N/A: No, queridos fans, no os preocupéis que no he dejado abandonado mi otro proyecto. Es que, simplemente, me vino esta idea a la cabeza - realmente tan sólo la primera escena - gracias a un fanart, y ya salió todo fluidamente, de corrido. Pero me temo que - aviso ya para evitar infartos - estará dividido en dos partes. Al menos de momento. Igual luego añado una tercera porque me vuelva a quedar demasiado largo (sí, para mí doce páginas son muchas para un capítulo xD). Pero no desesperéis que tendrá final : 3

Como os habréis imaginado es un NaLu, y está ubicado justo después del evento en la isla Tenroujima, entre su regreso y la saga actual del torneo. Para los que no lo hayan leído, hay un leve spoiler mencionado por ahí que puede ser doloroso, de modo que os aconsejo que leáis bajo vuestro propio criterio y responsabilidad.

Y no hay mucho más que decir, creo. Espero que os guste y esas cositas que siempre deseo como buena persona xD

¡Un gran saludo!

PD: ¡Gracias a mi querida Umi por proporcionarme el título! T_T

Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad de Hiro Mashima y, como todos sabéis, esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.


Natsu bufó una vez más, horriblemente molesto. Cruzó los brazos sobre la mesa de aquella cafetería cualquiera para hundir el rostro en ellos sin dejar de mirar hacia la derecha, donde Lucy parloteaba alegremente con un muchacho que se mostraba abierta y descaradamente interesado por ella. La chica, con las mejillas coloreadas de un bonito color manzana, colocándose el pelo cada dos por tres tras la oreja, parpadeaba de forma coqueta y no hacía más que reírse sin parar de las estúpidas anécdotas que le estaba contando en ese momento. A su siniestra, Happy engullía pescaditos felizmente, ignorando completamente el resto de la escena. El único que parecía enfadado y aburrido era el pobre dragon slayer.

¡Y es que no era para menos! ¡Se habían llevado toda la mañana viajando en tren — soportando ese espantoso calvario — para poder realizar una misión y les pagasen! No para que Lucy se pusiese a ligar con el primer cretino de cara bonita que se les apareciese por la estación tropezando con ellos de forma 'accidental' y terminase arrastrándoles a aquel estúpido lugar donde todo eran parejitas y corazoncitos volando por doquier.

Lo cierto era que todo en ese tipejo le resultaba odioso. Desde sus ojos verdes, su revuelto pelo negro y su piel morena, hasta su sonrisa estúpidamente encantadora. Incluso su voz ronca. No era más que un patán que se creía que podía ir quitándole a su compañera de trabajo para tontear con ella sólo porque la consideraba bonita.

"Angelical." Habían sido sus palabras exactas. "Robada del cielo y traída a esta vida de penurias."

¡Era tan asquerosamente empalagoso que hasta le había quitado las ganas de comer! ¡Y lo peor era que a Lucy parecía gustarle todo aquello! ¡No podía comprenderlo! Las mujeres eran tan rematadamente extrañas…

Cerró los ojos y suspiró muy sonoramente, en un claro intento por llamar la atención de su amiga para que recordase que tenían cosas que hacer. Hubiese podido darse por satisfecho si además el susodicho Romeo — Edgar les había dicho que se llamaba — no le hubiese mirado con cara de odio absoluto por interrumpir en su proceso de cortejo para intervenir.

—¿Sucede algo? — dijo, con voz excesivamente melosa.

Natsu separó los párpados y le miró durante unos segundos. Luego le ignoró y pasó a los ojos castaños de Lucy, que parecía haber vuelto al mundo.

—Tenemos cosas que hacer, Lucy. En serio. Vámonos.

Happy terminó con su último bocadito y se echó sobre la mesa, pasándose una de sus patitas por su barriga llena de comida fresca. Natsu desvió una de sus manos para acariciar a su amigo tras las orejas, esperando la respuesta de la chica, quien parecía buscar una excusa. No sabía si para el cretino o para él.

—Bueno… — miró el reloj que había colgado de la pared y palideció — Natsu tiene razón, me temo. Debemos irnos.

—¿Tan pronto he de separarme de ti, mi flor?

Lucy enrojeció todavía más y empezó a hacer esas estúpidas muecas que llevaba a cabo cuando se sentía halagada. Natsu rodó los ojos, completamente tentado de cogerla como un saco de patatas y llevársela de allí, por muchísimo que patalease. Al final optó por levantarse, farfullando cosas que ninguno de los dos alcanzó a oír mientras cogía su maleta para echársela al hombro.

