Corea del Norte: Acceso al Terror

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N.A: Decidí hacer este fic principalmente porque amo el personaje de Corea del Sur. Desgraciadamente éste fue sacado del animé, pero de seguro todo fan de Hetalia sabrá que existe y es lo más mono que hay ^_^ Por desgracia no puedo decir lo mismo de Corea del Norte. He pensado que de existir sería de los más famosos personajes junto a su hermanito. :3 Muchos fics y fanarts especulan como podría ser la personificación de Corea del Norte. Entre un joven serio, callado e implacable a que el mismo Yong Soo (Corea del Sur) represente a los dos países, quizá, con un trastorno en su personalidad Xp Personalmente encuentro más atrayente la idea de un mellizo ;)

Hace un tiempo vi un doujinshi en youtube sobre la historia de las dos Coreas *O* Me emocioné tanto con ella, desconozco a su autor, pero hizo un trabajo estupendo. Si gustan pueden ver el link en mi bio ;P

Antes de que pregunten por las parejas, les puedo asegurar la presencia de Kimchibun, RoChu, Kimchiburger, Commiebun? (Corea del NorteXChina) UKUS, UKFr y GerIta. Esas son en las que me manejo, veré si puedo incluir a más, pero no podría garantizarlo xD Ojalá, aún así, puedan disfrutar de este fic en que pensaba hace mucho tiempo.

Advertencia: Este fic no pretende ofender ni atacar la ideología u gobierno de cualquier país. Está diseñado para ser neutral y toda referencia es sacada base a datos históricos y actuales.

Disclaimer: Ni Hetalia ni sus personajes me pertenecen.

Capítulo Uno: El Reto

El joven Hyung Soo, mayormente conocido como La República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), veía desde lo alto del balcón (donde comúnmente también solía ponerse su jefe) el formidable y numeroso ejército que se formaba en frente de su hogar.

Sí, aquello era conocido, su gente yéndole a venerar, rindiéndole tributo, el ejercito marchando a sus pies… el orden, todo el orden con que se regía su persona y su pueblo.

Esa mañana los soldados claman un grito de guerra, lo saludan. Sin embargo, hay algo distinto en la mirada de Hyung Soo. Corea del Norte inclina levemente la mirada hacia su ejército, nostálgico, casi triste. Eso era porque había ocasiones como esta en que el norcoreano se sentía abatido, sin alguna razón en particular.

No era algo que se le permitiera admitir abiertamente, pero se sentía solo. Todo el mundo lo conocía por ser alguien reservado, estoico, peligroso… No tendría tratados de no ser por su vecino y hermano; China. Pero éste también parecía guardarle cierta distancia, queriendo tenerlo lejos. Sabía bien que todos lo miraban con desaprobación y el mayor no sería la excepción. No obstante hubo un tiempo en que ambas naciones intimaron bastante. Al igual que una vez hizo con Rusia, cuando en ese entonces su casa aún era conocida como La Unión Soviética. Los tres fueron muy unidos durante ese tiempo y hubieron sentimientos entre ellos. Llegó el momento en que notó que el chino tenía los mismos sentimientos hacia el ruso. Huyng Soo se había dado cuenta pese a que su aniki no admitía sentir nada por él, pero sabía que le estaba mintiendo. Después de años de tensión silenciosa sus sentimientos se volcaron hacia Yao, su hermano mayor, y hasta hoy ese sentimiento perduraba, incapaz de confesar.

Hoy el norcoreano sólo quería estar en paz, en silencio. Desafortunadamente no sería así. Todo se arruinó cuando un mensaje llegó desde el otro lado del continente.

Ahí estaba Estados Unidos, junto a su jefe, vestido ridículamente de traje y sentados mirando a la cámara. Sería lo de siempre, sólo que hoy no estaba de humor. Rogaba que lo dejaran tranquilo, pero nuevamente todo se iría al quinto pino una vez que Alfred se pusiera de pie y sacara un ridículo megáfono de sus manos.

—"¡Corea del Norte, se te acusa de tener armas de destrucción masiva contigo!" —habló enérgicamente el americano a través del megáfono—. "Por el bien de la humanidad y sus naciones se te pide que te deshagas de todo tu armamento de destrucción masiva y firmes un tratado de desnuclearización y paz definitivo"

Hyung Soo estrujó sus puños con furia ¡Cómo odiaba a ese estúpido de America! Su voz irritante, sus aires de superioridad, su arrogancia y ganas de hacerse el héroe creyendo que podía con todo y contra todos.

