"Yuuhi no Yakusoku"

Capitulo Uno: Un encuentro inesperado

Tarde soleada. Niños jugando. Una visión muy normal en la pequeña aldea en donde solía residir un pequeño de tan solo seis años, que no hacia mas que contemplarlos a través de una de las ventanas del enorme palacio en donde se encontraba actualmente. Deseaba con todas sus fuerzas el poder salir y jugar con los demás, sin tener que preocuparse de nada. Da un pequeño suspiro, que más bien suena como un lamento. Sabía a la perfección que eso jamás sucedería. Siempre se encontraría siendo alejado de los demás. Sin poder soportar mas la situación, se levanto y salio corriendo, dispuesto a jugar al menos una vez en compañía de alguien.

Lo habitual no tardo en suceder, y los demás niños se alejaron al verlo acercarse. Sus expresiones eran serias, lamentándose por tener que verle justo cuando se encontraban jugando tranquilamente. La pelota con la cual se divertían, la tomaron rápidamente y se fueron lo mas lejos posible de el. Al hallarse completamente solo otra vez, no tuvo mas remedio que regresar de nuevo a la "protección" del palacio donde vivía. Miro hacia atrás una sola vez, y con asombro y tristeza comprobó que habían regresado y continuaban con sus juegos. Un débil bufido se hizo oír, antes de que desapareciera detrás de las grandes puertas del lugar.

Lo único que pudo hacer, fue regresar a su punto de observación, viéndolos jugar animadamente. Sin embargo, esta ocasión ya no sintió mas dolor por ello, sino que por el contrario, lentamente parecía que ya no le importaba en lo absoluto. Sintió como alguien corría la puerta de la habitación, y dirigió su mirada de manera seria. Su expresión cambio al ver a una hermosa mujer avanzar sin dejar de mirarlo fijamente, pero con gran ternura. Olvidándose momentáneamente lo que había sucedido anteriormente, camina hacia ella, abrazándola firmemente. Ella no puede hacer mas que devolverle el abrazo de manera gustosa, acariciando su cabeza con suaves movimientos. No era de extrañarse lo que pensaba o sentía el pequeño. Era algo inevitable, y ambos lo sabían muy bien.

-"Levanta ese animo"- murmura dulcemente.

-"Vámonos. Ya no quiero estar aquí"- responde rápidamente.

-"Debes ser fuerte y no dejarte dominar por ellos"-

-"Pero nadie desea jugar conmigo"- insiste el.

-"Nunca dejes que eso te afecte. Algún día lo comprenderán"- menciona dándole un nuevo abrazo –"Estaré siempre que me necesites"-

Sin decir nada más, asiente a las palabras de su madre. Poco después ella se retira, dejándolo para que comprendiera mejor cada una de sus palabras. Pasaron varias horas antes de que fuera vencido por el sueño. Siempre sucedía lo mismo. Una vez más, ella entra en la habitación para comprobarlo. El cabello del niño ahora se encontraba de un color negro como la noche que los envolvía, provocándole un suspiro. Conforme su hijo crecía, le era más difícil el poder esconderle asuntos tan delicados como este. Pero sabia que todo esto sucedía por una simple razón, cosa de la cual jamás se arrepintió. Lo único que pedía, era que su pequeño pudiera tener una vida lo mas normal posible, debido a la herencia a la que pertenecía.

Al día siguiente, los aldeanos ya se encontraban trabajando, desde tempranas horas de la mañana. Varios de los hombres habían salido de la aldea para cumplir con su trabajo. En una de las chozas, una pequeña de cabellos negros se frotaba los ojos con pereza. En la cocina, su madre se encontraba preparando el desayuno, mientras esperaba por el regreso de su marido. La niña se acerca a ella con una gran sonrisa, viéndola el trabajar. No tardo mucho en ofrecer su ayuda. Al haber terminado, con gran alegría, sale de su hogar para comenzar a corretear a las gallinas que se habían acercado a ella en busca de comida. Su inocente juego se ve interrumpido en cuanto divisa a un grupo de personas aproximándose a su aldea, posando su mirada en una persona en particular. Se ensancha su sonrisa al distinguirlo claramente y sin vacilación alguna corre hacia el.

-"¡Regresaste!"- grita entusiasmada.

El hombre se detiene y recibe en sus brazos a su pequeña, saludándola con efusividad. El grupo que venia con el, se dirige a sus propias chozas, pidiendo por un merecido descanso. Ella sonríe y le pide entrar a desayunar también, a lo que asiente de manera gustosa. Al entrar en el humilde lugar, su hija se encarga de colocar su armadura y armas en el lugar correspondiente, mientras el saluda a su mujer, sentándose en la mesa poco después. La señora sirve un poco de alimento en los tres tazones que se encontraban, respectivamente para ellos. La mañana transcurre normalmente, y sin ningún pendiente, padre e hija van al prado a jugar. La sonrisa de la niña nunca desaparece de su rostro mientras su padre la mira correr y jugar sin preocupación alguna.

