Hola mis nenas hermosas! Como andan?! Les traigo una nueva historia... espero que les guste ya que participa de un Contest para Halloween del grupo en Facebook "Fanfiction Twilight Hispanoamerica" Espero que les guste... les aviso que es SANGRIENTA! Asi que no para todos los estómagos...

LO UNICO QUE LES VOY A PEDIR ES SUS HERMOSOS RR LOGUADOS PARA QUE ME CUENTEN LOS PUNTOS!

Las amo mis niñas hermosas y pronto les traere nuevas aventuras de la mano de "Área 51" y resucitaremos a los muertos con "Black Velvet" confíen en mi jajaja...

LAS QUIERO!

Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer yo solo me dedico a matarlos en mi historia. No se permite su copia total o parcial! Esta historia participa del #FFTH #Halloween Movie Contest

SUMMARY: #FFTH #HalloweenMovies. Un aniversario familiar puede convertirse en tragedia cuando las presas se vuelven los cazadores, y la traición moneda corriente.

TITULO: Eres el siguiente. - Basado en la película "You're Next" con un interesante giro de acontecimientos...

AUTORA: – Florencia Lara.

RATED: M – Violencia, sangre y Sexo.

GENERO: Terror/Suspenso.

CAPITULO 1:

Los gemidos se escuchaban por toda la casa, así como el rechinido de los resortes de la cama con el movimiento sudoroso de los cuerpos. Ella no había ni llegado a quitarse la camisa antes de que él la arrastrara a la cama; Otra vez. Sabía que era muy joven para su edad, pero… ¿A quién carajos podía importarle si estaban en su cabaña en medio del bosque en un lugar dejado de la mano de Dios?

— ¡Oh si, Dios, si! —gimió falsamente, mientras enterraba sus descuidadas uñas en los músculos de la espalda masculina que la mantenía apretada contra el colchón.

Él comenzó a moverse cada vez más violentamente, así que con una sacudida se corrió sin importarle si ella había o no llegado al clímax también. El gran y gordo cuerpo del hombre entrando en los cuarenta, cayó a un lado en la cama mientras que ella en el principio de los veinte, luchaba por respirar.

—Voy a darme una ducha —gruñó.

Sin esperar respuesta, salió de la habitación dejándola sola y frustrada. Otra vez. Cuando escuchó que la ducha se encendía, arrastró sus pies al suelo; le dolían las piernas, esto de follarse a su profesor de cálculos no estaba resultando como esperaba.

Lentamente, bajó las escaleras sin molestarse en cerrarse la camisa, sabía que en cuanto saliera de la ducha él volvería a tomarla. Al menos esta vez no se la había follado por el culo, el podía ser bruto haciéndolo de esa forma.

Ella se acercó al equipo de música y luego de darle play, notó que las luces automáticas del porche se encendían. Sobresaltada por el sonido del llamador de ángeles colgado afuera, abrió lentamente la puerta corrediza de vidrio.

— ¿Hola? —Susurró casi con miedo de que alguien le contestara, pero solo fue recibida por un sepulcral silencio.

Recordando esta vez trabar la puerta, caminó hasta el aparador y se sirvió un poco de vodka en un vaso. Tragando fuertemente el gusto amargo que quemaba su garganta, decidió agregarle jugo de naranja, antes de subir otra vez por las escaleras.

Sentada entre las sabanas enredadas de la cama, observó en el espejo las feas ojeras que adornaban su rostro. Él no la había dejado dormir mucho en el transcurso del fin de semana. Entonces, las luces automáticas volvieron a encenderse. El reflejo en el espejo mostró una extraña figura, pero antes de que pudiera girarse ya había desaparecido.

Cuando él salió de la ducha caliente, decidió que ahora, libre de sudor y de olor a sexo, estaba listo para tomar a aquella chiquilla otra vez. Ella lo quería rudo, lo tendría rudo. Casi babeaba al recordar cómo se sentía su polla enterrada entre los globos redondos de su trasero. Pasando la lengua por los labios resecos se dio cuenta que ya estaba duro otra vez; las pastillas que su amigo le había recomendado estaban haciendo efecto.

Salió del baño con una toalla precariamente amarrada en su cintura, bajo su gruesa barriga. Caminó lentamente hasta la mesa de luz y tomo el vaso con naranja y alcohol que ella había dejado preparado allí. Mientras sus labios tocaban el borde del vidrió algo extraño se reflejó en el espejo. Él se dio vuelta lentamente acercándose a la puerta corrediza del balcón de la habitación.

Escrito en alguna sustancia extraña y letras rojas, había palabras que le estaba costando entender. ¿Eso era…? Arrastrando lentamente la mano sobre las letras, se dio cuenta de que lo que sea que fuera, estaba del otro lado del vidrio. Antes de saber lo que estaba sucediendo, las luces automáticas se encendieron revelando el cuerpo mutilado de la adolescente que había traído el fin de semana para calentar su cama. La brillante sangre roja morbosamente extendida bajo su cuerpo. Las palabras extrañas del vidrio tomaron forma de repente. Escrito en sangre decía: "Eres el siguiente".

— ¡Eh! Parece que Erik está en casa esta temporada —dijo Esme mirando el flamante deportivo que tenía su vecino. Llamarlo "vecino" era una forma de decir, la casa quedaba al menos a cinco kilómetros de la quinta Cullen.

—Sí, he oído que dejo a su esposa y ahora se acuesta con algunas de sus alumnas más jóvenes.

—Lamentable —el claro disgusto se expresó en su refinada voz aristocrática.

—Él podría estar viviendo a tiempo completo aquí ahora —murmuró Carlisle, tomando la mano de su esposa por sobre la palanca de cambios—. Igualmente, estamos tan aislados aquí que podría ser bueno tener un vecino cerca.

