Mi nombre es Dedo Polvoriento. Desde hace algunos años, mi alma se volvió taciturna y solitaria. Sospecho que algunos de ustedes ya conocen parte de mi historia, más no toda.

Creo que es tiempo de que se enteren de lo que fue de mí en el intermedio de los pedazos de mi historia que conocen.

Ya han pasado 10 años desde que salí del mundo de Tinta, MI mundo y única realidad.

Después de que Lengua de Brujo me arrancó brutalmente de las páginas de un libro, tuve mucha suerte de poder librarme de la navaja de Basta y de la crueldad de Capricornio por un tiempo. Era lo único que me agradaba de este nuevo mundo, al cual no me podía adaptar. Gracias al escritor, Gwin, mi marta con cuernos, abandonó junto conmigo el mundo de Tinta. Realmente a ella no la noté tan nostálgica del hogar que habíamos dejado tan de repente. Ella se dedicaba a dormir de día y a cazar de noche.

En cambio, a mí me afectaba muy profundamente el hecho de haber dejado atrás a Roxana, a Brianna y a Rossana; mi esposa y mis hijas.

Algo que sigo extrañando fervientemente es el pueblo Vaporinto. Extraño el ambiente impregnado de alegría, niños sorprendidos por mis actos, rostros curiosos admirando a Gwin, los juglares, los malabaristas, los titiriteros, los animales domesticados… En fin, todo lo que involucra un acto parecido a un circo.

Extrañaba el silencio, el poder ver el cielo estrellado acostado debajo del cobijo de un árbol, el admirar por horas la belleza de una flor, o de un paisaje… Cualquier cosa que involucrara un romanticismo hermoso y, como dirían las personas aquí, "pasado de moda". También lo consideran como una pérdida de tiempo. En este mundo, todos tienen prisa, nadie se detiene a admirar el acto de un humilde "traga-cerillos", como algunos me han llegado a llamar. Nadie se sorprende con una maravilla de la naturaleza, las estrellas no se pueden ver por el esmog impregnado en el ambiente… Simplemente siento que me asfixio al respirar este "aire", si es que así se le puede llamar.

Si no moría de añoranza, sería de hambre. No sabía hacer nada, en mi mundo era un simple saltimbanqui sin ninguna habilidad extraordinaria con la cual sacar algo de dinero para comer.

En ese momento necesitaba del fuego. Era mi único consuelo, el poder domar a esa furiosa bestia que con mucho cariño y respeto sólo me obedecía a mí. No podría soportar mucho tiempo sin "la flor roja". Era lo único que podía transportarme a MI mundo.

Malamente, solo podía llevarme al mundo de Tinta por medio de recuerdos, y por más que lo intentara simplemente no podía regresar a éste, y lo sabía.