N/A: He-He-Hello there, my muggles friends! Tanto tiempo! Qué tal han estado? :33 He renacido de mis cenizas (creo? :P) Tengo un anuncio que quiero hacerles:
ESTOY EN BUSCA DE UNA BETA!
Por favor, les ruego, que si son o conocen a alguien que pueda ayudarme lo dejen en los comentarios o que me envíen un PM
Harry había pasado por varias injusticias a lo largo de su vida, con eso de Voldemort, Mortífagos, profecías, basiliscos, Torneos; bueno, ya se entiende. Pero su peor problema, por más que no se pudiera creer, empezó luego de vencer al Señor Oscuro. Sí, se casó con Ginebra. Y sí, tuvo a sus tres adorados hijos. Pero también se encontró con un mundo rutinario que no coincidía con su vida, descubrió cosas como el adulterio y, una de las cosas más reveladoras: que a él le gustaban los hombres. Descubrió lo que era el divorcio, en consecuencia, también lo que era perder a su mejor amigo y lo que se sentía que se llevaran a su hijo mayor para crecer con su madre sin posibilidad de verlo. Comprobó que ser padre soltero, gay y Auror; no era nada fácil, pero que se podía lograr. Harry no la había tenido fácil, y a pesar de que le gustaba su vida ahora, solo con sus dos hijos más pequeños, a veces se ponía a pensar sobre su vida; su aislamiento. Llegó a un momento en que reconsideró todas las decisiones en su vida y se preguntó varias veces que habría pasado si habría ayudado a Draco Malfoy esa vez que le siguió al baño, o si le hubiera dado la mano en el tren a Hogwarts o si no sería mejor para sus hijos que él siguiera con la chica Weasley, ignorando sus gustos y saliendo de su aislamiento. Sí, se había preguntado un montón de cosas a la edad de treinta y tres años; pero ese día fue diferente.
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Lily y Albus estaban rindiendo su segundo y cuarto año en Beauxbottoms, Potter no quería que sean abusados por sus primos Weasley en Hogwarts y Durmstrang le había parecido muy cuadrado para la enseñanza que quería para sus hijos. Él, por su cuenta, había dejado atrás la casa de Godric's Hollow junto con Ginebra y había remodelado completamente Grimmauld Place, haciéndolo un sitio habitable e increíblemente efectivo. Aquel día se levantó con ganas, tendría que ir en una misión y estaba eufórico porque los últimos días había estado haciendo todo el papeleo de misiones anteriores. Se estiró, duchó, desayunó y fue al Ministerio por la entrada de visitas; odiaba ir por los baños. Oliver Threworks, el Jefe de Aurores al que Harry le cedió el puesto por ser más eficaz que él para el liderazgo, lo recibió lleno de entusiasmo; al azabache le hacía acordar a Collin Creevey, muerto en la guerra.
-¡Harry! ¿Cómo estás?- Dijo efusivamente.
-Bien, Oliver, todo tranquilo- Respondió Harry calmadamente comparado a su Jefe.
-¡Qué bien! Tu grupo sale en cinco minutos, espero que estés listo. ¡Ah! ¡Hola, Lyon!- Y así fue a acosar a otro de los Jefes de Escuadrón como Harry. Este se fijo que todos sus subordinados estuvieran en perfectas condiciones y repasó el plan con el resto del grupo. Era una misión simple, solo unos traficantes de pociones ilegales; habían descubierto su ubicación hace unos tres días y desde entonces el caso se le fue dado a Potter, quien enseguida realizó algunos planos y maniobras específicas.
-Los equipos B y D, los quiero en todas las posibles rutas de escape- Dijo, mientras señalaba ciertas aéreas en el mapa improvisado –Equipo C, quiero que se encarguen de petrificar o inmovilizar a los agentes secundarios o aquellos que intenten intervenir; estarán delante del Equipo A, quienes vendrán conmigo a la Sala de aquí- Señalo una de las Salas más grandes –Se supone que allí se reúnen las cabezas de todo aquello. ¿Listos?- Todos asintieron –Pues qué esperan, ¡todos a la Sala de apariciones! No quiero a nadie sin su traslador de emergencia- Los Aurores empezaron a desaparecerse en grupos de cuatro, Harry esperó a que todos estuvieran fuera para desaparecerse a sí mismo.
El lugar era frió y deprimente, los traficantes estaban en el sótano de una fábrica muggle abandonada. Harry vio cóm se acomodaban en sus posiciones; el primero al lado de los ventanales, el segundo en las puertas. Hizo la seña correspondiente y el equipo C se fue deslizando hasta la entrada; ya habían entrado, el A avanzó y también entró. Los hechizos volaban para todos lados, desde 'Confundus' hasta 'Avadas' por todo el lugar, gente desesperada; el aire pesado por los distintos vapores de todas las pociones.