-"Ven aquí un momento. Necesito mostrarte algo"- la llama repentinamente.

Acudiendo a su llamado, se coloca delante de el, mirándolo curiosamente.

-"Esta ocasión decidí traerte un regalo"- menciona con una sonrisa.

-"¿Ah si? ¿Qué fue lo que me trajiste?"- pregunta impaciente.

-"Espera y lo veras"- dice sonriendo mas ampliamente.

Se levanta y coloca sus dedos en su boca, dando una especie de silbido. Su hija lo observa de manera curiosa y sin comprender. De pronto, escucha un sonido el venir de entre los árboles. Al principio se asusta un poco y se refugia detrás del hombre; sin embargo, algo la incita a mirar en dirección del sonido. Una nueva sonrisa se dibuja en su rostro al ver que un pequeño animal se acercaba a ellos, al parecer también muy contento con la situación. Sin temor, ella se acerca y lo acaricia suavemente, provocando un sonido de satisfacción del animal. Eso solo provoca una ligera risita de la niña.

-"Es ahora tuya"- indica su padre –"Y espero que sepas cuidarla"-

-"Es muy bonita ¿pero como se llama?"- pregunta.

-"Ponle el nombre que desees. Aunque debo decirte que deberás tener cuidado, pues es una neko-demonio"-

-"¿Neko-demonio?"-

-"Así es. Te parecerá extraño, puesto que nuestra aldea es de exterminadores, pero a diferencia de otros youkai, ella es de confianza"-

-"Si de verdad es mía, entonces la llamare Kirara"-

La gatita maúlla y comienza a mover sus dos colas con alegría.

-"Parece que le gusta el nombre"-

-"Debemos regresar. Tu madre se preocupara por nosotros"-

-"Esta bien"-

Kirara maúlla nuevamente y brinca a los brazos de su nueva dueña, preparándose para partir. Regresan por el camino escondido muy bien entre los árboles del bosque, platicando animadamente. A ella le fascinaba escuchar las aventuras que su padre vivía al viajar de aldea en aldea para cumplir con su misión: exterminar youkais problemáticos. Y, a pesar de lo que mencionaban sus amigas en la aldea, estaba dispuesta a seguir con el negocio de su familia y dedicarse a la exterminación. Deseaba ser de los mejores taijiya de la aldea. Y conforme pasaba el tiempo, iba asegurándose cada vez más de que eso era lo que deseaba realmente.

Intentando vencer sus miedos, una vez más, se aventura a jugar con el resto de los chicos de la aldea. Antes de que alguien pudiera alejarse, hizo lo mejor que pudo para bloquearles el paso. Ellos lo miraron con algo de asombro, confusión y sobre todo temor. Toda la gente del lugar ya sabia que tipo de ser habitaba en el palacio de su aldea.

-"Expliquenme porque nadie desea jugar conmigo"- pide seriamente.

Todos se miran entre si, pero el mayor del grupo se coloca delante del resto de sus amigos, esperando intimidar al niño. Al ver su semblante tan decisivo, solo se limito a reír con arrogancia, provocando la confusión, ahora en el. Entendiendo de que se trataba, sus amigos también comenzaron a reír a lo bajo de las reacciones del chico.

-"Nunca jugaríamos con alguien como tu"- bufa –"Y no tenemos ninguna intención de permanecer a tu lado"-

-"Merezco una mejor explicación"- pide el.

-"No tenemos nada que hablar contigo"- menciona otro.

-"Y será mejor para ti que ya te largues"- amenaza un tercer chico.

Considerando la desventaja en la que se encontraba, no le queda más opción que asentir de mala manera y se retira sigilosamente. Viendo que se encontraban otra vez ocupados en sus asuntos, se agacha levemente, recogiendo algo del piso. Giro rápidamente y aventó una pequeña piedra hacia ellos, dándole justamente al mayor del grupo. Al caer en cuenta de lo sucedido, se volvieron en su contra y comenzaron a perseguirlo.

Para su mala suerte, algunos aldeanos vieron este último hecho, y ayudaron a atrapar al niño y la noticia corrió por toda la aldea. El intento correr desesperadamente a los brazos de su madre, pero parecía no poder llegar. Ni siquiera noto que realmente nadie podía darle alcance, debido a su velocidad. Al llegar sano y salvo a su hogar, su madre lo abrazo al verlo tan agitado. Las grandes puertas del palacio pronto se encontraban amenazadas con ser derribadas. Todo con tal de atraparlo.

