¡Hola!
Continúo migrando fics… Esta historia, sin lugar a dudas, es una de las mejores que he leído; aún no ha sido finalizada pero no importa, ¡la esperaré por cuanto sea necesario! ¡Simplemente me encanta! :3
Disclaimer: La historia, al igual que los personajes, no me pertenece. Viewfinder pertenece a Yamane Ayano y esta historia, que es una traducción, pertenece a Alexis: thegreymoon, quien muy amablemente me ha dado su aprobación.
Nombre del original: Dire consequences by thegreymoon. (Lo pueden encontrar aquí).
Advertencias: Violencia, Consentimiento dudoso y mucha angustia.
Graves consecuencias
Los muelles solemnes estaban grises y desolados. El mar rugía salvajemente y las olas se elevaban a alturas aterradoras, rompiendo contra la costa, solo para estallar en violentos chaparrones de espuma antes de disolverse y dejar la tierra desaliñada y mojada.
Dos hombres estaban frente a frente —diferentes en actitud como en apariencia. La distancia entre ellos reflejaba claramente hostilidad y desconfianza. La elegante tranquilidad de uno contrastaba bruscamente con el brillo rebelde del otro y parecían dos mundos completamente distintos, tanto en su nacionalidad como en su comportamiento. Eran como el día y la noche, enfrentándose el uno al otro en zonas de penumbra, donde ninguno tenía el poder para reinar.
Asami estaba oscuro, artero e impecable en su traje hecho a la medida. Su aplomo arrogante y absolutamente controlador era como el hielo a la luz del sol en comparación con Mikhail; quien era mucho más informal, con un estilo menos autoritario, y los salvajes mechones de su rubio cabello se enroscaban desenfrenadamente a causa de la humedad.
—Sé lo que le hiciste —dijo Mikhail, y su agradable, amable y receptivo rostro no coincidía en absoluto con los intensos destellos de sus inteligentes ojos—. Pero, te juro por mi vida que no puedo entender por qué no seguiste adelante. ¡Semejante perdida! ¡La victoria ya estaba garantizada y todo lo que tenías que hacer era recoger tu recompensa!
—No he venido aquí para hablar de Fei Long —dijo Asami con infinito aburrimiento—. Mi relación con él es asunto mío. No veo razón en explicarle mis acciones. —Cubrió el encendedor con su mano mientras prendía su cigarrillo. La breve chispa de la ardiente llama parpadeó y murió rápidamente.
—Estoy decepcionado, Asami —dijo Mikhail—. Tu gusto en todo siempre ha sido impecable y sin embargo aquí estás, fallando de manera espectacular sobre algo tan crucial. ¿Es eso lo que has elegido? ¿En serio?
—No te atrevas a juzgar a Takaba —gruño Asami—. ¡No tienes derecho!
—No —dijo Mikhail—. Probablemente no. Después de todo, es problema de cada hombre con quien decide compartir su cama, pero, ¡simplemente no puedo evitarlo! ¡No tiene precedentes! ¡El gran Asami Ryuichi finalmente perdió la calma y libró una guerra en medio de territorio hostil por el fútil intento de recuperar un subordinado cuyo único valor se mide entre las sábanas! Apenas pude contenerme cuando me enteré de la noticia; ¡casi era demasiado fantástico para creerlo! ¡Estaba muy ansioso por conocer a tu nuevo favorito, porque seguramente una criatura cuyo valor consideras superior al suyo sería una maravilla que el mundo jamás habría visto! Pero después de todos los problemas que pasé para organizar una reunión, el resultado resultó ser muy... —Hizo una pausa y su labio se curvó con disgusto mientras buscaba la palabra adecuada—. Decepcionante.
—Este es un asunto personal —dijo Asami—. Así que, ¿por qué te entrometes?
—¡Porque, claramente, la situación exige la intervención de alguien con sentido común y me ofrecí para el puesto, ya que estoy ampliamente calificado para el trabajo! —dijo Mikhail—. Yo siempre había contado con tu juicio para mantener a raya a Fei Long, Asami, pero ahora que has decidido unirte a él en su locura, ¡no puedo simplemente mantenerme al margen y esperar hasta que los dos se maten!
—¿Cómo es este tu problema?
Mikhail rio.
—¿Estás bromeando? —dijo, bastante divertido—. ¿Cómo es este mi problema? Obviamente, no voy a fingir que estaría particularmente devastado si tuvieras que encontrarte con un final cruel y prematuro en Hong Kong, ya que difícilmente eres una de mis personas favoritas, pero el hecho es que eres un hombre singularmente difícil de reemplazar. Me ha tomado años establecer rutas a través de Japón y cualquier perturbación ocasionada por tu muerte sería un inconveniente. Y en cuanto a Fei Long... Bueno. ¿Realmente necesito explicar a estas alturas porque cualquier daño que sufra es simplemente inaceptable?
Asami exhaló una nube de humo gris y lo miró con unos ojos fríos, entornados.
—Me está haciendo perder el tiempo, Arbatov —dijo decisivamente—. Acabemos con esto. Haga la llamada.
—¡Ouch, qué temperamento! ¡Por dios, eres un hombre impaciente! ¿Ves? Estoy llamando. No hay necesidad de morder —dijo Milkhail y sacó su teléfono—. ¡Yo estoy de tu parte, Asami! Nada me complacería más que asegurarme de que te largues a Japón y vivas feliz por siempre con tu bonito perrito, lejos del alcance de Fei Long. ¡Cómo un hombre que se precie puede elegir una mascota por sobre un príncipe está fuera de mi comprensión, pero es un hecho que tu pésimo gusto en semejantes cosas ha hecho mi vida más fácil y estoy muy agradecido por ello! —Sonrió a Asami, quien inhaló una nueva dosis de nicotina y le miró con aparente desinterés—. ¿Hola? ¿Mishka? Ya es tiempo. Está aquí —Con una sonrisa, colgó su celular y extendió sus brazos en un abierto gesto amistoso que Asami deliberadamente se rehusó a devolver—. Hecho —dijo—. No debe tardarse mucho.
