¡Heeeeeello mundo! Espero estén muy bien mis hermosos/as lectores/as, sino, ya saben, soy psicóloga(?), ¡Sonríe, te estoy mirando!
Debo agradecer a varias personas, pero lamentablemente no son de esta página, así que me limitaré a agradecer a la única persona que me ayudo y me dio una critica muy constructiva, creo que te dije mil veces gracias, pero 1.001 sería mejor, así que gracias Enfance :D
Bueno, deben saber que esto comenzó como uno de miles de mis proyectos pero este es muy importante para mí, el por qué, no lo sé, sólo siento que es importante. Jamás había escrito sucesivamente sin tener un bloqueo, y resulta que quería escribir sobre esto todos los días sin parar, no me tome la molestia de revisar si sería largo o corto, pero cuando miré el contador de palabras ya tenía más de 6.000, me sorprendí porque aun quedaban por ver varias cosas más.
Pensé en dividirlo en 6 partes, yo quería publicarlo completo, pero tiene exactamente 13.075 palabras, me puse en el lugar del lector (Gracias al consejo de Enfance, claro esta), y a mí me gustan los One-Shot largos pero quise darle ese toque de suspenso y dejar que armen teorías conspirativas y se queden con dudas, que quizás no todas serán resueltas(?). Sólo serán dos partes.
La imagen que verán en ese icono pequeño es de la talentosa artista Dement09.
Bueno, sin más, disfruten y muchas gracias por leer.
Por favor, un comentario para esta vagabunda, me motiva y le darás comida a mis gatos, sí, vivo de sus comentarios.
¡Amarlos!
Bird Set Free.
—Puedes quedarte aquí si quieres —frunció sus labios, evitando cualquier contacto visual y la mejor manera fue visualizando la pantalla de su Tablet.
—¿No te molesta?
—Descuida, por ahora esta rata de computador te salvara el trasero —dijo con suficiencia mientras se encogía de hombros.
—Siento haber dicho eso, no te conocía y pen-
—Pensaste que era una asocial sin sentimientos, descuida, lo capto, Lapislázuli, aunque no estás tan fuera de la realidad.
Avergonzada desvió su mirada, además de estar pasada de copas esto no podía ser mejor, sus sentidos estaban aturdidos por el alcohol, prometió no ingerir más bebidas alcohólicas, como todas las personas lo hacen alguna vez. Mentalmente se reprendía de no ser cautelosa al dar su opinión de la gente a su jefa, el mundo era tan pequeño que ahora estaba con ella, a la que juzgo sin tener circunstancias para hacerlo.
Estaba retenida en una habitación de hotel con la rata de computador, por incumplimiento de la agencia de aviones, tuvieron un percance con su equipaje, donde se encontraban todos sus documentos. Quizá no debió aceptar este regalo por parte de "Electronic Universe", ambas lo habían ganado por ser las mejores en el departamento de ventas.
Lo único que jamás pensó que sucedería, fue que beber en el avión tendría esta percusión.
—¿Cómo sabias que te llame de esa man-
—Estaba detrás de ti, Perla no dijo palabra alguna.
—Peridot, ¿Puedes dejar de hacer eso? —sus ojos divagaban por los rápidos dedos que tecleaban la pantalla táctil, ese ruido la estaba irritando.
—No, no es mi culpa que bebieras tanto.
Lapis sólo refunfuño, recordó porque ella no era amigable con esa muchacha, era egocéntrica, sarcástica, asocial y en cualquier ocasión la ignoraba, quizás -ahora- con razones la estaba empezando a odiar. Maldijo a la agencia de aviones y se intentó levantar de la cama, estar un segundo sentada al lado de Peridot la mataría y si no la mataba eso, lo haría el infernal ruido del aparato.
Logro estar de pie, pero falló, sus piernas flaquearon, y lo único que experimento fue un dolor punzante en sus rodillas al impactar con el piso de cerámica, y que momento más oportuno de saber que el alcohol estaba dejando de hacer efecto.
—Oh mierda —gruño, apretando su mandíbula.
Se sentía estrafalaria y absurda, comprendió que el karma existía. A la brevedad siguiente, un nuevo intento de levantarse fallido, era inútil, sus rodillas dolían excesivamente. Un tercer intento y lo único que hizo fue reprimir un gemido de dolor que la forzó a cerrar los ojos.
—No entiendo como llegaste a este deprimente estado —puso el brazo detrás de sus hombros.
—El alcohol me afecto cuando me senté en la cama.
—Sí, como sea —puso los ojos en blanco— intenta ayudarme.
Lapis asintió, se dejó guiar por la más pequeña, nunca se sintió tan patética, debía disculparse de alguna manera con quien le propinaba auxilio. Cuando Peridot la apego a su cuerpo para ayudarla, olió su perfume, primero fue agradable pero en el momento en que ambas estuvieron de pie, fue lo contrario, haciéndola sentir mareos.
—D-Debo ir al baño.
—Espera, te sentaré —con suavidad saco el brazo de sus hombros, dejándola con cuidado al borde de la cama— no te acompañaré al baño, ni me ha-
Sus palabras quedaron en el aire cuando Lapis se inclinó y vomito en sus pies, la rubia estaba furiosa, acomodo sus lentes para procurar sosegarse, tomo aire profundamente y lo expulso con calma, debía compadecerse de aquella mocosa. Le sostuvo el pelo para que no se lo emporcara, y se hizo a un lado para que el líquido no siguiera ensuciando sus pies.
Había perdido la cuenta de las veces que la había execrado.
—o—
—No podrás irte.
