Es la primera vez que publico lo que sea en cualquier sitio asi que si por favor alguien lee esto... deja review! Aunque sea malo. Ah, y probablemente lo haya hecho todo al revés, haya puesto los nombres mal, los personajes no sean los que digo... a partir del capítulo cinco, leí Pawn to Queen, de Ridley. No sé si me influenció un poco o no, pero bueno, yo aviso. GRACIAS!!!
1. COMIENZA EL CURSO
Jesse tomó asiento en la gran mesa de profesores de Hogwarts, que presidía el comedor donde cientos de alumnos comenzaban a acomodarse. Sintió un aleteo en el estómago al verse ahí arriba frente a lo que ella misma había sido, y un ligero mareo al intentar evitar pensar lo rápido que había pasado el tiempo. Aunque tampoco había sido tanto; sólo hacía dos años que ella había terminado en Hogwarts. Miró las caras a su alrededor; ahora compartía con ellos la mesa. Era extraño... todo lo que le rodeaba era extraño.
Para empezar, Jesse había nacido muggle hija de muggles. Nada mágico en sus orígenes, o en ella misma. Nunca pudo pensar que hubiese algo especial en ella. Y de pronto, a una edad mucho mayor que el resto de sus compañeros, recibió la carta. Había sido admitida en un colegio de magia. Al principio no fue a Hogwarts, sino a un colegio en el que adelantó toda la materia atrasada. Su mente al menos sí se había desarrollado y poseía una gran inteligencia y capacidad que hicieron de esto una tarea fácil; además ella puso todo su empeño: ¡no todos los días se estudia para ser bruja! Jesse aprendió toda la teoría, pero a diferencia de sus compañeros nunca pudo hacerla funcionar; sabía mezclar pociones, pero no lograba que los hechizos que hacían funcionar la mezcla... eso, funcionasen. No paraba de pensar que todo era un error y su estado de ánimo iba de la exaltación a la derrota más absoluta. En dos años, sin embargo, fue admitida a cursar sexto curso en Hogwarts. Y no mucho más tarde, encontró la magia en algún lugar dentro de ella. Además, tenía otro tipo de dones. Mucho tiempo entre magos sin ser bruja ella misma había hecho que desarrollase otras percepciones más allá de lo normalmente posible. Así, tenía un don especial para tratar a la gente, para el subterfugio en la palabra, para allanar los caminos hablando, para convencer; además, sabía evaluar a las personas, sabía cosas, presentía a veces lo tortuoso de sus caminos y sabía como ayudarles. Por eso sus años en Hogwarts, pese a empezar tarde, no fueron tan difíciles como cabía esperar. El sombrero seleccionador la colocó en Gryffindorf, no sin muchas dudas antes, y allí entabló amistad con un gran número de compañeros. Nunca tuvo enemigos, lo cual no era poco para casi una muggle, menos incluso que squib, que además no dudaba en acercarse ni a los mismísimos Slytherin.
Una figura sombría interrumpió sus pensamientos. Severus Snape. Recordaba bien a su profesor de Pociones, pese a que sólo le había dado clase unos meses. Solía dejar una huella... difícil de borrar. Observó descuidadamente sus andares felinos, la facilidad con la que podía pasar desapercibido. Intentó ver más allá, pero Snape no era un hombre cerrado; era un hombre hermético. Podía ver dolor, podía ver furia, podía ver poder, mucho poder, y mucha oscuridad. Extraña mezcla, sobre todo teniendo en cuenta que el resultado no le desagradaba. Y su instinto rara vez le fallaba. Lo único que sabía de Severus Snape era su tendencia a ser injusto con sus alumnos, algunos rumores sobre su pasado demasiado horribles para creerlos y... que le estaba dirigiendo una mirada torva en ese preciso momento.
Su vista saltó como casualmente a la profesora McGonagall... ah, la estricta Minerva. Era una gran persona, y una gran bruja, una animago ni más ni menos, pero necesitaba aprender a ... relajarse. A ver un poco más allá de sus gafas. Tal vez debía dejar de adorar y cuidar a sus pequeños Griffindorfs y cuidar de sí misma. A su lado estaba un profesor nuevo, al que no conocía. Llevaba allí desde el año que ella terminó; tenía entendido que sustituía al profesor Flickwick en la materia de historia. No se detuvo en él porque en ese instante la barba color plata de Albus Dumbledore, el director, brilló en la entrada. Al cruzarse con su mirada sus ojos le sonrieron un instante y ella asintió en señal de saludo. El director la había ayudado mucho a enfrentarse a sus diferencias; incluso le había presentado a algunos de los que luego serían sus mejores amigos, grandes magos diferentes de los demás, que le enseñaron que las diferencias la convertían en alguien especial.
Todos estaban sentados. Jesse tenía a su izquierda al profesor Snape y a su derecha a la profesora McGonagall. Con un suspiro se giró hacia la que parecía ser la peor opción, ya que Minerva susurraba algo a Dumbledore.
- Snape...
- Señorita Twilinger...
- ¡Oh, vamos, ahora somos compañeros! Puedes dejar las formalidades.
¿Qué tal han sido estos dos años en Hogwarts?
- Bien supongo. –dijo sin levantar la vista siquiera- Sin mucha novedad. Sólo todo eso de que Voldemort intentara matarnos a todos varias veces...- dijo con sorna- y que hemos cambiado tres veces de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras
...Lo cual era un ataque dirigido hacia ella, ya que este era su puesto. Valiente, pensó, no era uno de esos advenedizos que temblaban al oír ese nombre. Pero ni un poco más simpático de lo que lo recordaba. "Esto va a ser difícil de manejar..." pensó para sí. Snape no era alguien que quisiera tener en contra aunque puede que tampoco a favor. Y sabía que empezaba con mal pie; él siempre había querido enseñar su asignatura en vez de Pociones. Jesse pensó que la raíz de su amargura debía de estar en que no se daba cuenta de que había muchos profesores brillantes en Defensa contra las Artes Oscuras, pero pocos tan brillantes como el en Pociones. Aunque fuera difícil decidir en cuál era él más poderoso, era más necesario allí. Y, dado el pragmatismo de Slytherin, él debería entenderlo. Pensó que ya se encargaría más tarde de recalcárselo. Pero por ahora se conformó con contestarle un irónicamente compasivo "Una de estas veces será tu turno, tranquilo, Snape".
Con un bufido, Snape se concentró en su comida, y Jesse se encontró con la mirada cariñosa de Minerva McGonagall. Rápidamente entablaron conversación, y se olvidó de la oscura figura de su izquierda.
Cuando termino la comida, el nuevo profesor se acercó a ella.
- Jessica Twilinger, he oído ¿verdad?
- Sí, hola. ¿Usted es...?
- Oh, bueno, tutéame ¡por Merlín!, que no soy tan mayor.- la verdad es que apenas tendría diez años más que ella.- Profesor Elwyn McRoy, doy clase de Historia de la Magia.
- Sí, eso lo sé. ¿Estudiaste aquí en Hogwarts?
- No, la verdad es que no; pasé varios años estudiando en el un colegio en Francia y luego trabajé en el mundo muggle.
- ¿Oh, de verdad? Yo soy nacida de muggles, y por muy poco, casi muggle yo también- rió ella.
Y no pudo evitar que su sonrisa se ampliara al ver como el trataba de disimular su embarazo ante esta proclama de tan... ejem... humildes orígenes. No provenir de magos era considerado por muchos una deshonra. Otros lo veían normal, pero generalmente no era algo que se anduviese aireando por ahí como una bandera.
- Y ¿cuál era tu trabajo?
- Oh, de todo un poco. Llegué a televisión ¿sabes? Muy divertidos estos muggles... oh, perdona, no te ofendas...
- Tranquilo- rió.
