Marinette se sentía afortunada en que Luka le invite a su habitación para escucharlo tocar. Para ella era como tener un concierto privado de una estrella y ahí sentada en el borde de su cama, sus ojos cerrados, su mano puesta en la altura de su corazón, oyendo esa bella melodía era como estar en el paraíso.
Esta vez, la canción era lenta, de tinte romántica. Las cuerdas de la guitarra, vibrando, formando notas, combinándose con su voz profunda y hermosa.
Y como siempre cada vez que lo escuchaba, su latidos de su corazón, le estaban haciéndole acompañamiento, ya que lo que Luka en ese momento estaba tocando era una melodía que confundía mucho más su corazón, ese, que bombeaba más sangre de lo normal y hacia sonrojar sus mejillas de un intenso rojo que esperaba ser confundido con un golpe de calor.
Abrió los ojos y cuando lo vio, se quedó estática en su cama. Realmente podía quedarse horas ahí, viendo sus labios moverse, el movimiento de sus manos contra la guitarra y esa mueca de satisfacción y su sonrisa era sencillamente inolvidable. Se había quedado tan embobada admirándolo que no reparó cuando terminó hasta que Luka se lo hizo saber.
—¿Te gustó? —preguntó interesado en saber su opinión. Sus ojos observándola mientras adquiría una postura relajada, teniendo también un brillo curioso al notar como se le había quedado mirando.
—Si... —respondió su voz soñadora— Me gustas.
Su cabeza, al fin admitió, permitiéndole a su voz decirlo en palabras lo que su corazón acallaba. Luka que la oyó, reflejaron un tinte de sorpresa mientras una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios, mucho más grande y traviesa de lo que fue cuando la atrapo mirándolo.
Enseguida Marinette se dio cuenta de lo que dijo y rápidamente quiso repararlo.
—¡L-la canción! ¡M-me r-refería a la canción! —rebatió nerviosa como su voz demostraba.
Entretanto sentía en su interior que había cavado su propia tumba. Se levantó de la cama como pudo mientras su mente intentaba crear miles de pretextos para marcharse como si nada fuera de lo usual, hubiera sucedido.
—Y-yo creo que ya me tengo que ir, r-recordé que t-tengo que ayudar en la p-panadería —dijo mirándolo por un rato esos ojos celestes que parecía saber lo que escondía en su interior.
Tragó saliva y levantó los dos dedos pulgares de sus manos.
—¡Eres increíble! —añadió— ¡F-Fue increíble! —se arregló sintiendo más idiota por cada palabra dicha— Hasta luego.
Sin poder realizar más contacto visual, se dio la vuelta y se marchó cerrando la puerta tras de si, intentando no tropezar en el camino. Luka que seguía observando la puerta cerrada, bajó la mirada y la posó en su guitarra que de inmediato abrazó.
—Tu eres increíble —musitó en voz baja, teniendo un leve rubor en sus mejillas pálidas.