—Hasta luego, Lucy. Vámonos, Happy.

La chica pareció ponerse nerviosa en ese momento. Se dirigió a Edgar con una de sus mejores sonrisas, diciéndole algo para intentar tranquilizarle antes de salir corriendo detrás de la estela de su amigo, que ya estaba saliendo de la cafetería. Lucy le agarró del brazo, buscando detenerle, y le miró con cierta actitud de reproche.

—¿Pero qué te pasa? Sólo estábamos charlando.

—No, lo que hacíais era perder el tiempo. Hemos venido a trabajar, Lucy, no a hacer el idiota.

—¡No estaba haciendo el idiota!

—¡Claro que sí! Sólo tonteabas con ese cretino. Pero que da igual. Quédate con él. Nosotros nos iremos a buscar a ese estúpido mago.

La misión que habían aceptado era la de capturar a un tipejo, al parecer hechicero, que no dejaba de molestar a las jovencitas de la ciudad. En un principio Happy y él habían tramado, como otras tantas veces, utilizar a su amiga como cebo para atraerle, dándole luego una soberana paliza entre los tres, cuando ya estuviese en el bote. Algo sencillo, rápido y sustancioso. Pero Lucy se estaba encargando de complicarlo todo. Se soltó bruscamente del agarre de ella y se marchó a paso ligero ante el desconcierto de su pequeño gato volador, que lo siguió flotando a su lado, sin comprender muy bien qué estaba sucediendo. Cada vez más lejos, una tremendamente indignada Lucy no paraba de gritarle que era un estúpido descerebrado y cosas semejantes, pero en ningún momento se giró para plantarle cara. Ni siquiera cuando olió la sal de sus lágrimas en el viento. Continuó caminando ardiendo de rabia — al menos no literalmente —.

—Natsu… — preguntó Happy pasado unos minutos, cuando se atrevió a abrir la boca—. ¿Por qué te has enfadado tanto con Lucy?

El dragon slayer no respondió, pero disminuyó levemente su paso. Incluso la expresión de su rostro se relajó un poco, quizás algo arrepentido por lo brusco que había sido sin motivo alguno — tenía la mala costumbre de decir lo primero que se le pasaba por la cabeza —, pero cuando lo giró, la chica ya no estaba donde la había dejado. Probablemente había vuelto al interior del local a llorarle encima a ese idiota. Notando que la vena del cuello volvía a latirle con fuerza, se dio la vuelta y siguió caminando, esta vez algo más deprisa incluso que antes. Lo único que podía pensar era que tenía muchas ganas de terminar ese maldito trabajo para regresar a Magnolia.

Y que Lucy dejase de mirar a ese estúpido con ojos de niñata enamorada. ¡Esa no era su Lucy! ¡Aquello no tenía sentido!

—¡Natsu, espérame! ¡Natsu! — Happy tuvo que acelerar porque el dragon slayer se alejaba a toda velocidad, sabiendo que luego eso le pasaría factura.

Por otro lado, la puerta del local se cerró sonoramente cuando Lucy la dejó caer con todas sus fuerzas, frustrada y dolorida por la actitud de Natsu. ¿Qué demonios pasaba con él? ¡Sólo estaba divirtiéndose un poco! ¡Acababa de saber que su padre había muerto hacía muy poco, tenía derecho! Cierto era que tenían una misión, pero no era tan urgente como para no poder gastar un par de horas en algo así. A fin de cuentas, si tenía que ser el cebo para algún mago pervertido y grasiento, ¿por qué no en una cafetería, intentando aparentar ser una chica normal y corriente? No podía comprenderle en absoluto. Al menos el rostro sonriente de Edgar le recibió gratamente en la mesa en la que le había dejado, donde volvió a tomar asiento tras pasar las manos por los bajos de su falda antes de dejarse caer sobre el cómodo sillón.

—¿No te ibas con tu amigo?

Lucy soltó algo de aire bruscamente y apretó las manos sobre la mesa, visiblemente enfadada. Aquello pareció divertir al joven, que la miró como si fuese una tierna criatura.

—Ha decidido marcharse solo, así que he decidido regresar contigo.

—Comprendo. ¿Habéis discutido?

—¿Por qué lo dices?