Se desembarazó de él tan rápido como pudo. No se le daba bien la charla intrascendente, y había algo en él que no terminaba de gustarle. Cerró tras de sí la pared de su habitación con un conjuro especial; después de todo, había estudiado allí y sabía que a los chicos de sexto les gustaba gastar bromas a los profesores nuevos que no tenían demasiado mal carácter...
Se quitó la capa y la chaqueta. Tendría mucho trabajo. Era buena en su asignatura, pero Dumbledore no sólo la había traído aquí por eso. Sabía que ella era una de las únicas personas capaces de ayudarle a poner orden en Hogwarts en unos momentos tan difíciles como aquellos. La amenaza de Voldemort era cada vez mayor y los nacidos de muggles temían especialmente por sus vidas. Además, la guerra entre Gryffindorf y Slytherin se había vuelto más cruenta que de costumbre. Y no le extrañaba. La casa Slytherin se había echado a perder, lejos de lo que habría esperado su fundador, Salazar Slytherin, y a los profesores les costaba mucho trabajo meterles en cintura y mantenerles alejados del lado oscuro. Salazar Slytherin era conocido por su grandeza, pese a tener algunas costumbres licenciosas. Pero no por su maldad. La casa que había fundado, sin embargo, tenía una reputación cada vez peor. "Merlín sabe que no me gustaría estar al cargo de ella". Esto hizo que sus pensamientos volviesen a Snape, que ostentaba esta responsabilidad.
Lo había encontrado cambiado. Su pelo... su pelo tenía un aspecto magnífico, diferente de los viejos tiempos. Ah... si dejara de experimentar sus propias pociones... Rió pensando en Snape tras tomar una de las Pociones de Alegría que preparaba otro de sus profesores. Tal vez así conseguiría sonreir. Recordó algunas de las sensaciones que había captado en el Hall, entre los alumnos. Algunas eran simple pánico, pero una le llegó separada, y claramente diferenciada. Alguien no podía dejar de pensar en que Snape había sido secuaz de Voldemort y ahora se había pasado al otro bando. Jesse no leía el pensamiento, primero porque no tenía ese don, y segundo porque no le parecía ético, pero sus percepciones a veces eran tan fuertes que el captar los sentimientos de otros llegaban al extremo de ponerles palabras, como en esta ocasión. ¿Sería cierto? ¿Habría sido Severus Snape uno de los sangrientos seguidores de Voldemort?
Jesse se preguntó que pasaba por su cabeza en esos momentos. Era un misterio para ella, algo personal, ya que todos sus dones, todo su esfuerzo parecían rebotar en él como en un muro; no conseguía extraer nada de él... era la primera vez que le pasaba. ¡La gente suele luchar contra las Artes Oscuras, pero nadie sabe luchar contra las Blancas!. No era posible que él lo hiciese a propósito.... ¿o sí? Ah, Snape... todo un misterio.
2. SNAPE
Sólo ya en sus habitaciones, Snape hizo una mueca, pensativo. Esperaba que este curso no deparase tantas sorpresas como el anterior. Aunque con su historial, un hombre como él estaba más que preparado para las sorpresas. Ni siquiera parpadeaba ante la mayoría, en realidad. Sin embargo, el nombramiento como profesora de Defensa contra las Artes Oscuras de Jessica Twinlinger había conseguido arrancarle algún gesto. Pese a lo que todo el mundo pensaba, no estaba molesto. La verdad era que prefería esa asignatura, aunque le gustaba Pociones, pero sabía que Dumbledore, por alguna razón, quería mantenerle alejado de ella, y probablemente más ahora, con todo lo que sabía sobre él. Bueno, precisamente por eso, tal vez debiera ser él el profesor... sabía muchas más cosas de las que defenderse que el resto... la mayoría las había sufrido en sus propias carnes. Casi rió.
Con un hechizo, abrió el grifo de la ducha. Se quitó la capa despacio y la colocó perfectamente estirada sobre la silla. Su habitación tenía aspecto de celda de monje, y lo sabía, pero nunca le había importado. Después de todo, no le gustaban demasiado las visitas... Cuando hasta la manilla de la puerta estaba empañada, Snape se metió a la ducha. Dejó que el agua golpease con fuerza cada milímetro de su piel, y durante unos minutos pareció como si el agua pudiese borrar todo lo anterior. Pero no podía permitirse distraerse ni un solo segundo. Salió de la ducha y se secó. Se peino el pelo con los dedos, sacudiendo la cabeza, y sin molestarse en mirarse al espejo, aún empañado, salió. No utilizaba mucho aquel espejo. Conocía de memoria su imagen, su piel blanca que contrastaba con su pelo negro; esa imagen que tanto escalofriaba a los niños de primero. Bien. Eso sí que le hizo sonreír. Recordaba a sus propios profesores, nada parecido a los de hoy. Minerva McGonagall sí que le había dado clase, pero aún ella se estaba ablandando con el tiempo. Una gran profesora, y una gran bruja.
Recordaba sus tiempos de Hogwarts como si hubiese sido ayer. Y la verdad es que no quería recordarlos porque no fueron en absoluto buenos tiempos, con esos Potter, Black, Lupin y Pettigrew todo el tiempo machacando a los demás. Sin embargo, los años habían puesto las cosas en su sitio. Black había pasado doce años en Azkaban. Puede que fuera inocente de los cargos que se le imputaban, pero al menos había pagado con creces sus deudas adolescentes. Pettigrew... bueno, esa era una cuenta que daba por saldada. O al menos la daría, en no mucho tiempo. Lupin seguía cargando con su propia vida y su propio castigo, y Potter... en realidad no se alegraba de su muerte. Le hubiese gustado un escarmiento para ese estúpido engreído, pero le apenó conocer su muerte... y la de Lily. No conseguía mirar a su hijo; tan parecido al padre que una vez le hizo la vida imposible que casi hasta le daba escalofríos. Temía un día no poder aguantarse, agarrarlo y estrangularlo en plena clase. Sonrió ante este pensamiento, pero sacudió la cabeza... dudaba que eso fuera del agrado de Dumbledore.
Se tumbó en la cama. Sabía que no iba a dormirse; no al menos hasta que fuera la madrugada. Apenas dormía, y cuando lo hacía dormía con un ojo abierto, aunque no literalmente. Ni siquiera durmiendo podía permitirse descansar. Pero estaba agotado. El pensamiento de empezar de nuevo las clases caía sobre él como cuando era un estudiante de segundo año. Cerró los ojos, pero el sueño volvió a rehuirle una noche más. Se levantó y decidió ir al aula de pociones. Tenía que encontrar una fórmula tan fuerte que hasta él se durmiese... el problema con ese tipo de fórmulas es que no permitían que fuese un sueño ligero del que se pudiera despertar ante cualquier intrusión.
No es que tuviese miedo de un ataque nocturno. En realidad, le daba lo mismo. Sólo tenía su propia vida, y dudaba que a nadie le sirviese para mucho, vivo o muerto. Pero ser un espía que está traicionando a Voldemort no era una de las cosas más seguras para hacer... y su cuerpo estaba educado para evitar el peligro.
Inclinado sobre el caldero, se puso a mezclar los ingredientes.
3.UN DÍA AGITADO
Las clases fueron mucho más divertidas de lo que Jesse esperaba. Los hechizos defensivos que conocía eran bastante útiles y mucho más interesantes que los que solían aprenderse en Hogwarts en el pasado. Los chicos rieron especialmente con el Cabrara; cuando gritabas Cabraram a tu enemigo, si este intentaba atacarte se convertía en una cabra. El único percance fue que ese maldito Draco Malfoy se negaba a volver a convertir a Neville Longbottom en él mismo, y se empeñaba en hacerle comer hierba.