—Supongo.

La camioneta deportiva nueva, que manejaban, se deslizó lentamente los pocos kilómetros que faltaban. Los árboles de los bosques que rodeaban la finca, habían perdido sus hojas debido al invierno, lo que creaba un ambiente bastante aterrador que produjo escalofríos por todo el cuerpo de Esme.

Con el vehículo estacionado en la entrada de la casa, ambos bajaron las maletas que habían traído con ellos. Carlisle retiró un mechón casi blanco por los años, del rostro de Esme, antes de depositar un tierno beso en la frente de su mujer y caminar hasta la puerta.

—Es extraño —dijo mientras retiraba la llave de la cerradura y fruncía el ceño.

— ¿Qué? —ella se giró para mirarlo alejando su vista del amanecer que empezaba a clarear en el horizonte.

—Está abierto.

No muy convencida, Esme siguió a Carlisle al interior de la casa. Todo parecía estar en su lugar. Los viejos muebles que habían pasado de generación en generación junto con la gran mansión, estaban cubiertos de sábanas blancas y una gruesa capa de polvo daba a todo un aspecto un tanto tenebroso.

—No parece que nadie haya estado aquí —Carlisle bajó la maleta al pie de la escalera y guardó las llaves en su bolsillo, antes de ayudar a su mujer con el otro equipaje.

—Oh ya sabes, apuesto a que los trabajadores dejaron la puerta abierta la última vez que estuvieron aquí. Sacaré los víveres de carro y revisaré el horno.

Esme caminó hasta el living comedor y una a una empezó a abrir las ventanas y quitar las sabanas que cubrían el lugar. Había mucho para hacer antes de que cayera la noche y sus hijos llegaran. Habían planificado este fin de semana de descanso durante mucho tiempo, por lo que estaba ansiosa de tener a toda la familia reunida otra vez; sobre todo teniendo en cuenta que todos vendrían acompañados esta vez para celebrar su aniversario.

La noche había caído hacía rato y todavía no lograban llegar a la vieja mansión de campo. Edward estaba poniéndose molesto. Había discutido con un amigo por faltar a su cumpleaños, justo antes de salir. Pobre Bella, su novia se bancaba sus cambios de humor continuamente. Ella realmente era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo. Ser el menor de tres hermanos nunca había sido fácil.

— ¿Así que tus padres están bastante cargados de dinero, verdad? —preguntó Bella sentada a su lado, mirando un viejo mapa. La pequeña luz del teléfono se mantenía prendida a modo de linterna.

—Sí, supongo —Edward la miró de costado, ella era hermosa; tez blanca, labios condenadamente rojos y besables, ojos llamativamente dorados, cabello castaño casi negro y era asombrosamente buena en la cama. Él a veces no quería ni pensar como había adquirido tal característica—. Mi padre se retiró de la KPG el año pasado y consiguió un paquete de indemnización muy loco por ello.

—Espera, ¿KGB? —la cara de Edward se torció en un gesto ante el tono de asombro de ella. Todo el mundo reaccionaba de la misma forma — ¿Cómo, contratista de defensa?

—Seeee… no era más que un puesto en contabilidad, sin embargo —Bella sofocó una risa incomoda desviando su vista a la carretera oscura—. ¿Por qué? ¿Eso es un problema para ti, nena? ¿Cenar con fascistas? —preguntó, él no quería que su familia se interpusiera en su relación. Él la amaba y sabía que había grandes posibilidades de que su madre no estuviera de acuerdo con el tipo de mujer que era ella; no pertenecía a sus mismos círculos sociales ni al country club.

—No, no… yo… quiero conocer a tu familia, amor —ella pasó una mano por detrás del asiento para acariciar suavemente sus cabellos cobrizos—. Espero que esto signifique que va a haber buen alcohol al menos —dijo ella tratando de distraerlo de la tensión que lo había atrapado rápidamente.

—Probablemente no —contestó con una mueca, sentir sus suaves dedos acariciarle el cuero cabelludo, estaba haciéndolo pensar en ella debajo de él en la enorme cama que tenía en la finca—. Mi madre está bajo medicación.

— ¿Podemos parar y conseguir algo, entonces? —sugirió con un brillo travieso en sus ojos.

—Sí, deberíamos. Buena idea.

— ¡Sí! —ella hizo su pequeño baile de la victoria haciéndolo reír a carcajadas mientras él tomaba la siguiente salida de la carretera.

El polvo se acumulaba en el medio de la cocina, mientras Esme iba y venía con la escoba limpiando de un lado para el otro. Estaba oscuro afuera, había estado poniendo la gran casa en orden durante toda la tarde y no podía esperar para ver a sus hijos.

Tomando la pala, recogió todo el amontonamiento de suciedad y fue a tirarlo en la bolsa que había olvidado en el hall de entrada. Sacudió con fuerza los desechos dentro y se movió otra vez en dirección a la cocina, cuando un golpe seco sonó en el techo. Los caireles de la gran araña que adornaba el salón se sacudieron con brusquedad repiqueteando y haciendo que los pequeños bellos de su cuerpo se erizaran con miedo.

— ¡Oye, encendí la chimenea! —la voz de Carlisle la hizo saltar arrojando la escoba lejos. Sus manos volaron a su corazón como si eso pudiera detener los furiosos latidos—. Lo siento, cariño ¿Estás bien?

Esme dudo antes de contestar. Ya no era la joven que había sido en su momento pero dudaba que estuviera volviéndose tan loca.

— ¿Estabas arriba?

—No, estaba en el sótano —Carlisle se acercó a su lado viendo como ella palidecía un poco.

— ¿Has oído eso hace un momento, Carlisle? —Él la tomo por los brazos, Esme temblaba como una hoja.

— ¿Oír, que?

