A/N: ¡Hola! Primero de todo, decir que aunque haya escrito una historia nueva no significa que haya abandonado la otra, más bien al contrario. El otro día tuve un sueño donde pasaba algo parecido a esto que vais a leer y me di cuenta que necesitaba escribirlo. La diferencia entre este fanfic y el otro es que para escribir éste no necesito tener el ordenador con el PDF de los libros conmigo. Sino que puedo escribir en una libreta durante algún rato muerto y luego pasarlo cuando tenga tiempo. Eso es exactamente lo que ha pasado aquí, ya que escribí esto en un par de horas que no tenía nada que hacer. Al mismo tiempo, también he estado trabajando en el siguiente capítulo de "Leyendo para mejorar el futuro" cuando he podido y ya llevo la mitad o así hecha. Así que ¡espero poder actualizar pronto! Bueno, eso es todo... ¡Espero que os guste! :D
Harry quería descansar con todas sus fuerzas. No deseaba nada más que poder tumbarse en su cama, arriba en la Sala Común de Gryffindor. Pero antes de eso había algo que tenía que hacer. No podría dormir hasta entonces.
–Tengo que ir a buscarle–dijo en voz alta, provocando que Ron y Hermione le mirasen sin comprender.
Los tres se encontraban en medio de un pasillo destrozado a causa de la batalla. Habían retirado a los heridos y a los cuerpos de los caídos de ahí, pero Harry podía ver los boquetes en las paredes y las manchas de sangre. Arrancó sus ojos de una mancha particularmente grande y se obligó a mirar a sus dos mejores amigos.
–¿Harry? –preguntó Hermione–. ¿Qué…?
–Snape. Tengo que ir a buscarle–repitió–. No puede quedarse ahí. Solo.
Hermione y Ron intercambiaron una mirada. Los dos estaban tan agotados como Harry, pero comprendían lo que su amigo debía estar sintiendo.
–Está bien, avisaré a la profesora McGonagall para que envíe alguien a por él. Tú ve a dormir, lo necesitas.
–¡No!
Hermione abrió la boca para responder, pero Harry fue más rápido.
– ¡No lo entiendes! Tiene que ser alguien que crea absolutamente en su inocencia. ¡No puedo arriesgarme…! –se dio cuenta de que había levantado la voz y se obligó a calmarse–. Hay mucha gente que aún quiere venganza por lo de Dumbledore y... Bueno, no todo el mundo me ha creído tan rápido como vosotros. No puedo arriesgarme a que maldigan el cuerpo o le hagan algo.
–Vale, lo entiendo–su amiga levantó las manos, tranquilizándole–. Tienes razón.
–Tengo que traerle de vuelta–insistió Harry–. Ha de estar en casa–dijo, y se le quebró la voz.
Su mente no paraba de recordarle a todos los que habían perdido en la batalla: Remus, Tonks, Fred, incluso el pobre Colin Creevey. Pero ellos yacían bajo el cielo estrellado del Gran Comedor, rodeados de sus familias. Snape, en cambio, estaba solo en aquel horrible lugar y Harry necesitaba hacer algo al respecto.
–Iremos nosotros–dijo Ron, hablando por primera vez en mucho tiempo–. Tu descansa, Harry. Hermione y yo le traeremos a casa.
Ron llevaba el dolor por la pérdida de Fred marcado en cada centímetro de su rostro y Harry le observó sin saber muy bien que decir.
–No puedo pedirte eso. Si alguien necesita dormir eres tú.
–Harry tiene razón–dijo Hermione con suavidad. Puso una mano sobre el hombro de Ron y apretó, dándole cariño–. Además, deberías estar con tu familia. Yo puedo encargarme de esto sola.
Ron sacudió la cabeza, quizás con demasiada energía.
–No, no puedo. No puedo ahora mismo–cerró los ojos y respiró hondo–. No tengo fuerza para estar ahí con ellos. No soporto mirar a mi madre a la cara o ver a George con esa mirada vacía que tiene y…
De pronto, le faltó el aire y comenzó a respirar muy rápido y entrecortadamente. Un instante después, Harry y Hermione estaban ahí. Abrazándole los dos al mismo tiempo. Dentro de aquel refugio, pudo dejarse ir al fin y empezar a llorar silenciosamente. Tardó un rato en darse cuenta de que ellos también estaban llorando y, de algún modo, eso le hizo sentirse mejor. De no haber estado en esa situación, probablemente Ron se hubiera planteado la pinta de lunáticos que debían tener. Tres adolescentes en medio de un pasillo, abrazados entre ellos y sollozando en silencio.