-"¿Qué fue lo que hiciste, Inuyasha?"- pregunta de manera preocupada.

-"Solo pregunte el porque me ignoraban de esa manera"- responde simplemente.

-"¿Eso fue todo lo que hiciste?"- reitera de manera sospechosa.

-"También… le lance una piedra a uno de ellos… después de que me corrieron"- menciona simplemente.

-"Sabes bien que no debes hacer eso"- dice la mujer de manera alarmada.

-"No se porque lo hice. Solo se que quería hacerlo"-

-"Han logrado ingresar al palacio"- informa uno de los guardias.

Izayoi se levanta, indicando a su hijo que la siga. Este la obedece sin ningún reclamo. Ambos entran a una habitación y avanzan lentamente, hasta que llegan a una especie de balcón. Los aldeanos no tardan en observar como dos siluetas se asoman desde una posición segura, aun dentro del palacio. Uno de los chicos reconoce inmediatamente la sombra localizado al lado de la mujer, e indico hacia su dirección. Pero esta ocasión, el pequeño de cabellos plateados no opto por refugiarse junto a su madre. Desde ahí comenzó a comprender que debía valerse por si mismo.

Después de varias horas de discutir sobre la situación, se llego al acuerdo de prohibir la salida de Inuyasha mientras los hijos de los demás se encontraban jugando en los alrededores, mucho a la consternación de Izayoi. No se sentía capaz de poder negarle algo como eso, pero era su única opción. Era arriesgarse demasiado al hecho de que fuera expulsada de la aldea, y ella no tenia a donde ir. En cuanto todos se hubieran retirado, Inuyasha camino nuevamente hasta su madre, una expresión mas seria en su rostro.

-"¿Por qué aceptaste sus condiciones?"- pregunta.

-"Se que no es lo mejor para ti. Pero eso es solo desde un punto de vista. Así ya no podrán molestarte mas"- responde ella.

-"¿Tan malo fue lo que hice?"- cuestiona nuevamente.

-"Por supuesto. Sabes que no debes atacar a otra gente"-

-"¿Aunque ellos me agredan primero? Estaban dispuestos a atacarme a mi también"-

-"Lo hecho, hecho esta. Pero espero que no vuelva a suceder. Ahora, será mejor que vayas a dormir"-

Sin decir mas, se aleja aparentemente molesto. No era lo que el esperaba de su madre. Se despidió de ella y cerro la puerta tras de si, con algo de fuerza. Suspira. Su hijo comenzaba a comprender mejor la situación por la cual atravesaba. Tarde o temprano, preguntaría por la verdad de su origen y el porque su vida había sido de esta manera. Necesitaba encontrar las palabras correctas para poder explicarle lo más posible sobre su padre, y lo que era en realidad.

En la aldea de taijiya, la situación no era muy diferente. Varios de los habitantes se encontraban preparando sus trajes y sus armas. Habían sido llamados nuevamente para una misión, en una de las aldeas de la zona oriente. Según los rumores, el tipo de youkai que se encontraban en esas regiones no eran muy peligrosos, y tomaron la oportunidad para poder llevar a los nuevos aprendices a una practica. Por su parte, el líder de la aldea también empacaba algunas cosas, pues el estaba encargado de mostrar las técnicas a los novatos, solo con la ayuda de tres hombres mas. Al momento en que estaban a punto de partir, una pequeña se acerca corriendo, mirando de manera suplicante.

-"Déjenme ir con ustedes"- pide tímidamente.

-"Sango-chan, ese no es un lugar para ti"- le llama su madre.

-"Deseo ver como se trabaja en una exterminación. Además, eso es que lo quiero hacer. Quiero convertirme en una taijiya como tu"-

-"No digas locuras, vamos, deja que tu padre se vaya"-

El hombre frente a ella parecía pensativo por algunos segundos. Algo que el pedía como requisito principal para convertirse en exterminador, era demostrar gran empeño y entusiasmo por ello. Y era algo que su hija tenia de sobra. Se preguntaba a si mismo si era una buena elección suya el entrenarla también, debido a su fuerza de voluntad. Comenzó a considerar si debería llevarla o no, pero finalmente tomo su decisión.

-"Koishii, que la niña lleve lo esencial. Vendrá con nosotros"-

Su madre no podía dar crédito a lo que había escuchado. Por su parte, Sango se acerco corriendo y lo abrazo con gran fuerza, antes de regresar y comenzar a guardar sus cosas. En menos de diez minutos, se encontraba totalmente lista para partir, con Kirara caminando a su lado. Los demás la veían con asombro o con desaprobación. A ella no le importaba realmente, así que solo camino donde Yahiro le esperaba. Se despidieron y comenzaron con su caminata.