—Oí pasos —Susurró; el miedo casi palpable en su tono de voz—. Creo que hay alguien en la casa.

— ¿Estás segura, Esme? Estás estresada del viaje, y has estado limpiando la casa toda el día —Ella lo tomó por la mano arrastrándolo hasta la puerta de entrada.

— ¡Sé lo que oí, Carlisle! ¡Tenemos que salir de aquí!

—Esme, detente —Él soltó su mano antes de tomar el atizador de la estufa hogar.

— ¡Vámonos, Carlisle!

—No, Esme. Ve tú afuera. Espérame en la camioneta, iré a revisar el piso de arriba —su tono fue calmo y tranquilo, tratando de poner orden en la mente asustada de su mujer.

— ¡Irás afuera conmigo! —protestó de pensar que él la abandonaría sola en la oscuridad. Aparte estaba loco si pensaba que lo iba a dejar ir solo en busca de peligro.

—Estoy seguro que no es nada, cariño. Solo una vieja casa chirriante —Él avanzó unos pasos más en dirección a la escalera.

— ¡Carlisle! ¡Hay alguien en el piso de arriba! —susurró un grito enojado.

—Mira, llevaré esto conmigo, ¿Vale? —gruñó levantando otra vez el atizador donde ella pudiera verlo—. ¿Estás contenta?

— ¡NO!

—Vamos, Esme —Carlisle la arrastro hasta la puerta abriéndola de un tirón—. Espera afuera. Iré en un minuto.

— ¡Ten cuidado! —murmuró ella con las lágrimas acumulándose en sus cansados ojos marrones. Carlisle le sonrió con cariño, seguro de que su abrumada esposa solo alucinaba debido a al cansancio del día.

—Lo haré —cerró la puerta a sus espaldas y subió lentamente la escalera—. ¿Hola? —su voz se elevó por la silenciosa casa. De golpe la indecisión bullía en sus venas, mientras llegaba al rellano. El tenebroso y oscuro pasillo le dio la bienvenida. Se sentía como una vieja película de terror y casi se rió por ello.

Sacudiéndose de encima la sensación de ser observado, Carlisle caminó lentamente hasta la primera de las habitaciones abriendo suavemente la puerta. No es como que si hubiera habido alguien en la casa, no había tenido tiempo suficiente para esconderse entre su advertencia y su entrada en la suit, pero más allá del chirriante sonido de la puerta al abrirse; todo parecía en orden.

Carlisle caminó rápidamente hasta el baño pero estaba igualmente vacío. Entonces notó la puerta del armario entornada. Levantando el atizador, puso su mano sobre el pomo de cristal de la puerta, y muy suavemente comenzó a abrirla cuando una pesada mano cayó sobre su hombro haciéndolo saltar varios centímetros.

— ¡Oh! ¡Edward! —gritó enojado, apretando su mano fuertemente contra su furioso corazón.

— ¡Papá! —Edward se sacudió un escalofrío que lo recorrió de pies a cabeza.

— ¡Me diste un susto de mierda! —lo reprendió antes de comenzar a reír nerviosamente.

—Sí, me di cuenta. ¡Dios! —Carlisle se secó el sudor de la frente antes de volverse a su hijo—. No es por empezar con el pie izquierdo aquí, pero… uhm…. ¿Por qué mamá está llorando en la entrada?

— ¡Dios! —Murmuró él golpeando su frente contra la pared—. Ven conmigo.

Los dos bajaron la escalera inconscientes de la puerta del armario cerrándose sola a sus espaldas.

—Este lugar es hermoso, ¿así que tu padre lo heredó? —preguntó Bella, su boca llena de pasta dental. Las manos de Edward se apretaron en sus caderas mientras apoyaba la barbilla en su hombro.

—Sí, es su actual proyecto de jubilación. Aunque estoy bastante seguro de que por el momento paga a otras personas para trabajar en el —Edward corrió el cabello de aquel terso cuello que tentaba tanto su control.

—Edward... No con tus padres abajo, cariño —gimió ella sintiendo la gruesa erección de él apretar contra su trasero.

—Seremos silenciosos —Edward besó su cuello para luego subir y mordisquear el lóbulo de su oreja haciéndola jadear. Luchó contra él otra vez, su aliento entrecortándose.

— ¿Realmente quieres que te deje ir? —Susurró encontrando sus oscurecidos ojos dorados, ahora casi negros en el espejo. La imagen era mortalmente erótica.

Sin esperar respuesta, jaloneó sus diminutos shorts, dejándola solo con una pequeña cinta por tanga. Los labios de ella se separaron lo suficiente como para hacer tensar su polla hasta el punto del dolor.

—Eres un riesgo para mi propia salud —Tenía que probar sus labios mojados. El dulce y salado sabor de ella se le subió a la cabeza como un narcótico. El toque de los labios contra los suyos, como caliente satén, y la lengua, como un golpe de fuego, enviaron rugientes impulsos de placer que hicieron que su polla creciese aún más y se apretaran aún más sus pelotas.

Su beso le calentó más rápido, más caliente que un volcán en erupción. Era como estar en medio de un infierno. No podía evitar tocar su cara ni pasar los dedos por su delicada mandíbula. Ella sacudió la cabeza despacio, mientras levantaba la mano para enroscarse alrededor de su cuello. Entonces ella levantó la cabeza, los dientes de Edward capturaron su labio inferior y tironearon de el eróticamente.

—Pues compláceme, Edward —susurró acaloradamente—. Muéstrame todo lo que me he perdido.

Eso sonaba a desafío, un descarado desafío. Pero él oyó la desesperación de su voz, lo vio en sus ojos. Ella necesitaba esto tanto como lo hacía él, necesitaba perderse en el placer y el calor que surgía con cada toque entre ellos. Levantándola en sus brazos, Edward la llevó a la cama manteniendo los ojos clavados en los suyos y sus sentidos enfocados en ella.

