estaría lejos de su alcance.
Impacientemente miraba el reloj continuamente, las manillas negras continuaban su viaje alrededor, salto del asiento por el susto que sintió cuando la puerta se abrió, Alec estaba allí como si no pasara nada. Ni siquiera estaba adormilado, sus ojos fijos en Isabella quemaban como llamas ardientes, el miedo comenzaba a crecer en el interior de su esposa, la noche empezaba a hacer larga hasta que los tranquilizantes hicieran efecto en su cuerpo. Alec Arrojo el plato vacío hacia su mujer, golpeando su cabeza, al sentir el fuerte golpe Isabella cerró sus ojos con fuerza encogiéndose de dolor en su puesto, el plato cayó al piso rompiéndose en miles de pedazos.
—Limpia todo, zorra, hoy es tu noche, veras lo que puedo hacer como tu marido —dijo cerrando la puerta, en el tono de voz Isabella se dio cuenta que su marido estaba borracho, luego de que unos segundos pasaran se escucharon sus pasos hacia el dormitorio subiendo las escaleras.
Isabella se levantó cansada por todos los golpes que le dio su marido, un mareo golpeo su cuerpo, teniendo que afirmarse con el respaldo de la silla, para no caer al piso, su cabeza comenzó a palpitar con fuerza, el dolor comenzó a hacer más fuerte, pronto sintió que algo recorría el cuero cabelludo, asustada llevo su mano hasta la línea en donde comenzaba su cabello, la sangre comenzaba hacer su recorrido por la frente, rápidamente tomo un poco de papel de cocina y lo presiono cerca de la herida. Fue hasta el comedor y con solo un mano comenzó a tomar las cosas llevándolas hasta la cocina tenía que hacer tiempo para que Alec se quedara dormido a causa de los tranquilizantes y poder salir.
Cuando termino de levantar las cosas y recogió los trozos del plato que estaban por todo el piso de la cocina, con una escoba y una pala, habían pasado ya 15 minutos, se detuvo en la mitad de la cocina, todo estaba en silencio. El terror se apodero de ella y ya no estaba tan segura de su plan, pero aun así subió las escaleras hasta su habitación, tenía que ver a Alec, al entrar al dormitorio, lo primero que vio fue a su esposo en la cama, su boca entre abierta y sus ojos cerrados, estaba completamente noqueado. Isabella esperaba que los tranquilizantes no lo mataran, parecía un cadáver, tenía que asegurarse que no se había vuelto una asesina con dedos temblorosos busco el pulso de su marido en su cuello, suspiro aliviada, cuando lo encontró, la muerte accidental de su esposo era lo último que necesitaba, sin perder más tiempo tomo su chaqueta y salió, dejando todo como estaba, busco su bolso en los arbustos y se la acomodo en sus hombros, cada paso que daba era un golpe de adrenalina golpeaba cada rincón de su cuerpo, jamás había intentado escapar, pero ya no se podía quedarse en aquella casa donde todo era golpes, gritos y humillaciones.
Llegó hasta una parada de autobuses, donde se acercó a la ventanilla y compro un boleto hacia Los Angeles, California, aquel autobús aún estaba esperando por pasajeros, sin pensarlo dos veces y sin arrepentimientos se subió al bus y se acomodó en el asiento indicado en el ticket, su respiración era agitada, pensó que era por la maratón que hizo desde esa casa hasta allí, respiro más aliviada cuando el bus comenzó a moverse por la carretera, alejándose del pueblo.
Cerro los ojos sintiendo que el peso que estaba llevando sobre sus hombros se hacía cada vez menos pesado en cada kilómetro que el bus recorría. Cada vez todo se hacía más oscuro mientras escuchaba los ronquidos de todos en el bus, no podía dormir, no podía cerrar sus ojos por miedo a que todo fuera un sueño y que al abrirlos se viera en aquella cama llena de miedo, con terror por todas esa noches en las cuales él la violaba diciendo que tenía derecho por ser su esposa, la golpeaba o simplemente la trataba de matar atormentándola día tras día, esta era la única oportunidad que podía tener para alejarse, por temor a morir jamás se había atrevido hacer nada en contra de Alec, pero hoy era diferente, algo en el interior de su ser le daba la fuerza para seguir adelante.
Comenzó a preguntarse si fue la mejor decisión, cuando Alec despertara comenzaría a buscarla y si la encontraba la golpiza seria aun peor que todas las anteriores.
"Bella, no piense así, tienes que ser fuerte, todo es mejor, todo será mejor" se repetía en su mente una y otra vez convenciéndose que esta decisión era la mejor de su vida.
El bus se detuvo en Montesano por unos cinco minutos para que aquellos que deseaban comprar algo, Isabella por su parte solo quería poner distancia entre ella y el pueblo de Forks, llegando a Los Ángeles vería que haría, no tenía a nadie y sabía que sería más que difícil comenzar de cero, pero eso era lo que más le gustaba, estaba dispuesta a todo por tener la libertad que tanto había deseado.
