Advertencia: La historia esta registra y protegida con derechos de autor en Copyrighted, ya que como dije antes pienso utilizar mis historias en concursos. Espero no tener embrollos de tipo jurídico con nadie, y si por alguna razón, ven una de mis historias publicada por otra persona, o en otra pagina, agradecería saberlo.

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Capítulo I: Los ojos del demonio

Observaba fijamente la cama. A pesar de que no podía ver absolutamente nada, por las cortinas que la rodeaban, no quitaba sus ojos del lugar.

Escuchaba gritos de dolor, al igual que unas voces de aliento. Y, sin poder evitarlo sus manos se cerraron con fuerza. A pesar de los varios meses que pasaron, no podía evitar recordar aquella pesadilla. Aquellos fatídicos dos meses en los cuales su vida había cambiado irremediablemente… aquellos malditos meses en los cuales la perdió, porque aunque sus gritos eran los que se escuchaban en la habitación, aquella no era su esposa… aquella no era Izayoi. Aquella mujer no era más que los pedazos que habían quedado de su esposa. Ella no había vuelto a ser la misma desde aquel día… todo por culpa de aquel maldito demonio.

Flash back

Ya había perdido la cuenta de cuantos días llevaban encerrados. No sabía con exactitud, si solo habían pasado días, semanas o incluso meses, no estaba totalmente seguro.

Jalo nuevamente la cadena con que sus manos eran atadas a un gran madero, pero obtuvo el mismo resultado de siempre. Miro hacia la cama y observo a su esposa, la cual estaba un poco más delgada que antes. Miro en brazos de ella a su pequeño hijo de escasos tres años, y finalmente las sabanas manchadas de sangre… la única prueba que quedaba de que de verdad su otro hijo alguna vez existió, o bueno casi, ya que el desgraciado que los mantenía encerrados los había golpeado a ambos, provocando que su esposa perdiera a el segundo hijo que esperaban.

El sonido que produjo la puerta al abrirse, lo saco de sus cavilaciones. Tensándose, cuando vio al hombre que entraba en la habitación.

-Les tengo una buena noticia… mañana llegaremos a nuestro destino y ustedes podrán irse. Bueno… después que encontremos lo que buscamos, los dejaremos en esa isla antes de irnos –dijo con una pequeña sonrisa, mientras observaba al otro hombre fijamente con sus ojos rojos –. Pero antes… -giro su vista hacia la mujer que permanecía en la cama atada por el tobillo. Camino hacia ella, y le quito el bebe que tenía en brazos, colocándolo después en el piso -. Los adultos tienen cosas que hacer - la mujer solo se encogió en una esquina de la cama, al sentir aquellos ojos mirándola fijamente.

-¡No te atrevas a tocarla, o!…

-O, ¿qué Inu no?, no creo que estés en posición de amenazar –jalo a la mujer por el cabello y la acerco a él. Ella empezó a gemir por el dolor –. Ya veo porque te casaste con ella… es muy hermosa, tanto como una rosa. Pero ¿sabes que es más hermoso?… una rosa marchita

Por más que intento soltarse, no lo logró. Lo único que logró con el esfuerzo fue lastimar sus muñecas. A pesar de que grito y amenazo, no pudo evitar que sucediera. Solo escuchaba los gritos de su esposa al ser violada… solo escuchaba el llanto de su hijo, y observaba como aquel hombre destruía lo que el más amaba.

Fin flash back

Una pequeña mano hizo que saliera de sus pensamientos. Miro a su lado, y sonrió al pequeño niño que permanecía en los brazos de una empleada.

-Lo siento señor, Inuyasha ha estado muy inquieto –dijo mientras intentaba sacar los mechones plata de la pequeña mano. El hombre intento decir algo, pero sus palabras se vieron interrumpidas por el fuerte llanto de un bebe, no pudo evitar enojarse más, mientras que la mujer que permanecía a su lado se persignaba -. Nació… nació el demonio –dijo con temor, al ver como una mujer, un poco mayor, se acercaba a ellos con algo en brazos. A simple vista parecía un alma pura e inocente, pero al observarlo a los ojos… a esos ojos rojos como la sangre, que eran una marca de lo que en realidad era… esos ojos que lo identificaban como un demonio. Un demonio igual a aquel hombre.

