Disclaimer: El juego Ib y todos sus personajes pertenecen a kouri.


El Llanto Desesperado

Se escuchaba un suave canturreo.

Me quiere, no me quiere

A lo largo del corredor se podían ver los pétalos azules de una rosa, la rosa de Garry. Se hallaba en un estado superior a la angustia por la proximidad de su muerte. Después de recorrer un tramo al trote, llegó un punto donde, exhausto, se detuvo, armándose de valor para afrontar su inminente destino.

—Ib, espera —dijo al notar que lo había pasado de largo.

Ella se acercó con el rostro estoico, aunque en sus pupilas se podía leer fácilmente la preocupación. Lo observaba con inocencia y dubitación infantil, confiando que nada malo ocurriría.

—Perdona, pero… ¿Puedes ir adelantándote? —pidió, intentando no angustiarla, cosa que fue en vano.

—¿Ocurre algo? —preguntó, mordiéndose el labio con el leve sentimiento de que algo no andaba bien.

—Yo… Eh… Lo siento, no sé qué decirte. —La miró con tristeza—. No quiero mentirte, pero tampoco quiero decirte la verdad —vaciló un poco, pensando si debía explicarle, sin ambages, lo que ocurriría después de que Mary acabara con su flor. Sin embargo, llegó a la conclusión que decirle todo sería inquietarla en vano. Garry deseaba que, por lo menos, Ib saliera de la galería sana y salva. Le dedicó una sonrisa amable y fuerte para insuflarle ánimos y valor—. Si necesitas ayuda, iré corriendo. —Ib asintió con la cabeza con lentitud como si no terminara de creerse lo que le decía—. Sigue adelante… —Logró pronunciar antes de que las rodillas le flaquearan—. Toma. —Le tendió el encendedor por si lo necesitaba, podría ser una buena arma de defensa contra alguna cosa que intentara lastimarla.

Con reticencia, tomó el objeto y lo apretó en su mano, en vista de que no cabía en ninguno de sus bolsillos. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera para evitar que aquella hermosa flor muriera. Sin mirar atrás, corrió escaleras arriba. El "me quiere, no me quiere" que Mary cantaba con alegría se escuchaba cada vez más cerca. Casi sin aliento, llegó al piso donde se encontraba Mary concentrada en su juego.

Ib se escondió tras la pared con el corazón acelerado y las manos temblorosas, insegura de lo que iba a hacer. Armándose de valor, dio un paso al frente, dejándose expuesta ante Mary.

—¡Ib! —Exclamó la niña, alegre. Sus azules ojos brillaban inundados en felicidad. Si Ib estaba allí, sola podía significar una cosa—. ¿Viniste para que estuviéramos juntas para siempre?

Ib ojeó por menos de un segundo la flor en la mano de Mary. Quedaba un solo pétalo amenazando con caerse de su cáliz. Ib caminó con cautela hacia la joven mientras inhalaba aire para tranquilizarse.

—Claro, juntas por siempre. —Sonrió con aquiescencia mientras se sentía culpable por engañarla de esa manera tan cruel.

Mary soltó la flor, poniendo los nervios de punta a la menor. Deslizándose rápidamente sobre la superficie, la estrechó en un fuerte abrazo de oso, como lo catalogó la muchacha mientras daba saltitos de alegría. A pesar de que Ib correspondió el gesto, no pudo evitar percatarse de que el cuchillo de paleta continuaba en el bolsillo de la rubia.

—Te enseñaré varias cosas antes de regresar a la galería. —La tomó de las manos con un jolgorio indescriptible. Le presentaría a sus hermanas, a las muñecas y maniquíes, seguro se llevarían bien—. ¿Qué es esto? —Enarcó sus delgadas cejas al sentir el cálido metal que se encontraba refugiado en la mano de su amiga—. Un encendedor… Eso es peligroso.

Las facciones de Mary se oscurecieron y frunció el entrecejo profusamente. Ib se mantuvo tan calmada como siempre aparentaba estar.

—Muuy peligroso. —Alargó las palabras con furia genuina—. Así que será mejor que me lo des. Dáselo a Mary, Ib. —Rio cual psicópata mientras se acercaba peligrosamente a la niña.