Su sonrisa característica estaba posada en ese maquiavélico rostro, digno de un psicópata a punto de protagonizar su mejor obra. Asustada, retrocedió hasta topar su espalda con lo que parecía ser una pared, dejándola sin escapatoria, acorralada entre su asesino y la –supuesta- pared. Su corazón resonaba fuerte en sus oídos al igual que los pasos que se aproximaban sin espera. Miro hacia todos lados, lo único que la envolvía era una oscuridad, cerró sus ojos fuerte para no escuchar esa risa y las miles de palabras que la torturaban.
—P-Por favor.
—Vamos, suplica, ¡Hazlo!
Aun no podía ver nada, instintivamente poso sus manos encima de las que la estrangulaban, dejándola segundo a segundo sin respiración. La risa constantemente era más lejana a medida que la presión en su cuello aumentaba, moriría, de eso no había duda alguna, ¿Para qué luchar? Y así, con ese pensamiento sin esperanzas, dejo caer sus brazos, no oponiendo resistencia, se entregó a la muerte, se entregó a su asesino como las estaciones se someten al torturante sufrimiento del cambio para llegar a ser primavera, otoño, invierno o verano.
—Oh, rayos —saco al gato de encima de la almohada.
—Puaaah —tomo una bocanada de aire, intentando estabilizar su respiración, aun podía sentir las grandes manos en su cuello.
—Aun no la mates —acarició al animal que ronroneaba feliz— ¿Recuerdas lo de ayer?
—S-Sí, siento todo eso —exhaló avergonzada— ¿De dónde sacaste ese gato? —preguntó, intentando no recordar la pesadilla.
—Ayer estabas tan borracha que nuevamente te levantaste, saliste de la habitación, llegaste 4 horas más tarde desnuda y con esté pequeño tapando tu intimidad.
Los ojos de Lapis se extendieron sorprendidos, su rostro se cubrió de un tono rojo, dejando expuesta su vergüenza. Intentó tontamente recordar, pero el dolor de cabeza la obligaba a detenerse, tapó su cara con sus manos, hasta que escucho una carcajada.
—Era broma —bostezo imitando al felino— ahora te pediría que te largues, tus cosas están en recepción, así que si me permites —le abrió la puerta.
—¿Q-Qué? Pero si estabas tan seria que yo… Ahg —gruño y se levantó bruscamente de la cama, dando grandes zancadas hasta llegar al frente de la chica, ignorando el dolor de sus rodillas— ¿Podrías ser menos cruel? Sé que te debo decir "Gracias" —imitó las comillas con sus dedos— pero eso no te da el dere-
—Oh demonios, cállate y lárgate, hueles horrible —tapo su nariz y el pequeño animal huyo— ni si quiera el gato soporta el olor a alcohol.
—Eres… Una maldita asocial, nerd y sarcástica imbécil —apretó sus puños.
—Din din, teneeeeeemos una ganadora, ha adivinado como soy, su premio eeeeees ¡Un viaje al país de nunca jamás! —sonrió sarcásticamente— ahora, lárgate —frunció el ceño.
Lapis no dijo nada, pero al cerrar la puerta, dejo notar mucho su descontento. Peridot por su parte sólo se encogió de hombros, estaba acostumbrada a esas palabras, suponía que ningún insulto la podía lastimar, mucho menos de una persona que no conocía.
—o—
—No soy tu maldita mensajera, Amatista —corto la llamada, guardando su celular en el bolsillo trasero.
Caminaba lentamente, admirando la arquitectura de los grandes edificios, algunas casas tenían un estilo arquitectónico gótico dándole un toque terrorífico y deprimente a ese sector de viviendas, un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando sintió una mirada en su espalda, solamente siguió caminando, ignorando por completo cualquier sensación, no entendía como una dulce ancianita podía vivir en una casa tan grande y sola, al menos el gato estaría feliz de tener tanto espacio para vagar. Sus pensamientos se detuvieron al sentir vibrar su celular, aun sentía esa mirada carcomiendo su tranquilidad poco a poco, no sabía si contestar era una buena idea, quizás se trataba de un ladrón que la estaba siguiendo para hurtar sus posesiones.
Suspiro dejando de imaginar cosas.
—¿Aló? Te acabo de decir que el gato ya está con la dueña. Sí. No. No. Sí. Adiós Amatista —nuevamente guardo el aparato.
Cuando por fin se tranquilizó, volvió a caminar observando todo a su alrededor, debía salir rápido de esa vecindad, realmente era abrumador estar ahí sintiendo como eras observada. Camino rápidamente hasta llegar a un callejón oscuro, no veía nada, sólo podía escuchar los sonidos de las bocinas de los autos, se estaba acercando al centro de la ciudad, pero de pronto, una mano tapaba su boca, no presionando muy fuerte. Su respiración se turbó, su pecho bajaba y subía con rapidez, sus instintos no reaccionaban, dejándola en un trance.
—Por favor, no digas nada.
Parpadeo varias veces, sus sentidos comenzaron a funcionar, su cuerpo ya no temblaba, sintió unos firmes pechos en su espalda, ¿Su asaltante era mujer? El dilema era, ¿Por qué no sacaba un cuchillo y lo posicionaba en su yugular? O ¿Algún arma en su cabeza? Sería todo más sencillo, ella entregaría sus cosas, la asaltante saldría con su botín y sería una anécdota más en su vida. Pero todo tuvo sentido cuando alguien entraba al callejón pateando algunos botes de basura.
—¿Dónde estás? Sabes que te encontraré y te mataré —gruño.
Peridot no entendía nada, ni si quiera tenía discernimiento. Intentó visualizar a la figura que golpeaba, insultaba y gruñía como un animal en busca de su caza, intentando localizarla para devorarla y acabar con ella de una vez por todas para saciar su hambre. Siguió sus instintos, quizás más adelante terminaría muerta por una pelea entre bandas de narcotraficantes. Un balde cayó cerca de sus pies y los de su captora, se liberó rápidamente y tomo la tapa del balde, lanzándola con toda su fuerza al pequeño pedazo de espalda que se veía gracias a la luz de un auto que se detuvo por breves segundos para seguir con su camino.