-La señora está bien –dijo-. Señor, ¿qué hacemos con él bebe? –dijo con voz rasposa la mujer.

-Eso no es un bebe –dijo con una mirada llena de odio, mientras observaba a la mujer –. Llévenlo a los establos… solo ustedes dos saben de esto, y espero que nadie más se entere –dijo para después caminar hacia la cama. Al abrir la cortina sonrió, aunque estaba ida como desde aquel día, estaba bien y ahora que se había liberado de ese demonio pronto estaría mejor –. Pronto mejoraras… nos iremos y todo mejorara –dijo de forma suave, mientras acariciaba los cabellos azabaches de la mujer que miraba a la nada con unos ojos totalmente vacíos.


1830… Veinte años después

Sonrió al encontrar lo que desde hacía unos minutos había estado buscando. Giro la cabeza, y miro con una mueca de repulsión al anciano, que se encontraba acostado en la cama, antes de salir. Camino por el pasillo hasta la salida, donde la esperaba un carruaje.

Si dependiera de ella nunca volvería a aquella casa. Nunca volvería a estar cerca de ese hombre. Pero lamentablemente, por ahora no podía evitarlo aunque quisiera.

Cuando el carruaje se detuvo respiro hondo antes de bajarse, aliso delicadamente su vestido vino tinto, y acomodo los mechones que salían del recogido en que llevaba su cabello azabache.

-Señorita –dijo el hombre haciendo que ella se detuviera –. Dijo que la esperaría en el despacho

Ella simplemente asintió antes de seguir su camino por el pequeño pasillo. Al final de éste, se quedó de pie frente a una puerta, y la toco antes de entrar.

-¿Por qué tardaste tanto? –dijo el hombre visiblemente enojado, mientras se levantaba.

-No había encontrado nada –dijo de la forma seca que siempre utilizaba para hablar, mientras colocaba una pequeña bolsa en la mesa. El hombre se acercó, y después de meter la mano sonrió –Además, quien tendría que enojarse no deberías ser tú… a ti no te toca salir con esos viejos asquerosos –después de hablar, intento girarse, pero él la agarro por un brazo, jalándola hacia él.

-¿Estas enojada, Kikyo? –dijo en su oído mientras la pegaba a su cuerpo –. Porque no parece… ¿acaso nunca cambias de expresión?. Se me ha dificultado mucho aprender a conocerte –dijo mientras la empujaba hacia delante, haciendo que la parte superior de su cuerpo quedara arriba de la mesa. Bajo un poco la mano, y la metió por debajo del vestido de la chica –. Pero lo he hecho, así que no sé porque todavía tratas de engañarme –dijo para después sacar una pequeña bolsa igual a la anterior.

-No trato de engañarte, Bankotsu... solo pensé que al hacer prácticamente todo el trabajo merecida algo. Además, ¿no fue suficiente con lo que ese viejo te había dado antes? –dijo mientras trataba de levantarse, pero él no se lo permitió.

-Sabes que nunca es suficiente…pero si te portas bien, tal vez sea la última vez –dijo mientras besaba el cuello de la chica y subía su mano lentamente por su cintura, hasta posarla en su busto, pero ella se la aparto con brusquedad, y se levantó –. No entiendo porque me tratas así, si lo único que hago es quererte –dijo de forma suave, mientras trataba de acariciar el rostro de la chica, pero ella se apartó –. No te conviene comportarte así, todavía estoy pensando seriamente en si llevarte al burdel o no –sonrió-. Serias como ella…una puta. Mi puta –dijo con una sonrisa de lado, la cual ella ignoro –. Para que veas que a pesar de todo soy bueno contigo, mañana descansaras -ella no respondió, solo lo miro antes de salir.

Ella odiaba su vida, pero sobre todo lo odiaba a él. Pero no podía hacer nada, estaba en sus manos… por ahora.

Al entrar a su habitación retiro suavemente los guantes que hacían juego con el vestido. Soltó su cabello, y al estar frente al espejo se quitó el vestido, dejándolo caer al piso. De entre su corsé y senos, saco una bolsa un poco más pequeña que las demás. No tenía tantas monedas como las otras, pero al menos alcanzaba a sacar algo. Se arrodillo frente a la cama, y saco un pequeño cofre donde metió las monedas.