Sumergió la mano en su bolsillo para acariciar el frío que emanaba su arma de defensa y sumisión.

Ib reculó sin ver a lo que se dirigía y soltó un quejido cuando se lastimó con una de las espinas de la redada tras de sí. Debía huir o por lo menos defenderse. Su instinto de supervivencia —que era lo que la había conducido hasta allí— le dijo que incendiara el obstáculo. Presa de la adrenalina, logró prender el encendedor e hizo que el fuego y las ramas hicieran contacto. La planta se calcinó completamente, permitiéndole correr a todo lo que sus cortas piernas daban para escapar de la rubia.

—¡No entres ahí! —gritó enfurecida—. ¡Regresa! —vociferó. A medida que hablaba su voz se hacía más potente—. ¡Márchate! Ahora, ¡Ahora!, ¡AHORA!, ¡AHOOOORAAA! —Y, con ese último grito, el piso se agrietó con profundas marcas rojas.

Ib supo que ese sería el fin si no se apresuraba. Saltó con agilidad por el mal colocado piso, viendo de soslayo a la muchacha que la perseguía como si el alma se le fuera en ello. El resplandor del metal brilló con intensidad muy cerca de ella, lo que hizo que el corazón le diera un vuelco.

Antes de darse cuenta, se halló acorralada justo debajo de una pintura. Su cerebro empezó a lucubrar miles de ideas para escapar. Una se incrustó con fuerza. Si acababa con el cuadro, lo lograría, lograría irse de allí. Estuvo más segura de su idea al recordar a Garry diciéndole que Mary no era humana y que se trataba de una pintura creada por Guertena. Si acababa con la raíz del problema, terminaría con el resto.

Con pánico, hizo rodar la ruedita del encendedor, tratando de provocar una chispa. Sintió sus latidos acelerarse al ver a Mary a unos pasos de ella. Y, después de varios intentos, funcionó.

—¡No, Ib! —Rugió mientras sus piernas titubeaban, debatiéndose entre seguir o darse por vencida—. ¡Detente! —Corrió hacia ella, negándose a creer que esos serían sus últimos momentos.

Muy tarde. Tanto el lienzo como Mary ardían en llamas, congelados en el tiempo. Ib, asustada, presa del horror y sin querer ver cómo aquella a la que consideró su amiga se reducía a cenizas, salió corriendo de la habitación, dispuesta a no entrar nunca más.

En el pequeño cuarto, vio la flor azul con su moribundo pétalo. Garry debía estar agonizando y si no se apuraba cabía la posibilidad de que más nunca volvería a hablar con él. Recordó el jarrón con agua que había estado guardando para su propia flor que contaba con tres pétalos carmesí. Corrió hacia la mesita fuera de la casa. Una tijera voladora rozó su mejilla con saña. Vio un pétalo color granate navegar por el aire. No le prestó atención y siguió corriendo hacia su destino. Una vez frente al viejo y agrietado jarrón, no dudo en sumergir la azul rosa en el agua.

Sonrió al ver cómo la flor recuperaba su esplendoroso color. Con un suspiro de alivio, se llevó la pequeña planta al pecho para inhalar su dulce aroma. Era hora de reencontrarse con Garry para salir de allí.

Regresó por el mismo camino, procurando no restar más pétalos a su propia flor. Al entrar a la casa, notó cómo las espinas intentaban sellar la entrada de donde, supuso, había acabado con Mary. Se negaba a creer que había asesinado a Mary porque, de alguna forma, la niña se había ganado un pequeño espacio en su corazón. Sin regresar la vista, bajó las escaleras, en busca del joven que la había acompañado en toda aquella travesía.

Apenas dio unos cuantos pasos cuando chocó contra el hombre que la sostuvo por los hombros. Garry parpadeó un par de veces y rio, nervioso.

—Pensé que era mi final… Muchas gracias, Ib. —Le alborotó el cabello y, acto seguido, se lo acomodó prolijamente, avergonzado de su exceso de confianza con la pequeña.

