Disclaimer: en tres palabras, nada de esto es mío. Corrección: el argumento es mío pero todo lo demás es de una señora muy rica y con una imaginación muy grande que todos conocemos.

Mientras acabo en nuevo capi de Objetivo (que está en proceso y tengo previsto subir la próxima semana), y aprovechando que ya ha empezado diciembre, aquí os traigo un mini fict de cuatro capis bastante navideño y con otra de mis parejas preferidas como protagonistas.

Advertencia: el fict contiene spoilers. Pequeñitos, pero al fin y al cabo son spoilers.

Sin más dilación, aquí tenéis el primer capi.

Tú, yo… y tu querida novia

1. Vuelve a casa por Navidad

El paisaje nevado, inconfundible de la Navidad y de aquel 22 de diciembre, acentuado por los faros de un coche que iluminaban la oscura noche, se extendía a lo largo de la extensa carretera. La nieve caía suave pero ininterrumpidamente dificultando la visión. El conductor del coche, un deportivo rojo con pinta de haber costado mucho para más señas, apenas alcanzó a acertar el desvío correcto en la carretera antes de toparse con la casa más extraña que jamás había visto… y que jamás vería.

- ¿Estás seguro de que es aquí? – preguntó la voz femenina de su acompañante, levantando la vista para admirar, o mejor dicho para horrorizarse de la irregular construcción que se alzaba ante sus ojos, desafiando a la poco desafiable gravedad.

- Tan seguro como que este año la liga la ganan los Twister – contestó el conductor, abriendo la puerta del coche y enfrentándose al temporal.

Las dos figuras salieron del coche rojo y corrieron hacia la casa en un intento vano por no mojarse, dejando la marca de sus pisadas en el blanco impoluto del suelo. El hombre apretó el timbre de la casa, ansioso por ver lo que le esperaba dentro.

- ¡Harry! – exclamó una voz chillona y excitada en cuanto la puerta se abrió.

El hombre de unos 25 años y con una inconfundible cicatriz en su frente, Harry Potter para ser más concretos, recibió la bienvenida con una amplia sonrisa, aceptando el abrazo que su anfitriona, Molly Weasley, le ofrecía.

- ¡Harry, querido! – gritó una exaltada Molly a la vez que estrujaba al joven entre sus brazos - ¡Chicos¡Venid aquí¡Harry ha vuelto!

En un abrir y cerrar de ojos, cinco cabezas rojas masculinas se presentaron ante Harry, saludándole con la misma efusividad que su madre.

- Harry – murmuró uno de los recién llegados, Ron, fundiéndose en un abrazo con su eterno amigo – Me alegro de verte.

- Yo también me alegro Ron, yo también me alegro.

Harry todavía no se creía lo que le estaba ocurriendo. Hacía cinco años que no pisaba aquella vieja casa destartalada y con encanto. Cinco largos años sin el delicioso olor de la cocina made in Molly Weasley. Cinco años sin oír la voz de Ron, ni sentir sus palmadas cariñosas en la espalda… cinco años alejado de su verdadera familia.

- Ejem.

Un carraspeo intencionado sacó a Harry de sus pensamientos y le recordó que venía acompañado. Es más, que venía con una acompañante muy exigente. El joven se apartó del grupo de pelirrojos que le rodeaba y tomó de la mano a una mujer joven de rasgos orientales.

- Ésta es Cho – anunció Harry con una sonrisa, acercando a la chica al grupo – Mi novia.

Tras la declaración, una ola de sonrisas falsas sacudió al grupo. No había más que observar la tirantez con la que todos los pelirrojos curvaban sus labios para saber que la recién llegada era de todo menos bien recibida.

- Bueno… - empezó Molly con la intención de romper la incómoda situación – Bueno…

- Bueno, bueno es el asado que has preparado – la ayudó a salir del paso Charlie, uno de sus hijos - ¿Por qué no nos vamos sentando a la mesa? Papá está a punto de llegar.