-¡A, Sala Oeste!- Gritó Potter, varios del Equipo C habían caído y algunos de su propio grupo se quedaron a ayudar a los otros mientras que ellos iban a la Sala central, como los Equipos eran de cuatro personas cada uno, cinco contando a cada líder, a Harry solo le acompañaban dos compañeros; Jimmy y Aurel. Abrieron la puerta de golpe, adentro había cuatro personas y otro hombre más destacando que los demás; con un movimiento de cabeza, Potter le indicó a Jimmy que se encargue de dos a elección y a Aurel, los otros dos mientras él se encargaba del dirigente.
-¡Harry Potter!- Se rió el aludido mientras esquivaba uno de los hechizos enviados.
-¿Y tú quién eres?- Le siguió su jueguito con altivez, los encantamientos seguían volando por la habitación; uno cortante le rozó la mejilla y él frunció el ceño mientras le tiraba uno que lo derribó unos cuantos metros para atrás. El hombre tampoco estaba tan contento con aquello.
-Muy habilidoso, debo admitirlo- Oh, genial; otro loco –Pero no lo suficiente- Le arrojó un frasco llenó de una poción que desconocía, él cual logro agarrar por puro instinto y luego gritó, apuntando al techo: -¡Bombarda máxima!- Los escombros comenzaban a caer, la poción le había explotado en el pecho, cubriéndole con un liquido brumoso del color del mercurio; la estructura se le cayó encima. El sospechoso había escapado, el resto de la fábrica se estaba haciendo añicos, él mismo había tragado demasiado polvo como para lograr respirar como Dios manda; estaba sangrando, lo notaba. Sabía que no saldría con vida de aquella, y no pudo hacer más que preguntarse, teniendo aquel trágico final a unos palmos de distancia; ¿qué hubiera ocurrido si hubiera tomado otras decisiones?
Y con aquello sin resolver, cerró sus ojos dejándose llevar, nuevamente, por la muerte.
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Harry abrió sus ojos y parpadeó un poco; todo estaba oscuro y sentía una tremenda incomodidad por la postura en la cual se encontraba. ¿Dónde se había ido ese lugar blanco que había visitado años atrás? ¿Dónde estaba Dumbledore ahora para guiarlo? Vio hacia abajo, estaba vestido con ropas extremadamente grandes, usadas y maltratadas para su pequeño cuerpo de niño.
Esperen.
¡¿DE QUÉ CUERPO DE NIÑO ESTABA HABLANDO!?
Miró sus manos y, efectivamente, eran pequeñas para lo que estaba acostumbrado; saltó del suelo donde había despertado y observó todo el lugar con desconfianza. Esa cabaña maltrecha le sonaba conocida. De repente fue consciente de los ronquidos a su lado y no pudo hacer más que asustarse al ver a su primo de once años recostado en un avejentado sillón y tapado con la colcha. Aquello no podía ser posible, ¡él mismo había sentido a la muerte abalanzarse sobre él! Miró la regordeta muñeca de Dudley, donde estaba el reloj que alguna vez había revisado de niño.
Julio 30 - 23:55 pm.
¡¿QUÉ!?
Un ruido se escuchó fuera, Harry estaba demasiado conmocionado como para pensar claramente, pero…aquello era el mar chocando contra las piedras, ¿o qué? Volvió a ver el reloj.
Julio 30 – 23:59 pm.
¿Entonces era aquel momento en el cual estaba esperando su cumpleaños número once en esa islilla a la cual su tío había estado tan loco como para llevarlos? Patético. Pero no pudo seguir con sus ideas porque un estridente ruido golpeó la puerta.
BOOM.
Harry ya sospechaba de quién podía tratarse si es que aquello no era un sueño, pero igual se sorprendió cuando la casucha se estremeció ante el golpe; Potter no se hizo de rogar y corrió a abrir, aunque no pudo evitar que tocaran nuevamente.
BOOM.
Dudley se despertó y Harry abrió ni corto ni perezoso; Hagrid junto con toda su gigantez le observó un momento antes de reaccionar dándole un apretado abrazo.
-¡Harry Potter, aquí estás!- Justo cuando estaba soltándolo, el tío Vernon apareció y Hagrid entró en la casa, Harry cerró la puerta tras él; intentando apaciguar el sonido de la tormenta.
-¡Niño estúpido! No se deja entrar desconocidos. ¡Y usted!, vallase, está entrando en propiedad privada sin permiso- Dijo Vernon, irascible y lleno de ira, como siempre.