—¡Vamos!
Tomo la muñeca de su supuesta captora y corrió con ella lo más que pudo, sin mirar atrás, alejándose la mayor cantidad de cuadras posibles. Mentalmente agradeció haber visto la película del Capitán América con Steven y Amatista, ahora podía decir con toda seguridad que las películas podían salvarte la vida.
Exhalo profundamente, vaciando sus pulmones para tomar aire puro y volver a llenarlos, su respiración estaba agitada, pero no podía bajar la guardia, miro hacia todos lados, la gente sólo miraba sus celulares o hablaba con alguien. Tiro de la muñeca de la chica sin mirarla, y entraron a una tienda de comida rápida.
—Bien, ahora me dirás que mier- ¿Lapislázuli…? —parpadeo varias veces— ¿Querías robarme mi celular? —arqueo una ceja.
—¿Q-Qué? No… —dio una risa nerviosa, frotando su brazo.
Peridot sólo entrecerró sus ojos, soltándole la muñeca y cruzándose de brazos, optando por una posición de intriga. Muchas preguntas atacaron su cabeza.
—¿Estas consumiendo algún tipo de drog- oh tu brazo, ¿Qué le paso? —intento acercarse, pero rápidamente Lapis retrocedió.
—No es nada, ¿Me dejarías invitarte a comer aquí? Es lo menos que puedo hacer para disculparme por todo lo que has pasado por mi culpa —soltó un suspiro agotado, desviando su mirada.
—No importa, el problema es que estas temblando, ¿Te sientes bien? —con la yema de sus dedos roso su brazo, viendo como empezaba a temblar— estas congelada, estoy pensando que eres una esquizofrénica
Tenía golpes en el brazo, como si alguien la intento retener o jalar. La rubia la examino detalladamente, sus ojos estaban retraídos, mirando en otra dirección, ocultos por ese flequillo azul, escondiendo la verdad descaradamente para que nadie pudiera descubrir que los atormentaba, no sólo los atormentaba de forma física, sino que su alma estaba inserta en esta batalla, queriendo liberarse, pero las cadenas que la ataba esa jaula eran gruesas.
Le sorprendía ver a esa chica así de vulnerable, parecía un gatito asustado en busca de un hogar al cual pertenecer y quedarse ahí para olvidar cualquier rastro de carencia. Suspiro, y presiono su tabique.
—Ten y por favor, sólo no digas nada y siéntate —puso su chaqueta en los tensos hombros de la más alta— iré a comprar.
Sin esperar respuesta, fue a hacer la pequeña cola que había. Lapis con su mirada cabizbaja se sentó en la última mesa, apoyando cansada su frente en ella, su cuerpo estaba aún tenso, temblando, recordando las sensaciones repugnantes que atravesaron su piel, hasta que un olor golpeo sus sentidos, era el perfume de la chaqueta de Peridot, sonrió y comenzó a reírse.
—Esta afirmado, estás loca —le entregó el vaso y una hamburguesa— ¿Ahora te... ríes?
—Es sólo que, —levanto su rostro— tu perfume me hizo vomitarte los pies limpio los restos de lágrimas— siento eso —mordió su labio divertida, aguantando su risa.
—Oh claro, te ríes en mi cara, genial —puso los ojos en blanco— toma café, te ayudará —se sentó en frente— tranquila, prometo no decirle a nadie que casi me asaltas en un callejón para que te trajera a comer.
—Tu sarcasmo e imaginación a veces me sorprenden —tomó un sorbo, sin dejar de sonreír.
—Eres tan bipolar —negó con su cabeza— mira, no quiero meterme en tu vida, ni si quiera me importa, pero si nece-
—No, gracias por esto, debería ser yo la que te invitará y sólo te he causado problemas, más cuando en estas mini vacaciones deberías estar divirtiéndote.
Peridot sólo asintió y bebió de su bebida, observando el cabizbajo rostro de la chica, las ojeras delataban horas de sueños perdidas.
Un nuevo suspiro salió, se arrepentiría de lo que haría, realmente lo haría.
—Emmm —carraspeo— tenemos las entradas para una cena, me preguntaba si...
—Oh —sonrió coqueta, apoyando sus codos en la mesa.
—¡¿Q-Qué?! —frunció el ceño, su rostro estaba sonrojado.
—Es broma —rio.
—¿Iras o no? —desvió su mirada.
—Lo haré.
Por breves momentos había olvidado lo que sucedió, centrándose en su café, en la hamburguesa que la veía de una manera extraña, disfrutando del ambiente del pequeño local y de la compañía. Levanto su mirada, encontrándose con unos ojos verdes analizándola, les otorgó una brillante sonrisa, y estos se desviaron rápido.
—Peridot —la llamo.
—Dime.
—No se comer hamburguesa... —confesó avergonzada.
—Oh, eso es simple, mira —acerco su propia hamburguesa— primero la aplastas, la tomas entre tus manos y das un gran mordisco, siempre debes recordar que estas comiendo animales —soltó una carcajada.
—Dios, eres una infantil, ¿Quién lo diría? —arqueo una ceja divertida.
—Oh vamos, no me digas que eres una amargada.
—¿Tú hablando de personas amargadas? ¿Qué tiene el café? ¿Metanfetaminas?
—Claro, búrlate, pero no era yo la que no sabía comer una hamburguesa —embozó una sonrisa triunfal.
—Cállate, nerd.
—Alcohólica.
—Cuatro ojos.
—Pandillera.
—Rata de computador.
—Esquizofrénica.
—Dorito.
—¿Qué?