Cuando la puso en la cama bajó la vista hacia ella, memorizando sus rasgos, la suave y pálida piel de su cara y el ahora oscuro color oro fundido de sus ojos. Su pelo casi negro se dispersó alrededor de ella. El terciopelo violeta de su conjunto susurró sobre su esbelto cuerpo y el aroma agradable que desprendía era embriagante. Esta era su mujer.

—Quítate la ropa… muy despacio —le dijo con la voz ronca por la fuerza de su lujuria, de su necesidad por ella.

Su sedoso vientre se mostró ligeramente redondeado, tan suave y cremoso justo para ser besado. Sus redondos y bien tonificados muslos, las desnudas y relucientes curvas de su coño y aquellos pliegues cubiertos de rizos eran más que para ser besados. Eran para ser devorados.

—Tienes el coño condenadamente más bonito en el que he puesto alguna vez los ojos —dijo él extasiado, suspirando cuando ella finalmente se liberó de una patada de la suave tela de su diminuta braga—. Podría pasarme horas comiéndote.

Le lanzó una mirada a los ojos justo a tiempo para ver la llamarada de respuesta. Sus dedos fueron a los botones de la camisa, mientras los de ella agarraban el dobladillo de su camiseta, la que al quitarse reveló sus hinchados pechos y el delicioso rosa de sus erectos pezones, luego pasó sobre la cabeza hasta quitarla completamente. Sus ojos brillaban oscuros y calientes, su cara relucía ahora de entusiasmo, casi tan brillante como los voluptuosos pliegues de aquel resbaladizo y húmedo coño.

Edward desabrochó sus vaqueros antes de bajar y quitarse los calcetines que llevaba puestos. Pero sus ojos nunca abandonaron el cuerpo de su mujer. Se preguntaba si se cansaría de mirarla alguna vez, de observarla fijamente el tiempo suficiente como para no sorprenderse cada vez que veía algo que se le había escapado anteriormente.

Como el sedoso brillo en la parte inferior de sus pechos. Las curvas maduras, ni prominentes ni realmente delgadas. Las dulces y suaves diferencias que la proclamaban como una mujer adulta de todas las maneras.

— ¿Vas a hacer algo, o tienes la intención de pensártelo hasta la muerte? —Ella era impaciente en el sexo. Era una de las cosas que había aprendido sobre ella.

—No necesito pensar en ello —Extendió la mano, tocando su muslo para luego arrastrar sus dedos hacia la humedad sedosa entre sus piernas.

Allí, su pulgar rodeó el pequeño brote aumentado de su clítoris, atisbando desde el ápice de los pliegues. Ella tembló bajo su toque y su polla se sacudió en respuesta.

—No puedo esperar a sepultar mis labios ahí otra vez. Prefiero comerte a respirar. Movió las piernas, abriéndolas cuando él apartó los dedos y se metió en la cama.

La noche pasada había sido dura y agitada; el viaje y las horas en la carretera caliente, no lo habían hecho mejor. Esta, quería que durase, quería hacerla correrse tantas veces que cuando él terminase con ella, Bella solo pudiese estremecerse en el abrazo de un orgasmo que pareciese no terminar nunca.

—Lo primero de mi lista será sentir que te corres en mi lengua —gruñó mientras colocaba sus rodillas entre los muslos. La miró a los ojos mientras bajaba hacia su boca, bebiendo de sus labios.

Edward levantó la cabeza, sacó su lengua y la pasó a través de la empapada hendidura que tenía justamente enfrente. Mientras estaba allí, se aseguró de que su lengua vibrase sobre la sensible carne antes de rodear el clítoris con una delicada y ronroneante lamida. Ella se estremeció, un jadeo surgió de dentro de él mientras pasaba las uñas a lo largo de la parte exterior de los muslos. Sus caderas se agitaron reaccionando mientras dejaba salir un rugiente gemido a través de los labios. Pero esto no detuvo su lengua; golpeó tentadoramente sobre los pliegues, bebiendo a lengüetadas, lamiendo las dulces gotas del sirope que rezumaba de su carne. Un silencioso grito se desgarró de su garganta, mientras los abrasadores espasmos del orgasmo comenzaron a apretar cada músculo de su cuerpo.

— ¡Joder! —Ella tembló, apretando los muslos alrededor de su cara, manteniéndolo en el sitio. ¡Oh Dios! Tenía que sostenerlo en el sitio mientras mecía las caderas, arrastrando su extasiada y húmeda carne sobre sus labios y su lengua, obligando a que el placer volviese una y otra vez a través de su clítoris, de su vagina y de su matriz. ¡Oh!, era demasiado bueno. Nada había sido nunca tan bueno.

— ¿Puedes mantener el ritmo, Conspiradora? —Su voz contenía un desafío—. ¿Soy mejor que tú?

¿Mejor que ella? Él era mejor que una fantasía. Él era mejor que su vibrador. ¡Joder, sí! él era mejor que ella. Pero eso no significaba que ella no pudiese seguir el ritmo. No significaba que no conociera algún que otro truco.

— ¡Dios! eres preciosa —susurró, su ronca voz sonaba hambrienta—. Tan hermosa que robas el aliento de un hombre, Bells.

Un travieso destello de dientes blancos surgió un segundo antes de que él se moviese entre sus muslos y se aprovechase. Su visión se enturbió y contuvo el aliento. ¡Oh Dios!, era demasiado bueno; la manera en que la llenaba, entrando despacio, estirando el tejido sensible de su coño que descubría las escondidas terminaciones nerviosas y las zonas erógenas, descubriendo sitios que nunca había sabido que tenía. Edward los acarició; trabajando dentro y fuera, atrás y adelante, meciendo sus caderas contra las suyas hasta llenarla completamente y hacerla temblar bajo él. Ella estaba tan cerca. Demasiado cerca. Podía sentir su orgasmo al alcance de la mano y su propia desesperación brincar en su interior.