-Oh, cállese, Dursley- Hagrid agarró el arma con la que Vernon se protegía y la dobló en dos, tirándola a un costado de la habitación. Harry no pudo evitar sonreír –De todas formas, Harry, feliz cumpleaños. Te traje un pastel, aunque debí de haberlo aplastado en algún punto del camino- Comentó, restándole importancia y sacando una caja que Potter recordaba bien como su primera torta de cumpleaños, con letras desprolijas pero que ahora conocía que le había costado mucho empeño de hornear. El azabache decidió seguir, más o menos, el guión que él recordaba que había pasado en ese momento.
-Emh, gracias- Empezó, dejando el pastel arriba del sillón, ahora vacio –Pero, ¿quién eres?-
-Oh, claro; no me he presentado- Dijo algo divertido –Rubeus Hagrid, cuidador de los terrenos de Hogwarts. Debes de saber ya sobre Hogwarts, ¿no?-
-Por supuesto- Comentó por instinto, luego vio las caras horrorizadas de los Dursley y se acordó de que se suponía que él no sabía nada –No por su parte, claro. Pero averigüé solo- Eso pareció enfurecer a Hagrid y espantar a su…emh… ¿familia?
-Tú no te preocupes por nada, Harry. ¡Los Dursley deberían de preocuparse!- Gritó aumentando de a poco su furia – ¿¡Es que no le han contado nada de…bueno, NADA, a este chico?!- El guardabosques acusaba a sus tíos de todo, y esta vez Harry podía disfrutar de la visión en vez de estar todo confundido -¿Al menos sabes qué eres?- El silencio cayó incómodamente en la habitación y, oh, Harry habría querido hacer esto hace mucho tiempo.
-Soy un mago- Tía Petunia se desmayó, Vernon pasó del rojo al blanco y al rojo nuevamente en menos de un minuto; Hagrid se veía satisfecho pero todavía con un tinte de furia.
-Me llevaré al niño- Su tío pareció reaccionar.
-¡Jamás! ¡No se lo permito ni se lo permitiré!-
-¿Y qué puede hacer un simple muggle para detenerme?- Preguntó con sorna.
-Cuando lo trajeron aquí, dijimos que le pondríamos un fin a toda esta basura- Espetó -¡NO VOY A PAGAR PARA QUE UN VIEJO TACAÑO Y DEMENTE LE ENSEÑE TRUCOS DE MAGIA!- Gritó Vernon. Hagrid agarró su paraguas rosa y le apuntó a su rechoncho tío.
-Nunca. Insulte. A Albus Dumbledore. En. Mí. Presencia- Tiró del paraguas y un rayo violeta salió disparado hacía Dudley. En solo un segundo, una cola de chancho le apareció en el trasero; su primo corría asustado por toda la habitación mientras Vernon le perseguía para sacársela.
-No deberías hacer magia, Hagrid, podrías tener problemas. Aunque no le contaré a nadie- Aclaró, el semigigante le sonrió.
-Vayámonos de aquí- Y así se subieron a la moto de Sirius y pasaron horas volando hasta Londres; horas que Harry se las pasó pensando qué haría estando en su condición, sabiendo qué ocurriría y cosas así. Decidió que no se lo contaría a nadie, si Dumbledore había guardado esos siete años todos sus secretos a Harry, pues él podía guardarse este; ahora que sabía lo que ocurriría, sería mucho más sencillo todo. Bueno, al menos eso creía.
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Harry, con ya todo aclarado en su mente, salió con Hagrid al Callejón Diagon. Pasaron por Gringotts y luego Hagrid lo dejo en Madam Malkin's para que buscara su uniforme; cuando Potter entró, la señora Malkin llegó a recibirlo enseguida.
-¿Hogwarts, querido?- Él asintió –Bien, justo hay otro chico que va; sube a la tarima- Harry hizo caso y tomó aire, esta vez haría bien las cosas.
-Hola- Dijo Draco Malfoy desde su costado, mientras le eran tomadas las medidas -¿También Hogwarts?-
-Si- Dijo Harry, algo incomodo por el deja-vù –Me está ayudando con mis libros uno de los empleados de Hogwarts, es muy amable de su parte- Sabía que una de las cosas por las que no habían concordado era por Hagrid, pero también sabía que Draco no era un mal chico; solo le educaron así –Nada que ver con un sirviente- Dijo para terminar de convencerlo.
-¿Y tus padres? Los míos se están encargando de mis libros y viendo varitas- Preguntó, con lo que Harry, ya habiéndolo estudiado a fondo en esos terribles pero compartidos años, descubrió como verdadera curiosidad. Esta vez, Harry no se enojo; había hablado tantas veces de sus padres antes que ahora le parecía como el tema del clima.
