Disclaimer: Los personajes pertenecen a Sorachi Hideaki.
Advertencias: Los personajes estarán algo fuera de carácter debido a la naturaleza de la historia, espero que puedan perdonarme.
Sougo y Kagura tienen la edad y apariencia de Kanketsu-hen - Yorozuya yo Eien Nare, es decir 23 y 19 años respectivamente.
Serendipia
Serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.
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Capítulo 1: Pesadilla
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Okita Sougo era un hombre respetable, un oficial reconocido y bondadoso, una definición muy acertada de la palabra "héroe". Porque sí, el joven capitán de la primera división del shinsengumi había sido responsable de múltiples victorias de la resistencia militar en Edo.
Los niños deseaban ser cómo él. Los hombres le admiraban por su honor y talento con la espada. Y bueno, las mujeres lo adulaban porque vamos, el policía era bien parecido.
Pero en Edo los secretos corrían a voces, en especial en Yoshiwara, el distrito rojo.
Okita Sougo no era el valeroso guerrero que todos respetaban. Era un hombre más, de filosofía hedonista y pecador como pocos.
No era extraño verlo pasear por las calles del distrito rojo las noches que no estaba de servicio, buscando a la siguiente cortesana que cumpliría sus deseos más retorcidos.
El policía era poseedor de gustos peculiares, no cualquier cortesana era capaz de dar la talla, pocas estaban dispuestas, y aun menos eran las del agrado de Okita.
Sin embargo no se quejaban, el hombre pagaba bien y tenía fama de ser buen amante.
Una Oiran refinada y de alto nivel, era la encargada de presentarle las cortesanas a Okita cada noche que allí aparecía.
Pese a ser perverso, Sougo sólo demostraba esa faceta en la intimidad de una habitación cerrada. Las cortesanas con las que pasaba el tiempo no tomaban el atrevimiento de decir lo que allí ocurría.
La única que alguna vez lo intentó, fue asesinada por una espada samurai.
Por ello a Sougo no le preocupaba, su fama se reducía sólo rumores.
Cinco cortesanas jóvenes estaban exhibidas frente a él como mercancía, vestían kimonos ostentosos de diseños grandes y bordados elaborados.
Todas eran hermosas, y lo que a Okita le llamaba la atención, era la fascinante mirada sumisa que cada una le otorgaba al tocar sus mejillas, con la esperanza de ser elegida.
Todas menos una, de cabello bermellón y mirada desafiante pese a tener la cabeza inclinada.
Sougo alzó la barbilla de la cortesana, y sus enormes ojos azules brillaban en lo que él interpretó como odio.
—Ella, la quiero a ella —anunció con voz rasposa a la Oiran.
Ella amplió su sonrisa y juntó las palmas de sus manos.
—Por supuesto Okita-sama —se aproximó a la muchacha y la tomó de los hombros—. Sin embargo, ella es la más costosa.
—El dinero no es problema.
Sougo no quiso preguntar por qué la mujer con el kimono menos sobresaliente era la que más valía.
—Es una doncella, nunca ha estado con un hombre.
La mirada de Sougo cayó y meneó la cabeza varias veces. Se apartó de las dos mujeres y tomó con suavidad el brazo de la cortesana que estaba justo al lado.
—Ella servirá —la Oiran asintió con pena—. No vuelvas a presentarme vírgenes, Kaede.
El tono de Okita siempre sonaba amable, como el de un caballero.
La mujer elegida guió al policía hacia la mejor habitación, y pronto las cortesanas quedaron solas y en silencio.
—¿Por qué le dijiste que era virgen? —cuestionó la pelirroja, y las demás excepto la oiran, rieron.
—Vi cómo lo mirabas, Kagura —espetó la mayor—. Además pagarán más por ti si se les dice que eres virgen.
—El problema es que no lo soy —replicó con recelo—. ¿Cómo se supone que fingiré el sangrado?
La Oiran negó con la cabeza, las otras cortesanas dejaron de reír y regresaron a sus habitaciones con la severa mirada de la mayor.
—Un hombre embriagado no lo notaría.