— ¡Sí, sí! —Gimió mientras se sostenía con los codos encima de ella, acariciando su cabeza al tiempo que sus manos se agarraban a sus caderas—. Me gusta esto, Conspiradora. Me gusta mucho.

—Me estás matando —gimió ella—. No bromees conmigo.

—Un poco de provocación está bien, cariño —dijo bajando la cabeza. Sus labios chuparon un apretado pezón mientras movía las caderas. La cabeza de su polla frotó su interior, desencadenando pequeños temblores de la inminente liberación.

—Así no —el placer la mataba.

—Justamente así, nena —siguió haciendo girar sus caderas despacio—. Sólo relájate para mí. No tienes que hacer nada, amor. No necesitas pensar. Sólo pasarlo bien.

Ella le miró, jadeando en busca de aliento. La lujuria, el placer y mucho más reverberaron en las calientes profundidades, sus labios cubrieron entonces los suyos, su lengua lamiéndole los labios, deslizándose dentro, tomando la última resistencia mientras ella le clavaba las uñas en la piel, sintiendo el placer/dolor de ser penetrada y Edward comenzó a mover las caderas casi con violencia. Él la llenaba de un éxtasis demente, de un placer brutal.

—Así… dulce amor —dijo apartando los labios de los suyos cuando ella comenzó a gemir, a gritar por las sensaciones que la atravesaban—. Eres tan dulce y apretada. Tan caliente. Podría quedarme dentro de ti para siempre.

Bella elevó las caderas bajo él, encontrando el ritmo, acompasándose a él, aumentando el placer que crecía con una demanda catastrófica tal, que ella no pudo quedarse quieta.

Sus golpes cambiaron. Sus labios pellizcaron los de ella. Sus manos se apretaron en su pelo y él comenzó a joderla duro, profundamente. Poderosos golpes que enviaban su polla dentro y fuera. Acariciando… abrasando. Cada empuje la lanzaba más alto, sacudiéndola en un torbellino de sensaciones que finalmente, benditamente, culminó en una implosión de tal fuerza, tal profundidad, que no había ningún control, ninguna restricción. Estaba indefensa, lanzada al interior de una espiral de ardientes sensaciones.

Cuando colapsó bajo él, sintió un último y desesperado empuje, antes de que Edward se apretase y se introdujese tan profundamente dentro de ella que estaba segura había perforado su alma. Y luego sintió su liberación saliendo a chorros, húmedo y caliente dentro de ella, el latido de su polla palpitando cuando él se dejó ir.

—Ven aquí —susurró, tendiéndose de espaldas y atrayéndola a su pecho, cuando sus respiraciones se hubieron calmado.

—Que noche…

—Ni que lo digas —Edward besó su cabeza antes de cerrar los ojos.

— ¡Oye! —murmuró encaramándose en su pecho para mirarlo a los ojos—. ¿Así que tu hermano y hermana vendrán mañana? —preguntó haciendo una mueca.

—Sí, mañana es el aniversario de mis padres.

—Treinta y cinco años ¿Te lo imaginas? —ella se rió, pero vio la verdad en sus ojos.

—No, la verdad que no lo hacía hasta que te conocí —Ella le lanzó una sonrisa timida, sus mejillas sonrojadas, antes de volver a recostarse

—Bueno, espero con interes, conocer al resto de tu familia mañana.

—Son especiales… ha pasado mucho tiempo desde que todos estuvimos juntos, por lo que supongo será interesante.

— ¿Cómo es eso? —su voz cada vez sonaba más dormida, Edward beso el tope de su cabeza y la abrazó mas fuerte.

—Ya veras.

Esme bajó a oscuras. La casa estaba mortalmente silenciosa. Lentamente, casi con desconfianza, caminó hasta la cocina, asegurándose de encender la luz antes de entrar. Con pasos rápidos abrió el viejo refrigerador, tomó la botella de agua, se sirvió un vaso y tomó la pastilla que había olvidado luego de la cena.

Conocer a Bella había sido todo un tema. No le caía necesariamente mal, pero Esme tenía que reconocer, que no era una mujer digna de su querido Edward. Ella era claramente a sus ojos, una trepadora social que solo lo buscaba por su dinero. Esme estaba segura que era lo único que Bella quería de su hijo y haría lo que fuera para impedirlo. Tenía que deshacerse de ella a toda costa.

Dejando la botella nuevamente en la heladera salió con aire renovado, apagando la luz en su camino, despejando de su mente el escalofrío por la sensación de ser observada.

Ella volvió a la habitación, inconsciente de la sombra que observaba todos sus movimientos desde afuera de la ventana de la rustica cocina de campo.

— ¡Hey! —Bella entró en la cocina, a la mañana siguiente, Esme estaba de espaldas enjuagando algunos vasos.

—Hola —La sonrisa que la matriarca le dirigió, podía calificar dentro del top ten de las más falsas. Ella tragó en seco ante el gesto.

—Me preguntaba si… ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

—Creo que está todo listo —Esme la despidió con un gesto de la cabeza antes de volver a pasar por agua otro vaso.

—Vale…

Antes de que Bella pudiera salir de la cocina Esme la detuvo.

—En realidad… ¿Bella?

— ¿Si? —Esme cerró el grifo del agua y colocó sus manos sobre la cadera, luego de secarlas con el delantal que traía.

—Estoy sin leche.

No era lo que ella esperaba.

—Oh.. oh… vale. Está bien.

— ¿Podrías ir a la casa del vecino y ver si tiene alguna? Su nombre es Erick.

—Bueno, ya regreso —lamentablemente Esme estaba de espaldas otra vez antes de que ella pudiera terminar de hablar.