Asami frunció el ceño, pero entonces su propio teléfono celular sonó y tiró su cigarrillo al suelo, pisándolo con más violencia de la necesaria.
—¿Kirishima? —dijo—. ¿Está bien?
Alguien que no hubiera sabido cómo observarlo probablemente se lo hubiera perdido —el breve destello de emoción que cruzó el perfecto y apacible rostro de Asami como una sombra fugaz; la ansiedad en sus ojos entrecerrados, el apriete en su amplia y hermosa boca, la tensión apenas visible alrededor de sus hombros y luego el repentino estremecimiento de alivio. Su dura expresión se suavizó por un momento mientras escuchaba lo que quería escuchar y Mikhail lo había visto todo— disfrutando del breve silencio que Asami tomaba para procesar sus propias emociones— un largo y vertiginoso momento en donde su concentración vaciló, y que apenas fue suficiente para observar el lado humano del hombre del que se sospechaba por mucho tiempo no tener uno, antes de que la perfecta e impenetrable máscara se deslizara firmemente a su lugar habitual.
—Sácalo de allí —dijo Asami calmadamente—. Llámame en cuanto llegues.
—¿Ves? —dijo Mikhail alegremente cuando Asami hubo colgado la llamada—. Soy un hombre de palabra. El mocoso no ha sido lastimado.
—Ya me has provocado lo suficiente, Arbatov —dijo Asami, cerrando completamente su teléfono. Sus elegantes manos poseían una figura particularmente notable en esos ajustados y flexibles guantes negros de cuero, hechos a la medida, protegiéndolo como una pieza más de su infalible armadura. El último detalle para mantener su impasible imagen—. No pruebe mi paciencia. Ya estoy cansado de usted.
—He cumplido mi parte del trato —contestó Mikhail—. He regresado a tu muchacho sin peligro a tus hombres. Confío en que ahora puedas hacer tu parte y me entregues la escritura.
Asami arrojó su portafolio y el ruso lo atrapó. Lo abrió, su boca se curvó hacia arriba al reconocer los documentos en el interior.
—También soy un hombre de palabra —dijo Asami—. Confío en que esté satisfecho.
—Más de lo que puedo expresar —dijo Mikhail—. Siempre es un placer hacer negocios contigo.
—Me gustaría poder decir lo mismo —sentenció Asami, sacando otro cigarrillo—. Pero para mí no ha sido ningún placer tratar con usted.
—Cuidado, Asami —rio Mikhail—, podría tomar tus palabras como una ofensa.
—Me importa un carajo —espetó Asami—. Tal vez ahora tiene el sartén por el mango, pero preste atención a mis palabras, Arbatov, si alguna vez vuelve a cruzarse en mi camino, se arrepentirá.
—Y yo que pensaba que todos nosotros podríamos ser amigos — dijo Mikhail cansinamente y Asami frunció el entrecejo con irritación ante su alegría no disimulada.
—Ya tiene lo que pidió y no tenemos nada más que discutir —dijo, dando la vuelta para marcharse—. ¡Si sabe lo que le conviene, no se meta en mi vida!
El seco y penetrante viento se lamentaba como si estuviera de luto y las oscuras nubes se ondularon. El primer relámpago iluminó el hinchado cielo como una puñalada ardiente y fue tan inminente que el trueno que le siguió hizo a la tierra sacudirse bajo sus pies. La tempestad vengativa indicaba un mal presagio.
—¡Asami! —lo llamó Mikhail seriamente—. ¡Espera! —Algo diferente en su voz llamó la atención de Asami y volteó a verle parado allí; solemne y compuesto, la malicia perpetua en sus ojos se sosegó y fue remplazada por algo sombrío y serio—. Sabes para que quiero la escritura. Sabes para qué voy a utilizarla. ¿No te molesta? ¿No te molesta en lo absoluto?
Asami sonrió. Hacía mucho tiempo sospechaba que Mikhail llevaba su descaro, su indiferencia como una máscara —muy parecida a su fría indiferencia— ocultando bajo ella una personalidad oscura y compleja. Lástima por Fei Long que lo había hecho, pero de nuevo, siempre había sido un pésimo juez del carácter. Asami casi sintió pena por su enemigo.
—Hong Kong es mi pasado —dijo con indiferencia—. Y tengo la gran esperanza de que esta vez se quede ahí. No me importa lo que haga con la escritura. La Triada ahora es su problema y créame cuando le digo que sinceramente deseo que obtenga todo lo que desea.
Liu Fei Long.
Asami había conocido a toda clase de personas en su vida, pero incluso en el pozo negro de humanidad que vadeaba diariamente, nunca había llegado a cruzarse con alguien que fuera tan oscuro y tan irrevocablemente predestinado por la destrucción. Fei Long era un dragón y su alma era como un pozo de ira y dolor donde el agua era como tinta negra, infinitamente profunda. Lo había enfriado y casi se había ahogado en aquella desesperación, que era tan parecida a la suya. No podía imaginar a alguien queriendo aquello, pero Arbatov tenía derecho a cometer sus propios errores y esto no podía importarle menos.
Los relámpagos brillaban y el viento aullaba. Una limusina negra estaba esperando a cierta distancia y Asami se dirigió hacia ella, sin mirar hacia atrás una vez más.