Después de algunas horas, Sango comenzaba a sentir algo de cansancio. Pero era mas su deseo de probar que podía resistirlo que no menciono palabra alguna de ello. Inesperadamente, un pilar de llamas aparece a su lado, y la niña se cubre un poco para evitarlo. Su sorpresa es mayor al ver que en lugar de su pequeña mascota, ahora se encontraba un felino mucho más grande y con un rugido, la invito a montarle. Sonriendo, se coloca sobre su lomo, y, a una altura leve, comienza a avanzar, para mayor alegría suya. Su padre les observa detenidamente, aunque la neko no se aleja demasiado del grupo.

-"Llegaremos en tres días a la aldea"- anuncia.

-"¿Exactamente que tipo de demonios son?"- pregunta impaciente.

-"Eso es lo que vamos a averiguar. No pudieron darnos información alguna, pero según comprendo no hay riesgo mayor"-

-"Ah, ¿y podré verte trabajar?"-

-"Será algo arriesgado, pero ya lo discutiremos al llegar"-

Asiente de manera convencida y disfruta de su pequeño paseo sobre Kirara. Cayó la noche y tuvieron que acampar al aire libre. Aprovecharon la oportunidad para dar una nueva conferencia sobre los tipos de demonios y como identificarlos. Todos se encontraban concentrados en lo que Yahiro y los más expertos tenían que decir. A pesar de todo, la hija del jefe seguía con interés su discusión. Conforme mas oía, mas se interesaba en aprender todas las técnicas de su clan. Minutos antes de que terminaran la lección, Sango se aleja un poco de ellos acompañada de la neko, admirando el paisaje que se encontraba frente a ella y acaricio las orejas pequeñas de su mascota.

-"¿Sabes algo, Kirara? Siempre he soñado con seguir los pasos de mi padre. Desde que supe cual era el oficio de nuestra aldea, jamás se aparto de mi mente la idea de que podría aprender las técnicas. Quisiera demostrarles que soy tan capaz como cualquiera de los hombres. Se que podría lograrlo si tan solo me dieran una oportunidad"-

-"Meow"-

-"Estoy de acuerdo. Se que no es algo que debería hacer una mujer, pero no cuido. Deseo hacer lo mismo que todos ellos"-

Del otro lado, su padre escucha cuidadosamente cada una de sus palabras. Observa como ha caído dormida con su mascota en brazos, mas esta última cambia a su forma más grande, brindándole protección y calor. Yahiro sonríe internamente; ella se convertiría de hecho en una de las mejores exterminadoras.

Al amanecer, todos se pusieron en camino lo más rápido posible. Sango despertó algunas horas después, aun siendo transportada con seguridad sobre Kirara. Dio una sonrisa a su padre como saludo y bajo para caminar un poco, a su lado. El día transcurrió sin muchos contratiempos, deteniéndose de vez en vez para descansar un poco. El ocaso hizo aparición, declarando que los últimos rayos del sol se reflejarían sobre ellos. No muy animados, montan un nuevo campamento, mientras que algunos mas calculan cuanto tiempo mas se harían en llegara a la aldea indicada.

-"Si mañana no hay ningún contratiempo como hoy, es posible que lleguemos antes del atardecer"- dice uno de ellos.

-"Debemos darnos prisa. Se que no son de alto riesgo, pero no hay que subestimarlos. Aceleraremos el paso para mañana para descansar un poco antes de comenzar con nuestro trabajo"- sugiere el segundo al mando.

-"Muy bien. Será mejor que descansen bien esta noche porque partimos al amanecer. No se esperara a nadie"-

Y con esto último cada uno se coloca dispuesto a dormir bajo los árboles del lugar.

Inuyasha solo observaba con molestia y envidia a los niños jugando en los campos. Aun cuando sabía que tenía prohibido salir, pedía a su madre de manera suplicante al menos una salida rápida, prometiéndole que no dejaría que alguien más lo viera. Y hasta ahora no había faltado a su palabra. Por su mente jamás pensó en mentirle a Izayoi, a quien sabia que le debía mucho. Estando pensando en varias cosas, no pudo percatarse de que se aproximaban a el peligrosamente. Sus pequeños oídos crisparon al detectarlos, pero demasiado tarde. Al sentir como intentaban acorralarlo, pensó inmediatamente en intentar escapar.

-"No iras a ningún lado"- dice uno de ellos.