Al salir de la casa se encontró con Edward y su padre al lado de la parrilla. Junto a ellos, un hombre que parecía más un lineback de futbol americano que un hombre. Aunque cierta parte de sus razgos eran similares a los de Edward.

— ¡Hey, nena! —Edward la tomó en un abrazo profundo, interrumpido por los sonidos de besos producidos por su hermano.

— ¿Es que acaso no vas a presentarme, hermano? ¿Tienes miedo que se enamore de mi? —Edward gruñó algo que Bella no pudo entender, antes de girarla para encarar al hombre.

—Emmett, ella es Bella. Amor, este mi molesto y gran hermano Emmett.

—Un placer, hermosa —galantemente Emmett tomó su mano depositando un beso, provocando una mueca de Edward y una carcajada de Carlisle.

— ¿Te nos unes, Bella? —preguntó Carlisle, mientras daba vuelta al filete.

—En realidad, tu madre me acaba de pedir ir con tu vecino para ver si podía prestarnos leche —dijo apuntando a Edward con la camara del bolsillo.

Luego de que los tres hombres posaran para la foto, Edward la miro extrañado.

— ¿En serio?

—Sí —Bella empezó a bajar los escalones del porche trasero en dirección al bosque—. Estaré devuelta en un minuto.

—Suena como tu madre —murmuró Carlisle, mirando fijatemente el fuego frente a él.

— ¡Cuidate! —gritó Edward, mientras le hacía señas—. Me llevo tu cámara, hay viejos muebles que papá quiere vender.

Emmett empezó a reirse a su lado, haciendole señas.

—No empieces —gruñó Edward empujando el hombro de su hermano.

—Mejor voy a ver a Rose. Ya debe haber salido de la ducha —con un movimiento sugestivo de cejas, Emmett desapareció dentro de la casa dejandolos solos a padre e hijo.

— ¿Cómo te fue en la entrevista, esta vez? —preguntó Carlisle.

Edward miró a su padre. Era casi tan alto como él, sensillamente no se le notaba el paso de los años y donde el cabello usualmente castaño de su madre, se había llenado de canas hasta volverse blanco, el de su padre había permanecido eternamente rubio. Casi como si se lo tiñera constantemente.

Con un suspiro derrotado contestó:

—No tan bien. Supongo que hay un montón de candidatos este año y no he estado exactamente publicando recientemente, así que…

—Bueno, hay algunas personas que no son publicadas y eso igual logra la reunión ¿Sabes?

—He estado ocupado, padre. Ya conseguiré trabajo —Edward tomó un largo trago de su cerveza para poder evitar contestar a cualquier cosa que su padre fuera a preguntarle luego.

El camino hasta la casa del supuesto vecino había resultado más largo de lo que Bella había esperado y la desolada carretera rodeada de pinos secos y sin hojas no ayudaba mucho. La música resonaba fuerte a través de la puerta ventana de la casa. Era una hermosa casa tuvo que admitir. Todo donde llegaba a ver era moderno y cuidado, con la pared enteramente hecha de vidrio.

— ¿Hola? ¿Hay alguien en casa? —preguntó mientras observaba en busca de movimiento.

Bella decidió volver a la casa principal al no obtener respuesta.

— ¡Hey! ¿Dónde está mi princesa? —exclamó Carlisle entrando en el living de la casa.

Alice acababa de llegar, acompañada de su nuevo novio. Edward la saludó con un casto abrazo, mientras presentaba a Bella y luego se dirigió a la esquina del salón a ver como la siempre princesa de la casa hacía su perfecto acto de perfecta hija ante los ojos de sus padres. La realidad es que su hermana no era más que una pequeña perra drogadicta y traidora. Bella se abrazó a su costado sintiendo la reacción casi violenta en la tensión del cuerpo de su pareja.

— ¡Hey! —Alice se arrojó a los brazos de Carlisle, plantando un enorme y sonoro beso antes de separase—. Papi, te presento a mi novio Jasper. Jasper, el mejor padre del mundo.

Los ojos llamativamente azules, gracias a las lentillas de color que usaba, se clavaron en Edward con una mueca casi burlona. Emmett bajo las escaleras corriendo para abrazar de igual forma a su hermana. Entre los dos le habían hecho la vida imposible. Le habían estafado y le habían rogado perdón solo para volver a hacerlo; dejándolo sin trabajo y dinero en el camino. Ahora Edward vivía en el austero y pequeño apartamento de Bella, todavía luchando por conseguir nuevo acceso al mundo laboral y darle a ella todo lo que había soñado con darle desde hacía dos años.

—Encantado —Carlisle apretó la mano de Jasper con una breve sacudida.

—Bienvenido —Esme saludó a ambos también, deteniéndose más de lo debido en su pequeña hija favorita, mientras Emmett apretaba la mano de Jasper en un breve saludo. Bella podía sentir la incomodidad de Edward, era casi palpable.

—Cálmate —le susurró en el oído, apresando discretamente el lóbulo de su oreja entre los dientes—. No me hagas tener que calmarte delante de tus padres —la mano de ella se deslizó lentamente hasta su trasero, dándole un ligero apretón y robándole una sonrisa. Ella siempre lo hacía sonreír.

— ¿Quién quiere una copa de vino? —preguntó Carlisle, levantando la botella del caro vino tinto que traía en su mano. Todos levantaron su mano—. Bueno, permítanme encargarme de eso ahora mismo.

Mientras Carlisle iba en busca de las copas Esme tomó la palabra.

—Yo solo quiero que sepan lo mucho que significa para nosotros que todos ustedes estén aquí. Así que… gracias por venir.

El fuego ardía en la chimenea, mientras todos estaban sentados alrededor de la larga mesa. Los platos repletos de abundantes ensaladas, mientras el asado reposaba todavía caliente en el centro.