El bus comenzó a moverse nuevamente, las horas pasaban y a Isabella no le importaban, solo había una cosa en su mente y eso era libertad. El simple hecho de no tener que seguir esa vida de mierda que tenía que soportar solo por miedo hacia que una sonrisa se pusiera en sus labios.
Abrió los ojos de golpe sintiéndose desorientada, el golpe de la noche anterior le estaba afectando más de la cuenta, su cabeza estaba a punto de estallar, miro hacia la ventana sin tener la menor idea de donde se encontraba, o que hora seria, pero el sol ya estaba en medio del cielo azul, saco la conclusión de que estaría por llegar. Miro a su alrededor y ya habían bajado varias personas, aquellas personas había bajado cuando Isabella dormía profundamente. Un gran letrero les daba la bienvenida a Los Angeles, California.
Apoyo su frente en el cristal de la ventana mirando como los arboles pasaban mientras el bus seguía moviéndose hasta su destino final, hacia aquella libertad que había deseado desde hace mucho tiempo, una nueva vida. No sabía lo que le esperaba en esa gran ciudad, pero esto era mejor que todo lo que había vivido, tenía el presentimiento que todo iría mejor, estaba segura que esta decisión había sido la mejor ha tomado en toda su vida.
Toda la noche y parte de la mañana sentada en un incómodo asiento en un bus tendrían que valer de algo. Su espalda dolía y el cuello también, no supo el momento en el cual que había quedado dormida nuevamente, pero sinceramente durmió como jamás lo había hecho en toda su vida y fue una de las mejores experiencias que había tenido y se dio cuenta que llegarían más.
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Los Ángeles, California. 2 de febrero de 2010
Edward se removió en su cama tratando de alcanzar la alarma que no dejaba de sonar, martes, odiaba los martes tanto como lo lunes, lo único bueno era que tenía su propia empresa, ser su propio dueño era aquello que más le encantaba, poco a poco fue abriendo los ojos dejando su mirada fija en la ventana por donde entraban pequeños rayos de sol, suspiro sonoramente y se levantó de la cama quedando sentado, el día Lunes había sido duro, pero eso tenía que ser así, de otra manera tendría que soportar a un jefe malhumorado y mañoso.
Edward Cullen Masen, dueño de Cullen Enterprise Inc. Tiene apenas 25 años y ya tenía un imperio construido y establecido, todo el tiempo que tiene se lo dedica a su empresa, como si fuera su novia o mejor dicho su amante, no hay tiempo para nada mas que no sean negocios, su vida completa gira entorno a su empresa, unos golpes en la puerta hacen que se sobre salte del susto, estaba perdido en sus pensamientos.
—Adelante —dijo mientras se colocaba una camiseta, solo dormía con un pantalón de pijama, y no le gustaba que sus empleados lo vieran semi desnudo, la puerta se abre y dejando ver a Christie, su ama de llaves, una mujer de unos tiene 35 años de edad, rubia y de buen cuerpo, es alta para la estatura de una mujer común y corriente, de ojos café y como cocinera es una diosa, hace 4 años estaba trabajando para Edward, no puede negarlo, su ama de llaves era hermosa, pero lo mejor de todo que ella era de un solo hombre y solo para él tenía ojos, su novio Ryans, el chofer y mano derecha de Edward.
—Señor Cullen, su desayuno está listo —dijo Christie mirando a Edward, jamás se ha acostumbrado a llamarlo por su nombre y a Edward le gustaba ese límite entre jefe y empleada.
—Gracias Christie —murmuro Edward un poco adormilado aun, Christie asintió y cerró la puerta, dejando a su jefe solo en su habitación. Miro la ventana y suspiro, muchas veces no tenía ganas de nada, pero aun así se levantó de la cama y se preparó para el trabajo. Cuando termino de vestirse con su traje negro y corbata azul, salió de la habitación hacia la cocina, bajo las escaleras arreglando su traje, siempre procuraba que se viera imponente, en la cocina estaba Ryans y Christie hablando en susurros.
—Buenos Días —saludo Edward cortésmente y se sentó en el desayunador, Christie puso delante de él huevos, tocino, pan Francés y una taza de café negro, como todo los días, aquel desayuno era el favorito de Edward. Ryans asintió en forma de saludo y sin decir una palabra más comenzó a tomar su desayuno mientras que Christie terminaba de limpiar la cocina, tenía una gran casa, digno de un exitoso empresario. Cuando Edward termino de comer se levantó y arreglo su ropa.
—Gracias Christie —agradeció y miro a Ryans—. Nos iremos en 5 minutos —dijo mientras caminaba hacia su despacho para recoger su maletín y algunos papeles que necesitaba para el día. Teniendo todo lo necesario para ir a la empresa sale de casa y en la puerta de la casa lo estaba esperando su coche, un Audi A7 de color negro.