Después de la comida, empezó a preparar sus clases del día siguiente. Había traído un raro espécimen de gnomo que se confundía con el simpático pero engorroso gnomo casero, pero que podía llegar a matar en minutos, y también podía convertirse en un gigante de más de dos metros cuando estaba a punto de ser vencido e inclinar la balanza a su favor. Para esa clase necesitaba el contrahechizo, por si algún alumno resultaba afectado, y la poción que impedía que fuese dañino al aumentar de tamaño, ya que ninguno de sus alumnos era tan poderoso como para poder controlarlo en esa forma.
Llamó suavemente a la puerta del aula de pociones, que se abrió chirriando un poco. Se asomó, pero no vio a nadie dentro. De pronto, como de ninguna parte, salió la figura oscura de Severus Snape.
- ¿Sí?
- Hola... yo...- notó sus temores adolescentes volver. Era increíble el efecto que este hombre podía producir en la gente, especialmente en una mujer ya crecida y segura de sí misma. Se enfureció con sus piernas por temblar. ¡Él ya no podía quitarle puntos de Gryffindorf! ¿O si?- Necesito una poción para evitar que el gnomo gigantis sea dañino en su forma gigantesca. ¿Podrías prestarme algunos ingredientes que no tengo?- procuró dar un tono de dureza a su voz.
- ¿Qué ingredientes necesitas?
- Raíz de mandrágora fresca y lupus.
Snape abrió un pequeño armario y le tendió un pequeño botecito en el que se leía "lupus".
- Las mandrágoras acaban de terminar su crecimiento. No tengo raíz fresca, pero si me acompañas, podemos recogerlas ahora mismo.
- De acuerdo, pero puedo hacerlo yo sola, no es necesario que me...
- ¿Puedes recoger raíz de mandrágora tú sola? Enhorabuena, porque creo que ninguno de nosotros somos capaces de hacerlo.
Ella se maldijo. Lo que había querido decir es que podía pedir ayuda a otra persona. Alguien que no fuera tan desagradable con ella, maldita sea. ¿Donde estaba toda su diplomacia, su aplomo, su brillantez? Se encaminaron hacia los invernaderos. Ella se tapó con la capucha, porque llovía ligeramente.
- No tienes que venir, si no quieres. Puedo pedir ayuda a alguien
- Yo también necesito raíz de mandrágora fresca.- dijo él, sin más. Luego pensó en porqué decía esto, si no era verdad. Era un ingrediente que apenas usaba, ya que la raíz de mandrágora en polvo que tenía en el laboratorio le bastaba para casi todo.- Si quieres puedo pedirle ayuda a Filch y preparar la poción para mañana, si la necesitas. – dijo al ver que los rizos pelirrojos de ella empezaban a gotear por la lluvia.
Ella parpadeó. ¿Estaba él siendo amable? Toda una sorpresa.
- Quiero decir, estaría más tranquilo si la preparase yo. No me gustaría que nadie saliese herido.
- Qué susto. Por un segundo había pensado que estabas siendo... amable
Para su sorpresa, algo como una suave risa le respondió. Sus ojos la miraban burlones. No hablaron más hasta llegar al invernadero. Una vez allí, se pusieron los guantes y las orejeras, y desenterraron una mandrágora macho. No había nada peor que intentar cortarle un trozo de raíz a una mandrágora macho. Salvo tal vez hacerlo bajo la escrutadora mirada de Snape. Este sujetaba la mandrágora mientras ella apuntaba su varita hacia la planta y murmuraba "Indolorus" y luego "Petrificatum". Pero nada de esto acallaba el grito de la mandrágora, que le llegaba amortiguado por las orejaras; sólo servía para que se estuviese quieta y no sintiese nada. La raíz volvería a crecer en menos de unas horas. Aún así, vaciló con el cuchillo en la mano. Los dedos hábiles de Snape, entonces, rodearon su mano y la empujaron hacia abajo, haciendo un corte rápido y preciso. Volvieron a plantar la mandrágora. Ella esperaba algún comentario de él sobre sus vacilaciones pero él se quitó lentamente las orejeras y no dijo nada.
Caminaron en silencio hacia los muros del castillo. Una vez allí, Snape troceó la raíz y separó los trozos en dos botes. Le tendió el más grande y guardó el otro en el armarito.
- Puedes hacer aquí la poción, si quieres. No es buena idea prepararla en las habitaciones.
Ella pensó que sería una buena ocasión para intentar sacar algo en claro sobre él.
- Si no te importa...
- En absoluto. – con un apenas perceptible movimiento de varita abrió el armarito de la pared.- coge cuanto necesites.
Y para su desilusión, salió, cerrando la puerta tras él. Ella terminó rápidamente la poción y después de limpiar todo volvió a su habitación. De pronto, notó en sus oídos la voz de Minerva McGonagall. Su habitación estaba protegida de forma que cuando alguien llamaba o quería entrar ella lo oyese, estuviese donde estuviese. Dio un golpe con la varita y la pared se abrió, dejando entrar a la profesora McGonagall, que con un elegante movimiento confirmó que aprobaba la decoración más bien simple del cuarto.
- ¿Qué tal, querida? Sólo quería ver qué tal te habías instalado y cómo habían ido tus primeras clases.
- La verdad es que han sido estupendas... y Hogwarts es un sitio maravilloso. Hay mucha más calma aquí que en cualquier otro lugar.
- Sí, es cierto... es una de las razones por las que me gusta tanto enseñar aquí.
"Puedo imaginarme otras" pensó Jesse, pero sin maldad. Apreciaba de veras a la profesora McGonagall. De hecho, había seguido en contacto con ella tras terminar el colegio, y casi se podía decir que, salvando la diferencia de edad y costumbres eran algo así como amigas.
- Pero hija, ¡estás empapada!- había olvidado secarse, y con el calor del aula de pociones ni se había dado cuenta de que la ropa se le pegaba a la piel.
- Sí... he salido con Snape al invernadero a por raíz de mandrágora.
- Pero cambiate... y a propósito de Snape, ¿qué tal? Lo más duro de los nuevos profesores de Hogwarts, según dicen, es ser colegas de su antiguo profesor de Pociones- rió. – no, es broma. ¿Qué tal te manejas con el resto de nosotros?
- Pues... la verdad, no he tenido mucha opción de hablar. Con mis antiguos profesores, la verdad es que bien; siempre me llevé bien con ellos, excepto con Sybill, pero tengo entendido que apenas baja a las horas comunes
- Es cierto- el rostro de Minerva se había puesto algo serio al mencionar a Sybill. Jesse sabía que la profesora de Adivinación, que no paraba de profetizar muertes de alumnos hasta aterrorizarlos, no era del agrado de McGonagall, como tampoco del suyo. La había visto convertir grandes magos en un hatajo de nervios inútiles. – Y ¿qué tal ese nuevo al que no conocías, Elwyn? ¿Sabes que fue modelo? Las alumnas están encantadas con él- ri
- Oh, McRoy... no lo sé. Apenas hablé con él.
- ¿Sí? Pues él apenas te quitó ojo de encima en toda la noche- rió de nuevo, nerviosamente, medio escandalizada por su propio comentario.
- Oh, vamos, Minerva.... ¿vas a dedicarte tú ahora a profetizar romances?
Las dos rieron.
- ¿Qué tal todos esos asuntos del joven Harry Potter y sus dos amigos contra Voldemort? ¿Es cierto todo lo que se cuenta?
- Sí, bueno. Tú aún estabas aquí en su primer año, así que supongo que recordaras todo el asunto de la piedra filosofal
- Sí, no fue algo como para olvidarlo...
- En el colegio se respira el miedo, Jessica...- Jesse levantó la vista sorprendida. Hacía mucho que nadie la llamaba por su nombre completo.
- Pero Hogwarts es...
- Lo sé, lo sé, el lugar más seguro bajo el mando de Albus Dumbledore... es el mago más poderoso de todos los tiempos, pero me preocupa que Voldemort pueda lograr algo contra él, ahora que cada día su poder aumenta un poco más
- ¿Y cómo está él?