—Vamos a inclinar nuestras cabezas —dijo Carlisle llamando la atención de todos; tomando la mano de Esme, haciendo que a su vez todos se tomaran de la mano—. Querido padre celestial, te damos gracias por tu comida. Alimenta nuestras almas con el pan de vida y ayúdanos a hacer nuestra parte, con palabras bondadosas y actos de amor. Amén.

—Y gracias a mamá y papá por tenernos a todos aquí —agregó Emmett luego de que todos repitieran "Amén".

—Es un placer —Carlisle levantó la copa, mientras Edward intentaba disimular la mueca de desprecio ante su hermano, siempre queriendo llamar la atención.

—Así que… Jasper, ¿A qué te dedicas? —preguntó Emmett, en tanto todos se centraban en sus platos.

—Soy director de cine —murmuró visiblemente incómodo. A su lado Alice asintió orgullosamente con una gran sonrisa. Esme a la derecha de Carlisle, tosió disimuladamente tratando de no atragantarse con el agua.

— ¿Eso es cierto? ¡Wow!

—Sí, él es realmente bueno —agregó Alice apretando su mano.

—No creo que conozca a ningún cineasta, eso es tan… interesante —El falso interés de Emmett en la vida del chico, hacían que Edward quisiera vomitar.

—No estoy en la televisión. Solo he hecho un documental, fue en el festival de cine de Cleveland Underground, en el 2008 —aclaró.

— ¿Qué es un festival de cine Underground? ¿Exhiben películas bajo tierra?

—No, no, no… las exhiben sobre el suelo, pero es muy intelectual.

—Muestran películas intelectuales —Alice entornó los ojos a Edward que trataba de sofocar la risa que la conversación estaba produciéndole. Emmett, lo único que intentaba, era hacer quedar en ridículo al pobre chico. Siempre hacía lo mismo con los novios de Alice.

— ¿Así como un festival intelectual? Solo creo… ¿Haces comerciales? Porque esos son mis favoritos.

—No, no hago comerciales —gruñó.

— ¿En serio? Sólo pienso que es el punto máximo de la forma de arte estos días. Es sólo corto y potente, que realmente tienes que solo tomar las ideas ahí dentro.

Carlisle censuró la gran boca de su hijo con una mirada ante la obvia actuación pero fue demasiado lento ante lo que se había desatado.

—Por eso veo la televisión esos días —dijo Rosalie, la esposa de Emmett, declarando el comienzo de la más absurda de las discusiones—. Solo creo que es tan… Es por eso que los veo. Quiero decir, es mejor que los programas de ahora.

—Bueno, el hace documentales —las voces cada vez se elevaban más. Bella estaba visiblemente incomoda, era la primera reunión familiar a la que asistía después de dos años con Edward y estaban todos a punto de saltar a los ojos de los otros.

—Creo que he visto documentales comerciales últimamente; no creo que tengan que estar limitados a cualquier cosa. No es un… ya sabes, quiero decir, la cosa del artista muerto de hambre; solo nunca tuvo sentido para mí —Edward sirvió un poco de vino en la copa de Bella, antes de llenar la suya propia, ya casi sintiendo pena del pobre diablo que se enfrentaba al sarcasmo y la ironía que caracterizaban a Emmett. Su hermano era un especialista en destruir psicológicamente a la gente—. Yo solo creo que deberías considerarlo, Jasper.

Entonces Edward vio en el momento justo en el que los calculadores ojos de Emmett se centraron en la risueña, casi borracha, forma de Bella.

—Así que, Bella, ¿Todavía sigues en la universidad? —Bella se sonrojó mientras Edward entornaba los ojos, casi deseando que no contestara. — Umm… sí, pero ya estoy en mi último año. Estoy terminando mi maestría.

— ¡Eso es genial, bien por ti! ¿En qué? —Los ojos de Edward se entrecerraron casi con violencia en su hermano, pero este lo ignoro completamente.

—En literatura.

— ¡Wow! Entonces… ¿Eres estudiante de Edward? —él se dio cuenta en el momento exacto en que Bella supo lo que pretendía Emmett. Avergonzarla tal como lo había hecho con Jasper. No iba a funcionar, hacía rato que ella había perdido la vergüenza.

—No, ya no. Es decir lo era, pero ya no.

—Ella era mi TA, pero paramos cuando nos dimos cuenta que eso no era del todo apropiado —agregó Edward saliendo en su defensa.

—Poco profesional —murmuró Emmett, levantando la copa a sus labios.

— ¿Qué? —Edward bajo su propia copa, entornando los ojos en su hermano—. Lo que acabas de decir, ¿Qué fue eso? — Emmett se hizo el desentendido mientras tomaba otro trago de vino tinto—. No estabas de acuerdo conmigo, dijiste que era poco profesional, ¿Hay algo más que quieras decirme?

—No, solo estaba concordando contigo. Quiero decir, yo… lo que… ¿Creo que tú dijiste que era poco profesional, cierto? —Emmett desvió la mirada en busca del apoyo que siempre obtenía de Alice.

—No la mires, estoy aquí mismo —gruñó Edward golpeando su pecho. Bella apoyó una mano en su hombro, pero nada podía calmar a la bestia una vez que era liberada.

— ¡Edward! Estamos teniendo una cena familiar aquí —Carlisle arremetió tomando un largo trago de vino, siempre apoyando a sus hermanos.

Edward era a grandes rasgos la oveja negra de la familia. Siempre había querido ser periodista en lugar de empresario y eso era algo que lo había marcado toda su vida a ojos de sus padres.

—Estoy teniendo una conversación con mi hermano. ¿Hay algo que quieras decirme, porque me siento como…?

Emmett no lo dejo terminar.

