Capitulo uno
Del orto al alba
Es una hermosa noche, la niebla lo cubre todo y la luz de luna que logra entrar da reflejos prismáticos. Apenas he despertado, luego de un ajetreado día de estudio y una vez más me sorprende el hecho de verte de pie junto a mi cama. ¿Cómo empezó todo? Todavía no lo sé muy bien. ¿Quién inició todo aquella noche lluviosa? Te mentiría si dijera que lo sé. Hay veces que siento que esto es un premio y un castigo a la vez; cuando te vas, sin siquiera voltear a verme a los ojos y el vacío se hace presente, cuando pienso que a la otra noche no volverás, que estarás en brazos de una más, y otra, y otra.
Entonces es cuando me sorprendes, has hecho de nuevo esta noche tu entrada triunfal como si fueras un dios caído del cielo que me ha escogido para el gran honor de su compañía, sabes que me siento feliz y protegida, y eso te gusta. Y te gusta aún más porque sabes lo que haré a continuación, tus ojos, fríos otrora, ahora brillan expectantes, deseando saber que es lo que te haré esta noche, en base a qué libro habré hecho un descubrimiento capaz de volverte loco.
Pero no, esta noche será diferente, no habrá trucos aprendidos en libros franceses, no habrá declaraciones indecentes en italiano, no habrán exploraciones aprendidas de autores americanos, ni memorias íntimas de toltecas, no, esta noche te daré lo que solo yo te sé dar, sé que te enloquecerá, porque crees saberlo todo y no te esperas lo que haré. Comienzo... sabes que soy tierna, aunque por tu mirada sé que esperabas ver despertar a la leona, pero no, hoy seré un gatito, susurro tu nombre dulcemente al oído, y respiro en él, y tu te estremeces, nunca había dicho tu nombre con tanta delicadeza, empiezo a besar tu frente, bajo a tus suaves párpados, con mi lengua recorro tu nariz y de forma sutil paso por el contorno de tus labios, que tratan de capturarme, pero yo no los dejo, beso tu barbilla, ahora estoy en tu cuello, besándolo delicada pero decididamente, y llego ahí, al pequeño surco en la base de tu garganta y succiono. Pones los ojos en blanco, me quieres decir algo, pero no abres la boca para ello, solo para liberar un suspiro. Eso era lo que esperaba, tu deseo de continuar... y entonces tengo entre mis manos tus hombros, no son grandes ni pequeños, es justo la medida para mis manos, dejo tu cuello y voy mordisqueando levemente la clavícula, el hueso del hombro, y entonces giro y me coloco en tu espalda, tu te enderezas pensando qué voy a hacer ahora y lo que realizo es oler tu cabello, siempre suave y delgado, nada que ver con mis rizos ásperos. Te beso la nuca, se humedece y doy un ligero soplido y sigo soplando todo el arco de tu espalda, tratas de moverte para ahora ser tú quien juegue, pero te lo impido "después vendrá tu turno, solo espera". Asientes con la cabeza y me dejas seguir. Me levanto y me pongo ahora frente a tí, no sabes ni como, pero ahora he hecho que te recuestes en el sillón, subo a tu abdomen y empiezo a juguetear en tu pecho, besando y mordiendo, sabes que las marcas las verán ellas, pero me dejas ser; llego a tu estómago y hago lo último que te esperabas, lo que ninguna te ha hecho: cosquillas. Empiezas a reír por lo bajo y vas subiendo el volumen a medida de que sube la intensidad, tu risa es tan hermosa y sé que solo me la has dado a mí. Entonces paro y tomo tus manos y las empiezo a besar, cada surco, cada línea, cada cicatriz y voy ascendiendo lentamente por tu brazo, los recovecos de tu codo, otra vez dejas escapar el aire, y sigo subiendo, llego a tu boca, apenas rozo tus labios y te vuelvo a dejar con ganas de besarme. Me miras a los ojos y veo algo en ellos: ¿duda, ¿Incertidumbre? O acaso... ¿miedo?... ¿acaso tienes miedo de que te ame, o de que tu me ames, No, amor, esta noche no hay cabida para el miedo, para mis dudas, para tus ironías, no, esta noche sólo hay espacio para este amor. Deja que se prolongue hasta el amanecer, aún no es tiempo de que te vayas, que des media vuelta y vuelvas a las apariencias... esta noche déjame soñar y jugar...
Y lo logro, hago que tu rostro siempre pálido adquiera color, que tu sangre fría se torne en vino burbujeante y sé que estás listo. Entonces me acerco a tu boca, te llamo con el nombre que solo yo te digo y te beso. Y no es un beso cualquiera... no es la burda imitación de un beso francés, ni la copia del beso con el que Mata Hari conquistó los secretos durante la guerra... no... Es un beso especial, mi beso, nuestro beso, como aquel de la primera noche, frío y caliente, tímido y apasionado, dulce y violento... y no se por qué, pero siento que es lo último que haremos esta noche, pero no me arrepiento... después de mucho tiempo nos separamos, me miras con una adoración indescriptible, sé que yo también lo hago, me sonríes con esa mueca tuya, tan parecida a la Monalisa de Da Vinci, lo dice todo y no dice nada.
En este momento es cuando tus ojos se transforman, vuelve el sarcasmo a tus labios y la arrogancia a tus cejas. Yo también me transformo, la sapiencia vuelve a mí, vuelvo a mirarte con superioridad, y te sonrío... tu solamente atinas a decir:
"sabes, Granger, quizá no debería volver aquí para dejar que te liberes..."
como siempre, te das media vuelta y sales por la puerta de mi dormitorio, ahora atraviesas nuestra sala común, entras en tu alcoba, te tiras en la cama, ves la luna a través de la ventana y sonríes... estas seguro de que terminarás volviendo la siguiente noche... y yo también lo sé...