-Dentro de poco podre irme –dijo antes de meter nuevamente el cofre en su lugar. Solo tenía que aguantar un poco más, y al fin seria libre. Un toquido en la puerta, hizo que se levantara.

-Te estaba buscando –dijo la anciana al entrar a la habitación –. ¿Qué haces así?, pronto la cena estará lista.

-Estoy un poco cansada… creo que no voy a cenar

-Otra vez estas enojada con tu primo –ella negó con la cabeza, y se sentó frente al espejo, empezando a cepillaba su cabello –. Kikyo, tu primo nos quiere, y todo lo que hace, lo hace para que estemos bien. Debemos estar agradecidas con Bankotsu. Si no fuera por él estaríamos…

-Abuela estoy un poco cansada, ¿podrías por favor….? –dijo antes de acostarse en la cama, y cubrirse. La anciana dio un suspiro de resignación antes de salir. Después de que la anciana salió, se levantó, y le coloco seguro a la puerta. Todas las noches, desde que había crecido era lo mismo… él trataba de dormir en la misma habitación que ella.


-Una señorita no utiliza armas –dijo a modo de reprimenda. Ella solo sonrió, y disparo hacia unos puntos marcados –. Deja eso, podrías lastimarte

-A veces es bueno saberlas usar –dijo sin despegar su mirada de los árboles, para después volver a disparar.

La anciana hizo un movimiento negativo con la cabeza. Esa niña jamás cambiaría. Se abanicó un poco, sabía lo que vendría -. Hija, hoy vienen tu madre y hermana –la chica la miro, antes de volver su mirada al frente, y disparar.

-Ella no es mi madre… te lo he dicho muchas veces. Que haya sido la esposa de mi padre no la convierte en eso –la anciana iba a hablar, pero llego su nieto.

-Podrías dejarnos un rato abuela, necesito hablar con la pequeña –ella solo frunció el ceño, mientras la anciana se levantaba, y le hacía señas para que se portara bien, después se alejó -. ¿Por qué le colocas seguro a la puerta?, sabes que no me gusta –dijo de forma enoja, mientras la agarraba fuertemente por el brazo –. Esta noche la dejaras abierta, ¿entendiste?

-No tengo porque hacerlo –dijo mientras se soltaba –Hago algunas de las cosas que me pides porque no tengo opción… pero te juro que el día que me toques será la primera y última vez, pri-mo –dijo de forma seria, arrastrando la última frase.

Él solo sonrió -. Eso es lo que más me encanta e inerva, ¿porque no puedes ser más sumisa? –dijo agarrándola más fuerte esta vez –. Tu eres mía, por ende puedo usar tu cuerpo si me da la gana… ¿entiendes? –dio unos pasos hacia atrás, hasta sentarse. Ella lo miraba igual que siempre… sin ninguna expresión. El bajo sus manos, para después empezar a alzar el vestido color amarillo, que era completamente cerrado hasta el cuello, no observándose ninguna parte de su cuerpo, pero a él eso no le importaba… él la deseaba. La jalo más hacia él, mientras acariciaba sus piernas –. Siéntate –dijo de forma seria, mientras la jalaba más fuerte para que ella lo hiciera. Ella solo cerro los ojos, y se posó un poco sobre él, sin llegar a sentarse. Él trató de acercase lo suficiente a ella para besarla, pero sintió que algo hacia presión en sus partes, por lo cual bajo la mirada, y vio lo que la chica sostenía, y de lo cual no se había percatado -. No serias capaz… te esperaría la horca –ella solo lo miraba fijamente, mientras se colocaba totalmente recta, pero sin dejar de hacer presión.

-No me conoces. Además preferiría estar muerta antes de permitir que me toques… es la última vez que te lo advierto, la próxima quedaras imposibilitado de por vida -ninguno de los dos volvió a hablar, ya que se dieron cuenta de que la anciana se acercaba.

-Hija aleja eso de tu primo –dijo un poco asustada la anciana, mientras observaba ahora el arma que apuntaba al pecho del chico que todavía permanecía sentado.