Edgar alargó el brazo y con los dedos le quitó algunos restos de lágrimas que se habían quedado adheridos a sus pestañas rubias. Ni lo había notado. Apurada, se pasó el dorso de la mano para terminar de limpiarlas, sintiéndose un poco mal otra vez. Nunca le había visto tan enfadado con ella. Al volver a alzar la vista, pareció caer en la cuenta del tipo de sitio en el que se encontraban, todo parejitas y de color de rosa. Se horrorizó por haber hecho a Natsu quedarse en un sitio como ese en compañía de un completo desconocido que sólo le cantaba alabanzas por su hermosura, después del empeño y la ilusión que le había puesto a aquel trabajo, aunque eso supusiese hacer de conejillo de indias de nuevo. ¿Por qué demonios no le había seguido para pedirle perdón por su comportamiento infantil y se había marchado con él?

"Qué vergüenza de mí… Por favor, no he crecido nada."

Se echó el pelo hacia detrás y se levantó, muy digna, ante la mirada atónita de su acompañante.

—¿Sucede algo?

—No. Es sólo… Que voy a buscar a Natsu.

—¿No decías que…?

—Sí, pero he hecho mal. No debí dejar que se fuese solo. — Se mordió el labio inferior, buscando una excusa que sonase bastante más convincente que 'no soporto haberle hecho quedarse rodeado de parejas estúpidas estando él solo'—. Es un desastre y seguro que acaba destrozando algo, como siempre. Cuando nos conocimos se las apañó para echar abajo una ciudad entera, así que si le dejo solo, imagínate.

De pronto, el rostro del joven se había ido deformando en una mueca bastante siniestra. Lucy sintió que se le erizaban todos y cada uno de los pelos de su cuerpo. Sin embargo, fue algo tan leve que ni siquiera parecía haber sucedido. Al segundo, sonreía de nuevo encantadoramente y la incitaba a quedarse con él sólo con el brillo de sus ojos verdes. La muchacha tragó. Ya no le parecía tan tremendamente atractivo como antes. De hecho, una pequeña alarma se había instaurado en su interior, alertándole para que saliese corriendo de allí cuanto antes. Pero no lo hizo.

—Debes de quererle mucho.

Aquella afirmación le cogió completamente fuera de combate.

—¿Cómo dices?

—A tu amigo Natsu. Si no, no entiendo por qué viajas con él cuando es tan peligroso.

—En realidad no te interesa. — Respondió, algo molesta . Natsu podía serlo para cualquier enemigo, sin embargo ella jamás correría peligro alguno a su lado y lo sabía. Aquel idiota no era nadie para ir diciendo esas cosas —. Pero es porque somos amigos. Un equipo.

—¿Ah, sí? — Edgar alzó una ceja, sonriendo con algo de malicia—. ¿Sólo eso? Entonces me siento mucho más aliviado.

La muchacha frunció el ceño, no comprendiendo muy bien hacia dónde quería encaminar la conversación. Claro que sólo eran amigos. Que sólo eran un equipo. Junto con Erza y Gray, ¡el más fuerte de Fairy Tail! Pero ninguno de los otros dos habían podido acompañarles en esa ocasión, así que se habían marchado los tres juntos, como en los viejos tiempos. Como en las primeras veces. Sintió un pequeño golpe de nostalgia golpearle el interior. En realidad, había pasado muchísimo desde la última vez que únicamente habían sido Natsu, Happy y ella. Habían sucedido tantas cosas, tantas aventuras, tantas situaciones descabelladas y atronadoras… Tantos momentos en los que la única baza para continuar era tener fe el uno en el otro. Desde la isla Tenroujima, al luchar contra ese gordo que había utilizado su cuerpo para enfrentarse a él, no habían tenido oportunidad alguna. Y anterior a esa… ¿Cuándo había dejado de hacer misiones con Natsu? Casi ni lo atisbaba, y eso la entristeció, sintiéndose aún peor, por caer en la cuenta de que, quizás, se había mostrado tan ilusionado por poder estar juntos de nuevo. A solas.

"Eso suena a cita." En su cabeza, una vocecilla muy similar a la de Happy retumbó con sorna, haciendo que enrojeciese hasta la raíz del pelo.

Recordó a Mirajane el estúpido malentendido que había provocado muchísimo tiempo atrás, sintiéndose de nuevo como una niña estúpida al reaccionar de una forma tan exagerada por pensar en ella y en Natsu de esa manera. ¡Eran amigos! ¡Sólo amigos! … ¿Verdad? Continuó cavilando, importándole muy poco o nada que Edgar siguiese allí, observándola como quien admira una bella pintura. Lo cierto era que, a sus ojos, Lucy era una mujer demasiado hermosa para andar junto con ese cretino de pelo rosa y su repelente gato azul con alas. Debía hacer algo para alejarla, aunque resultaba tremendamente evidente que el vínculo que se había forjado entre ellos era fuerte.