—¿Querías que hiciera eso con ese sádico? ¡Por Dios! ¡Me mataría al enterarse del engaño!
—Kagura, no es mi culpa que te hayas entregado a un miserable y ahora seas la causa del deshonor de tu familia.
La de cabello naranja arrugó las cejas, inconforme.
—Cállate vieja, no sabes nada.
Kaede fingió no haber escuchado y siguió hablando.
—Yo te doy un hogar, un sitio. Y aun así no has tenido tu primer cliente.
—Deberías dejar de decir que soy virgen cuándo te preguntan el precio, seguro cualquiera pagaría el bajo costo de mi cuerpo.
—No entiendes niña —masculló la Oiran—. Llevas dos meses aquí sin aportar una sola moneda. Okita era la oportunidad de que pagases.
La pelinaranja bufó.
—Ya llegará algún pervertido que esté dispuesto a pagar la cuantiosa suma por la que me ofreces, si claro, eres muy ingenua.
—Deberías cuidar tus palabras, podrás ser la heredera Yato, pero me perteneces, harás lo que diga.
Kagura no replicó más, para su pesar. La vieja Oiran tenía razón. Se lo debía.
. . .
—Es un idiota al creer que puede conquistarla a ella —se quejó una de las cortesanas—. Ella nunca le prestaría atención, es un don nadie.
Kagura observó a sus compañeras que no dejaban de mirar desde el balcón a una pareja en un local.
—Es romántico —suspiró otra—, aunque sólo le alcanza para una conversación, no deja de venir a verla.
—¿Por conversación te refieres a que él habla y habla mientras ella no hace más que fumar de su pipa con cara de aburrimiento? —se burló la mayor de todas—. Ella es la tonta, puede que el cabeza permanentado no sea un noble, pero seguramente es un amante increíble.
Soltó una risita, y las demás se sonrojaron.
—Estás celosa —se mofó Kagura—. Tienes envidia de que a ella la corteja un hombre joven. A ti sólo te buscan ancianos, si es que lo hacen, Kotomi.
La mayor frunció el entrecejo y apretó los labios en una mueca de disgusto.
—¿Qué sabes tú de cortejar, mocosa? —se burló Kotomi—. Le diste tu cuerpo a un hombre que te engañó con palabras bonitas sólo para meterse entre tus piernas.
El rostro de Kagura igualó el tono de rojo de su kimono, de un brinco se aferró al cuerpo de la mayor. Haló sus prendas, deshizo su elaborado peinado y le arrancó los cabellos con violencia.
Las demás cortesanas se apartaron. La diferencia entre Kagura y Kotomi era notable, la primera poseía un estilo de lucha violento, cómo si hubiese sido entrenada para ello. La segunda, que pasaba la treintena, no lograba hacer más que chillar y quejarse.
—¡Deténganse! —exclamó Kaede, interrumpiéndolas—. ¿Qué creen que es esto? ¿Un campo de pelea?
La vieja Oiran las arrastró a ambas de las orejas. Las llevó por el pasillo hasta una habitación apartada. En el camino se encontraron con Okita, quién dejaba la habitación en la que estaba, con una sonrisa satisfecha.
Kagura vio los ojos carmesí del policía brillar al verla con las prendas hechas jirones, su cabello desordenado y su rostro arañado y golpeado.
. . .
Kotomi fue la primera en salir. Un cliente conocido la buscaba. Por su parte, Kagura se mantuvo encerrada por una semana como castigo. Pero para su suerte, no todas las cortesanas eran como Kotomi.
El último día de castigo, fue Akiko quien le llevó la comida. Era una chica dulce, demasiado para llevar una vida en un prostíbulo.
Por ello, a Kagura le extrañó ver su rostro apagado y triste, no era normal. Ella era de las pocas que habían sido agradables con ella.
—Te lo agradezco, Akiko.
La aludida se limitó a asentir con una sonrisa que no llegaba a sus ojos oscuros. Kagura engulló la comida con extrema rapidez con la compañía de Akiko.