-Solo se la estoy entregando, él me la pidió

La anciana le quito el arma, y como si le quemara, la coloco en una pequeña mesa que allí estaba es hora de irnos a la Iglesia… ¿vienes con nosotras hijo?–dijo mientras le entregaba un manto color blanco a la chica.

-No puedo, pero la próxima estaré encantado de acompañarlas –dijo para después levantarse, y darle un beso a la anciana, se acercó a la chica, pero esta aparto la cara, pero aun así, él no se apartó noche dejaras la puerta sin seguro –dijo de forma baja para que solo ella escuchara, y después se marchó.


Después de salir de la iglesia, decidieron dar un paseo por el pueblo. Había pasado mucho desde la última vez, por lo cual lo disfrutaba como cuando era niña. Sentía tanto esa libertada que deseaba, esa que él le negaba.

-Hija recuerda que tenemos que regresar temprano, a tu primo no le gusta que nos tardemos –dijo un poco preocupada, mientras observaba a la chica, que aunque no sonreía, parecía estar feliz. Ella giro un poco para responderle, pero algo choco con ella haciendo que cayera al piso.

-Lo siento señorita –levanto la vista hacia el chico que le tendía una mano. No sabía si era porque con los únicos hombres, a excepción de su primo, con los que había tenido contacto eran viejos, que podrían ser su padre e incluso abuelos, pero este hombre le pareció el más apuesto que había visto en su vida. Se perdió en sus ojos. Unos ojos de un color que nunca había visto… dorados. Pero sentir no estaba permitido para ella. Miro la mano que él le tendía por unos segundos de forma seria, antes de levantarse ella sola con dificultad –. ¿Está bien? –él parecía preocupado, pero ella solo lo ignoraba, mientras arreglaba su vestido con ayuda de la anciana. Después de alisar un poco su vestido, agarro por una mano a la anciana e intento irse –. Espere… no he tenido el gusto de conocer su nombre

-Ni lo tendrá –dijo para después seguir caminando, pero él seguía detrás de ella.

-¡Inuyasha Taisho! –dijo un poco elevado, haciendo que ella se detuviera, pero no giro, solo lo vio sobre su hombro por unos segundos, y después retomo su marcha, mientras jalaba con ella a la anciana que parecía petrificada -. Fue un gusto –dijo esto último en un susurro, mientras seguía con la mirada a la chica, y sonreía. Al parecer le sacaría buen provecho a su estadía en ese lugar.


Inmediatamente llegaron de la Iglesia se fue directo a su habitación, lo que menos quería era verle nuevamente la cara a su primo. Se acostó en la cama sin ni siquiera quitarse la pequeña manta de la cabeza, cerrando los ojos, al mismo tiempo que su cuerpo tocaba las sabanas, e inmediatamente pudo ver a unos ojos color dorado. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios sin que ella se diera cuenta. Ese hombre era muy apuesto. Quizás el más apuesto que conocería en toda su vida.

-Inuyasha –dijo en un pequeño susurro, pero después negó con la cabeza, y abrió los ojos. Ella no podía amar... ella tenía prohibido amar, por lo menos hasta que estuviera con Bankotsu. Ella no podía ver a otro hombre, o él…

-¡Hermana! –dijo mientras se lanzaba en la cama, haciendo que la otra chica se asustara –. ¿Porque traías esa cara?, ni siquiera te distes cuenta que estábamos allí

-Cuantas veces te he dicho que no invadas mi espacio personal, ¿acaso no puedes tocar como las personas normales? –dijo de forma seria, mientras observaba fijamente a la otra chica que sonreía.

-No entiendo porque siempre eres tan… Kikyo –dijo con un bufido de molestia, para después acomodarse en la cama –. ¿No puedes ser amable por una vez en tu vida?

–"Tal vez porque soy ella, tonta" –pensó de forma fastidiosa. Su poca tranquilidad había acabado –Kagome, ¿puedes salir de mi habitación?, voy a cambiarme –dijo mientras se levantaba, sin ni siquiera ponerle atención, pero la aludida tampoco parecía ponerle atención. Como detestaba a su hermana.