— ¿Qué estas… No sé lo que quieres?

—No creo que estés en cualquier posición para juzgar mis decisiones morales.

— ¿Quién dijo que te estoy juzgando? —gritó Emmett.

—Tú lo haces con tus ojos y tus formas, Emmett. ¡Estoy cansado de eso! Todo el tiempo has estado aquí, me has estado molestando y no voy a soportarlo más, estoy cansado de eso.

Todo era un descontrol. Jasper no sabía dónde meterse, mientras veía a Alice y Esme salir en la defensa indefendible de Emmett. Bella parada al lado de Edward reteniéndolo por la cintura, intentando aplacar su furia.

— ¡Tú estás tan celoso de mí! —gritó Emmett con socarronería.

— ¿Yo estoy celoso de ti? —Edward no podía creer lo que sus oídos estaban escuchando.

— ¿Chicos? ¿Tenemos que hacerlo en la mesa? —preguntó Esme hablando por primera vez por sobre los otros dos— ¡Por favor! ¿En este momento?

— No, no mamá. Esto es bueno —dijo Emmett mirándola con entusiasmo.

— ¿Estoy celoso de ti? ¿En serio?

Entonces Jasper se puso de pie. Mirando fijamente la ventana, ignorando al resto. Creía haber visto algo, una figura… un resplandor. Dudaba que el vino le hubiera hecho tanto efecto. Bajo la mirada controladora de Alice se levantó lentamente, caminando hasta la ventana.

— ¿Qué diablos…?

Todo sucedió en cámara lenta. Bella fue la primera en notar los trozos de vidrio tirados en el suelo. Extraño. Y de golpe el griterío de pelea que se había producido se transformó en un rotundo silencio. Emmett miraba fijamente por sobre su hombro. Jasper estaba prado junto a la ventana pero cuando se volvió a ellos, se desató el caos. Las mujeres empezaron a gritar mientras el cuerpo de Jasper caía de costado sobre la alfombra Persa, llenado todo de espesa y caliente sangre roja. Una flecha atravesando el medio de su frente, casi como una imagen salida de un comic.

La familia al completo se puso de pie. Alice no podía para de gritar, mientras se tiraba al suelo gateando por debajo de la mesa para tratar de llegar a su novio. Bella se cubrió también arrastrando a Edward con ella. Carlisle resbalo en el líquido de una copa derramada, torciendo fuertemente su tobillo mientras una segunda flecha entraba clavándose duramente en la silla donde había estado sentada Rosalie segundos antes.

— ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! —gritó Alice sin atreverse a tocar siquiera el cuerpo de Jasper.

— ¡Edward, ayúdame! ¡Tenemos que salir de aquí! —Bella se abalanzo sobre Alice tratando de alejarla de la ventana, ponerla bajo resguardo detrás de otra silla.

— ¡Mamá, no! ¡Mantente abajo! —Emmett cubrió a su madre justo en el momento en que otra flecha hacía añicos la ventana, enterrándose de lleno contra su espalda, haciéndolo gritar en agonía.

Más flechas llovieron dentro de la estancia rompiendo las copas, platos y jarrones que decoraban el lugar. Bella se tiró al piso reaccionando rápido, gateando por debajo de la mesa para llegar hasta Esme y ponerla en resguardo.

— ¡Abajo, Esme! ¡Abajo! Quédate abajo. ¡Manténganse alejados de las ventanas!

Emmett no paraba de gritar, mientras Edward a pesar de todo se estiraba tomando su mano y alejándolo de más peligro.

— ¡Hey! ¡Está bien! Mírame, mírame. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? —preguntó golpeando con fuerza las mejillas de Rosalie para hacerla reaccionar. La mujer no paraba de gritar como una desquiciada—. Solo quédate abajo. Bien. Tenemos que llamar al 911.

— ¡Todos vamos a morir! —gritó Rosalie en un ataque de histeria.

Bella sacó el teléfono del bolsillo arrojándolo contra la pared de frustración—. ¡No tengo señal!

—Yo tampoco —Edward la miró con el pánico escrito en su mirada.

— ¿Alguien tiene señal? —preguntó Carlisle, cubriendo el tembloroso cuerpo de Esme con el suyo propio—. No entiendo, tuve señal hoy. ¡Fui capaz de utilizar el teléfono hoy!

—Papá, deben estar utilizando un Jammer —gruñó Edward.

— ¿Qué?

—Un bloqueador de señal telefónica. Son ilegales, pero puedes conseguirlos en internet por treinta dólares —agregó Emmett, todavía gimiendo de dolor.

— ¡Maldita seas, Emmett!

— ¡Estoy tratando de ayudar, hombre! ¡Soy yo el que esta estacado en el suelo! – gimió mientras rodaba otra vez.

— ¡Edward! ¡Edward, tienes que sacarlo de aquí! ¡Saca a Emmett de aquí! —gritó Bella, empujando su cuerpo en dirección a su hermano.

Edward tomo el contraído cuerpo de Emmett y rápidamente atravesaron el campo de tiro hasta llegar al hall de entrada.

—Esme toma la silla. ¡Sal de aquí! ¡Cúbrete la cara y corre!

Todos siguieron el mismo movimiento; cubrían sus caras con los mullidos respaldos de las sillas hasta cruzar las cuatro ventanas que tenía la estancia. Bella fue la última. Antes de correr, tomó el atizador de la chimenea por si llegaba a necesitar algún tipo de arma. Intentó mantener la calma en todo momento, pero en la mitad del camino una flecha pasó volando a través de la ventana haciéndola añicos y clavándose directo en el respaldo de la silla, al lado de su rostro. Ella arrojó el mueble, escuchando el grito de Edward y acabó de correr el tramo que la separaba del resto. Edward la atrapo en sus brazos, antes de que cayera contra el suelo.