-"Esta vez, nosotros haremos que pagues por haber atacado a nuestro compañero"- argumenta otro.

-"Intenta defenderte, si es que puedes"- amenazan.

El solo puede mirarlos fijamente. No tardo en descubrir cuales eran sus reales intenciones. No pudo hacer mas que sonreír un poco de manera arrogante, intimidando a sus agresores. Nadie lo había visto sonreír de ninguna manera, así que su actitud los alarmo un poco. Como ultimo movimiento, mete las manos en su pequeño haori rojo y mira hacia un lado, caminando lentamente entre ellos. Debido a que no sabían que esperar de el, se hicieron a un lado progresivamente.

-"No pienso caer en su trampa esta ocasión. Así que será mejor que me dejen pasar si no quieren tener problemas conmigo"- amenaza el con una mueca.

-"Ni creas que te tenemos miedo"- indica Yasuke, el mayor.

-"Entonces no me haré responsable"-

-"Nos esta retando ¡tras el!"-

Con un simple movimiento de su mano, consiguió su objetivo, asustándoles. Los tres chicos que lo habían amenazado salieron corriendo inmediatamente al considerar las garras de sus manos, cosa que jamás habían visto en el. Inuyasha solo da un suspiro de satisfacción al comprobar lo que había logrado; y contrario a cualquier pensamiento suyo, no se sintió en lo más mínimo arrepentido. De alguna manera, se sentía bien consigo y llego a la conclusión de haber hecho lo correcto. Al recordar que no debía demorar demasiado en regresar de nuevo al castillo, se encamino, sonriendo mentalmente de lo que había pasado y de la "victoria" que había obtenido con ello.

-"Ahora si tienen un motivo para alejarse de mi"- menciona a nadie en particular.

Con gran sigilo, se escabulle de los guardias hasta llegar a la habitación principal, donde Izayoi se encontraba descansando. Los ojos ambarinos de su hijo, al posarse fijamente sobre ella, atrajeron su atención, y sonrió dulcemente en el. Pasaron varias horas mientras que el pequeño se acomodo en los brazos de su madre, mientras ella le cantaba. Esa canción se encontraba en la memoria de Inuyasha desde hacia varios años atrás, recordándole cuando llegaron a la aldea donde se encontraban. Con esa dulce melodía solía arroparlo en las noches, y consolarlo cuando se encontraba triste. Cayendo dormido en sus brazos, ella lo contemplaba en silencio por algunos minutos más. Con una mano, retiro algunos mechones de cabello de su frente y planto un pequeño beso en el. Sonrió en el una vez mas y continuo arrullándolo.

-"… ¿Por qué todos me ven diferente?"- pregunta entre sueños –"Lo único que quiero es divertirme con ustedes"-

-"Lamento mucho que tengas que pasar por esto"- exclama ella.

-"¿Acaso hice algo malo?"- pregunta abriendo sus ojos lentamente.

-"Claro que no. Tu no tienes la culpa de ello"-

-"Pero entonces no entiendo. Si dices que nunca me porte mal…"-

-"No es por tu comportamiento, es por tu aspecto…"-

-"¿Uh? ¿Qué intentas decirme?"-

-"… Nada… aun no es el momento"-

-"Pero…"-

Inuyasha se detiene en seco al mirar a su madre una vez más. Le sorprendió ver que sus ojos comenzaban a cristalizarse, de manera clara y preocupante para el. Solo pudo abrazarla y esperar que así no la vería llorar… de nuevo. Ahora el la confortaba con una ligera sonrisa, levantando su animo un poco; pero que inevitablemente provoco un leve sollozo de ella. Su sonrisa desapareció rápidamente y la miraba de manera confundida. Antes de que pudiera decir algo más, Izayoi lo abrazo con fuerza, impidiendo que viera su rostro tan triste. La tranquilidad y depresión del momento se ve interrumpida en cuanto alguien corre la puerta de la habitación con rapidez y brusquedad. Ignorando la situación, se acerca a la princesa, inclinándose delante de ella.

-"Se han detectado algunos youkai cerca de nuestras tierras. Será mejor que busque algún refugio pronto. Los guardias le escoltaran"-

El grupo de exterminadores avanzan a paso lento, cruzando algunas montañas. Kirara comenzó a gruñir y su fino pelaje no tardo en erizarse, tomando una postura ofensiva. La pequeña la observa con curiosidad y solo se limita a mirar a su padre una vez. Este comprende inmediatamente al igual que varios de sus colegas. Teniendo sus trajes listos, avanzan a gran velocidad a la orden de Yahiro. No tardan demasiado en llegar a una aldea que se encontraba en esos precisos momentos bajo ataque. Sin vacilar un segundo mas, atacan a cuanto youkai se les coloque enfrente. Los taijiya iban dejando muertos mientras seguían avanzando. En menos de media hora, la primera fila de ataque ya estaba despedazada.