- ¿Quién? ¿Dumbledore? ¿Cómo quieres que lo sepa?
- Vamos, Minerva, no vas a decirme que vosotros no...- ante la cara de no entender de la profesora, Jesse se sorprendió- ¡Oh! ¡Así que es verdad que no hay nada!
McGonagall parecía estar entre aturdida y escandalizada
- Verás, cuando éramos alumnos en Gryffindorf se rumoreaba... bueno, ya me entiendes. Y la verdad es que mis instintos nunca me dijeron lo contrario.
- ¿Yo... y Dumbledore?
- Bueno, Minerva, ser profesora de este colegio no significa hacer votos de ningún tipo que yo sepa... y como sois tan afines eso da lugar a rumores, pero supongo que siempre pasa.- se disculpó.
- No, si no me molesta, es... gracioso, si lo piensas. Ja, ja, ja, yo y Albus...
Jesse respiró aliviada. Pero no pudo evitar el sentimiento de que incluso si ella misma no quería admitirlo sí había algo entre Dumbledore y McGonagall... y que Minerva se había sentido en cierto modo halagada ante sus comentarios. Lo que si sabía todo el mundo era la admiración mutua que se profesaban ambos.
Continuaron conversando un rato sobre algunos alumnos, y fue advertida contra Draco Malfoy entre otras cosas. Después, se tumbó en la cama, y se quedó dormida, y no se despertó para bajar a cenar. Su primer día como profesora en Hogwarts... estaba demasiado agotada bajo el peso de esa idea.
4. MCROY y SNAPE
Elwyn se enfureció al ver que Jessica Twilinger no había bajado a cenar. Al pasar sus ojos por su silla vacía, se encontró con los de Snape, vacíos de cualquier expresión que él supiera interpretar. Demonios, ese hombre de veras conseguía ponerle nervioso... por las noches a veces por los pasillos estaba a punto de tener infartos cuando aparecía silenciosamente por cualquier esquina... sin embargo, le gustaba su forma de caminar. Para alguien como él, que había sido modelo muggle, estas cosas eran importantes. Incluso, aunque le daba vergüenza confesarlo, había intentado imitar el airoso movimiento que la capa de Snape hacía cuando este se giraba, pero sus capas de seda no conseguían esa gracia. Aunque sin duda no la necesitaban. El brillo y los oscuros colores de las capas ya eran bastante dignos de admiración.
De hecho, hoy había estrenado su mejor capa verde botella. Tenía la intención de acercarse a preguntarle a Jessica por su primer día en Hogwarts. Era una chica muy guapa, y la verdad era que en Hogwarts no había muchas oportunidades entre el profesorado. A pesar de sus orígenes, tenía unos dones bastante especiales, y su seguridad, y cada movimiento de su melena pelirroja le causaban un efecto extrañamente embriagador, que le hacía más difícil pensar con coherencia.
- ¿Qué tal se apaña nuestra chica nueva?- le preguntó a McGonagall
- Bien, bien, sin duda. Es una chica resuelta, no creo que tenga ningún problema.- Minerva luchó por contener una sonrisa ante la pregunta.- A propósito Snape, por lo que sé habéis estado en el invernadero. ¿No habrás visto por casualidad si mi Lilum ha florecido ya?
Severus negó con la cabeza y bajo la vista. Los ojos de Elwyn le miraron con una mezcla de desprecio, miedo y ... ¿qué era eso? Enfado, al saber que le había arrebatado minutos con su presa. Luego, cuando se serenó se tranquilizó, y miró de arriba abajo a Snape. Se rió ante las probabilidades. Estaba seguro de que antes del fin del semestre conseguiría tener a la nueva profesora de Defensa contra las Artes Oscuras en el bolsillo, pero aunque no fuera así, estaba claro que Snape no representaba una amenaza... ni parecía que él tuviese ningún interés en serlo. Como si pudiese planteárselo. No es que fuera un tipo feo... más bien era un tipo tenebroso. Y no digamos su conversación....
Minerva sonrió al ver la reacción de McRoy. Le molestó su mirada de desprecio a Snape. La verdad es que no entendía muy bien de donde venía su afecto por este. Incluso siendo alumno suyo, el sarcasmo ya se contaba entre sus principales modos de dirigirse a los demás. Minerva sabía que había sido secuaz de Voldemort, y que probablemente había cometido muchas atrocidades, incluso antes que Dumbledore. Lo sabía desde el día en que le vio llegar, manchado de sangre, sin duda torturado por varias de las Maldiciones Imperdonables, retorcido de dolor, pero sin decir una palabra. Ese día lo supo, pero extrañamente, se calló. E hizo bien. No fue el propio dolor lo que hizo volver a Snape al lado correcto, sino el ajeno, y sin duda hacía mucho más bien a su causa ahora que les acercaba las intrigas de Voldemort que nunca. Minerva admiraba que pese a lo mucho que había sufrido, había logrado volverse muy fuerte; lo suficiente como para ir al lado oscuro... y regresar. Además, y especialmente como profesora, admiraba su brillantez. Tenía un cerebro privilegiado y era uno de los mejores magos que ella conocía. Y conocía a muchos de los mejores. Lo que no conseguía comprender era esa especie de afán de repeler a la gente, con esas miradas de odio, que ella suponía más dirigido hacia sí mismo que hacia los demás. En fin, era poco probable que él se lo dijese; no era lo que se decía muy comunicativo. De cualquier forma, no soportaba que el engreído de McRoy le mirase así. Esa rata sin cerebro... sólo estaba en ese puesto como favor personal a Fudge, el ministro de magia, del que era sobrino. El ministro había tardado en convencer a Dumbledore, al que el nepotismo no le gustaba demasiado, pero cuando Flickwick decidió retirarse tras más de 300 años de servicio, se vio entre la espada y la pared. Y una cosa es que ese estúpido, bueno, pretendiese a Jesse, a la que por cierto se alegraba mucho de tener allí de nuevo, pero no estaba dispuesta a dejar que menospreciase a una de las mentes más brillantes que sin duda iba a tener oportunidad de conocer.
Como si a Snape le importara. Aunque parecía impasible total, por dentro estaba divertido. Sabía que hubiese debido hervir de furia, pero hacía mucho tiempo que había superado esos sentimientos. Lo que pensaban los demás no le importaba en absoluto. Y había quedado demostrado que así todo era mucho más fácil, y mejor. Los demás le temían y le dejaban en paz, si es que él iba a conseguir estar en paz alguna vez, algo que no parecía probable. Decidió no seguir por ese camino. No le importaba lo que pensasen los demás, pero la verdad es que era muy poco probable que alguno llegase a despreciarle tanto como él se despreciaba a sí mismo. Snape no se daba cuenta de que esta era una de las razones por las que le era indiferente todo cuanto dijeran. Lo que sí sabía era que él si que despreciaba a ese McRoy, andando por ahí con su preciosa cabeza vacia de todo contenido. Era una de las peores adquisiciones de Hogwarts, aunque él, desde luego, no pensaba cuestionar las decisiones del Director, al que tenía en alta estima.
Oh, por ejemplo la idea de contratar a Twilinger le había puesto furioso al principio, pero había que reconocer que la chica tenía una mente rápida, y era una bruja muy buena... Por lo que creía recordar de sus tiempos de estudiante, solía tener unas ideas bastante peculiares. Interesantes, divertidas incluso. No le gustaba mucho el trabajo, pero sabía mucho más que el resto de los alumnos. Bien, sin duda la habían puesto a prueba con esa historia tan rara de no ser bruja hasta... bueno, mucho más tarde que los demás. Él sabía lo que era sentirse diferente, y sin embargo la chica tenía aplomo... había sido muy diferente de él. Le vino a la cabeza lo nervioso que se ponía cuando parecía que los mechones pelirrojos iban a meterse en el caldero, y sonrió al recordar los comentarios que él le había dirigido. Aunque su asignatura la aprobó con buena nota, porque a pesar de todo, él tenía que reconocerle los méritos. Una lástima, o no, según se mire, que él sólo le diese clase unos meses. Ella había adelantado mucho en algunas materias en el otro colegio, entre ellas, Pociones, pero le faltaba mucho en las asignaturas más prácticas, y por eso su horario en hogwarts había sido diferente de el de los demás. Aún la veía con esa llamarada que era su pelo corriendo por los pasillos bajo su mirada reprobadora, y le parecía increíble que hubiese pasado tanto tiempo.