Ambas comenzaron a reír, compartiendo el agradable momento, sintiendo solo sus risas, entregándose por totalidad a la grata sensación que vivían. Ninguna de las dos se detuvo a medir porque estaban juntas, quizá habían pensado erróneamente que el odio era lo único que existía en su relación de compañeras de trabajo, quizá, ese diagnóstico, había cambiado hoy.
—o—
—¿Cuándo volverás? Se hace muy aburrido aquí sin molestarte.
—No se habla con la boca llena.
—¡Peridot! ¿Me traerás algún recuerdo? —pregunto animado.
—Sí, Steven. ¡Tengan cuidado! —los alarmo.
—¡Todo controlado! —dijeron ambos al unísono.
Los tres estaban jugando en línea, sólo escuchando sus voces a través de los audífonos, solían jugar con frecuencia, eso era lo divertido del trabajo de Peridot, podía probar los nuevos juegos que llegaban a la tienda primera que todos los fanáticos. Ese era su pasatiempo, aunque sus pensamientos no estaban ahí, centrados en el videojuego, estaban con una chica de cabellos azules, habían quedado de cenar un día antes de irse, no podía negar que habían salido un par de veces a comprar o ver una película encerradas en la habitación del hotel.
—¿Peridot? ¿Puedo usar tu baño? Están reparando el mío, no sé qué sucedió —dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.
—Lapislázuli, si, descuida —vio como la chica le sonrió y dejo una bolsa a su lado para luego perderse en dirección al baño.
—¿Lapis? ¿Lapislázuli? ¿Estas con ella? —preguntaba una sorprendida Amatista.
—Sí, ¿Por qué? —miro por el rabillo de su ojo la bolsa, sonriendo al verla.
—Ella sólo habla con Steven o Perla, me da miedo acercarme a ella.
—Es muy buena persona —agrego Steven.
—Chicos, debo irme.
—¡¿Qué?! ¡¿Tú?! —gritaron ambos.
—¡Mis oídos idiotas! —les grito de vuelta— debo hacer alg-
—Oh Lapis, bésame mucho, muack muack —lanzaba besos.
—Cállate Amatista —gruño.
—Por favor, Peri, abrázame fuerte.
—¿Tú también Steven? Ahg, son unos tontos —corto la llamada cerrando su computadora— idiotas —abrió la bolsa.
Saco una pequeña porción que se llevó a la boca y dejo la bolsa a un lado, su deleite esperaría otro momento, saco sus grandes audífonos que tapaban sus orejas completamente, escuchando el tranquilizante sonido del agua en la ducha, por un corto lapso de tiempo cerro sus ojos, apoyando su cabeza en el respaldar de la silla, haciéndola girar, entregándose a una especie de bonanza. Recordó las veces que miro de reojo a la chica de cabellos azules cuando trabajaban, no le importaba en absoluto, lo único que analizaba era que siempre traía con ella una pequeña cartera.
Lapislázuli llegaba a las 7:45 am todos los días, sin falta. Entraba directamente al baño acompañada fielmente de su cartera, siempre escondiendo sus orbes azules en su flequillo, su cómplice flequillo.
Abrió sus ojos, levantándose de golpe, caminó cautelosamente, sin que sus pasos pudieran percibirse. Era todo un desafío caminar descalza y en puntitas en ese piso cerámico sin que le dolieran los dedos de sus pies. Pasó cerca de la puerta del baño, para su suerte y por casualidad del destino, no estaba con totalidad cerrada.
Relamió sus labios nerviosa, posiciono la mano en el pomo metálico de la puerta, empujando con sutileza, acomodo sus lentes en un gesto desasosegado y sus ojos se abrieron ante lo que encontraron al frente.
Tapo su boca con su mano, acallando cualquier palabra o exclamación que saliera de su garganta, ella jamás había sido tan imprudente en saber la vida personal de la gente, jamás quiso ser de esa manera, era mejor ser egoísta, no prestando atención al entorno, en no tener amigos, sólo causaban problemas y preocupaciones estúpidas que la desviaban de las cosas que para ella si eran importantes.
Ahora, ahora había caído en lo que jamás pensó en caer, y esto no era algo que podía ignorar, ¿O si…?
—o—
—Mañana volvemos a casa, es un alivio —comió un pedazo de su hamburguesa.
Con el tenedor movía sus fideos de un lado a otro, mezclándolo con los pedazos de champiñones y carne, sus ojos fijos en su plato, no levantando la mirada, fundiendo sus pensamientos en lo que había visto, debatiéndose ella misma en que hacer, ¿Ayudar? Sonrió, le era irónico querer ayudar, ¿Egoísta? Completamente, ¿O no? Imposible, seguía debatiendo, ¿Cómo podía ayudarla? No lo sabía, jamás ayudo a nadie, ¿Cómo la haría entrar en razón? Irritada apretó el utensilio con el que revolvía, intentando, inútilmente, dejar de pensar.
—Peridot —frunció el ceño— ¿Peridot?
Sus ojos se alzaron, impactando con los azules, la miraban expectantes a que reaccionará, que dijera algo, una señal de que la escucho, pero ¿Cómo podía mirarla con normalidad cuando sus ojos reflejaban lastima y tristeza por esa chica que tenía en frente? Sus ojos hablaban por ella, debía evitarlo, debía ocultarlos, así que esquivo los azules, concentrándose en su vaso de agua.
—Lo siento, anoche no dormí bien —bostezo y se estiro fingiendo.
—Déjame adivinar, ¿Te quedaste viendo Camp Pining Hearts? —sonrió divertida.
—Oh, en mi defensa puedo decir que es tu culpa —la apuntó con su tenedor.
—¿Mi culpa? —se hizo la ofendida— no es mi culpa que seas una obsesiva a las series.