"Demasiado, para mi gusto."

Suspirando pesadamente, arrastró la silla al levantarse y fue hacia la barra para pagar la comanda. Después regresó junto a una atónita Lucy, quien se apresuró en apartarse de él cuando le pasó el brazo por encima de los hombros, detalle que, desde luego, no pasó inadvertido.

—Ehm, ¿qué sucede?

—¿No resulta evidente? Está claro que estás muy preocupada, así que voy a ayudarte a encontrarle.

—¿… En serio?

—¡Claro que sí! Ya dejaremos nuestra cita para otro día. — Le guiñó un ojo y le indicó que saliese del local antes que él.

Fuera, Lucy recapacitaba un poco, pensando que quizás le había juzgado malamente. Aunque la expresión que había tomado su rostro segundos antes era difícil de olvidar. De modo que se mantuvo a una distancia prudencial de él mientras avanzaba por la ciudad, intentando adivinar qué dirección había tomado su amigo. Tras ella, Edgar sonreía. No iba a ser difícil que la joven terminase cayendo en sus manos.


Un par de horas después, en la otra punta de la ciudad, un derrotado Natsu se dejaba caer de cara contra un edificio de piedra marrón, mientras Happy revoloteaba, sintiéndose también tremendamente vencido, puesto que no había forma alguna de dar con el mago pervertido. Y eso les desesperaba. Sobre todo el pensar que a Lucy se le habría ocurrido alguna estrategia para dar con él… o al menos, ella habría atraído a ese tipo sin dudarlo. A no ser que fuese de gustos extraños como Everlue.

—Natsu… — se quejó el gato—. No encontramos nada.

—Aye… — comentó, deprimido.

Comenzaron a moverse sin demasiadas ganas. La gente les evitaba por ir tambaleándose con un cierto aura de oscuridad a su alrededor, demasiado preocupados ya por sus propios affaires que porque unos extraños anduviesen como fantasmas por toda la zona. Así, llegaron hasta una bonita fuente en cuyo centro se encontrada, esculpida, la figura de una hada danzarina a la que no le hicieron el menor caso. Tomaron asiento en los bordes de la misma, hundidos en su propia miseria, sin percatarse de que a su lado un hombre mayor lloriqueaba mientras le daba de comer a unos bonitos patos que nadaban felizmente en el agua.

Happy se colocó entre el desconocido y Natsu, con la cabeza gacha. Emitió un leve suspiro antes de caer en la cuenta de que había alguien a su lado, y que aquel señor que parecía tan triste y derrotado como ellos podía llegar a saber algo.

—Oye, Natsu. ¿Y si le preguntamos a él? — señaló al tipo con la pata derecha mientras que usaba la izquierda para llamar la atención de su amigo.

—¡Eres un genio, Happy! ¿¡Por qué no se nos habrá ocurrido antes!? — Se levantó para colocarse frente a él—. Disculpe, señor ¿Sabría usted dónde podríamos encontrar al mago pervertido?

El hombre giró la cabeza, conmocionado, dejó de hablar con los patos y le cogió de los brazos, comenzando a zarandearle con fuerza.

—¿¡Sois magos!? ¿¡Habéis venido a detenerle!? ¡Por favor, por favor, salvad a mi pobre Sally!

Natsu alzó una ceja, extrañado.

—¿Qué tiene que ver su hija con el salido?

—¿¡Cómo que…!? ¿¡No lo sabéis!? — la cara que pusieron los dos fuer claro indicador de su ignorancia. El señor se calmó un poco y suavizó el agarre, si bien Natsu probablemente no había sentido absolutamente nada en las zonas de presión—. No lo sabéis… ¿Acaso no dejaron constancia de ello en el cartel del trabajo?

—Lo único que decía era que en esta ciudad había un mago pervertido que se dedicaba a perseguir jovencitas — aclaró Happy ante la atónita mirada de su interlocutor.

—¿¡Cómo se les ocurre!? Escuchad, ese tipo se hace llamar Dorian, y no sólo se limita a molestar a las chicas… Al principio sí que era así, pero hace ya casi un mes… — las manos le temblaron — empezó a secuestrarlas. No sabemos dónde la tienen y estamos desesperados… Mi Sally, mi Sally… — extrajo una foto de uno de los bolsillos de sus pantalones y se la tendió para que la viesen —. Si podéis encontrarla, por favor…

Natsu cogió la imagen mientras Happy se colocaba a su lado para ver, flotando en el aire. Y a ambos se le cortó la respiración al contemplar a la muchacha reflejada en ella. Lo primero que hizo el dragon slayer fue girar la cabeza en todas las direcciones posibles, sin que el hombre pudiese comprender qué estaba sucediendo. El gato subió lo más alto que pudo, tremendamente apurado también, mirando por doquier.