-Murieron cuando era niño-
-Lo siento- Dijo sin pena alguna -¿Tienes tu propia escoba?-
-No- Contestó Harry, ya más destensado –Pero me gusta volar, y el Quidditch- El chico sonrió satisfecho de dar en algún clavo.
-A mi igual, mi padre dice que sería un crimen no elegirme en segundo año para jugar con mi Casa; debo decir que estoy de acuerdo- Harry se rió porque sabía que no estaba siendo altanero, sino que sincero; él en verdad lo creía. El rubio ignoró la risita y siguió – ¿Ya sabes en qué Casa estarás?- Harry pensó bien la pregunta, si lo veía como anteaños podría elegir cualquier Casa a su gusto.
-No- Terminó contestando –Pero juraría saber a dónde irás tú…-
-Slytherin- Contestaron ambos a la vez y con remarcada suficiencia. Él rubio lo miró como quien mira algo exótico, muy difícil de encontrar.
-Y si no, serías Ravenclaw, nunca en tu vida serías Hufflepuff, pero creo que preferirías eso antes que Gryffindor- Relató con una sonrisita de quien sabe más de lo que parece.
-Me impresionas- Su rostro mostraba solamente una de sus cejas alzadas, aunque Harry, con sus conocimientos, veía una infinita curiosidad en sus ojos; el aristócrata le tendió la mano –Draco, Draco Malfoy, ¿y tú?- Madam Malkin se elevó.
-Ya estás listo- Harry asintió de su lado y tomó la manó de Draco.
-Harry, Harry Potter- Y antes de que el otro saliera de su estupor, él salió del lugar, donde Hagrid lo esperaba con dos grandes helados y él no podía estar más satisfecho. Compraron libros, calderos, ingredientes y hablaron un poco; por último, se encontraron con Ollivander's.
-Bueno, Harry, yo todavía tengo que comprar tu regalo mientras, ¿irías a comprar tu varita aquí?- Le señaló el lugar.
-No tienes por qué comprarme un regalo, Hagrid-
-Tienes razón, no tengo por qué; pero quiero hacerlo, iré y te compraré tu mascota. Tú mientras busca tú varita- Harry terminó aceptando y entró al viejo lugar; todas las varitas apiladas en cualquier lugar y ver al viejo Ollivander le trajo una gran felicidad. Luego de la guerra, Ollivander's había estado quemado y destruido; aquí, estaba tal cual lo recordaba de chico.
-Hola, buenas tardes- Habló y Ollivander salió de su escondite.
-Ah, sí. Sabía que te vería pronto Harry Potter. Tienes los mismo ojos de tu madre, parece que fue ayer cuando vino a comprar su varita; al igual que su padre, ambas tenían un gran poder pero para materias distintas- La falta de parpadeo, sin importar los años que le había visto, le seguía incomodando –Veamos qué tenemos aquí- Pero antes de que volvieran a tener que hacer toda la búsqueda que la vez anterior les había tardado una eternidad, a Harry se le ocurrió algo.
-¿Señor Ollivander, puedo hacerle una sugerencia?- El anciano le miró algo shockeado, aguardó unos segundos, y luego le sonrió.
-Por supuesto, señor Potter-
-¿Qué tal una varita con pluma de fénix, once centímetros y flexible?- A Ollivander le brillaron los ojos y Harry supo que había reconocido la descripción.
-Sí. Si, por qué no. ¿Se puede saber cómo es que…?-
-Curiosidad- Cortó Harry. El anciano le sonrió misteriosamente, pronunciando un quedo: 'Claro'. Buscó la varita y se la entregó a Harry; en seguida, el polvo del lugar se removió por una inexistente ventisca, chispas rojas y doradas saltaron de la varita, convirtiéndose en fuegos artificiales. Hagrid aplaudía impresionado. Luego de aquello se fueron nuevamente a la estancia en el Caldero Chorreante, donde durmieron y al siguiente día, Harry se subió al tren para volver con los Dursley. Pero, ya sabiendo que solo iba a esa casa para ser protegido por la línea de sangre con su tía, y que Voldemort no volvería realmente hasta finales de su cuarto año, decidió tomar el tren de vuelta sin decirle a Hagrid. Pagó el tiempo que se iba a quedar con la plata que le sobró de aquella visita a Gringotts, escribió a sus tíos fingiendo ser el semigigante para decirles que él se quedaría con…bueno, él. Y que lo llevaría a la estación el primero de Septiembre; esta vez las cosas serían diferentes, le gustara o no a los demás.