-Sabes… nuestro primo me invito a ir con ustedes a una fiesta mañana –dijo de forma emocionada, llamando la atención de la otra chica que se giró hacia ella –. Nuestra madre acepto, y…

-No iras –dijo con su habitual inexpresión, pero mirando de forma enojada a su hermana.

-Bankotsu, me invito

-Pero a mí no me da la gana de ir contigo... eres una molestia –dijo acercándose a ella, para después agarrarla por un brazo, y levantarla –. Iras donde él, y te negaras

-No lo hare –dijo de forma enojada, mientras trataba de soltarse, pero la otra chica la apretó más, por lo cual levanto el rostro, y se asustó. A pesar de que a veces, cuando se dignaba a hablarle, la trataba de forma seca, nunca la había mirado de esa forma, de hecho ella nunca cambiaba esa mirada tan vacía que la caracterizaba. Ella sabía que a su hermana no le agradaba, nunca había entendido porque, si se suponía que deberían ser unidas, después de todo habían compartido el mismo vientre por nueve meses. Pero Kikyo, se empeñaba en que eso no fuera así –Her… hermana, me estás haciendo daño

-Créeme, puedo hacerte más del que piensas, así que iras, y te negaras –dijo de forma seria, para después soltarla. La otra chica solo se quedó observándola, mientras se sobaba el brazo.

-"¿Por qué me odias?"-solo observaba como su hermana volvía a su habitual inexpresión, y después caminaba hasta un pequeño espejo, donde se sentó, y frente a éste empezó a cepillar su cabello. Sin poder evitarlo sus ojos se aguaron antes de salir de la habitación.

Cuando sintió la puerta cerrarse se levantó y salió de la habitación, tendría que arreglar cuentas con él.


Vio como la chica salía prácticamente corriendo de la habitación y sonrió, al parecer ya se había enterado, y solo le quedaba esperar. Cerró la puerta de su habitación, y momentos después paso lo que esperaba, ella estaba allí en la puerta de su habitación, con esa mirada tan altanera de siempre… como la deseaba.

-Creo que la suerte hoy me sonríe. Te tengo en mi habitación, solo hace falta tenerte en mi cama –dijo con una pequeña sonrisa, para después empezar a caminar hacia ella.

-Deja las estupideces –dijo con desagrado, pero sin cambiar de expresión mientras se apartaba un poco para que él no la tocara.

-Sabes muy bien que no lo son –dijo acercando su mano esta vez a la mejilla de la chica, la acaricio suavemente, mientras acercaba su rostro al de ella. La miro directamente a los ojos, y aunque ella quería matarlo con la mirada sonrió, eso era lo que más hacia desearla. Roso suavemente sus labios a los de ella, como si tratara de grabarse la textura, y el sabor de estos. Pero como tantas veces no se conformó, y quiso probar más, por lo cual la pego a su cuerpo. Deseaba sentirla y amarla. Ella al sentir dicho movimiento se apartó, y se quedó observándolo por unos segundos, mientras se limpiaba la boca.

-No vengo a discutir eso… solo quiero que no te acerques a ella. Deja en paz a Kagome, es la primera y última vez que te lo advierto –dijo para después salir de la habitación. El solo se quedó observando la entrada de su habitación mientras sonreía. Kagome y Kikyo, eran tan diferentes, aunque físicamente tenían cierto parecido, pero aun así, Kikyo era más hermosa y perfecta, solo había que verla, ella era como tener ese fuego entre las manos… ese que deseas controlar, pero que sabes que te acabara, o se acabaran en el proceso, pero aun así imposible de no desear controlar. Kagome, era todo lo contrario. Si tenía cierto carácter, pero no como el de ella… nunca podría compararse con ella.

-Bueno… igual esa tonta no serviría para hacer el trabajo


-Ya ni te dignas a saludar –dijo una mujer de cabello azabache y ojos cafés, la cual llevaba un vestido negro de mangas largas.

-Y, tú no te dignas a esperar, ya veo porque Kagome, es así –dijo de forma seca, mientras caminaba hacia el pequeño tocador, sentándose frente al espejo. La mujer solo observaba a la chica cepillarse el cabello, mientras negaba con la cabeza, esa niña jamás cambiaría.

