"Isabella Swan"

La secretaria llamó en voz alta y me indicó que pasara al consultorio. Cerré la puerta detrás de mí y clavé la mirada en esos ojos azules. Me pregunté porque un simple control de rutina me dejaba siempre al borde del colapso. La respuesta resulta muy obvia cuando tu médico de cabecera es Carlisle Cullen.

- Buen día Bella – saludó con amabilidad.

- Buen día Doctor Cullen – murmuré avergonzada por sentirme así.

- Hacía rato que no pedías cita. ¿Tienes alguna dolencia en particular o es un control de rutina?

Su expresión era tranquila, sus manos descansaban entrelazadas sobre el escritorio. Pero sus ojos me escrutaban haciendo su análisis desde que había cerrado la puerta.

- Solo rutina doctor, me toca el chequeo anual – respondí respirando hondo.

- Perfecto. Ponte la bata por favor – dijo señalándome el biombo para que me cambie.

- Ok – salí disparada detrás del biombo antes de que notara mis mejillas encendidas.

Mientras me desvestía no podía alejar su imagen mi cabeza: el cabello rubio, esos ojos azul cielo que miran siempre con sabiduría y amabilidad. Ni hablar de su porte ¿ cuántas veces había fantaseado con el cuerpo que se escondía bajo ese delantal blanco ? Basta Bella o el doctor lo notará y pasarás la vergüenza mas grande de tu vida, me dije controlando la respiración.

- Ya estoy lista doctor – dije subiéndome a la camilla. El caminó con seguridad hacia mí y descolgó su estetoscopio del cuello. El movimiento hizo que su perfume me llegara en oleadas.

Ay no…huele demasiado bien. Se me anudó el estómago.

- Primero te tomaré la presión – colocó el brazalete en mi brazo izquierdo y comenzó a bombear – Está un poco mas alta de lo normal Bella pero no es para preocuparse.

Soltó el brazalete.

- Ahora auscultare tus pulmones, por favor suéltate la bata hasta la cintura.

Estoy perdida, llorisqueé en mi interior. Quedé solo son el sostén puesto. Al sentir el estetoscopio sobre mi espalda pegué un respingo. El me miró con una sonrisa en los ojos.

- Discúlpame Bella, no sabía que estaba tan frío. Di treinta y tres por favor.

- Treinta y tres – dejé oir débilmente.

- Debes hacerlo en voz alta – me dijo divertido.

- Perdón…treinta y tres – repetí otra vez con energía.

- Tose un poco por favor.

Sentía como su estetoscopio cambiaba de lugar cada vez que yo respiraba hondo. Su perfume mareaba mis sentidos y tenía que pensar en otra cosa para que no lo notara.

- Ahora escuchare tu corazón ¿ podrías correr el sostén por favor ?

Ese pedido fue mi sentencia de muerte. Obedecí bajando la mirada, totalmente intimidad por su cercanía.

- Mmmm, creo que tenemos un problema con tus pulsaciones Bella – dijo sonriendo otra vez. Mierda, se había dado cuenta. Me sentí realmente estúpida – ¿ Estás nerviosa por algo? Sabes que un control de rutina no es doloroso.

El se estaba divirtiendo con la situación y yo quería que la tierra me tragara. Solo fui capaz de acomodar el sostén en su lugar, no sabía que responder.

- Seguiremos con los ojos – dejó el estetoscopio sobre el escritorio y volvió con la linterna en la mano.

- ¿ Puedo subirme la bata doctor? – pregunté como si aquella prenda descartable fuera una armadura que me protegiera de sus encantos.

- Si te hace sentir mas cómoda, adelante pequeña. Tienes la pupilas dilatadas ¿estás segura que te encuentras bien? - Su boca estaba a escasos centímetros de la mía. El seguía revisando mis ojos.

- La verdad es que me siento un poco mareada – susurré.

- ¿ Estás comiendo bien? - Consultó sin moverse de su posición.

- Si doctor – volví a susurrar. Solo que tenerlo tan cerca me deja hiperventilando, pensé.

- Doctor…doctor…hace años que te atiendo y aún no logro que me digas Carlisle.

¿Y eso? ¿Me estaba dando mas intimidad o era mi loco deseo de besarlo que me hacía ver tonterías? Inspiré y expiré repetidas veces pero mi cuerpo no me obedecía; estaba cada vez más nerviosa.

- Ok..Car..lis..le..- las palabras salieron atropelladas y él rió con ganas esta vez.

- Bájate de la camilla y párate en la balanza chiquilla.

Salí disparada hacia donde se encontraba la balanza y me subí. El se paró detrás de mí y comenzó a mover las pesas ajustándolas a mi peso.

- Cuarenta y ocho kilos – dijo en mi oído.

- Quedé paralizada conteniendo la respiración.

- Relájate que voy a medirte – y apoyó la barra metálica sobre mi cabeza.

Relajarme es lo último que podría hacer en este momento Doc, protesté dentro de mi cabeza.

- Un metro cincuenta y cinco centímetros – volvió a decir demasiado cerca.

Sentí la piel de gallina. ¡Que me condenen por esto! Giré sobre mis talones para quedar a la altura de sus ojos.

- Doc…Carlisle, perdón. ¿ Cuántos años tienes?

- Treinta y ocho Bella…¿ porque? – sus ojos me miraron desconcertados por primera vez. No esperaba esa pregunta.