—Dime, ¿es cierta la fama de ese policía? —Kagura murmuró con la boca llena, la cortesana meneó la cabeza, sin entender a qué se refería la de cabello bermellón—. Ya sabes, tú estuviste con él hace unos días... ¿No fue... brusco?
Akiko frunció el entrecejo, y de nuevo, negó con la cabeza. La expresión de su rostro estaba atemorizada, sus labios temblaban y sus ojos estaban abiertos con exageración.
—¿No me dirás? —insistió Kagura, ella mordió su labio inferior—. ¿Tan cruel es?
La cortesana permaneció en silencio. En eso, apareció Kaede con una amplia sonrisa en su rostro. Agarró una mano de la pelinaranja y la obligó a levantarse del suelo, Akiko se levantó inmediatamente como respeto a su superior.
—¿Qué pasa? —replicó Kagura—. Aún no he terminado de comer.
—No te quejes, niña —regañó la Oiran—. Esta noche hay muchos clientes, y eres la única que queda disponible.
Kagura bajó el rostro, si Kaede le había conseguido un cliente, lo normal era pensar que sería un viejo desagradable quién estuviese dispuesto a pagar la enorme cantidad que solicitaba la Oiran. Por otro lado, aquello significaba de algún modo su libertad, no le debía tanto dinero a la mujer, con dos o tres clientes, podría cubrir su deuda.
Esperaba.
Fue arrastrada hasta su habitación, y allí Akiko empezó a cepillar su cabello, maquillar su rostro y vestir su cuerpo. Era la primera noche que estaría con un cliente, estaba nerviosa. Sabía que sería una experiencia horrible. La primera vez lo fue, con alguien a quién amaba. No lograba imaginar cuán tremebundo sería entregarle su cuerpo a un desconocido.
La cortesana permaneció en silencio mientras terminaba de arreglarla, y eso, a Kagura la desesperaba más. Sentía el sentimiento de compasión que la otra sentía por ella, sólo que no comprendía por qué, al fin y al cabo, había sido ella quién se había buscado esa situación, nadie tenía que sentir lástima por ella, era ofensivo.
Kaede apareció en la habitación, aun con aquella sonrisa en sus facciones maduras. Kagura soltó un suspiro y se levantó para ser guiada por la Oiran hacia su destino.
—Estás preciosa —felicitó Kaede—. Le encantarás.
—¿Puedo preguntar qué clase de persona es? —inquirió con temor, no muy segura de querer saber la respuesta.
No sabía que estaba pensando de todas formas, más temprano que tarde conocería al hombre que probablemente la cambiaría, el que convertiría su mirada en algo vacío, tal como era la de las demás cortesanas que había llegado a conocer.
—Uno de nuestros mejores clientes.
Esas palabras le revolvieron el estómago, eso no sonaba absolutamente bien, de ninguna manera.
Estaba lejos de imaginarse, la persona a la que Kaede se refería.
—Okita-sama, Kagura lamenta mucho la demora.
Tenía que ser una pesadilla.
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N/A: Así que... aquí estoy. Esta es una historia diferente a cualquier otra que haya escrito, no habrá humor ni parodia, lo cuál se me hace increíblemente extraño en un fiction de Gintama, pero bueno, vamos a darle una oportunidad a una historia con tintes históricos, ubicada en el periodo Edo, el verdadero, no el que el Gorila se inventó. xD Es un poco difícil escribir sobre esto, no importa la época, la prostitución y la trata de mujeres es un tema delicado. Pero calma, que la historia no será tan dramática, más bien romántica, espero.
También, como ya mencioné antes, habrán algunas situaciones en las que creerán que las actitudes están fuera de personaje, traté de mantener la esencia de la personalidad de cada uno, pero debido a que es un ambiente diferente a lo que sucede en Gintama y cumplen diferentes roles, probablemente crean que no estoy escribiendo acerca del Sougo/Kagura que conocemos, así que antes de que me lancen tomates, les ofrezco disculpas.
Espero sinceramente que les guste esta historia, ustedes me motivan a seguir escribiendo. Los comentarios siempre son bien recibidos.
—Junio 27 de 2017—