Obsesiva, esa palabra hizo ecos en su mente, reuniendo los pensamientos anteriores, la rubia estaba confundida, quería explotar, decirle. No podía ignorarlo, no con lo que sus ojos vieron, dejándola con una imagen acibarada en su cabeza torturándola.
Su pregunta era ¿Por qué se preocupaba tanto? La respuesta era que nadie, absolutamente nadie podía quedarse con esa imagen e ignorarla, le partía el alma recordarla, quizás todo era un mal entendido, quizás ella estaba equivocada, quizás, tan sólo quizás.
Comieron en silencio, al parecer para Lapis era tranquilo, pero para Peridot no, estaba irritada, enojada con ella misma, sentía aflicción, sentía dolor y no entendía esos complejos sentimientos, nunca los sintió antes.
Pensó en una solución, presionaría, sería cruel, algo que la caracterizaba, debía confirmar todo.
Los ojos de Lapislázuli miraban atentos a su alrededor, con temor se escondía, intentando parecer tranquila y feliz, cosa que no resultaba con la chica de ojos verdes.
—¿Ves a esa chica de ahí?
—¿La que está sola?
—Sí —bebió de su vaso de agua, sin quitar su mano del—espera al chico que fue al "Baño" —imitó las comillas— ella estaba fascinada con él, quizás era su primera o tercera cita.
Lapislázuli sólo escuchaba con atención mientras miraba con precaución a la chica sin que se diera cuenta, la podía notar que estaba con su celular cada vez más intranquila, nerviosa, ansiosa.
—Ahora debe estar mandado mensaje a sus amigas, preguntándoles por qué su cita tarda tanto.
—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
—Es obvio, ahora se levantará, se acercará con toda la finesa y elegancia al garzón que los atendió, quizá le hizo caso al consejo de su mejor amiga y se irá o harta de esperar seguirá sus instintos, irá al baño a buscarlo y pum —apretó más su vaso.
Sus ojos sorprendidos veían expectantes a la chica, siguiendo toda la historia de Peridot, que se volvió realidad, la chica iba a tomar la puerta e irse, intentando dejar atrás esa estúpida cita e intentar superar al idiota, bastaron tres segundos para que se devolviera y fuera al baño. Los ojos de Lapis parpadeaban confundidos, mirando a la chica que acababa de entrar al baño de hombres e intercambiando su vista por breves segundos en la dueña que le contó un poco del futuro.
—Peridot, ¿Cómo sabias que pas-
—Shh, ahora viene lo mejor, una obra dramática.
—¿Qué est-
Así fue, acertando una vez más, gritos, lágrimas, maldiciones y un "Pensé que eras diferente" adornaban la cena de todos en el pequeño, pero elegante local. La chica golpeo al tipo que la seguía como un perro arreglándose la cremallera y su correa con un "No es lo que piensas", la gente indignada miraba la escena o mejor dicho el drama, haciendo sentir una puta a la mujer que salió tras el chico arreglando su vestido mientras corría hacia la salida de atrás del loca. La chica salió llorando, seguida de su cita.
Un recuerdo golpeo la mente de la primera expectante de todo ese acto, su boca se secó, recordando claramente como si lo estuviera viviendo, la primera vez que se sintió miserable, patética y misericordiosa, quizás no misericordiosa, sino, estúpida. Sus ojos se posaron en los verdes opacos que la miraban, analizándola como siempre, su respiración se tornó pesada, sus pupilas dilatadas sin un punto fijo, estaba temblando.
—Está aquí.
—¿Q-Qué?
—Viene por ti, Lapislázuli.
—N-No…
—¡Corre! ¡Te matará!
—¡No!
Con un grito desesperado, un plato roto, una cena arruinada y un alma con una fisura agrietándose más, se fue corriendo a refugiarse al baño, llorando desconsoladamente, abrazando sus rodillas y meciéndose, repitiendo inútilmente que todo estaría bien, dándose falsas esperanzas, huyendo de la realidad, la realidad que no quería aceptar, la realidad que la carcomía viva sin que nadie se enterara de nada.
Con la amarga sensación en su boca se levantó con tranquilidad, soltando un suspiro pidió perdón al garzón que las atendió, dándole una generosa propina. Trago saliva, conto hasta 5 y entro al baño, cerró sus ojos con fuerza al verla en ese estado, hubiera sido mejor verla con alcohol. Reprimió cualquier sentimiento, aunque la verdad es que todos esos sentimientos se mezclaron y atravesaron su corazón, golpeando la boca de su estómago, no debió haberlo hecho, pero con tristeza, confirmo lo que no quería.
Abrió sus ojos y dio pequeños pasos.
—Lapislázuli.
—¡Aléjate! ¡No te quiero ver! —se levantó, limpiando con el dorso de su mano cualquier rastro de lágrimas.
—Perdón, yo no quis-
—Oh claro, no querías hacerme daño —sonrió con ironía— ¿Cómo supiste todo eso? —la chica se abrazó a sí misma, aun dándole la espalda.
—Te… —desvió su mirada, la vergüenza se apodero de ella— espíe cuando entraste al baño de mi habitación.
Sólo pudo escuchar el rebote que sufrieron sus lentes al caer al suelo, estaba sorprendida, algo en su interior sabía que se lo merecía, había revivido cicatrices o heridas abiertas ajenas. Su mejilla ardía, aún tenía el rostro volteado, no podía mirarla, traicionó la confianza que le otorgó, la había lastimado, y no pensó que ella no necesitaba ayuda, sino, no recordarlo.
—¡No tenías derecho! Pensé que… Por lo menos me tenías un poco de estima por pasar una semana juntas… Pero no —sollozo— ¡Intente superar todo esto! ¡Intente hacerlo! ¡Y vienes tú y… ¡Te odio!