No se sintió mayor. No lo era. Pero sintió un pinchazo de pena al pensar todas las cosas que ya habían pasado y quedaban demasiado lejos para ser cambiadas, arregladas, para colocar las piezas en su lugar. Snape miró su vaso con su habitual frialdad y con un poco de sospecha. Hacía mucho que no sentía pena. De hecho hacía mucho que no sentía nada. Pero el vaso estaba libre de cualquier cosa que no fuera agua; se le daba muy bien encontrar todo tipo de venenos... ni siquiera un Borgia le hubiese engañado.
Se levantó de la mesa mucho antes que los demás y se retiró a su habitación. Había un libro que quería leer. Sin querer, su mirada se encontró consigo misma en el espejo. La apartó rápidamente, incluso pareció palidecer de pronto.
En otro espejo, McRoy se devolvía una malévola sonrisa mientras pensaba en algo que se le acababa de ocurrir.
5. UNA LLAMADA DE DUMBLEDORE y ALGUNOS SUCESOS
La clase con el gnomo no podía haber ido mejor. Los alumnos habían gritado entusiasmados cuando este atacó a Malfoy, y no querían que Jesse hiciese el contrahechizo inmediatamente, aunque ella lo hizo. No quería problemas con Lucius Malfoy. Y cuando el gnomo, al que horas antes había dado la poción, se hizo gigante, no hizo daño a nadie, aunque ella les explicó cómo intentar combartirlo en caso de que no hubiese tomado poción.
Por el pasillo, el fénix del director se posó ante ella y la condujo hasta el despacho de Dumbledore. Ella sonrió. Aquel ave siempre la había imresionado profundamente.
- Buenos días, señor director
- Buenos días, Jessica- dijo aquella voz dulcemente gutural.- Sólo quería preguntarte qué tal tus primeros días, ya que ayer no bajaste a cenar.
- Oh, bien, muchas gracias. La verdad es que... me he divertido bastante en estas clases.
- Y los alumnos también, por lo que tengo entendido- ella se sonrojó.
- Eh... director... ¿Dónde está Hagrid? Tenía entendido que estaría enseñando Cuidado de las Criaturas Mágicas...
El director sonrió ampliamente. No era ningún secreto el cariño que le profesaba Hagrid. La verdad es que ella no entendía como alguien podía no querer a aquel infantil gigantón. Había sido uno de sus mejores amigos en sus años de estudiante.
- No dudo de que el tendrá tantas ganas de verte como tú a él. Ha ido a Londres por asuntos personales, pero volverá antes de una semana. ¿Qué tal ves las cosas por aquí?
- Un poco revueltas
- Espero que puedas ayudarme algo con eso.
- La verdad, Dumbledore, no veo que podría yo hacer al respecto... especialmente en el tema de las casas. El odio entre Slytherin y Gryffindorf va a peor por momentos. En clase intento que sea evidente que lo censuro, pero esta imagen sólo les dura unos minutos desde que pasan por el umbral. Y pese a que pongo toda mi voluntad que piensen así, no consigo que la convicción les dure ni siquiera durante toda la clase... ¡hoy no querían dejarme librar a Malfoy del ataque de un gnomo gigantis!
- Sí, ese Malfoy es un bicho a parte...
- ¡Dumbledore!- jadeó sorprendida
- Ja, ja., ja... perdona hija, me hago mayor y a veces...pero sigues igual que siempre. Confía en ti misma. Encontrarás algo que puedas hacer. Además, ese odio hacia Slytherin a ti no te afecta... conseguirás proyectar eso. Tranquila. Además, primero hay que empezar por el profesorado. Hay demasiadas rivalidades aquí y no podemos permitirnos que Lord Voldemort- había olvidado que Dumbledore nunca temía pronunciar su nombre, y sonrió- divida y venza, citando a alguien que seguro que has estudiado.
- Julio Cesar... una cita muggle
- Sí... y no. ¿No sabes que César fue brujo una vez? Aunque debo decir que fue mucho mejor emperador. Y perdió los poderes muy joven.
- Que los... ¿perdió?
- Sí. Los druidas cuyos pueblos conquistó lo maldijeron. Pero sobre eso puedes preguntarle a nuestro nuevo profesor de Historia. ¿Qué piensas de él?
- No he hablado mucho con él. Tengo entendido que es el sobrino del Ministro Fudge, ¿no?
- Si, lo es... – dijo Dumbledore suspirando. Luego, dándole un golpecito en la espalda, habló- No quisiera entretenerte más. Sin duda ibas a algún sitio...
Jesse se despidió y se dirigió a su habitación. Estuvo allí repasando sus clases hasta la comida. El director estuvo ausente. Había salido de Hogwarts. La verdad es que el colegio se sentía más seguro con el director dentro. Era un lugar seguro, pero más que otra cosa, tenía un director seguro. Eran conscientes de que en gran parte, era su poder lo que los protegía. Además de su omnisciencia... Dumbledore siempre parecía estar al tanto de todo, eternamente paciente y optimista como era.
En la comida por fin tuvo oportunidad de hablar con McRoy... y la verdad es que la conversación le divirtió ampliamente. Había tenido conversaciones mejores incluso con sus alumnos de primero. Al levantar la vista, exasperada, había captado la mirada de Snape, indiferente, aunque habría jurado que al Slytherin le divertía verla en esa situación.
No volvió a su habitación enseguida, ya que pasó por la sala común de Griffindorf, lo que le trajo una oleada de recuerdos. Por eso, fue a buscar a su lechuza, que descansaba en la lechucería. A ella le gustaba tenerla consigo, pero sabía que de vez en cuando el animal disfrutaba estando con otras de su especie. Allí encontró a Snape y Sybill, que, cómicamente, no se dirigían ni una palabra, y que apenas musitaron un saludo ante su entrada. Cómica pareja. En el último segundo decidió utilizar una lechuza del colegio y dejar descansar a Trix, la suya. Además, sería mucho más divertido, ya que su carta era para sus excompañeros de Hogwarts y era su primera lechuza oficial. Escribió cuatro cartas iguales, y se las entregó a un macho grande, con las instrucciones. Este casi pareció ofendida por las especificaciones. Mientras escribía algo, Snape murmuró entre dientes:
- ¿Contactando con las viejas amistades, Twilinger?
Ella dio un respingo
- Sí, es maravilloso tener amigos... – luego pensó que tal vez había sido un comentario algo cruel y buscó algo que decir, aunque él no pareció inmutarse en absoluto ante la frase.
- Debe serlo, sin duda. Aunque eso que tú llamas amigos... en fin.- y se dio la vuelta con ese estilo marcial pero flexible que sólo el podía imprimirle a sus andares.
Jesse rió. Una vez más, punto para Snape. Le divertía mucho este profesor. Le gustaba no tener ni idea de por donde iba a salir, y no sólo por sus comentarios, sino también literalmente, por su manía de aparecer como de la nada. Si Jesse no hubiese sabido que no se podía hacer Apparatum en Hogwarts, hubiese pensado que el no paraba de hacerlo, y aparecer por cualquier esquina sólo por el placer de darle un buen susto a alguien.