Pasaron unos segundos en los que se dijeron con la fuerza de sus brazos lo que no podían en voz alta, hasta que finalmente se soltaron. Todos tenían restos de lágrimas en el rostro, pero se sentían más calmados que antes.
–Estoy mejor, estoy mejor–dijo Ron, respirando profundamente–. Y lo sé. Sé que en algún momento tendré que enfrentarme a esto. Pero… Pero no estoy en ese punto todavía. No quiero pensar en ello. No... no quiero dormir–confesó, bajando la voz.
Desvió la mirada avergonzado de que pudieran juzgarle, pero Harry lo comprendía.
–Pasé por algo parecido con Sirius–le dijo–. Si lo que necesitas ahora mismo es mantenerte ocupado, lo entiendo. No eres una mala persona por ello.
Ron tragó saliva y asintió.
–Entonces, ¿confías en mi para traer de vuelta a Snape?
–Por supuesto que lo hago, pero…
–Pero deja al menos que vaya yo contigo–intervino Hermione.
–No tienes por qué hacer de niñera–dijo Ron–. De verdad, puedo encargarme...
–Lo sé. Y no lo digo por eso.
Era evidente que Hermione no quería dejarle solo en ese estado.
–Lo que pasa es que... yo tampoco quiero dormir–reconoció la muchacha–. Aunque si prefieres que me vaya lo entenderé. Tú dilo y ya está.
–¡No! –exclamó Ron, quizás demasiado deprisa–. Es decir, no hace falta que vengas. Pero si quieres venir, está bien.
–Quiero–dijo Hermione, dando por zanjado el tema.
Aquella palabra provocó que Ron se relajase visiblemente. A pesar de lo que dijera, estaba claro que no quería estar solo en aquel momento. La mirada de cariño y agradecimiento que le estaba dirigiendo a Hermione era buena prueba de ello.
–Vete a dormir, Harry–continuó ella–. Nosotros nos encargamos.
Aunque Harry estaba seguro de que todo iría bien, le ponía nervioso separarse de ellos después lo que habían pasado. Iba a decir algo al respecto, cuando un bostezo interrumpió sus palabras. Después de aquello, era consciente de que Hermione iba a hacer su mejor imitación de la señora Weasley y a mandarle a la cama sin capacidad de protesta. Por eso, no tuvo más remedio que asentir.
–Está bien, pero llevad con vosotros la moneda del E.D.–le tranquilizaba la posibilidad de comunicarse con ellos en un instante.
–No te preocupes, la llevo encima–le prometió Hermione, señalando a su bolsito de cuentas.
Luego, con suavidad, le dio un apretón en el brazo.
–De verdad, intenta descansar algo. Nos vemos cuando despiertes.
Harry asintió y buscó a Ron con la mirada antes de emprender el camino hacia su habitación.
–Ahí estaremos–le aseguró él. Y, con eso, pudieron separarse finalmente.
–Está todo tan tranquilo–dijo Hermione, rompiendo el silencio–. Es extraño.
–Sí que lo es. Aunque lo prefiero a las explosiones y a los gritos– Ron era consciente de lo deprimentes que sonaban aquellas palabras, pero no podía evitarlo.
–Ya… Eso sí.
A partir de ahí, Hermione decidió no decir nada más. Sabía que Ron necesitaría tiempo para volver a ser el mismo de antes, si es que algún día volvía a serlo. Pero ella iba a estar ahí con él todo el rato que necesitase, ayudándole a sanar.
–Mira, ahí está–la voz del muchacho la sacó de sus pensamientos.
Ron señalaba con el dedo al gran árbol en el que se encontraba la entrada a la Casa de los Gritos. El Sauce no tenía buen aspecto: había perdido algunas ramas luchando contra los mortífagos y su corteza presentaba marcas de fuego y cortes.
–Ya me encargo yo–le dijo Hermione–. "Wingardium Leviosa".
Al instante, una rama se elevó y voló desde el suelo hasta el punto del árbol que conseguía paralizarle. Hermione agitó la varita y la rama tocó aquel punto, provocando que el Sauce dejase de moverse.
–Vale, ya está. ¿Listo?
Ron asintió y juntos empezaron a descender por el túnel.
Al llegar al final, les recibió una escena sombría y desagradable. Snape, tendido de espaldas en el suelo, con un charco de sangre alrededor de su cabeza.
Los dos muchachos se quedaron paralizados al verlo.