Los ojos verdes se empañaron mirando la espalda de Lapis que se alejaba hasta ya no verla más y sólo quedar mirando la puerta del baño, se arrepentía de todo, era tarde, lo hecho, hecho estaba.
Y tan sólo quizá, se había ganado un espacio en el infierno de Lapislázuli.
—o—
—¿Qué hiciste qué?
—Ahg, debía comprobarlo —dijo mientras apuñalaba una caja con el cartonero.
—Estas no son tus estúpidas teorías conspirativas sobre tus tontas series —le golpeo el hombro— no tenías derecho alguno —le quito la caja— mírame.
Los culpables ojos verdes se depositaron con vergüenza en los de la ojimorada. Pudo notar que no tenían ese color vivo y brillante, era un verde opaco adornado con unas bolsas bajo de ellos, delatando que no había dormido bien durante noches, sintiendo en la soledad de la penumbra la culpa.
Hace dos semanas que volvieron, trabajando como siempre, ignorándose como siempre, aunque con obviedad Peridot era la que la miraba, y Lapis, Lapis la ignoraba, sonreía como si nada a los clientes, como si su vida fuera un lindo lugar donde estar, era una sonrisa que iba en contra de los sentimientos que retenía dentro, una sonrisa cínica. A caso ¿Ella era la única que veía como actuaba? Esa sonrisa la exasperaba, quería tomarla de los hombros y preguntarle sobre todo, quería ayudarla.
—Peridot, ¿Por qué te metiste en su vida? Tú no eres as-
—No, no lo soy, lo sé —acomodó sus lentes— conocí una parte de ella que me agrado, y siento que le debo algo, por eso quiero ayudarla, ella no mere-
—Cálmate —apretó el hombro de la más baja, intentando animarla— ve hablar con ella, paso a la bodega.
—Gracias Amatista —le dio una débil sonrisa.
—Ataca tigre.
—Garnet, ¿Desde cuan-
—Desde siempre —le levanto el pulgar.
Arqueo una ceja divertida y miro a ambas con una sonrisa agradecida.
Camino hasta la bodega, cerrando la puerta y quedándose ahí, mirando la espalda de la más alta como lo hizo en el local donde la hirió, esperando que se diera cuenta de su presencia. Intento tranquilizarse bebiendo de su infaltable botella de agua en sus días de trabajo. Cuando sus ojos se encontraron, los azules evitaron contacto, indiferentes caminaron hacia quedar frente a ella.
—Permiso por favor.
—Lapislázuli, ¿Pode-
—No, permiso.
—Disculpa por meterme en tu vida, sé que no e-
—Tus ojos siempre me analizan, pensé que me odiabas, me ignorabas, y resulta que todo esté tiempo has sabido de mí —frunció el ceño, intentando matarla con su mirada, sus ojos azules estaban furiosos, como si el mar se agitara en ellos.
—Sólo… La persona que te seguía en el callejón, ¿Es la misma qu-
—Peridot, detente —retrocedió enojada.
—¿Por qué le tienes tanto miedo? —tomo su muñeca, deteniéndola.
—¡¿Por qué te interesa tanto mi maldita vida?! —levanto la voz alterada.
—¡Te hace daño! ¡¿No lo ves?!
La tomo del brazo, haciendo un poco de presión, un gemido desgarrador sostuvieron las paredes de la bodega. Con un ágil movimiento la rubia tomo su botella de agua y la esparció sobre el brazo, el maquillaje comenzó a esparcirse sobre la piel, revelando lo evidente.
—Lo puedes sentir, lo puedes ver, pero no haces nada para ayudarte, no entiendo…
—Jamás lo harías. Te odio.
Cuando Lapis le escupió esas palabras como si fueran veneno, otra puñalada se insertó en su corazón y otro golpe en la boca de su estómago. Con brusquedad el brazo fue arrebatado de su mano y con un empujón la hizo a un lado para salir corriendo de la bodega, dejándola con el bullicio de sus pensamientos, ¿Ignorar o ayudar? Ese era el acertijo.
—¿Qué le hiciste? —pregunto Perla quien entro a la bodega preocupada.
—Nada —miro su mano con la que sostuvo el brazo.
—Peridot, ve a ver como esta.
—¿Qué? —la miró con el ceño fruncido— Steven es su amigo y tú también —gruño.
—Por tu culpa huyo, ve a verla a su casa —saco su celular, tecleando rápidamente— tienes su dirección en el mensaje.
—Perla, no iré —salió de la bodega, seguida de su jefa.
—Irás cuando termines el trabajo.
—Pe-
—No hay peros, Peridot.
—Ahg, las odio —nuevamente tomo la caja y saco los repuestos, intentando vaciar su mente en su trabajo.
—o—
¿Desde cuándo seguía las órdenes de Perla? No le importaba que fuera su jefa o la reina del mundo, ella no iría a la maldita casa, quería olvidar todo este tema, ignorarlo por completo, quería ser egoísta, no entendía que le sucedía, debía estar loca en intentar ayudar a quién no se quería ayudar. Miro su celular, ahí estaba el mensaje con la dirección, bufo molesta y guardo el aparato, pasaron 5 segundos y nuevamente lo tenía en su mano, prendiendo el GPS, se odiaría a si misma al caer la noche, mezclándose con el odio que Lapislázuli sentía por ella.
En una hora ya estaba parada en la puerta del departamento, observando el barrio, era tranquilo, habían algunos niños jugando con un perro, una anciana sentada dándole comida a las palomas, el típico tipo con traje y un maletín de negocios bajándose del auto y su bella esposa recibiéndole con un beso, todo normal. Peridot tomo aire, golpeo la puerta y lo retuvo hasta que se abrió.
—Peridot… —parpadeo varias veces, paso su mano por su cuello.