—¡Natsu! ¡Natsu, no la veo!

—Maldición. — Le dejó la foto al señor en la mano—. ¿Todas las chicas que han desaparecido son como su hija?

—Bueno… Sí, pero…

Salió corriendo sin dar ningún tipo de explicación mientras escuchaba de fondo los gritos del tipo, que le deseaba buena suerte en su búsqueda. Pero Natsu no escuchaba nada. No atendía a nada que no fuese intentar encontrar el olor de Lucy por las calles de la ciudad. La chica de la foto era tremendamente parecida a ella, tanto en la forma de vestir como en el color de pelo y casi el peinado, con la diferencia de que tenía el rostro pecoso y algo más redondeado, amén de unos bonitos ojos azules. Si todas eran como ella… Si todas se parecían a Lucy…

Tan acelerado como estaba no conseguía prestar atención adecuadamente, de modo que optó por detenerse, con el corazón en un puño, y relajarse. Pero le costaba. Lo único que se le venía a la mente era que la había dejado sola. ¡Sola! Sabía que era fuerte, pero también demasiado atolondrada, y con alguien así rondando por la zona… Sacudió la cabeza con fuerza, intentando dejar de lado pensamientos negativos. Nada le garantizaba que estuviese en peligro. Sí, probablemente siguiese en esa estúpida cafetería, o al menos con ese cretino. Sí. Lucy iba a estar bien. Lucy iba a estar bien. Si algo le sucedía, él podía ayudarla.

De pronto le llegó su aroma, leve, como una caricia. Aspiró rápidamente y varias veces, intentando no perder la esencia, buscando el origen de la misma. Cuando estuvo bien seguro de la dirección que debía de tomar, comenzó a correr otra vez, ahora con la certeza de que podía encontrarla. Desde las alturas, Happy se fijó en que Natsu había vuelto a tomar el ritmo así que empezó a seguirle, inspeccionando el terreno para ver si daba con ella antes que su amigo y poder advertirle. Pero pronto la ciudad comenzó a terminarse, y Natsu comenzó a pensar que se había equivocado de fragancia, porque era tan leve que casi se perdía sola en el ambiente. Sin embargo, había algo dentro de su cabeza que le obligaba a seguir esa esencia, no perderla ni un solo momento. Su fuero interno reconocía que era la de Lucy. Sabía que era la de Lucy. Por muy débil que fuese podía localizarla allá donde fuere, porque la conocía casi mejor que ninguna otra en el mundo. Por eso, cuando llegaron a los lindes de la urbe y no había ni rastro de ella, el muchacho supo que sus temores se habían hecho realidad.

Aquel tipejo la había atrapado.

Y por su culpa. Porque había sido tan estúpido como para dejarla sola cuando estaban en una misión como aquella. Porque se había molestado estúpidamente con ella.

"¡Maldición! ¡Maldición, maldición, maldición! Lucy…"

—¡Vamos, Happy!

—¡Aye, sir!

El gato le cogió de la espalda, como era habitual, y prácticamente a ras del suelo, comenzaron a volar en la dirección que la nariz de Natsu le indicaba.

"Tranquila, Lucy. Te salvaré, te lo prometo."


No muy lejos de allí, la joven manga estelar abría los ojos, aturdida. Confundida, se percató de que había muchas caras que la estaban observando con curiosidad en ese momento, lo cual provocó que prácticamente saltase del lecho en el que estaba acostada hacia atrás, alejándose de las personas que la estaban mirando. Se tranquilizó cuando se dio cuenta de que no eran más que muchachas jóvenes, unas nueve, todas ellas rubias y más o menos de su edad y apariencia.

—¿Qué…? — dejó de estar a la defensiva para acercarse a las dos que estaban sentadas en la cama que había estado ocupando, quienes la recibieron con una tibia sonrisa en el rostro, casi compasiva.

—Hola. No sabes cuánto sentimos encontrarte aquí.

—¿Cómo dices?

—¿No sabes qué te ha pasado?

—No… — comentó, notando aún la cabeza pesada—. Lo último que recuerdo es haber salido con Edgar a buscar a Natsu y luego aparecer aquí con vosotras.

—¡Maldito cerdo! — gritó una al lejos, alzando el puño—. ¿¡Ahora se llama Edgar!? ¡A mí me dijo que era Ujio!