–Merlín…–suspiró Ron–. Es peor de lo que recordaba…
–Supongo que no debimos fijarnos demasiado cuando sucedió–dijo Hermione, acercandose lentamente, con los ojos muy abiertos–. Estábamos en medio de la batalla… Y con la adrenalina y todo eso…
Ron asintió, distante, y luego desvió la mirada a cualquier otro lugar de la habitación que no fuera Snape.
–Es extraño verle así–continuó Hermione, sin saber que sentir–. Tantos años y nunca le había visto tan vulnerable.
Ron volvió a centrar su mirada en el cuerpo de Snape. Luego tragó saliva, estudiando su rostro.
–Te hace darte cuenta de que solo era un hombre–dijo finalmente.
Ahí, tumbado en la oscuridad, pálido y ensangrentado, Snape se veía más humano de lo que nunca había parecido en vida.
–Es raro, saber la verdad sobre él–dijo Hermione, que hasta ese momento no había pensado en ello realmente–. Agridulce, más bien.
–Sí… Tienes razón–sacudió la cabeza–. Viéndole así... Se me hace difícil pensar en él como el imbécil y grasiento profesor de Pociones.
–No puedo creer que estuviera de nuestra parte todo el tiempo…–susurró Hermione, con voz temblorosa.
Ron tampoco podia hacerlo, su cerebro agotado aún no era capaz de asimilar todo lo sucedido.
–En fin...–suspiró Hermione. Luego carraspeó, murmuró unas palabras y dio un golpe con su varita.
Al instante, apareció una camilla blanca como las de la enfermería.
–Ponte en su otro lado, Ron. Yo me quedó aquí y entre los dos lo levantamos.
–Vale–asintió él y se colocó a la izquierda de Snape.
De pronto, se dio cuenta de que sus ojos estaban abiertos y se agachó para poder cerrárselos. Se apoyó en las rodillas y puso una mano sobre el rostro del profesor. Acababa de cerarle los ojos cuando notó algo que le hizo soltar un grito.
–¿Qué? ¿Qué ha pasado?–dijo Hermoione, asustada.
Pero Ron no parecía escucharla, sus ojos iban del rostro de Snape hasta su propia mano. Volvió a acercarla hasta la cara del hombre, lentamente. Esta vez llevó su mano hasta la ganchuda nariz. Volvió a sentirlo de nuevo. Estaba ahí, una corriente de aire. Snape respiraba.
Los ojos azules de Ron se encontraron con los de Hermione, quien le miraba boquiabierta. Ella también cayó de rodillas junto a Snape y llevo sus dedos hasta el cuello del profesor, intentando no tocar la zona dañada. Allí, muy débil, encontró el pulso que estaba buscando.
–Ron–susurró–, Ron, ¿sabes lo que esto significa?
Los labios del muchacho formaron una sonrisa por primera vez en días, llena de incredulidad.
–Está vivo–murmuró, sin acabárselo de creer.
Soltó una carcajada y, de pronto, estaba llorando. Los rostros de Fred, de Remus, de Tonks, aparecieron en su retina y Ron no podía parar. Dejó ir todo lo que llevaba acumulado, todo el miedo, la pena y la desesperación desapareció entre sollozos hasta que solo quedó la esperanza.
–Vas a vivir, maldito murciélago grasiento, vas a vivir–dijo, mientras ayudaba a Hermione a colocarle en la camilla.
Habían perdido a mucha gente, pero Ron no iba a dejar que muriera nadie más. Eso al menos podía intentarlo.
–Vamos, Snape, vamos. Ni se te ocurra irte–dijo, corriendo por los terrenos con Hermione a su lado y Snape flotando en su camilla–. Ya casi estamos en casa.
Harry estaba a punto de conseguir dormirse cuando algo vibró junto a él. Al darse cuenta de que lo que producía aquel sonido era la moneda del E.D. se incorporó de golpe y la cogió entre sus manos. El corazón le dio un vuelco al leer las palabras escritas en ella:
Harry, está vivo.
Saltó de la cama y bajó corriendo hasta la enfermería, con el frío suelo de piedra tocando sus pies descalzos.
A/N: En principio aquí debería acabar esta historia. Mi idea era hacer solo un capítulo pero he disfrutado bastante escribiéndolo... Así que no sé, quizás si me viene la inspiración la continue, pero no tengo nada planeado así que no creo hahah. La verdad es que en mi mente tengo muchos escenarios diferentes sobre como podría ser la vida del trío y de Snape (si es que sobrevive) después de la guerra. Son cosas en las que pienso en el metro o en una clase muy aburrida hahah pero nunca me había planteado ponerme a escribirlas. Bueno, que me voy por las ramas... Espero que os haya gustado.
Gracias por leer y dejad review si queréis :D