—No hay de qué. —Ib curvó los labios.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó mientras la seguía hacia la casita rosa—. Es decir, Mary…

—No… —Ib agitó la cabeza mientras evocaba la imagen de la niña ardiendo en llamas—. No quiero hablar de eso.

—… —Garry observó unos segundos la expresión contrariada del rostro de la pequeña y, decidiendo que era mejor no untar sal en la herida, regresó la mirada al frente—. Está bien. Salgamos pronto de aquí para poder comer macarones, como te prometí —animó con una enorme sonrisa.

—Sí. —Ib, deseando que aquella realidad que había logrado construir no terminara jamás, se aferró a la mano del adulto para infundirse confianza y optimismo.

Garry, durante todo el camino de regreso a la galería, no paró de preguntarse qué había ocurrido con Mary. Sin embargo, eso ya no importaba. Mary pertenecía a ese mundo y ellos a otro; si ese perfecto balance era roto, sabía que podía desencadenarse una serie de sucesos desastrosos… O tal vez había quedado demasiado traumatizado por la mención de la teoría del caos que su profesor hizo en media clase de epistemología en la universidad.

Una vez frente al Mundo Fabricado, ambos se miraron con la vaga impresión de que ese sería el fin de su pequeña aventura de terror. Garry ayudó a subir a Ib una vez el marco desapareció y el poco ruido de la galería verdadera les llegó a los oídos. No surgieron contratiempos, pero Ib no pudo evitar regresar el rostro hacia donde sea que estuviera Mary cuando una luz blanca iluminó sus pupilas.

Ib ladeó la cara de un lado a otro no muy segura de lo que había hecho. Se sintió confundida al no recordar nada, porque las lagunas mentales no era algo propio a su edad. Encogiéndose de hombros, decidió regresar con sus padres.

Parecían ver una enorme pintura con gran interés. Ib quería saber de qué se trataba, pero todos los visitantes se habían reunido alrededor de esta y le impedían el paso. Deseando tener algún poder telepático para dirigirse a sus parientes, dio media vuelta para no molestarlos ni enfadarse.

Llevó una mano a su bolsillo y tocó una textura extraña. Al sacar el objeto, se encontró con un encendedor azul marino. Lo vio con curiosidad y decidió entregárselo a su dueño, pensando que tal vez en ese lapso en el que perdió la memoria lo había encontrado y lo había recogido con la buena intención de devolverlo. De paso, también podía entretenerse un rato mientras sus padres se desocupaban.

Empezó a recorrer toda la galería, preguntando a todos los adultos si era de su pertenencia el objeto extraviado. A pesar de que muchos la ignoraron o se ofendieron, alegando que ellos no tenían "vicios", no se dio por vencida. Detuvo su carrera hasta una escultura cuyo nombre no entendía. Esa era la última sección que le faltaba por recorrer. Por un momento pensó que, tal vez, el dueño ya se había ido y no valía la pena seguir con la búsqueda; pero no podía darse por vencida por tan pequeño obstáculo.

Solo faltaba el muchacho de cabello color lila. Se acercó en silencio. Por alguna extraña razón, un sentimiento de timidez la abrumó en cuanto pudo tener mejor visión de él. Boqueó un par de veces intentando hallar las palabras, pero solo consiguió tragar aire.

—Mmm… ¿Ocurre algo, señorita? —El joven se giró para verla al sentir su presencia.

Los labios temblorosos y la mirada vacilante hicieron que alzara las cejas con sorpresa. Ella no pronunció palabra y se le quedó observando, para luego desviar sus orbes granete a la flor.

—Esta escultura es La encarnación del espíritu —informó, tal vez la niña quería saber su nombre e iba a preguntárselo pero le dio vergüenza—. Cuando la miro, me invade cierta tristeza… —dijo como quien añora tiempos de antaño—. Creo que he hablado en voz alta, discúlpame. —La comisura de sus labios se curvaron un poco y se dio media vuelta, dispuesto a irse.

Metió las manos en los bolsillos, dándose cuenta de que no llevaba su encendedor.

—¿Eh? ¿Dónde lo puse? ¿Se me habrá caído? —murmuró, confundido y algo molesto por ser tan distraído.