- Tienes razón – la mujer sonrió a su hijo en gesto de agradecimiento antes de dirigirse a sus dos invitados – Pasad al comedor, la cena esta casi a punto. Ron¿por qué no avisas a las chicas?

El joven pelirrojo obedeció a su madre y se dirigió escaleras arriba, mientras Molly conducía a Harry y a Cho hacia el comedor, poniendo todo su empeño en entablar una conversación animada.

ooooooooooo

- ¡Harry está aquí! – anunció Ron irrumpiendo de manera brusca en el dormitorio que compartían las únicas dos mujeres, aparte de Molly, que había en la casa.

- ¡Ron! Podías llamar antes de… - una mujer castaña de pelo alborotado y con pinta de ser más inteligente que la media comenzó a regañar a Ron, pero se interrumpió a medio camino – Un momento… ¿qué has dicho?

- Que Harry acaba de llegar.

- ¡Oh Dios mío¡Oh Dios mío! – empezó a exclamar Hermione, que así es como se llamaba la joven, a la vez que salía de la habitación - ¡Ginny¡Sal del baño¡Harry está aquí!

El sonido de un frasco de cristal roto al caerse resonó tras la puerta contigua a la habitación. Bruscamente, esa puerta se abrió y tras ella apareció otra mujer joven y pelirroja, que guardaba un gran parecido con Ron.

- ¿Harry¿Dónde¿Aquí?

Ginny comenzó a buscar frenéticamente por toda la habitación, como si Harry se hubiera escondido debajo de la cama o tras las cortinas dispuesto a gastar una broma.

- Aquí no, tonta – la paró la voz de su hermano – Está abajo.

- Ah… claro… abajo – murmuró Ginny, dándose cuenta de lo absurdo de su comportamiento.

- Daos prisa, papá debe estar a punto de llegar. Y ya sabéis que a mamá no le gusta que se le enfríe la cena

El joven pelirrojo salió por la puerta, pero antes de desaparecer, se dio la vuelta y pronunció las palabras fatídicas.

- Cho también ha venido.

El portazo que dio Ron ahogó el grito de frustración de Ginny.

- ¿Qué? – gritó la pelirroja.

- Ginny… - empezó a decir Hermione, conociendo de sobra el mal genio de su amiga.

Pero Ginny no escuchaba. Ginny tan solo se limitaba a dar patadas y puñetazos a un cojín, como si fuera su particular saco de boxeo.

- ¿Quieres estarte quieta? – preguntó Hermione, arrancándole el cojín de las manos y esquivando hábilmente un puñetazo que podría haberse estampado en su cara.

La joven pelirroja frunció el ceño y se dejó caer sobre su cama.

- ¡Joder!

- Escúchame – pidió Hermione ignorando el grito de frustración de su amiga y obligándola a que se levantara – Vas a bajar ahí, vas a poner tu mejor sonrisa, vas a saludar a Harry y le vas a dar dos besos a Cho¿entendido?

Ginny frunció más el ceño, pero recapacitó sobre las palabras de la castaña. Con decisión, se levantó de la cama, se miró por última vez en el espejo y se dirigió a la puerta.

- Tienes razón – dijo la pelirroja posando una mano sobre el picaporte – Voy a quedar como una reina delante de todos. Ya habrá tiempo después para aplastar a esa guarra como a una cucaracha, cuando no haya testigos.

Hermione negó con la cabeza, preguntándose de dónde habría sacado Ginny esas ideas tan violentas. Luego recordó que había crecido rodeada de seis hermanos. Hermanos con o de chico.

oooooooooooooooo

- ¡No me lo puedo creer! – exclamó Ron mirando el taco de papeles que Harry le tendía, todavía con expresión de incredulidad - ¡Entradas para toda la temporada de Quidditch¡Oh Harry! Tú sí que eres un buen amigo – rió el pelirrojo echándose a los brazos de Harry.

- No le hagas caso, Harry. Ron debe ser el único mago en el mundo al que la cerveza de mantequilla le pone contento.

La broma de Fred fue coreada por una carcajada general.