-Tu hermana y yo nos quedaremos a vivir aquí unos meses, o tal vez más… así que espero que te lleves bien con ella. Tu primo la invito amablemente a un baile mañana

-Ya hable con ella, y no ira –la mujer iba a hablar, pero ella se giró, y la miro fijamente –. Si no quieres que ella se entere de la verdad no intentes obligarme a estar con ella. Ahora puedes salir… madre –dijo para después girarse nuevamente, y seguir cepillando su cabello, como si estuviera completamente sola en la habitación. La mujer hizo una mueca de enojo, y después salió.


Allí estaba, gastándose parte de lo que su adorable prima había podido conseguir esta vez. Pero como tantas veces la suerte no parecía estar de su parte, y nuevamente, todo lo perdió.

Trato de salir del lugar sin ser visto, pero no pudo hacerlo, y ahora le debía a él. Miro a su alrededor y vio a un hombre que parecía estar golpeado salvajemente arrodillado en el piso. Miro a los otros hombres que sonreían sádicamente, pero la poca iluminación que tenía el lugar no le permitió ver le la cara al hombre que se encontraba sentado a unos metros frente a ellos.

-Bankotsu… ¿has escuchado que alguna vez me han engañado? –dijo mientras uno de los hombres que estaba a su lado le pasaba un arma, y le apuntaba directo a la cabeza –. Supongo que no, ¿sabes porque?…nadie vive para contarlo –dijo con una pequeña sonrisa, para después disparar al hombre que estaba al lado del aludido, y después volvió a apuntarle.

Realmente no tenía miedo, pero en sus planes no estaba el morir tan joven, así que jugo su última carta, la que siempre lo salvaba… ella.

-Tengo algo que le puede interesar… juguemos, usted y yo –dijo mientras trataba de levantarse, pero el hombre que estaba detrás de él lo empujo nuevamente al piso, pero no le importo, había logrado lo que quería, llamar la atención del hombre, ya que había bajado el arma, y le hizo una seña para que continuara –. Tengo una joya... es única en su especie, no es como ninguna otra -lo miro con interés y después entrego el arma nuevamente al hombre que estaba a su lado –. Ella es la mujer más hermosa que existe en esta isla

-¿Ella?... una mujer, ¿para qué podría interesarme una?… puedo conseguir la que quiera, cuando quiera, y no me costaría tanto –dijo con un tono claramente de burla, mientras hacia una seña para que lo sacaran a él, y al cuerpo del otro hombre.

-Ella no es como ninguna… se lo aseguro –tenía que convencerlo o moriría… eso era seguro.

-Está bien, te daré una oportunidad. No tengo nada mejor que hacer –dijo para después volverse a sentar -. Hakudoshi juega por mí –dijo, e inmediatamente un hombre albino camino hacia Bankotsu. Caminaron hasta una pequeña mesa que se encontraba en el lugar, las cartas fueron repartidas por un hombre fornido. Jugaron y él perdió.

-Al parecer me he ganado una noche de placer… con una joya única –dijo con burla –. ¿Cuándo recibiré mi premio?, y mis muchachos también –dijo para después levantarse, y caminar hacia Bankotsu. Quien, lo primero que pudo distinguir en la oscuridad, fueron unos ojos de un color extraño… unos ojos de color rojo, que al mirarlos parecían mostrar la mismísima muerte.

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Hola... ha pasado mucho, espero aun se acuerden de mi. Como dije antes, la historia nació porque a una lectora, le entristeció una escena en otra de mis historias, y dijo: Deberías escribir un Naraku-Kikyo. Tengan cuidado con lo que piden muaja.

Estoy editando, corrigiendo algunos horrores ortográficos, y agregando cositas, que si bien no afectan la trama, creo que ayuda a leerla y comprenderla mejor. Si se me escapa uno que otro error, discúlpenme.

Quiero agradecer a Karesta. Tus consejos y correcciones me ayudaron mucho... creo que he mejorado un poquito. Gracias por todo, y seguir mi alocada imaginación. Quien tiene que agradecer soy yo, me ayudaste más de lo que crees, y siempre las tendré... espero se "lea mejor".

Gabrielle Kravinoff

07/08/17