Ib al escuchar esas palabras, estuvo segura que el dueño del pequeño objeto que había aparecido mágicamente en su bolsillo era él.

—Creo que esto es suyo. —Enseñó el aparato azulado.

—Qué suerte que lo hayas encontrado… —Habló aliviado mientras lo aceptaba con una amable sonrisa—. Muchas gracias, Ib. —Parpadeó varias veces creyendo que ya se estaba volviendo loco. Primero una laguna mental y luego un nombre brotando de sus labios como si fuera lo más normal del mundo—. ¿Ib?

—Ese es mi nombre —musitó igual de extrañada.

—¿Tu nombre? ¿Y de dónde habré sacado que te llamabas así…?- Se preguntó a sí mismo al mismo tiempo que pasaba sus ojos oscuros de ella a un punto inexistente frente a él.

Ib volvió a sorprenderse cuando sintió otro objeto en su bolsillo. Era un caramelo de limón.

—¿Eh? Eso también creo que es mío —inquirió, metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta descubriendo que no había nada.

Ella estiró su mano para entregarle el dulce. Sus palmas rozaron levemente y, como un rayo que surca los cielos hasta impactar en la tierra, Garry recordó algunos sucesos de lo que habían vivido, algo desordenados y confusos, pero fue capaz de rememorar toda aquella experiencia inverosímil y extremadamente horrible que misteriosamente habían olvidado.

—¡Lo recuerdo todo, Ib! —exclamó con alegría—. ¿Cómo pude olvidarme de ello? —dijo, aliviado de saber que habían salido de ese infierno. Prefirió no guardarse sus sentimientos y sonrió con alegría genuina—. ¡Salimos juntos, Ib!- Notó que la niña lo miraba como si se tratara de un loco—. Lo… recuerdas, ¿verdad? —preguntó mientras se agachaba un poco para quedar a su altura y asegurarse de que decía la verdad.

—Claro. —Sonrió con suavidad.

No le gustaba mentir. Pero, simplemente, no podía pasar por alto aquel extraño sentimiento que le provocaba verlo, no quería que una nueva amistad se viera truncada por una mala respuesta. Las memorias daban volteretas y saltos en su cabeza y, hasta organizarlos, le parecía bien amistarse con él.

—Me alegra —expresó con sinceridad, regresó su vista a un reloj colgado de la pared—. ¡Pero mira qué hora es! Debo irme. —Soltó con euforia y preocupación—. Nos vemos otro día —titubeó unos segundos y continuó—. Ya sabes, para ir a comer los macarones que te prometí —dijo con premura.

Ib sonrió mientras agitaba su mano y acudía al llamado de su padre. No tenía duda de que se encontrarían de nuevo, pronto. Con la esperanza de recobrar los fragmentos de su memoria y unirlos a otros nuevos, se despidió de la increíble galería de Guertena, agradeciéndole por hacerle ver el mundo con otros ojos.

Ninguno de los dos se percató del nuevo cuadro en la exposición de Guertena que estaba causando sensación entre los últimos visitantes nocturnos. Una pintura de una linda niña de rubios tirabuzones y celestes irises que se pintaban con tristeza, dolor, ira y angustia. Unas agrias lágrimas parecían correr a caudales por sus mejillas mientras que su verde vestido ardía en llamas rojas y naranjas. Todo aquel que se acercaba quedaba conmovido al ver a tan linda chiquilla llorar con tanta frustración. Más de un curioso se acercó un poco más para leer el rótulo: El llanto desesperado.

~Fin~


Notas de autora:

Eso fue todo. Espero que les haya gustado.

Quise escribir un nuevo final juntando la ruta de Retrato Olvidado y la de Promesa de Reunión, dándole un toque personal porque yo, estando en el lugar de Ib, hubiera hecho lo imposible para que Mary me devolviese la flor de Garry. Entonces, inspirada en ello decidí escribir un final alternativo y feliz para los humanos. Por cierto, no me odien por el final trágico de Mary, no me desagrada pero no sé de qué forma los tres podrían salir del mundo de Guertena.

¡Muchas gracias por leer!