Sango observa asombrada como su padre y los demás trabajan en coordinación y eficacia con cada uno de sus asaltos. Por protección, la gata de fuego se eleva un poco mas al ver que algunos de los monstruos van tras ellas. Desde un lugar seguro, aun podía distinguir a los aldeanos, que gritaban al verla sobre una especie diferente de youkai. La batalla no duro demasiado, debido al bajo nivel que tenían. Al asegurar la zona, los taijiya vuelven a unirse, esperando la indicación de su líder. Los aldeanos también se acercan, agradecidos y felicitándoles por un trabajo muy bien hecho. Poco a poco fueron separándose, abriendo una especie de camino, el cual conducía directamente al palacio de la aldea.

-"No se como agradecerles por salvar nuestra aldea. Me gustaría poder hacer algo por ustedes"- menciona una dulce voz.

-"Parecen muy cansados por la pelea. Seria una buena idea que se quedaran a descansar"- menciona alguien.

Yahiro observa a su grupo y comprueba el cansancio general. Además, ve a Sango hablando animadamente con algunos de los niños del lugar, y jugando con Kirara.

-"Esta bien. Creo que no seria una mala idea tener un receso"-

Gritos de júbilo se oyen y los guían al castillo. Uno a uno, van entrando siendo escoltados por los guardias y atendiendo debidamente. Sus ropas, llenas de sangre negra, les son retiradas y puesto en algo mas cómodo mientras eran lavadas. El gran banquete no se hizo esperar, y muy pronto la mesa fue repleta de exquisitos manjares, para deleite de todos.

En los campos, Sango y Kirara continuaban jugando alegremente. Mientras su padre estaba ocupado, no habría nada de malo el permanecer ahí un poco mas. Alejándose de la gente, se adentro en algunos campos de flores, retozando y disfrutando de su agradable aroma. Su curiosidad pronto fue atraída al escuchar el maullido de su pequeña mascota, quien salio corriendo en una dirección desconocida. La persiguió por algunos minutos hasta llegar al centro del bosque. Por momentos, se sintió un poco asustada al comprobar que se encontraba fuera de la aldea, pero se tranquilizo un poco al encontrar a Kirara, maullando profusamente.

Un débil sonido atrae su atención. La gatita observaba todo con completa atención y se acerca a algunos arbustos. Sango hace igual. Atravesándolos, contempla maravillada una especie de jardín, mucho más hermoso que el campo en el que estaba anteriormente. Camina sigilosamente, sonriendo ampliamente al ver el lago que adornaba aun más el lugar. A lo lejos, puede observar a un grupo de personas jugando y los mira por un rato. No fue hasta que una persona mas se acerco, aparentemente pidiendo jugar. Lo único que pudo distinguir debido a la distancia, fue como la pelota que tenían fue lanzada en su dirección, siendo perseguida por el ultimo en aparecer. Lentamente, todos fueron alejándose, dejándolo completamente solo.

-"¿Por qué le hacen eso?"- se pregunta mentalmente.

La pelota llega justo a sus pies. Tomándola del piso, se acerca, seguida de Kirara, aun pensando en lo sucedido. El pequeño se detiene lentamente al verla acercarse. Cuando finalmente están frente a frente, ella extiende los brazos, dándole lo que buscaba. Por breves instantes, ninguno se mueve. Sango lo mira con curiosidad. Su expresión parecía dolida, pero a la vez, daba la clara impresión de que no le importaba demasiado. Sin decir palabra alguna, toma la pelota de plata y comienza a alejarse de ella. El sabía muy bien que no era muy buena idea el permanecer por más tiempo.

-"Oye, espera"-

Vacilante, da media vuelta y la observa una vez más. Fue cuando pudo percatarse de que venia acompañada de una neko-youkai. Su dorada mirada se cruza con la de ella, sorprendiéndose de no poder ver en sus ojos marrones alguna muestra de repulsión.

-"¿Quieres jugar?"- pide ella alegremente.

-"Meow"-

Sus ojos se abren lo más posible al escuchar tales palabras. Desde que había llegado a la aldea, la gente prefería no acercarse a el, por lo tanto, nadie le dirigía la palabra. Aun con sus dudas, asiente ligeramente y vuelve a caminar hasta ella. La niña no sabía como reaccionar. El había asentido, pero parecía confundido y asombrado, a pesar de no demostrarlo.