- ¡No estoy borracho! – se ofendió Ron.

De nuevo una risotada recorrió la mesa de los Weasleys. Harry miró a su alrededor, con el estómago lleno de deliciosa comida y embriagado por una inexplicable felicidad. Miró a su alrededor y sonrió al ver a su "familia"; la mesa estaba llena de conversaciones diferentes, pero todo ello tenía en común el espíritu navideño que reinaba en aquel momento. Nada podría romper aquella estampa tan apacible. ¿Nada? Harry posó la vista sobre su novia, sentada a su derecha y con pinta de estar soberanamente aburrida.

- ¿Te encuentras bien? – susurró el hombre con preocupación.

- Sí, fantástica – el tono irónico de Cho dejaba ver todo lo contrario.

Harry decidió no escarbar más en la herida y miró al frente, dispuesto a engancharse a cualquier conversación. Pobre iluso. Sabía de sobra que Cho no iba a dejar escapar una oportunidad como aquella para despotricar contra lo que fuera.

- La comida ha estado horrible, todos me parecen demasiado vulgares y para colmo, la hermana de tu amigo me mira mal – murmuró la oriental, a la vez que esbozaba una sonrisa falsísima.

- Cho… - empezó a decir Harry sin saber muy bien cómo seguir.

- ¿Hasta cuándo nos tenemos que quedar aquí?

- Tenía previsto que hasta Año Nuevo.

La mujer dejó escapar un gemido de frustración.

- ¿Año Nuevo? – repitió Cho en un susurro incrédulo – Nos han invitado a una fiesta de Nochevieja en Manhattan. Va a estar lo mejor de Nueva York. ¡No podemos faltar!

- Me apetece pasar las Navidades en familia – puntualizó Harry, rozando el enfado.

- ¡Ellos no son tu familia!

- Como si lo fueran.

Cho miró hacia el otro lado, como queriendo cerciorarse de que nadie había escuchado su pequeña discusión.

- No sé cuánto más podré aguantar la comida de esta mujer. Me voy a poner como una vaca – murmuró la mujer por la comisura del labio, sin dignarse a mirar a su novio.

- Cho – la voz de Molly interrumpió la réplica de Harry - ¿Quieres más tarta?

- No, gracias – rechazó ella con una sonrisa – Estaba deliciosa, pero siento que voy a reventar.

Molly sonrió llena de orgullo por el cumplido hacia su comida.

- Las modelos lleváis una dieta muy estricta¿no es así? – preguntó Arthur con reprobación; él era de los que opinaban que una mujer sin curvas no era una mujer.

Cho sonrió, como cada vez que se referían a ella como modelo. Porque eso era lo que era. Una modelo muggle de alta costura. El mundo laboral mágico nunca había despertado gran interés en ella y el hecho de que sus dotes como bruja no fueran excepcionalmente buenas no ayudaba a ello. A ella lo que le iba era el mundo de la farándula y el espectáculo, así que una vez descartado el Quidditch como alternativa profesional, Cho no se pudo negar cuando un cazatalentos muggle la ofreció debutar en la Semana de la Moda de Nueva York.

- Claro. No todo el mundo puede desfilar en Nueva York o en París.

- ¿Y que otro tipo de habilidades tenéis que demostrar las modelos? – intervino Ginny en la conversación con un tono falsamente inocente, dispuesta a no dejar escapar esa magnífica oportunidad de ridiculizar a la mujer que tanto había odiado en su época de estudiante - ¿O tan solo vale con saber ponerse la ropa al derechas y caminar?

El comentario de Ginny vino acompañado de un pequeño silencio. Hermione y Molly dirigieron sendas miradas de advertencia que la pelirroja no captó. De lo que sí se dio cuenta fue de las sonrisas socarronas que exhibían sus dos hermanos gemelos.

- No, también hay que sonreír – respondió Cho finalmente, posando sus ojos achinados en la "niñata" que durante algún tiempo se había interpuesto entre su actual novio y ella.