Jesse se fue a su habitación. Le pareció ir unos pasos detrás de ella, pero no vio nada. Por un segundo pensó en ese Harry Potter y Weasley y Granger, con su capa de invisibilidad, pero se relajó. Abrió la pared murmurando la complicada red de hechizos y golpes de varita que la protegían... mucho peor que cuando intentaba entrar en casa a los quince habiendo bebido, pensó sonriendo. Qué lejos quedaba todo aquello. Aunque algunos de sus vicios autodestructivos seguían acompañándola. Por eso tal vez le apetecía ver a sus amigos de nuevo. Beber hasta perder un poco ese rígido control que tanto la agobiaba, hacer algunos hechizos graciosos, y luego volver a su vida... Dumbledore y todos los demás siempre fueron muy indulgentes con ella a ese respecto. No es que fuera alcohólica ni nada. Otras veces era otra cosa. Pero necesitaba salirse de la norma y hacer algo autodestructivo de vez en cuando.
Estaba tan sumida en estos pensamientos que todo lo que pasó le pilló por sorpresa. Estaba dirigiendo su varita hacia el hueco abierto en la pared pensando en ver a su cuadrilla, pero antes de poder levantarla, le llegó una oleada de... de malas intenciones, y fue demasiado tarde. Un ruido de cristales rotos y todo se volvió borroso. Gritó, y el gritó salió de su garganta, pero se cortó a la mitad. Sólo había oscuridad
6. ATACADA
De pronto, en las sombras, una voz sorprendentemente suave acarició su adormilado cerebro.
"No va a pasarte nada"- decía la voz, susurrando- "no va a pasarte nada"
Ella lo sabía. Si fuera alguien con malas intenciones, lo habría notado. Pero estaba tranquila. De pronto recordó el pánico que la había atacado antes de caer al suelo, desmayada, drogada o lo que fuese. No podía ser la misma persona, porque quien fuera que se había colado en su habitación iba cargado de maldad. Y esta voz era casi dulce, y sólo quería conducirla fuera del abismo tenebroso en el que se encontraba.
Un zumbido de fondo, y por encima, esa voz de nuevo. Se sentía como si ella misma hubiese entrado dentro de su mente y su mente no fuese más que un cuarto oscuro. Y en el cuarto, en sus oídos, resonaba esa voz.
"Escúchame, Jessica... tienes que abrir la boca" y lo repetía una y otra vez, pacientemente. "Muy bien. Así. Te vas a poner bien", y de pronto o mucho después, Jesse no hubiese sabido precisarlo, el zumbido empezó a convertirse en las voces preocupadas de Dumbledore, la señora Pomfrey y McGonagall, y la voz se convirtió en un siseó y ella la reconoció como la voz de Snape.
Sintió un escalofrío en el espina dorsal. Poco a poco fue abriendo los ojos. La mano de Snape en su espalda la ayudó a incorporarse, y sin mirarla a los ojos, le hizo beber algo más de una copa. Después se levantó y dejó pasar a Dumbledore y McGonagall.
- Voy a preparar más poción. Luego la subiré, señora Pomfrey.
Dumbledore le dio las gracias efusivamente y se acercó a ella. Le preguntó por el ataque y por su estado y ella, con dificultad, consiguió articular lo poco que recordaba.
- Snape iba hacia sus habitaciones y te oyó gritar- se le ocurrió el gracioso pensamiento de que nunca había pensado dónde estaban las habitaciones de Snape. Excepto las de McGonagall y Figgs (que había llevado a todo el mundo más de una vez a ver a sus gatos), la verdad es que no sabía dónde estaban las habitaciones de sus compañeros, sólo sus despachos. Lentamente volvió a la realidad. – Su llamada alertó a Fawkes, que pronto voló a buscarme, y entre los dos te trajimos a la enfermería. Snape dice que parecen los efectos de una poción gaseosa que es capaz de dejar a la gente inconsciente durante días, y que, curiosamente, uno de los elementos para preparar la contrapoción faltaba de su armario. Por eso hemos tardado algo más de tiempo. El pobre ha tenido que salir a buscarla.
- ¿Más tiempo?- le parecía que todo había pasado en unos segundos, y se asustó.
- Bueno, ha pasado la hora de la cena, pero tranquila, la cena del mismo día- sonrió al ver su alivio. – Ahora- dijo mirando a la señora Pomfrey- Minerva y yo vamos a dejarte descansar. – La señora Pomfrey asintió severamente.
- Señora Pomfrey- dijo Minerva McGonagall dirigiendose a la enfermera- el profesor Snape se ha ofrecido para darle la poción a Jessica cada hora. Podrá usted dormir
La enfermera murmuró algunas maldiciones, y Jesse se fijó en que Dumbledore se hacía el sordo con una sonrisa divertida. Pomfrey comentó algo sobre ser perfectamente competente en su trabajo, y Jesse pudo oír como Minerva le susurraba al oído:
- Poppy, te vendría bien dormir. Trabajas mucho. Además, así matas dos pájaros de un tiro; ella va a curarse igual, Severus es un profesor altamente competente y además, por lo que me ha parecido observar, bastante insomne. No le haría ningún mal estar entretenido. Tal vez así pueda dormir algo entre hora y hora. Y si eso ocurre, tú estás aquí para vigilar que Jesse no se quede sin su poción.
Con lo que Madame Pomfrey se quedó más que satisfecha. La verdad es que, si alguien tenía pinta de insomne, ese era Snape. No parecía que utilizase la noche para dormir, al menos. Pero no tenía demasiado claro si la idea de tener precisamente a Snape para cuidarla le hacía mucha gracia. Quitándole un mechón de la cara, Minerva y Dumbledore le dieron las buenas noches y la dejaron sola, mientras Madame Pomfrey iba a prepararse una cama unas cortinas más allá.
Sólo en ese momento lo sintió. Volvió a revivir ese instante en el que había sentido esa corriente de malas intenciones. ¿Voldemort? No, en absoluto tan poderoso. Algún alumno, tal vez. No, cómo explicarlo... no necesitaba explicarlo porque la gente ya sabía que tenía el don de la percepción, pero a veces a la gente estas percepciones se le hacían difíciles de comprender. La agresión había tenido algo de adulta, y había tenido un motivo, que ella iba a averiguar. Y Dumbledore lo sabía, también. O nunca hubiese permitido que alguien se hiciese cargo de ella, que se podía perfectamente cuidar sola. A no ser que hubiese otro motivo. Y se adormiló pensando cuál podía ser.
Se despertó. ¿Quién le iba a decir que se iba a quedar dormida? Su sentido de las cosas volvió a funcionar. No había pasado mucho tiempo al menos. Un frasco en su mesilla hizo que se girara hacia su izquierda. Sentado en una silla y sin hacer el menor movimiento perceptible, estaba Snape. La verdad es que el hombre asustaría a cualquiera, pensó. Despertarse así y encontrarse con sus ojos fríos, y duros, imposibles de interpretar fijos en ti. Tuvo un escalofrío pero no fue desagradable. No le gustaba que nadie la mirase mientras dormía aunque tenía que admitir la sensación que sentía por dentro era bastante agradable. No había pensado que podía tener miedo pero tener a una persona que no te quitase la vista de encima mientras duermes la noche que has sido atacada... bien, la hacía sentirse segura. Incluso aunque esa persona fuera Severus Snape. ¿O era precisamente porque era él?
- Siento darte tanto trabajo esta noche
Él no contestó. Vaya... no era empezar con muy buen pie.
- Errr...
- Si vas a darme las gracias o algo así, déjalo.- Su tono era frío- Pasaba por allí, y tenías la... puerta abierta.- La verdad es que el término puerta no encajaba muy bien, pero la pared abierta era mucho peor. Decidió cambiar de tema a algo que le atrajese más.
- ¿Qué poción era?- le pareció que el ponía cara de preocupación.
- Oh, bueno, el término en latín es complicado...