—¡A mí Steve!

—¡A mí Mario!

Lucy parpadeó, confusa, examinando la habitación en la que se encontraba. Era grande, pero no como para contenerlas a todas, de modo que supuso que el resto estaba hospedaba en otros lugares. Lo cierto es que su diseño era encantador, muy femenino, con las paredes pintadas de blanco, encajes en tonos pastel, azules, verdes, amarillos… Los cojines parecían blanditos, rodeados de peluches de ositos, conejitos, y un gato que, misteriosamente, se parecía a Happy, salvo que era de color violeta, con sus alitas blancas incluidas. Había tres camas iguales, todas ellas con edredones mullidos, de flores y corazones. La muchacha se deslizó hasta poner los pies en el suelo. No había ni una sola ventana por la que mirar, tan sólo una puerta principal.

—¡Ah! — de pronto pareció caer. Se llevó las manos a las caderas, horrorizándose al notar que no tenía las llaves de sus espíritus—. ¡Maldito cerdo! ¡No sólo me secuestra si no que me quita mis llaves! ¡Como le pille le mataré!

—Yo soy Sally — una de ellas, la que había estado más cerca junto a la cama, se levantó y le tendió la mano —, ellas son Marie, Tsubame, Danielle, Leona, Talulla, Naru, Kelly y Susan. ¿Y tú?

—Lucy — respondió, sonriéndoles con algo de cansancio—. ¿Cómo hemos terminado aquí?

—Es por culpa de ese pervertido de Dorian. Se dedica a secuestrar chicas rubias del pueblo y a encerrarlas en su estúpido escondite subterráneo. — Contestó Naru, con los carrillos hinchados—. ¡Un mago no debería hacer uso de sus poderes para este tipo de cosas!

"¿Mago…?"

Entonces cayó en la cuenta. ¡Edgar era el mago salido que molestaba chicas! ¿¡Cómo había podido no verlo!? Se sintió tan avergonzada de sí misma que incluso se sonrojó; debía de ser la idiota más grande de la historia de todos los mundos. Por supuesto que lo más normal del mundo era, buscando a un acosador, fiarte del primer cretino que te dijese cosas bonitas. Estuvo tentada de golpearse la cabeza contra la pared hasta hacer un agujero del tamaño del cuerpo de Happy, pero como no quería asustar más a las chicas, desistió. Simplemente se llevó una mano a la cabeza y suspiró profundamente, hundiéndose algo más en su miseria. No sólo se había enfadado con Natsu por un desconocido sino que encima había resultado ser el cretino acosador… No iba a poder mirarle a la cara en la vida.

"¡Un momento! A no ser…" Podía intentar vencerle ella sola y decirle a su amigo que todo había sido un elaboradísimo plan maestro para despistarle. Con lo ingenuo que era el muchacho, seguro que la creía. "Sí, seguro que sí."

Entonces recordó su rostro enfadado cuando había salido tras él de la cafetería, y algo le golpeó en el estómago desde el interior de su cuerpo. La sonrisa que se había dibujado en su rostro desapareció, dejando paso a algo parecido al desasosiego. Estaba claro que había decepcionado a Natsu; aquello le dolía más que cualquier otra cosa en el mundo. Incluso que el que le hubiesen tomado el pelo como una estúpida. No podía encima ir y mentirle por haberse comportado como una niñata adolescente sobre hormonada.

—¿Lucy? — Sally se colocó a su lado, con el semblante preocupado, y le puso una mano en el hombro—. ¿Te encuentras bien? Estás llorando.

—¿Qué…? — se tocó las mejillas. Estaban húmedas. Bufó, limpiándoselas con fuerza. Desde luego, con esa actitud no iba a conseguir absolutamente nada—. No os preocupéis. Simplemente es que me ha hecho sentirme como una tonta.

—Como a todas, querida. — Añadió Kelly—. Como a todas. Con esa carita mona que te trae, esos ojazos… Empieza a contarte cosas bonitas, y claro, caes rendida.

—Encima como tampoco hay muchos chicos guapos en el pueblo que digamos. Pues era bien fácil… — Marie se levantó de la silla del pequeño tocador que había a la derecha de la habitación, entre dos de las camas, y se acercó a ellas.

—¿Y no habéis pensado en salir de aquí? — preguntó Lucy.

—¿¡Estás loca!? ¡Ese tipo es un hechicero! ¿Cómo vamos a hacerlo sin ayuda? Además, Lulla es la que más tiempo lleva aquí y la última vez que lo intentó terminó inconsciente durante varios días. — La mencionada asintió con la cabeza, confirmando lo dicho.