Molly dejó escapar una carcajada cortés para romper de nuevo la situación incómoda. De repente, la mesa se volvió a llenar de multitud de conversaciones distendidas, olvidando el pequeño incidente.

- ¿Y qué tal con los chicos, Harry? He oído que los Twister van segundos en la liga – comentó Charlie, tan entusiasta del Quidditch como siempre.

- Este año vamos a dar la sorpresa. Vamos a ganar la Liga – sonrió Harry con orgullo.

- Tranquilo, animal. Todavía te queda media temporada de duro entrenamiento.

Las palabras "duro entrenamiento" que pronunció Ron no se referían al entrenamiento normal de cualquier jugador profesional de Quidditch, sino que se referían al entrenamiento que cada día planificaba un entrenador para llevar a su equipo a lo más alto posible. Porque Harry era entrenador. Entrenador de los Twister, segundos clasificados en la liga americana de Quidditch para ser más exactos. El entrenador más joven de la historia del Quidditch estadounidense.

- Es una pena que esa lesión te apartara del campo – recordó George.

Harry sonrió con amargura al recordar uno de los episodios más frustrantes de su vida. Al año de abandonar Hogwarts, Harry recibió la oferta de jugar durante una temporada en los Chudley Cannons, su plataforma antes de ir a la verdadera liga, a la NBA, a la Champions League del Quidditch: la liga norteamericana. Aquello sí que era espectáculo, pensaba Harry al recordar cada uno de los 24 partidos que jugó en aquella maravillosa temporada antes de que una lesión en la rodilla le incapacitara de por vida para seguir jugando. Aún así el Quidditch era su vida, por lo que el equipo en el que había jugado hasta entonces, los Twister, le ficharon como segundo entrenador. Un año bastó para demostrar su valía en ese ámbito del juego y a los 21 años se convirtió en el entrenador oficial del quipo.

- Ser entrenador también tiene sus ventajas. Y no es nada agotador – bromeó Harry.

- ¿Y cómo es la vida en América? – se interesó Arthur a la vez que bebía una copa de licor. La rareza de los muggles le fascinaba, pero había oído que los muggles americanos eran aún más extraños.

- Oh, ya sabes. Mucha comida basura, mucho rascacielos…

- … pero como la tierra madre no hay nada – completó Bill con una sonrisa.

- Ajá.

- A mí me pasó lo mismo cuando estuve en Egipto – explicó el pelirrojo recordando su trabajo en el país del Nilo – Mucho desierto y mucho calor pero qué quieres que te diga, echaba de menos los campos verdes y la niebla.

Los hombres Weasley y Harry rieron el comentario del hombre, ajenos a la tensa conversación que mantenían las mujeres de la casa.

- Así que modelo… - intentaba Molly acabar con la incomodidad que flotaba en el ambiente.

Cho sonrió falsamente, su especialidad, a la vez que se preguntaba cuántas veces debería repetirle a esa mujer que era una modelo, mucho más alta, más guapa, más famosa, más rica y más todo de lo que su impertinente hija llegaría a ser en su vida y en sus sucesivas reencarnaciones.

- ¿Y ganáis mucho? – se interesó Molly cortésmente.

- Más de lo que te puedes imaginar – contestó la oriental esta vez con una sonrisa maliciosa.

- Lástima que el dinero no dé la felicidad – comentó Ginny casualmente, aunque cualquiera hubiera podido asegurar que en vez de felicidad, a la pelirroja le hubiera encantado decir inteligencia.

- No, pero procura una sensación tan parecida, que es necesario un especialista muy avanzado para verificar la diferencia – contraatacó Cho citando al genial Woody Allen, para luego mirar a su alrededor y añadir con una falsa expresión afable – Aunque claro, es lógico que la gente como vosotros que vive de una manera tan… - la mujer fingió buscar la palabra adecuada – humilde, busque la felicidad por otro camino.

- ¿Y te cuesta mucho aprenderte el camino por dónde vas a desfilar? Supongo que no, las pasarelas suelen ser todas rectas. Aunque la dificultad será enorme si te cambian el circuito.

