Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece, de ser así, probablemente no se hubiera terminado. Los personajes son propiedad de Hiro Mashima.

Advertencias: Vomito verbal un tanto pobretón de contenido xD.

Notas de autora: Debo haber estado sin escribir durante mucho tiempo. Volví a hacerlo para los cumpleaños de unas amigas y aun así no fui capaz de terminarlo. Por ello, aunque no estoy orgullosa de este escrito, si lo estoy de volver a publicar. ¡ES GRUVIA! Mi primer gran amor, y no podía fallarles, enviarlos al olvido. Así que aquí estoy, dispuesta a llevar a cabo esta week, tome lo que tome.


Eternal.

—Gruviaweek 2019—

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Hace frío, demasiado. La nieve cae sin cesar a tu alrededor y aunque puedes avistar su presencia a pocos pasos, ese frío no proviene de él.

No.

No es irónicamente cálido como el suyo, es agobiante, desesperante, un frío tan intenso que se cuela por tus huesos como la misma pena que te trajo aquí.

Duele, duele verlo allí sentado, cabizbaja, sufriendo. Y duele más, porque sabes que no mereces acompañarlo en su dolor, no mereces ser quien ayude a secar sus lágrimas. No. No merece nada, porque fuiste tu quien le arrebató todo.

Duele, porque a partir de ahora, ya nada será igual.

—Umm, Gray-sama —llamas, insegura. Una parte de ti, desearía que no volteara.

Y él se sorprende, como sabías que pasaría.

—¡Juvia! ¡¿Me has seguido hasta aquí?!

—¡Juvia lo siente! ¡Lo siente mucho!

Y tiemblas al hablar, pero no a causa del frío, sino porque sabes que ya no hay marcha atrás.

—J-Juvia tiene algo para decirle a Gray-sama.

Y solo tu sabes cuanto quisieras que se tratara de otra confesión de amor. Pero no lo es.

Te abrazas a ti misma, bajas la mirada y con palabras que queman tu ya dolorida garganta, escupes la verdad.

—Juvia… fue la que… derribó al nigromante que controlaba a padre…

Y su rostro cambia por completo. Justo como sabías que pasaría.

—Juvia ya no tiene el derecho de amar a Gray-sama… ella fue la que… la que mató a padre.

Hipas desesperadamente, lloras también. No lo soportas, duele demasiado y te duele más porque sabes que tu amado está sufriendo también.

Te odia, lo presientes. Rechina sus dientes y se aproxima a pasos agigantados.

—Tu… —es todo lo que sale de sus labios cuando te toma por el cuello de tu ropa y te aproxima a él.

Pero tu no puedes mirarlo.

Lloras y estás dispuesta a recibir su odio, sus palabras hirientes, su desprecio, pero no, nada de eso llega.

Gray se desploma contra tu pecho, tembloroso, y tu te sorprendes, porque está llorando.

—Gracias —susurra y tú sigues sin entender.

¿Por qué?

—Lo siento —continua—, lo siento.

Una y otra vez se disculpa.

—Gray-sama…

—Lo siento…

Y el llanto finalmente lo supera, incapaz de contener su dolor un minuto más.

Pero tú estás ahí, lo abrazas, lo acunas en tu pecho y le ofreces el consuelo que no creíste ser capaz de ofrecerle tras tu pecado.

Sus piernas fallan y caes al suelo junto a él, porque siempre, siempre estarás junto a él.

Eres cálido...

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—423—

—Gracias por leer—

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