- Porque yo cumplí veintiuno la primavera pasada.

- Eso ya lo sé, figura en tu ficha médica pequeña – respondió tranquilamente.

- Precisamente por eso, no soy tan "pequeña" – contesté poniendo mas énfasis en esta última palabra.

- No veo a donde quieres llegar Bella – dijo pasándose la mano por la cabeza.

Pero él si lo sabía. Sabía que cada gesto suyo provocaba que mis signos vitales fueran totalmente incoherentes. ¡Vamos, él es médico! Reconoce cada reacción del cuerpo humano sin necesidad de ningún análisis de laboratorio.

No le respondí, solo dejé caer mi bata hasta los tobillos sin dejar de mirarlo a los ojos. Fue ahí cuando percibí el cambio, el azul amable y paternal de su mirada mutó en un azul lleno de curiosidad. Llevé las manos a mi espalda y el sostén cayó al lado de la bata. El azul chispeó pero su rostro seguía inexpresivo.

Me acerqué a su oído para sugerirle que siguiera con su examen físico y aproveché para dejar un pequeño beso en su lóbulo. Eso bastó para que esbozara una media sonrisa.

- ¿Quieres que me quiten la matrícula de médico Bella? – siguió con el juego.

- Nada mas lejano Doc ¿con quién me haría los controles entonces?

Rocé sus labios con los míos y bajé de la balanza. Caminé hacia la camilla y me recosté hacia delante dejándole una perfecta visión de mi desnudez.

- ¿Vas a aplicarme alguna vacuna Doc? - ronroneé meneando mis caderas.

Se acercó despacio y me observó en detalle.

- Sería incapaz de pinchar esa hermosura – murmuró mientras sus manos recorrían el contorno de mi cintura.

- Sigues vestido…¿me permites arreglarlo? - pregunté frotando mi piel contra él.

No respondió, pero tampoco hizo falta. Ví encenderse el deseo en sus ojos, su perfume se intensificó como consecuencia de las palpitaciones que sufría. ¿Quién esta nervioso ahora Carlisle? reí para mi misma. Quité con suavidad su delantal, su corbata, desprendí su camisa y su pantalón dejándolo únicamente con los boxers. Tomé un poco de distancia para admirarlo, no le había hecho justicia ni en mis fantasías más eróticas.

- Eres dolorosamente sexy Doc – susurré y di la vuelta para no perderme ningún ángulo de esa maravillosa anatomía.

La visión de su espalda ancha, sus brazos bien torneados, su pecho poblado de un vello tan rubio como su cabello, llevó mi temperatura corporal unos cuantos grados mas arriba.

- Ponte el delantal nuevamente pero no lo abroches por favor – rogué mientras me sentaba en la camilla.

- ¿Acaso estas cumpliendo una de tus fantasías? – dijo obedeciéndome.

- ¿Y tú que crees? – sonreí – sácate el boxer y acércate.

Sentía como mis hormonas enloquecían siguiendo cada uno de sus movimientos sensuales. Cuando estuvo parado entre mis piernas, las enrosqué alrededor de su cintura, atrayéndolo aún más hacía mí.

- ¿Vas a recetarme algún ansiolítico? – le pregunté para inmediatamente dibujar el contorno de sus labios con mi lengua. Su mano se aferró a mi nuca empujando mi cabeza hacia atrás.

- No creo que necesites ninguna medicación Bella – dijo y comenzó a descender con sus besos por mi mandíbula, se dejó caer desde el cuello hasta la clavícula para luego besar mi garganta y terminar en mi otra clavícula.

Mis dedos se enredaban en su pelo. Me urgía besarlo por lo que levanté su rostro y me metí en su boca. Sus labios experimentados terminaron por derribar lo poco que me quedaba de cordura.

- Juguemos al doctor…- no podía creer que yo que había propuesto eso, definitivamente estaba perdida.

Como respuesta, me recostó sobre la camilla, levantó mis caderas con ambas manos colocando mis piernas sobre sus hombros. Lo ví perderse en mi entrepierna, cerré los ojos y me entregué a su lengua. Me arrancó un orgasmo tan brutal que quedé temblando de pies a cabeza.

- ¿Necesitas primeros auxilios pequeña? – preguntó incorporándose.

No llegué a contestar porque me estaba besando otra vez.

- Hazlo ahora – le pedí sentándome en el borde de la camilla.

Levantó un poco mis piernas y entró lentamente en mí. Me aferré a su cuello mientras me embestía. Su respiración desordenada terminó convirtiéndose en jadeos sordos. No me daba tregua.

- Mírame Doc – le exigí.

Encontré lo que buscaba: unos ojos azules llenos de lujuria, la mirada perdida en el placer del momento. Mis músculos se tensaron otra vez anunciando un nuevo orgasmo; vi la tensión en su rostro antes de que mi espalda se arqueara.

- Juntos… – me pidió.

Aquella fue la señal para que explotáramos de una manera indescriptible. Nos quedamos abrazados, buscando el aire que nos faltaba. Lentamente ví volver a sus ojos esa mirada paternal propia del Doctor Cullen. El también notó como mis ojos se llenaron de vergüenza mientras terminábamos de vestirnos.

- Te haré una orden para los análisis de sangre, cuando estén listos tráemelos – extendió el papel hacia mí.

- Hasta la próxima consulta doctor.

Y escapé del consultorio.