Ginny esbozó su sonrisa más cínica como diciendo "a mí a cabrona, no me gana nadie". Cho por su parte perforó a su contrincante con sus ojos rasgados, pensando en la manera más ingeniosa de salir del paso.

- ¿Y conoces a mucha gente famosa?

Pero la oriental no pudo continuar con la guerra verbal, ya que Hermione cortó la ofensiva de Cho en el momento preciso.

- Yo soy famosa, cariño – afirmó Cho, provocando que Ginny pusiera los ojos en blanco – Pero sí, me codeo con la crème de la crème.

- ¿Conoces a Brad Pitt? – se emocionó la castaña con los ojos haciendo chiribitas.

- ¡Claro! Precisamente la semana pasada estuve cenando con él y con Angelina, bueno, yo la llamo Angie cariñosamente…

Y la modelo se sumergió en un profundo monólogo sobre la buena pareja que hacen Brad Pitt y Angelina Jolie (N. A.: ¬¬), aplazando el ataque que tenía pendiente con Ginny.

ooooooooooooo

Tras la cena, cuando todo el mundo se había acostando y habiendo conseguido dejar a Cho en la habitación, refunfuñando por lo antipáticas que según ella eran las mujeres Weasley, Harry bajó al jardín de la casa para despejarse un poco la mente. Las quejas de su novia siempre lograban aturullarle.

Harry caminaba por el oscuro y amplio jardín, tan solo iluminado por unos pequeños farolillos flotantes. La quietud, algo inquietante, reinaba en el ambiente. A medida que el hombre avanzaba, sonreía al comprobar que todo seguía igual de descuidado que la última vez que lo vio: las zarzas se apelotonaban contra los límites del patio, la hierba le llegaba casi por la rodilla pero seguía igual de verde, el columpio abandonado… un momento¿el columpio abandonado? No. En aquel momento el juguete infantil estaba ocupado por una figura que se balanceaba suavemente y que, debido a la oscuridad, Harry no alcanzaba a apreciar de quién se trataba. Apretando el paso, el joven se dio cuenta de que la figura, femenina por lo que pudo ver y coronada por una cabellera de un rojo intenso, solo podía ser de…

- Ginny – susurró Harry al llegar hasta ella.

La aludida dio un respingo al darse cuenta de que no se encontraba sola.

- ¿Harry¿Qué haces aquí?

- No¿qué haces tú aquí? – preguntó Harry con preocupación – Es de noche. Podría ser peligroso.

- Estoy en mi casa – le recordó Ginny, molesta porque la tratara como a una niña y no como a una mujer de 24 años – Además, yo he preguntado primero.

- Estaba paseando… - respondió el moreno lacónicamente, sentándose en el suelo.

Los dos se quedaron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Ninguno de los dos tenía mucho que decirse. O mejor dicho, ninguno de los dos se sentía lo suficientemente confiado para soltar lo mucho que tenían que decirse. Tras el pequeño romance que habían mantenido en Hogwarts y a pesar de que habían prometido seguir siendo amigos, nada había vuelto a ser igual. Harry se centró en lo que en ese momento se convirtió en el centro y el sentido de su existencia, derrotar a Voldemort. Y para cuando lo consiguió, el joven era demasiado famoso y Ginny demasiado anónima como para retomar lo que habían dejado a medias. Situación que aprovechó Cho, que sí era lo suficientemente famosa para Harry.

Ginny miró a Harry, sin saber cómo sacar a la luz el tema de Cho. Por su parte, Harry sintió los ojos marrones de Ginny perforándole, rezando para que la joven no sacara a la luz el tema de Cho.

- Oye… - empezaron los dos a la vez.

Ambos rieron con incomodidad.

- Tú primero – cedió el moreno.

- ¿Qué tal con Cho? – preguntó Ginny, tratando de sonar los más casual y desinteresada posible, como si la pregunta solo fuera por cortesía y ella no se muriera por oír que Harry la odiaba y que solo quería dejarla.