-"¿Por qué querrías jugar conmigo?"- pregunta seriamente.

-"Bueno… parecías muy animado por querer jugar con ellos… además, te dejaron solito"- responde Sango.

-"No necesito de tu compasión"- menciona mirando a un lado.

-"No es eso. De verdad quiero jugar contigo"- defiende ella, aun sonriendo.

Kirara se acerco al infante, ronroneando en sus piernas, provocando mas confusión en el. Parecía que sus intenciones eran sinceras, y no pudo evitar sentirse extrañamente feliz por ello. Esta vez asiente, mientras ablandaba su mirada. Se aleja unos cuantos pasos de ella, dejando caer la pelota. La mira nuevamente, comprobando que aun seguía con el. Entonces la patea en su dirección. Mas animada, Sango la recibe y devuelve gustosa. No pudo evitar reír un poco al ver como la gatita iba de lado a lado, persiguiendo la bola.

El comienza a imitarla, sonriendo levemente al ver las acciones del neko. Pasaron varias horas antes de que se sentaran a descansar un poco. Sango sonríe en su mascota, quien ya se encontraba dormida en sus brazos. La mira una vez más. Aun no comprendía porque se había ofrecido a jugar con el, sin importarle su aspecto. Su confusión era evidente. Jamás había tenido la experiencia de entablar una conversación que no le hiriera. O, en el ultimo de los casos, que siquiera alguien le dirigiera la palabra e incluso jugara con el como si siempre hubieran sido muy buenos amigos.

-"Mi nombre es Sango"- se presenta sonriendo.

La voz de la pequeña lo trae de nuevo a la realidad. Sus miradas vuelven a cruzarse.

-"Mmm…"-

-"Y mi mascota se llama Kirara. ¿Cuál es tu nombre?"-

-"… Me llamo… Inuyasha…"- balbucea mirando la tierra.

-"Vaya, por fin hablas. Por un minuto creí que eras mudo"- ríe ella –"Hace rato parecías pensar en algo muy importante"-

-"Eh… no"-

-"¿Por qué estabas tan decidido a irte? ¿Acaso no te agradaba?"-

-"Creí que era al contrario"- musita sin pensar.

-"¿Al contrario? ¿Por qué no deberías agradarme?"-

Sus ultimas palabras lo dejaron aun mas confundido que en un principio. La razón era demasiado obvia, al menos para el. Si nadie quería estar cerca suyo era porque lo consideraban una amenaza. O simplemente por el gusto de rechazarlo, no sabría decirlo. Pero era algo a lo que estaba acostumbrado.

-"Entonces… ¿no te parezco desagradable?"- pregunta tímido.

-"Claro que no. Por eso me sorprendió ver que cuando te acercabas a esas personas te dejaron solito"- responde.

-"¿Viste eso?"-

-"Aja. Por eso me sentí un poco triste, no era justo que no te dejaran jugar"-

-"Entonces si fue por compasión"- reclama rápidamente.

-"Ya te dije que no. Quise jugar contigo para demostrarles que eras agradable y que no tenían que dejarte solo por ser mas pequeño que ellos"-

-"No era necesario que lo hicieras"- menciona, levantándose.

-"Lo siento…"- dice triste mientras lo imita –"No quería que te enojaras por eso…"-

Kirara observa a su dueña de manera confundida. Ella comenzó a alejarse, sintiendo como unas pequeñas lágrimas comenzaban a salir de sus ojos. Al escuchar sus sollozos, Inuyasha la mira una vez más. Sango no le había hecho en realidad nada malo, es mas, le había ofrecido su compañía y ahora estaba llorando por su reclamo anterior. No pudo evitar sentirse culpable y se acerco.

-"No era mi intención hacerte llorar, deja de hacerlo. Lo que te dije fue porque nadie mas lo había hecho por mi; nadie se había ofrecido a jugar conmigo debido a mi aspecto. Es algo que me dijo mi madre hace poco. Pero aun no entiendo a lo que se refiere"-

Poco a poco se limpia las lagrimas y clava su mirada en el. Lo observa de arriba hacia abajo dos veces y finalmente comprende a lo que se refiere. Una pequeña sonrisa aparece en su rostro, relajando un poco a Inuyasha. El se sentía mal hasta ese momento. Al verla tan triste le hizo sentirse un poco incómodo . Justo como cuando escuchaba a su madre.

-"¿Te refieres a esas orejitas que tienes? Me parecen lindas"-

-"¿En serio?"-

-"Es mas, pensaba preguntarte si podía tocarlos…"-

-"Supongo que no hay problema…"-

Cuidadosamente, coloca su mano en su cabeza, tocando la punta de los oídos. Al sentirse tan suaves, decide acariciarla por completo, sonriendo mas ampliamente. Inuyasha cerró sus ojos y relajo momentáneamente. Solo su madre los había acariciado y le hacia sentir bien. De repente, crisparon un poco.