- Pero... ¿cuál era? O ¿qué ingredientes tenía?
- Bueno, no es muy usada, pero se la conoce como Muerte en Vida- dijo suavemente mirando al suelo
Jesse tragó saliva. Conocía esa poción. De hecho conocía casi toda la teoría referente a Pociones. Y Snape lo sabía, y sin duda también sabía que esa poción tenía muchas posibilidades de matar a quien la tomaba si no estaba perfectamente realizada. Ninguna ley prohibía usarla, porque era muy poco conocida, pero uno o dos de sus ingredientes eran ilegales. Además, lo más peligroso no era la poción, sino el antídoto. Era muy difícil de mezclar, y era muy posible que te dejase en estado de inconsciencia de por vida. Por eso se solía esperar a que las víctimas se despertaran solas, pero eso podía llevar semanas, incluso meses en los peores casos. Miró la copa con horror. Sólo las manos expertas de Snape hubiesen sido capaz de realizar ese antídoto. Lo miró agradecida y le pareció que las comisuras de su boca se torcían, y que él se removía incómodo, recibiendo la oleada de agradecimiento con desagrado.
Pero...
- ¿Quién puede ser tan estúpido o tan cruel para utilizar esa poción? - ¿Y porqué a mí? Se preguntó para sus adentros- si querían dejarme inconsciente podían haber utilizado cualquier otra poción, si los hechizos eran demasiado difíciles. Y si hubiesen querido hacerme daño hay muchas otras pociones gaseosas que pueden causar daños más graves, incluso que pueden llegar a matar.
Snape asintió con la cabeza. Le gustaba que la gente supiese de pociones raras. Pocas veces tenía ocasión de discutirlas. Eso había hecho que se olvidara de lo apasionante que podía ser el tema a veces.
- Sólo sirve para dejar a alguien inconsciente, como muerto. No tiene ningún otro uso, por eso es bastante estúpido usarla. No tiene otro sentido, no se lo busques.
Le pareció que escondía algo.
- Pero... – insistió- ¿que tipo de bruto usaría algo que puede ser mortal si está mal mezclado cuando además es muy difícil de mezclar si puede escoger entre muchas otras pociones muy sencillas?
- Oh... eso es fácil de responder- dijo él, con un deje de amargura en la voz.- Estaba seguro de que iba a funcionar sin problema. La poción que te dejó inconsciente... bueno... la hice yo.
7. ¿QUIÉN ROB" PAN...?
- ¡¿Qué?!
- Bueno... Dumbledore lo sabe, pero no puedo admitirlo públicamente...
- Pero Snape, por qué t...
- No, no he sido yo el que te ha atacado, si es lo que estás pensando. Yo preparé la poción y estaba guardada bajo llave entre mis cosas. Esta noche, al ir a preparar la contrapoción, me he dado cuenta de que no estaba... Dumbledore sabe que es eso lo que ha desaparecido y no uno de los ingredientes, pero evidentemente no puede decirlo abiertamente.
Sonó todo con cierto tono de disculpa.
- Oh, bueno, eso. Pensaba... bueno, por lo menos quien fuera que me atacase tuvo la decencia de asegurarse de que la poción estaba perfectamente hecha. ¿Es el contrahechizo tan difícil como dicen? – hizo la pregunta para suavizar la alabanza anterior, porque él parecía de alguna forma desconcertado cuando la dijo
- Bueno, no si lo haces con mucho cuidado. Aunque es una red complicada de hechizos que tienen que decirse en el tiempo exacto. Incluso yo he tenido que repetirla hoy. Tuve que salir a por más mandrágora fresca. Nunca pensé que necesitaría tanta en tan poco tiempo. De hecho... espero que no te importe que cogiese de la tuya. Suponía que te sobraba algo de la última vez. Tuve que... digamos forzar tu taquilla, pero conseguir más en el invernadero hubiese llevado más tiempo.
- No importa. ¿Cómo que incluso tú?- rió Jesse al darse cuenta- jajaja.
Con un suspiro de paciencia, Snape dijo
- Incluso yo, que la he preparado tantas veces...
- ¿Sí?
- Algunas.
- ¿La has usado?
- Puede. Pero en general la he preparado, así y con ligeras variantes, por puro interés. Tiene que haber alguna razón para la existencia de una poción así, o eso me digo. O tal vez puede que sólo sea magia rudimentaria.
- Puede. Hubo un tiempo en que pensé que si en vez de salvia se le echaban hojas de sauce con rocío...
- Sí, que permitiría el movimiento reflejo. Pero es bastante peligroso de experimentar. Y además, si quieres que alguien esté inconsciente e indefenso ¿qué sentido tiene permitirle el movimiento reflejo?- casi pareció que sonreía. Entonces se levantó, rodeó la cama y la ayudó a incorporarse; pareció que lo hacía más amablemente esta vez. Volcó parte del contenido en un vaso y se lo acercó a los labios. Ella lo agarró, azorada, y bebió despacio. No tenía sabor a nada. Si lo hubiera tenido, hubiese sido la poción incorrecta.
Pareció que el le leía el pensamiento.
- Sí, es extraño, ¿verdad? Como beber aire.
- ¿La has probado?
El afirmó con la cabeza como si fuera algo demasiado obvio para preguntarlo.
- Nunca administro ninguna poción de cuyo efecto no esté seguro al cien por cien. Ahora duérmete para que haga efecto más rápido. No me gustaría tener que sustituirte mañana.
Ella obedeció. Se giró ligeramente, y se durmió.
Snape la miró con envidia. Como le gustaría a él cerrar los ojos y dormirse como si tal cosa. Dormirse... y tal vez ya no despertar más. Estaba aliviado de haberle dicho lo de la poción. Se sentía algo culpable. ¿Quién le mandaba tener pociones peligrosas y prohibidas en el armario general? Pobre chica, gracias al cielo que él pasaba por allí en ese momento. A saber qué hubiese pasado si no. ¿Quién habría querido atacarla así? No es que a él le importara en lo más mínimo su suerte; pero la chica era simpática con la gente, o parecía que a todo el mundo le gustaba. No parecía tener enemigos, parecía feliz y confiada. No dormiría tan tranquila si no. Pensó que tal vez alguien había querido... abusar de ella. Pero cualquiera sabría que esa no era la poción adecuada. De hecho, no había nada menos adecuado que usar una poción para eso. No se le ocurría otro motivo. La verdad es que era guapa. Ya cuando estaba en el colegio se veía que iba a ser una pequeña belleza. Puede que no fuera la más guapa, pero sus rasgos peculiares y su ingenio conjuntados hacían que resplandeciera; la miró, con todo su pelo pelirrojo desparramado como una cascada de lava sobre la cama blanca de la enfermería. Snape consultó el reloj; a pesar de que estaba muy oscuro, no necesitaba casi luz. Estaba acostumbrado a la oscuridad. Aún quedaba un rato para la próxima toma. Y por primera vez en mucho tiempo notaba el agradable cosquilleo del sueño; la proximidad de otros seres humanos, como Madame Pomfrey unas cortinas más allá y Jessica, de alguna forma le calmaba. Como a las bestias, pensó irónico, y fue su último pensamiento antes de dormirse
Jesse se despertó. De hecho se despertaba a intervalos irregulares. Suponía que su organismo luchaba por eliminar todo rastro de la poción y por eso ella no podía evitar dormir de forma tan irregular. Eso no solía pasarle. O tal vez no le gustaba el hecho de sentirse vigilada. Levantó la mirada. Snape dormía. Le impresionó el hecho hasta un punto que no esperaba. Le pareció como estar espiándole, o viéndole en ropa interior sin su consentimiento, algo demasiado privado, demasiado íntimo, demasiado personal. Sin embargo, al contrario que ella, él no parecía vulnerable en su sueño. De hecho no había diferencia apenas entre Snape dormido o no. Parecía simplemente que hubiese prolongado un parpadeo.