—¡Entonces no os preocupéis más por eso! — se puso de pie de golpe e hizo el signo de la victoria con los dedos, guiñando un ojo—. Tenéis ante vosotras a una genuina maga estelar. — Aquella afirmación arrancó exclamaciones de sorpresa de todas sus compañeras de 'celda'—. Lo único que tenemos que hacer es conseguir recuperar mis llaves y podré darle una paliza por todas nosotras. — Se llevó la mano a la boca, pensativa—. ¿Dónde podría haberlas dejado…?

Se sucedieron unos segundos de relativo silencio, en el que sólo los leves cuchicheos de las chicas eran el único sonido. Lo cierto era que Lucy no tenía ni idea de por dónde empezar, ni si quiera cómo de grande era el lugar en el que las tenía presas. Pero probablemente ellas sí, ya que decían llevar bastante tiempo. Le llamó la atención que, a pesar de estar en cautividad, todas iban bien vestidas y aseadas, sin rastro alguno de haber pasado hambre o necesidad. Estaba claro que Edgar… Dorian, no las retenía para hacerles daño.

"Sólo es un guarro…" pensó con desagrado. Se llevó las manos a la cara y suspiró, mientras su mente viajaba directamente hacia su compañero de misión. "Natsu, ¿dónde estás?"

—¡Lucy! — Tsubame se acercó a ella, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos, colocando las manos sobre su regazo para llamar su atención—. Creemos saber dónde puede haber dejado tus llaves ese cerdo, pero tú sola no vas a conseguirlo. ¡Déjanos ayudarte!

—¡Estáis locas! ¡Ese tipo puede haceros daño! Vosotras mismas lo habéis dicho, es un mago y no podéis hacerle frente.

—Pero no es lo mismo — añadió Danielle—, nosotras conocemos este lugar mejor que tú. ¡Adivina en qué gastamos el tiempo cuando Dorian se va de paseo a por nuevas chicas! Generalmente no está mucho por aquí. Sólo un par de días a la semana, para estar a solas con sus capturas recientes.

—Aún así, puede haceros lo mismo que a Talulla. No puedo permitirlo, lo siento.

—¡Pero tienes que permitir que una de nosotras vaya a buscarlas! — Suplicó Marie—. No hace mucho que te trajo aquí y dentro de poco vendrá para llevarte a su habitación. Si no te encuentra sospechará y entonces nuestra oportunidad se irá volando con el viento.

—¿Y no es su habitación donde las tiene guardadas…?

En ese momento sonaron unos golpes contundentes que provocaron que todas se sobresaltasen. Sally se lanzó sobre ella contra la cama y le susurró algo al oído, haciendo que Lucy abriese los ojos, confundida, pero asintió con la cabeza. Se levantó, muy decidida, y caminó hacia delante mientras Kelly le abría la puerta deseándole buena suerte. "Y sobre todo ganas." Le había dicho. Al otro lado se topó con el atractivo rostro de Edgar, que esta vez no le provocó ni una pizca de placer visual, sabiendo lo que era y lo que estaba haciendo. Atravesó el umbral con los puños apretados y caminó, orgullosa, cuando le cedió el paso. Mientras andaban por los pasillos de piedra oscura, pudo percatarse de que tampoco había ventanas, sólo antorchas prendidas, lo que le hizo pensar que quizás estarían bajo tierra. Eso dificultaría el que Natsu la encontrase, pero como se había metido en ese embrollo ella sola, sería la única encargada de salir de allí. Las palabras de Sally le golpeaban la cabeza con insistencia.

"No te fíes ni un pelo de lo que veas. Creemos que es ilusionista o algo así porque ninguna ha dado una descripción de él igual que la otra. Así que ten cuidado."

Respiró profundamente. Afortunadamente ninguno de los dos dijo nada mientras avanzaban por los pasillos y recovecos de aquella fortaleza subterránea. Lucy intentó recordar el camino para poder volver sola, pero fue en vano. Demasiadas vueltas. Demasiadas esquinas iguales. El muy maldito lo tenía todo perfectamente planeado. Se preguntaba cómo iban a lograr las chicas hacerse con sus llaves y regresar sanas y salvas antes de su retorno. Se mordió el labio inferior, incapaz de dejar de pensar en Natsu, a pesar de que estaba intentándolo con todas sus fuerzas. Al final su subconsciente siempre terminaba dependiendo de él, sobre todo sabiendo que estaba tan cerca y que probablemente ya la estaba buscando.