—No te llame porque sé que dirías que no viniera y… ¿Estas ocupada? —frunció el ceño, la chica estaba nerviosa, lo sabía, no dejaba de sobar su cuello.
—N-No, pe-
—Entonces permiso.
Sin ser invitada, paso, observando todo el departamento, era elegante y un poco amplio, sus ojos no perdían ningún detalle, no habían fotos, ni floreros, nada. Sabía que estaba siendo inoportuna y mal educada, pero sus instintos no fallaban.
—¿Por qué te fuis-
Esa mujer grande la miró con una psicópata sonrisa desde donde estaba sentada, incomodándola completamente, un escalofrío recorrió su cuerpo desde el momento en cual cruzó la entrada del living y se encontró con esos ojos fulminándola. Palpable era la tensión en el ambiente, frunció el ceño al ver como la robusta mujer acomodaba su cabello en un gesto de superioridad y rodeaba, no con ternura o protección los hombros de Lapis, sino, de una forma posesiva, casi violenta, sólo pudo apretar sus puños y tensar todo su cuerpo.
—Siéntate, ¿Q-Quieres algo?
—No, gracias. Sólo quería saber cómo estabas, me lo pidió Perla —carraspeo, sentándose frente a ellas.
Esos ojos color miel con tonalidades amarillentas no la perdían de vista, observando todos y cada uno de sus movimientos, analizándola, era incomodo cuando lo hacía sin escrúpulos. En un pequeño lapso de tiempo, sus ojos verdes se posaron en los orbes mar y con brevedad aconteció que ocurría algo, sus instintos ganaban una vez más.
—Estoy bien —le dio una sonrisa.
¿Cómo podía estarlo cuando sus piernas tiritaban? Examinó con minuciosidad la expresión corporal de la aterrada chica. Se podía apreciar que Lapis estaba sentada al borde del sillón, no queriendo hacer contacto físico con ese brazo que le rodeaba los hombros.
—¿Cómo te llamas enana? —sonrió con sorna.
—Peridot, ¿Tú, grandota? —devolvió la sonrisa y acomodo sus lentes en el puente de su nariz, dándole un toque negligente.
—Jasper —gruñó— ¿Eres la nueva novia de Lapis? Le encanta jugar en la cama —carcajeo.
La más baja pensó miles de cosas sobre lo que escucharon sus oídos, no tenía nada en contra las lesbianas, nunca le interesó la vida personal de la gente, menos le importaría la orientación sexual.
Divisó el rostro desencajado, acongojado y torturado de la chica de cabellos azules, ahora entendía todo. Se cuestionaba que hacer, debía pensar en algo y rápido.
—Sé lo que le gusta a Lapis en la cama, me dijo que su ex no la complacía —chasqueo la lengua, preparando su veneno. Su socarrona sonrisa y su mirada juguetona le daban ese toque de confianza en lo que decía— también comento que la aplastaba por su robustez.
Los orbes azules, sorprendidos miraban a la reproductora de las sarcásticas e hirientes palabras que sus cavidades auditivas captaron.
—¿Qué dijiste? —se levantó furiosa.
—Oh, Lapis, olvidaste comentar que también era sorda.
Una sarcástica y burlesca risa contamino el ambiente, proveniente de la pequeña. Peridot imito a Jasper, posicionándose frente a ella con su amplia sonrisa.
—Maldita nerd cuatro ojos.
—Por favor Jasper, detente —se interpuso entre ambas.
—¡No te metas! —gritó.
Empuño su grande mano, Lapis sólo cerro sus ojos e intento defenderse de su atacante tensando todo su cuerpo, pensado que así el golpe tendría menor magnitud.
El golpe jamás tuvo lugar.
—¡Peridot! —instintivamente se acercó a la chica para auxiliarla.
—Maldición, creo que olvidaste el pequeño detalle de decirme que golpeaba muy fuerte, amorcito —le dijo con sarcasmo— rayos, no veo nada.
Lapis respiro aliviada al escuchar a la pequeña que yacía en el suelo. La ayudo a encontrar sus lentes que por suerte no sufrieron daños y a levantarse, olvido por completo su problema que tenía en frente, pero sólo hasta que sintió que su brazo fue presionado bruscamente, reprimió el gemido de dolor mordiendo el interior de su mejilla.
—Maldita sádica.
—Oh, la pequeña dice malas palabras, que inteligente pero tu novia no irá a ningún lugar.
"¿Desde cuándo soy una heroína? Oh, desde mi acto de Capitán América, demonios, piensa, esta mutante no puede ganar".
Los verdes ojos de la rubia analizaban todo a su alrededor, indagando algún escenario que le permitiera salir ilesas, y con obviedad, vivas.
Relamió sus labios, recordando todas aquellas estúpidas escenas de videojuegos, historietas y películas, rodó los ojos al recurrir a la TV como algo que le salvará la vida, quizás se la había salvado una vez, pero ¿Dos?
Aquella tipa era peligrosa, lo sabía, con factibilidad las podía matar. Estaba nerviosa, ¿Había pasado un minuto? Se sentía una eternidad, como si jamás fuera a terminar. El reloj hacia su habitual y característico sonido, desesperando los pensamientos de la más baja. Miro a Lapis, tenía la mirada perdida, no reaccionaba, parecía, no, era una prisionera de un amor obsesivo y enfermo, Jasper era su jaula torturante que la mataba día tras día, consumiendo su luz y convirtiéndola en algo inerte y oscuro.
—Vamos mocosa, lárgate —gruño, apretando más el agarre.
—J-Jasper, me lastimas —sollozo.
—Oh querida, no llores o será peor.
Peridot miraba con asco y odio la imagen que tenía en frente, aquella perversa, psicópata y humillante sonrisa con esa voz repleta de burla la estaban enfureciendo.