"Vamos- pensó- nadie puede descansar así" – el estaba sentado en la silla, simplemente con la nuca apoyada en la pared, y los brazos cruzados, con el mismo rictus cruel de siempre. "Aunque hay que reconocer que tiene un gran sentido del humor, cuando sabes encontrárselo" Y es cierto que lo tenía. Si hubiese oído sus pensamientos a veces, ella misma se reiría de la razón que llevaba. Levantó la cabeza y el abrió los ojos; sin sorpresa, sin descentramiento, todo tan rápido que ella dudó de que realmente estuviese durmiendo.
- Aún quedan diez minutos. Yo te aviso.
- ¿Estabas dormido?
- Sí, supongo. ¿Por qué?
- Nada. No lo parecía.
- No tengo el sueño muy profundo. Si un pelo tuyo roza la almohada, me despierto. Mi cuerpo funciona así.
- Y ¿cómo calculas el tiempo?- la verdad es que tenía curiosidad porque sabía que él no llevaba reloj.
- Estoy mirándolo en el reloj de la enfermería.
- ¿Lo ves? Si no se ve nada. ¿Y si te duermes?
- Tengo los ojos acostumbrados. Tengo el sueño... digamos condicionado, y si me duermo, me despertaría aproximadamente alrededor de la hora.
Se calló. Parecía como si se le hubiese agotado el suministro de palabras. Ella sólo asintió, haciendo cálculos internos, admirada. Él pareció encontrar gracioso que le resultara admirable, aunque lo cierto es que muchas veces ese defecto- o cualidad- le había salvado de sorpresas nada deseadas. Era agradable estar así, pensó, y no en el frío de su habitación. Nunca pensó que echaría de menos el contacto con otros seres humanos, por muy mal que se llevara consigo mismo. Pero también debía reconocer que no todo el mundo era agradable. Jesse... Jessica sabía cuándo algo le molestaba. Por mucho que fuese un don o no, él sabía cuando un cambio de tema era eso, un cambio de tema. Y por mucho que supiera que la curiosidad de su compañera por las pociones podría competir con la suya, sabía que algunas de las preguntas que le había hecho habían sido por puro tacto. Le resultaba curioso- como muchas cosas; no era indiferente, como la gente pensaba, a todo; sencillamente lo catalogaba como curioso, asombroso, inquietante o algún otro adjetivo, y si no requería de su ayuda no se metía- le resultaba curioso, pues, que alguien se molestase en tener tacto con él. Después de todo, si hay algo que el no se molestaba en tener era consideración por nadie. Excepto algo de deferencia hacia Dumbledore y Minerva, quizá. Jesse se había dormido otra vez, y era la hora de darle un poco de poción. Intentaría hacerlo sin que se despertase. La poción trabajaba mucho más rápido en un organismo que descansaba.
Se levantó y ágilmente alcanzó el vaso. Lo llenó con un poco del líquido y se sentó en la cama, intentando no moverla para que no se despertase. Pasó la mano por debajo de su pelo, procurando no enganchar ningún rizo para no estirar. La verdad es que era un pelo increíblemente suave para lo anudado que podía llegar a estar. La había visto peinarse con los dedos, en un gesto descuidado, cuando era su alumna, y recordaba sus resoplidos desesperados al no poder hacerlo. Se sorprendió al pensar que nunca se había dado cuenta de que prestaba atención a esos momentos. Sacudió un poco la cabeza, como para alejar esas ideas. Levantó la cabeza de Jesse suavemente, y ella se movió en sueños, destapándose. Snape cogió la sábana y se la volvió a colocar. Cogió el vaso de la mesilla, y con el borde, entreabrió los labios de Jesse y vertió un poco de líquido en ellos, colocándola en una postura adecuada para que no se atragantara. Cuando estuvo seguro de que ya había tragado, volvió a colocar su cabeza con cuidado en la almohada, y se quedó allí sentado. Ella no se despertó en toda la noche y Snape se encargó de darle todas las tomas. Se quedó sentado en la cama, junto a ella. Demasiada cercanía para él, pero estaba cómodo, porque ella estaba dormida. Y era raro. No echó de menos que se despertara, pero agradeció profundamente su presencia; aunque acostumbrado a pasar horas y horas en la oscuridad, solo y mirando al infinito, esta vez tenía algún motivo para estar allí. Y sabía que no se iba a dormir. No, esta vez no. Por que esta noche tenía una razón para no dormirse. Una razón a la que había prometido cuidar. Una razón con el pelo tan rojo que cegaba.
De madrugada, muy temprano, McRoy se paseó por allí. Los ojos de Snape ardían, pero se guardó muy bien de dejar translucir este sentimiento. McRoy, burlón, le miró recalcando con sus ojos el hecho de que estuviese sentado en la orilla de la cama.
- Vete si quieres, Snape. Puedo quedarme yo ahora.
Snape ni siquiera contestó. Faltaban cinco minutos para la penúltima toma de la noche, y empezo a prepararla.
- ¿No me has oído?
Así que el hombrecito quería ponerse impertinente. Bien, no era su juego preferido, pero sabía ser cruel mejor que nadie en el mundo. Y qué demonios, sí que le gustaba jugar. Aunque un idiota como McRoy no fuera un contrincante de su talla. Pero antes de que pudiera contestar, Jesse se estiró y abrió los ojos poco a poco. Snape sintió una sensación extraña, que identificó como asco, al ver los ojos de McRoy clavados en el pecho de la chica, que se tapó hasta el cuello con la manta, incómoda, a pesar de estar vestida.
- Buenos días... - murmuró con voz somnolienta. La luz entraba por la ventana y había reflejos rojos de su pelo en las paredes. Fue como si el buenos días sólo fuera dirigido a él, o al menos eso le pareció. – Hola, Elwyn- añadi
- Hola, preciosa- empezó él con un tono engolado que les puso a los otros dos los pelos de punta.
- Severus- interrumpió ella, y él se sobresaltó al oír su nombre de pila.- no me he vuelto a despertar. ¿Todo bien?
- Sí, sólo te quedan esta dosis y otra más- dijo, y se maldijo después por el tono de voz tan suave que había utilizado, pero había sido la sorpresa, y que llevaba varias horas sin hablar... probablemente. Le acercó el vaso y ella bebi
- Gracias- dijo, y parpadeó somnolienta otra vez.
McRoy parecía furioso de no ser el centro de atención
- ¿Qué tal has dormido?
- Bien...
- Quería hablar contigo...
- Habla...- McRoy le mandó a Snape una mirada significativa. Con resignación, este se levanto y dijo- voy al servicio. Ahora vuelvo.
- ¿Qué tal has pasado la noche con ese... con ese... vampiro de las sombras aquí?
Jesse rió ante el término, aunque teniendo en cuenta que Snape la había salvado y además preparado una poción potencialmente mortal que había probado antes de darle, pasando toda la noche en vela para hacerlo correctamente, la actitud no le hacía ninguna gracia.
- Bien. Se ha encargado de todo.
- Me alegro. Venía a asegurarme de que todo estaba... en orden.- dijo con tono de conspirador. A Jesse no le gustaron las implicaciones. De hecho quería acabar con la conversación. Estaba aturdida, y en sus sueños se había repetido una cantinela de su infancia. Algo como "¿Quién robó pan...?" ¿Quién yo?... pero en sus sueños sólo una frase se repetía. Toda la musiquilla pero sólo una frase, de forma casi patológica. Y ahora no podía dejar de pensarla.
Snape entró en la habitación. No cruzó su mirada con la de McRoy y fue mejor así porque McRoy tenía ganas de pelea. Y aunque él no lo sabía, tenía todas las de ser el más perjudicado si se producía cualquier tipo de enfrentamiento.
Y Jesse solo podía repetir y repetir su frase
"¿Entonces quién?"
