El sonido de una batería se alzó por encima de las voces del público, en un redoble que precedió a la guitarra, al bajo y, por último, a la voz del cantante. Desde el anonimato conferido por aquella multitud exaltada, el rubio escuchó las canciones sucederse una tras otra, sin apartar la vista del chico de pelo desordenado, negro, que aporreaba la batería sin descanso, en un solo por el que seguramente había peleado mucho. Sí… así era su amigo. Incansable una vez se le metía algo en la cabeza. Y terriblemente irritante, si la ocasión se le presentaba. Lo conocía muy bien, no en vano había interpretado con él las tres temporadas de la relativamente famosa serie Bakoten Shoot Beyblade!

Y decía relativamente porque, aunque se había ganado los corazones de millones de adolescentes, (en su mayoría chicas fanáticas del personaje Kai Hiwatari, o "esas estúpidas Hiwataristas" como le gustaba llamarlas a su amigo), no había sido lo suficientemente popular como para continuar la serie después de tres temporadas en antena. Así que allí estaba, sin nada mejor que hacer que ir a los conciertos de aquel chico que, después de terminar la serie, había decidido unirse a una banda de música por el simple hecho de que, en alguna ocasión, Sasha había comentado que sería incapaz de mantenerse sentado haciendo una tarea en un ritmo constante, como hablar, comer, (tarea en la que siempre se aceleraba), beber, estudiar… Empezaba las cosas muy deprisa, pero las terminaba demasiado… ¿despacio, o viceversa? ¿Cómo decirlo? Lo mejor era verlo para entenderlo.

Sin embargo, desde su punto de vista de aficionado, el chico no lo hacía nada mal. Seguramente se habría pasado mucho tiempo practicando, si es que no se había quedado todo el día holgazaneando por ahí, picándose al Beyblade. (juego que, efectivamente, existía) o simplemente tirado en una silla durmiendo.

El concierto terminó tras dos horas, y tras otra media hora sumergido en una titánica lucha contra los fans que avanzaban en dirección contraria, hacia las salidas, consiguió llegar hasta la parte trasera del escenario. Los camerinos. Dudó un momento antes de abrir la puerta de uno de ellos, el que tenía una estrella plateada pintada en la puerta. El batería se sobresaltó al verle entrar gracias al espejo, ya que no le había oído, pero se volvió con una sonrisa en los labios, girando su silla.

-¡Maxie, no sabía que estabas aquí! ¿Qué te ha parecido el concierto?

-Francamente… interminable.

Aquello pareció molestar al batería, pero el moreno no tardó en volver a sonreír y cruzarse de brazos.

-Oh, bueno, al menos te has quedado hasta el final. Supongo que seguiré cobrando.

-Siempre tan positivo, Tyson…

-Adrian. Ya no soy un personaje de una serie de televisión, colgué los hábitos, la serie se terminó, ¿te suena algo de eso?

-De eso quería hablarte… He encontrado la manera de conseguir que nos renueven el contrato.

El moreno se tensó en su silla, componiendo una mueca de escepticismo. Sin embargo, el rubio no parecía estar bromeando. Mantenía un gesto serio poco habitual en él.

-¿Sabes lo que me ha costado entrar en el grupo? ¿Cuántas horas hemos ensayado?

-Vamos, Ty… Adrian… Si Alex no te hubiese dicho que no podrías mantener un ritmo constante ni al respirar, jamás se te habría ocurrido.

-¿Y qué? –frunció el ceño. Max compuso una leve mueca de impaciencia-. Está bien, ¿qué?

-Está todo aquí –dijo, pasándole un libreto de tapas anaranjadas. El título de la serie aparecía en letras bien grandes en el centro de la pantalla, en cursiva. El moreno enarcó una ceja al ver el sello de una productora diferente a la anterior, y alzó la vista para mirar al rubio, que lo animó a seguir. Tras unos instantes lo abrió y ojeó unas cuantas páginas, hasta detenerse en una y volver la vista a Max de nuevo.

-Maxie, ¿esto es en serio? ¿Esto es…?

-Sí.