Se subió en el asiento trasero del auto, prendió su BlackBerry bold 9700, apenas sonó avisando que estaba prendido y la bandeja de correos electrónicos se llenó, solo eran mensajes de negocios mandados toda la noche, sino no apagara el teléfono no sería capaz de dormir durante la noche. Suspiro comenzando a leer cada mensaje y respondiéndolos de inmediato, no era un hombre que dejara las cosas para más tarde. El coche entra en el estacionamiento de su empresa, aun no terminaba con el asunto de los mensajes, pero así es su vida, jamás se detiene. Ryans detiene el coche aparcándolo en el espacio reservado para él, tomó su maletín y desabrocho su cinturón de seguridad y Ryans abre la puerta, sale y camina hacia el ascensor, su chofer y también guarda espalda pone la alarma al coche, le sigue y sube con Edward en el ascensor. Presiona el botón del piso número 25, las puertas se cierran y el ascensor se eleva, no se detiene en ningún otro piso, es un ascensor exclusivo para él, su secretaria y algunos gerentes además de Ryans. Cuando las puerta se abre ya ha termino con los mensajes en su teléfono, sonríe débilmente aliviado. Carol su asistente personal se pone inmediatamente de pie, le encanta cuando la gente tiene respeto por él, claro está que si no lo hacen estarán sin trabajo rápidamente.
Edward entró a su oficina, Ryans se queda afuera esperando por alguna orden, tiene el permiso de su jefe para vagar por las instalaciones de la empresa, pero siempre tiene que estar cerca por cualquier cosa. Carol entra en la oficina y comienza leyendo las citas programadas para hoy, reuniones y más reuniones, llamadas de su madre, de su hermana y de su amigo, le entrega unos contratos que había mandado hacer para unas cuantas personas que iba a contratar. Los firmó y se los dio de vuelta para que los llevara hasta recursos humanos donde terminaría el papeleo de contratar gente.
Cuando Carol termino de hablar y leer la agenda, comenzó su trabajo, llamando, ajustando citas, revisando informes, contratos con otras empresas y demás.
Así se pasa la mayor parte de su mañana, entre llamadas y correos electrónicos. A la hora del almuerzo se sintió un poco ahogado, necesitaba un poco de aire, se levantó del asiento y salió de la oficina, Carol se quedó mirándolo con un rostro bastante confundido.
—Saldré, ¿dónde está Ryans? —pregunto Edward mientras Carol lo seguía de cerca hacia el ascensor.
—Está en la cafetería, lo llamare para que se una a usted en el vestíbulo —las puertas del ascensor se abre y entra mirando a Carol.
—Lo quiero en 5 minutos allí —ordenó y las puertas del ascensor se cerraron, Edward sentía la necesidad de salir, al menos lo trabajadores de la empresa tendrían un respiro del jefe. El elevador desciende por todos los pisos, hasta el último, al llegar abajo las puertas se abren y Edward sale, Ryans ya está en la puerta de la entrada esperándolo. Ambos salieron del gran edificio.
—¿Señor? —pregunta Ryans apuntando hacia el coche que estaba frente a las puertas.
—No iremos en coche, necesito aire —respondió Edward comenzando a caminar, no entendía bien que pasaba, jamás debajo su empresa por caminar, no comprendía por qué ese querer de salir, jamás lo había sentido, jamás había salido dejando de lado reuniones y citas, siempre Carol ha comprado su almuerzo. Esto era demasiado extraño. Mientras camina Ryans se mantiene junto a él.
Al doblar en una esquina, choca con alguien, maldice para sí mismo, preguntándose cómo podría existir alguien tan torpe como para no fijarse por donde iba.
—Oh perdón, no quise —se disculpa una chica con un suave tono de voz que da la impresión que fuera una voz de terror, es de baja estatura, cabello largo color castaños, como el chocolate derretido, a la luz solar algunos destellos rojizos hacen que su cabello sea más espeso, su rostro pálido, ojos de color café profundos pero vacíos, sin vida, ella se queda en silencio mirando a Edward completamente intimidada por aquellos ojos verdes como el cielo que la miraban fijamente.
No pudo hilar una palabra y mucho menos una oración. Es una chica hermosa, pero demasiado delgada, sus ojos detonan miedo, tristeza.
"Concéntrate Cullen" se reprende Edward mentalmente al notar que se había perdido de aquellos ojos.
Ryans se acercó rápidamente a Edward salvándolo de una situación embarazosa y la chica aprovecho la distracción y se fue lo más rápido que pudo.
—Señor se encuentra bien —pregunta Ryans poniéndose frente a Edward obstruyendo la vista.
—Si estoy bien —respondió su jefe confundido por lo que acaba de pasar y comenzó a buscar a la chica con su mirada, mientras movía su cabeza de un lado hacia el otro buscándola, Ryans lo miraba confundido sin saber qué hacer.
—Vamos de vuelta a la empresa —ordeno Edward dándose la vuelta caminando de regreso hacia la empresa, no podía creer lo que acababa de pasar, aquella chica se le había clavado en la cabeza, se preguntaba una y otra vez quien era esa chica, ¿quién podría ser? Se veía desorientada, asustada y a simple vista se ve que está en un estado de desnutrición. No podía dejar de pensar en aquellos ojos Verdes profundos. Se pasó todo el día dándole vuelta a aquellos ojos.
Aqui les dejo una historia que hace tiempo habia publicado, pero esta vez la publicare editada y cambiando algunas cosas... espero que les guste y dejen su review, se los agradecere enormemente.