Dio uno, dos y tres pasos hacia atrás, chocando, estiro sus manos para tomar el cojín grande que adornaba el sillón. Jasper frunció el ceño, no entendía que pretendía, hasta que el cojín impacto en su rostro, haciéndole soltar el brazo de Lapis. La grande mujer impacto con el suelo al recibir una tacleada.
—¡Corre!
La tomo de la mano, ambas corrieron hacia la salida, bajando las tediosas escaleras, Peridot jamás se había puesto a pensar que fueran infinitas y difíciles de bajar, pero en este preciso momento, lo eran, de ellas dependía su vida y también la de Lapis.
—N-No puedo irme… —se detuvo.
—¡¿Qué?! —la soltó— ¡¿A caso te gusta que te hagan daño?! —grito desesperada.
—¡Peridot! ¡Me matará si sigo huyendo! —le devolvió el grito, estaban montando una escena en el barrio.
—Oh, adivina a quien matará si te encuentra a ti.
Dijo con sarcasmo, mientras volvía a tomar su mano y comenzar a correr varias cuadras, perdiendo el doloroso y desesperante acontecimiento brevemente vivido. La gente que pasaba las miraba confundidas ya que corrían y corrían desesperadas.
Cuando lograron estabilizar su respiración caminaron en silencio, sin decir nada, sólo las acompañaba el sonido de los autos y el ruido de sus pensamientos en sus cabezas.
—Adelante —abrió la puerta, entrando y tirando sus llaves a una pequeña mesa— ponte cómoda.
Lapis estaba cabizbaja, se sentía avergonzada y enojada con ella misma, odiándose, no sólo por soportar nuevamente la situación, sino, porque pensó –inútilmente- que por fin tenía el control de su vida, que podía sacar de su vida su pasado, sacar de su vida a Jasper y seguir, que errada estaba.
—Debo irme y enfren-
—No, no estas lista.
—¡¿Qué puedes saber tú?! —explotó, desquitándose con la persona menos indicada.
—Vi lo suficiente para saberlo —dijo con calma mientras cerraba la puerta tras de la chica.
Sus ojos se empañaron, estaban cristalinos, el nudo en su garganta se iba desatando poco a poco y el dolor de su brazo se hizo presente, atormentándola por milésima vez en su corta vida. Tapo su boca para procurar callar sus descontrolados quejidos que salían del abismo de su alma, que hace mucho, estaba rota.
—Está bien, puedes llorar.
Nunca fue buena consolando, mucho menos teniendo un acercamiento con las personas, ni si quiera le interesaban los problemas de los demás. "Tener amigos, es problema seguro" su frase favorita, pero ahora, ahora veía otra realidad, quizás veía una de las miles de otras realidades, y en ese momento comprendió que fue egoísta todo esté tiempo con las personas cercanas en su núcleo de amigos.
Adormeció sus pensamientos yendo a la cocina, saco algunos dulces y dejo todo en una bandeja para llevarlo a la mesa del pequeño living, donde se encontraba Lapis llorando abrazada de sus rodillas, sentada en el sillón.
—U-Una buena taza de chocolate caliente te animará.
Se sentía ridícula no saber cómo consolar a alguien y su lógica le decía que el chocolate era la solución. Se sentó a su lado, viendo como la chica limpiaba los restos de lágrimas y tomaba la taza. Ambas calladas, soplando el humeante chocolate, estaban absortas en ellas mismas.
—Siento tanto todo, deberías echarme a patadas.
—Descuida, estoy acostumbrada a recibir golpes, lo tengo controlado, es del día a día.
Logró su objetivo, Lapis sonrió.
—Puedes quedarte aquí —soplo.
—¿Qué? Yo no cr-
—¿Qué?
—Tú nariz y… tsk.
Con su mano tapo su boca, intentando que su carcajada no fuera tan audible, pero fracaso. Aquel gesto le llamo mucho la atención a la pequeña, le pareció dulce, era la primera vez que encontraba algo lindo en alguien que no fuera ella.
—Ja ja ja —dijo con sarcasmo y rodó los ojos divertida— mis lentes se empañan al tomar cosas calientes.
—Lo siento —le brindo una sonrisa y estiro su mano, dejando la taza en la bandeja y tomó una servilleta— espera, no te muevas —con delicadeza limpió el poco de sangre que brotó de la nariz— siento lo de tu mejilla, ¿Te duele?
Peridot observo esos ojos, ya no eran los miedosos o los desesperados, estaban calmados y brillantes, como el mar nocturno reflejado por la luna, se podía ver en ellos, la reflejaban y eso le fascinó. Las delicadas yemas recorrían con gentileza su magulladura, inspeccionándola como si de terciopelo se tratase.
—Awww, ¿Interrumpo algo? —dijo levantando sus cejas de forma insinuadora.
—Amatista, te dije que me devolvieras la maldita llave —gruño y se alejó de la chica.
—Gracias Peri —le quito la taza— no sabía que te gustaban las chicas —bebió un sorbo.
—Amatista —le advirtió.
—Relax, hey —llamó a Lapis— ¿Por qué Peri? Es una nerd —le desordeno el cabello.
—Amatista —segunda advertencia— no es un buen momento.
—¿Has visto como se le empañan los lentes? —rio, golpeando la espalda de la rubia.
—Lo acabo de ver —dijo divertida.
—¿Puedes largarte? —gruño, levantándose del sillón.
—Vendré mañana con Steven, nos debes doritos —se tomó el líquido, devolviéndole la taza— deberías entrenar, así no te golpearían por ser tan rata.
—Ahg, ¡Lárgate!
—¡Un gusto Lapis!
Peridot salió persiguiendo a la peliblanca, y Lapis sólo veía con diversión la escena, olvidando momentáneamente todas sus desgracias.