-"¿Te lastime?"- pide preocupada.

-"Shh… alguien se acerca"-

Sus sospechas fueron confirmadas cuando el gruñido de Kirara se hizo oír. Eso indicaba que no era nada bueno. En silencio, fueron avanzando en dirección del pequeño puente que se encontraba detrás de ellos, con la esperanza de alejarse a tiempo del lugar. Un resoplido salio de la garganta del pequeño al ver de quien se trataba.

-"Miren a quien encontré"- murmura otro niño.

-"¿Lo conoces?"- pregunta Sango, asustada.

-"Podrias decir eso"- exclama viéndolo fijamente –"Parece que no aprendiste la ultima vez"-

-"Es por eso que te he buscado. Arreglemos esto de una vez"- reta impaciente.

-"Keh. No tengo tiempo para perderlo contigo"- murmura serio.

-"Oye… a ti te vi cerca del palacio cuando esos monstruos atacaron"- menciona, señalando a Sango.

-"A ella no la metas en esto"- gruñe rápidamente.

-"Tu no me mandas enano"-

-"No deberías hacerlo enojar… es mas grande que tu"- previene la niña.

-"Descuida. Se como manejar la situación"- exclama, preparando sus garras.

-"Que valiente. Defiende a su novia"-

-"Ya deja de molestarnos… ahora si te daré un escarmiento de verdad"-

Inuyasha comenzó a gruñir tan fuerte como la felina. Avanza unos cuantos metros, hacia donde se encontraba su enemigo, ya con sus manos listas para ahuyentarlo. La sonrisa confidente del chico empieza a surtir efecto, pues Yasuke ya estaba un poco nervioso. Antes de que pudiera hacer cualquier especie de movimiento, el ya se había alejado rápidamente. La sonrisa de Inuyasha se hace más notoria al ver que Sango era quien le había dado un fuerte golpe. Eso no era con lo que el contaba. La neko maulló en aprobación de su dueña.

-"Tonto…"- susurra.

-"Me sorprendes. No pareces ser igual a las niñas que he visto antes"- exclama alegre.

-"Es porque pienso seguir los pasos de mi padre"- explica con orgullo.

-"¿Tu padre? ¿Qué es lo que hace?"-

-"Bueno, el es…"-

-"Meow"-

-"¿Qué sucede, Kirara?"- pregunta Sango.

-"¿Algo malo?"- pide Inuyasha.

-"No. Es solo que debo regresar con mi grupo. Me fui desde que ellos entraron al palacio. Deben estar preocupados"-

-"Entonces yo puedo guiarte. Vivo ahí"- menciona.

-"Seria genial"-

Ambos se dirigen hacia el lugar mencionado, Sango platicando muy animadamente. Debido a su timidez, y poca experiencia a tratar con alguien más, Inuyasha solo la escuchaba con interés, haciendo algún comentario ocasional. Cuando llegaron al palacio, la sonrisa del pequeño de ojos dorados desapareció rápidamente. Ella lo noto pero no dijo nada. Entraron hasta llegar a la habitación principal.

-"¿Dónde habías estado, Sango?"- pregunta Yahiro.

-"Paseaba por la aldea junto con Kirara"- responde con una sonrisa –"Además de hacer un nuevo amigo"-

-"Me alegra que te hayas divertido. Escucha, pasaremos aquí la noche por petición de la princesa Izayoi. Pero nos tendremos que retirar mañana al amanecer"-

-"Pero… ¿no podemos quedarnos un poco mas?"-

-"Lo siento, eso es imposible. Recuerda que tenemos un trabajo que cumplir"-

-"Su habitación esta lista"- anuncia una de las damas de Izayoi.

Cabecea y tomando la mano de su hija, se encamina hacia dicha habitación.

A/N: ¡Al fin! He tenido la idea de este fic desde hace algún tiempo y finalmente pude comenzarlo. Siempre me imagine lo que pasaría si ellos en realidad se hubieran conocido antes y como serian las reacciones de cada uno. Espero poder considerar algunos aspectos que concuerden con la serie verdadera, esperando darle más credibilidad a la mía. Si les gusta, háganmelo saber mediante un review. Cualquier corrección de cualquier índole, me alegraría que lo especificaran. Eso me ayudaría bastante. Ahora que aun tengo ideas para continuar esto, comienzo a escribir el siguiente capitulo y me decidiré a subirlo si esta historia tiene éxito. Sayounara.