- Bien… - contestó él evasivamente – Bien.

- Me alegro.

Harry miró a la pelirroja, sintiendo como si recuperara la complicidad perdida hace años.

- No te alegras.

- No me alegro – aceptó Ginny con una sonrisa de culpabilidad.

El hombre bajó la vista, sin saber cómo contestar a eso aunque agradeciendo la sinceridad de Ginny. Ella por su parte se dedicó a trazar círculos en la tierra con el pie, preguntándose cuál sería el rumbo que tomaría la conversación.

- ¿La quieres? – preguntó ella finalmente, al ver que Harry no estaba por la labor de hablar.

Harry pareció recapacitar unos segundos la respuesta.

- Sí. La quiero.

Eso dificultaría un poco las cosas, pensó Ginny sin desanimarse en absoluto. Al contrario; le encantaban los retos y ese tenía toda la pinta de ser divertido.

- Así que los Twister van los segundos en la liga… - cambió la joven bruscamente de tema, intentando que Harry se sintiera más cómodo en la conversación.

- De momento – puntualizó Harry con una sonrisa de orgullo, como cada vez que hablaba de su equipo.

- Para la escoba fiera, que todavía te queda medio año para que se acabe la temporada – le recordó Ginny riéndose.

- ¡Bah¿Y qué es medio año en la vida de un hombre? – continuó él con la broma.

- Supongo que nada – se encogió Ginny de hombros - ¿Te gusta ser entrenador?

Harry se lo pensó durante unos segundos.

- Sí – contestó al final el moreno – Aunque es un sin vivir. Estás todo el día con la soga alrededor del cuello; en el momento en que falles… ¡zas! – Harry hizo un gesto bastante elocuente sobre lo que pasaría con su cabeza si fallara – Pero por lo menos es bastante más productivo que lo tuyo… ¿a qué te dedicas ahora¿A engrosar las listas del paro?

A Ginny no le gustó ni un pelo la alusión socarrona de Harry hacia su actual condición de desempleada. ¿Qué culpa tenía ella si había un montón de sanadores trabajando y no había plazas para los recién incorporados a la profesión?

- Por tu bien, procura no ponerte enfermo en Inglaterra – le amenazó ella, medio en serio, medio en broma.

- Primero encuentra trabajo y luego podrás amenazarme con propiedad – la picó Harry.

Y de repente, todo sucedió muy deprisa. Ginny se quedó contemplando durante décimas de segundo la sonrisa traviesa que esbozaba Harry y se dio cuenta de que aquella era una ocasión idónea, una oportunidad de esas que solo se te presenta dos o tres veces en la vida. Así que ni corta ni perezosa, se lanzó sobre el chico y simplemente le besó.

Para Harry todo pasó también en un abrir y cerrar de ojos. En un momento estaba bromeando con Ginny, cuando al siguiente sentía los labios de la pelirroja sobre los suyos. Y sin saber exactamente porqué, quizás por ese instinto animal que tarde o temprano siempre sale a la luz, Harry se encontró profundizando el beso de una manera un tanto salvaje que en nada se correspondía con su forma de ser o actuar.

Pero tan rápido como empezó, todo terminó. Ginny se separó del moreno, satisfecha por el resultado y con una pequeña sonrisa en la cara.

- Buenas noches – susurró la pelirroja, posando un corto beso sobre los labios de Harry.

El joven por su parte se quedó ahí, mirando como Ginny se alejaba hacia la casa y todavía preguntándose qué demonios acababa de ocurrir, mientras la nieve comenzaba a caer suavemente sobre él.


Este ha sido el primer capi en el que ya he liado la madeja un poquito, como a mí me gusta. En el segundo lo liaremos todo un poco más, veremos las consecuencias del beso y alguna que otra cosilla más, todo ello envuelto en un ambiente muy navideño.

Y antes de despedirme, lo de siempre: reviews si os ha gustado, reviews si no os ha gustado o reviews si os ha dejado indiferentes. El caso es saber vuestra opinión, por favor.

Besotes.

bars9