"O a lo mejor no. A lo mejor se ha cansado de dar vueltas sin encontrar a Edgar y se ha tirado en el hotel a descansar…"

Otra vez esa extraña sensación golpeándole en la boca del estómago. No, eso no era posible. Seguro que estaba tras su pista. Sí. Seguro.

—Pareces preocupada, Lucy, querida. — Su voz ahora le resultaba empalagosa y excesivamente melosa. Tuvo ganas de meterle una piedra en la boca para hacerle callar. ¡Se sentía tan estúpida!

—No lo estoy en absoluto. — Respondió, aunque tembló un poco al hablar.

—Claro que no, porque tu príncipe azul vendrá a buscarte.

Al principio tuvo problemas para identificar que se refería a Natsu. Cuando su mente fue capaz de procesarlo, enrojeció, más por la vergüenza que por otra cosa, no porque realmente considerase que pudiese llegar a serlo… ¿Verdad?

—Natsu vendrá. — Fue lo único que dijo. Más como una sentencia que otra cosa. E intentó no romperle la cara cuando empezó a reírse a carcajada limpia.

—Pues no sé cómo va a encontrarnos, si no estamos a la vista. — Por fin se detuvo frente a una puerta. Introdujo una llave antigua en la cerradura y la giró. El 'clic' que sonó fue indicativo de que se había abierto, así que empujó hacia el interior mientras se hacía a un lado para dejarle paso nuevamente—. Por favor.

La atravesó, dando con una estancia mucho más amplia que la habitación que habían estado ocupando ella y las chicas. Su decoración era bastante más frugal, sencilla, masculina, de muy buen gusto. Muebles negros y blancos, pulidos, de una gran calidad. Una enorme cama estaba al fondo contra la pared, con doseles, bonitos cojines bordeados con puntillas blancas, además se sábanas que parecían de seda. A Lucy se le puso la carne de gallina al contemplarla, imaginándose todo tipo de escenas… de poco agrado para ella. Edgar dio un portazo y cerró con llave, provocándole un nuevo sobresalto. Caminó un par de pasos hacia delante, alejándose del colchón para dirigirse hacia el escritorio, sin un solo papel encima.

—Eres la más hermosa de cuantas mujeres he recogido. ¿Lo sabes, Lucy? — comenzó a aproximarse a ella sinuosamente. La chica empezó a tantear la mesa que tenía detrás, buscando algo contundente que lanzarle si se acercaba demasiado, pero no conseguía dar con nada. La idea de que le tocase le estaba dando asco. Sin embargo, no podía moverse ni un ápice—. Lo cierto es que me gustas bastante más que las otras. — Al llegar a su lado le acarició el rostro con los dedos. Lucy giró la cara para evitar el contacto en la mayor medida dentro de lo posible y cerró los ojos—. Además, eres poderosa. Juntos podríamos hacer grandes cosas. Sólo tendrías que quedarte conmigo… — La estaba seduciendo claramente y lo peor era que estaba cayendo en su juego—. Despacharía a las otras. Te sería fiel…

"No… No, no quiero esto. Por favor… Natsu…"

—Te podría dar cosas que ese cretino de tu amigo ni siquiera sabe que existen…

Aquello le hizo separar los párpados con brusquedad, y si bien estuvo tentada de mirarle a la cara para pedirle explicaciones, no lo hizo. Simplemente preguntó, notando como una especie de gusano empezaba a revolvérsele en las tripas de puros nervios.

—¿Por qué estás tan empeñado en sacarle…?

—Oh, vamos, no creas que soy estúpido. Cualquier idiota puede darse cuenta de lo que es más que evidente.

"¿Evidente? ¿Qué es evidente?"

No lo entendía. No comprendía nada. Pero no podía dejar de pensar en él. Quería que apareciese de la nada, como siempre, destrozando las paredes y arreándole un puñetazo en la cabeza a ese idiota para que dejase de tocarla mientras decía incoherencias. Sobre todo cuando empezó a notar que los dedos de su mano subían por el trozo de pierna que estaba al aire para colarse por debajo de su falda. Quería patalear, llorar, escupirle en la cara y salir corriendo de allí. Pero no podía. ¿Por qué no podía? ¿¡Por qué!?

"Magia…"

De pronto se escuchó un tremendo estruendo que venía del exterior, como una especie de explosión, seguidos de unos alaridos que le resultaban tremendamente conocidos. Edgar se separó de ella bruscamente mientras a Lucy se le llenaban los ojos de lágrimas y gritaba a pleno pulmón. Como si no tuviese otra vida.

—¡Natsu!