Ya lo había decidido; no toleraría más mensajes ni provocaciones suyas ¡y qué si se estaba armando con misiles y bombas! ¿No hacían lo mismo los demás países también? Todavía tenía el descaro de pedirle que se deshiciera de sus armas cuando él y Rusia estaban armados hasta los dientes durante la Guerra Fría.

Corea del Norte a veces tenía la impresión de que todo el mundo estaba en su contra. Ese temor constante a que alguna otra nación pudiera hacerle algo. Por esa razón se mantenía tan recio y en ocasiones sentía que odiaba a todos. Podía ser que America y sus aliados estuvieran conspirando en ese momento para sacarlo de su casa y así dañar a su gente.

Eso no lo permitiría.

No dejaría que nadie atentara contra su pueblo. No mientras fuera Corea del Norte.

Sus jefes y altos mandos siempre le decían que debía cuidarse de Estados Unidos; que era su peor enemigo y que éste no pararía hasta destruirlo. De ningún modo iba a permitirlo. Primero él sería quien lo destruiría a él.

Escuchó los murmullos y sintió la furia de su gente cuando oyeron aquel mensaje. Entonces dio media vuelta y se dirigió con paso firme hacia el otro lado del continente.


Mientras tanto, aquella tarde, Estados Unidos se reunió con el resto del G-8, incluyendo a China, tras concluir su mensaje en televisión, para discutir algunos asuntos pendientes que tenía con los demás.

—¡Ahh, nada como hamburguesas y helados como para llenar el vacío después de tanto trabajo! —dijo con una risilla placentera el estadounidense luego de devorar una hamburguesa.

Todos, a excepción de Italia, se miraban discretamente el uno al otro. Feliciano en tanto no dejaba de jugar en un rincón con un gatito, ajeno a toda la situación que sus socios trataban. Las demás naciones estaban al tanto del mensaje que America y su jefe habían dado a la prensa sobre Corea del Norte. Se esforzaban en permanecer despreocupados sobre el tema, porque sabían que cuando a Alfred se le metía una cosa en la cabeza no había quien se lo sacara. De seguro estaba muy orgulloso por creer estar haciendo su labor de héroe.

No fue sino hasta una hora después que el estadounidense notó que sus aliados estaban tensos en el salón.

—¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras?

Inglaterra no aguantó más, dejó de lado su taza de té, que apenas había tocado, para encarar furiosamente a Alfred.

—¡Idiota! ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¡¿No ves que estás tratando con alguien que no sabemos de lo que es capaz?!

Usualmente era Alemania quien solía explotar cuando veía que alguien no se comportaba o formaba algún alboroto, por eso todos quedaron asombrados cuando Arthur perdió el control.

—America-san, creo que… creo que debería controlar más su… energía con este tema, podría convertirse en algo serio —habló Japón nerviosamente tratando por primera vez de ir contra las ideas del estadounidense.

—Ya van tres veces esta semana que vas con el mismo mensaje ¿no deberías ir con más calma? —expresó Francia de forma preocupada y al mismo tiempo conservando su sensualidad.

—¡Ni hablar! —debatió él—. Este asunto llevo tratándolo desde hace meses con mi jefe ¡No puedo dejar pasar algo tan grave como bombas y misiles nucleares que podrían en peligro al mundo! ¡Ese Corea del Norte es un bandido!

—¡Ya basta, America, aru! Creo que dejaste claro tu punto de vista.

A China no le gustaba que hablaran mal de Corea del Norte. Al fin y al cabo también era su hermano. En el fondo todavía guardaba sentimientos por él. También en su interior había un deje de culpabilidad por todo lo que Hyung Soo había pasado y en que se había transformado.

Alfred de inmediato dirigió una mirada fugaz a Yao.

—¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡Todavía tienes algo con ese rufián! —le apuntó acusadoramente—. ¡Eres su cómplice!

—¿Qué? ¡No, aru! —se paró la nación más antigua del mundo a la defensiva—. ¡Y no vuelvas a decir eso! ¡Sólo no necesitas ser tan rudo!

—America debería ser más cuidadoso con lo que dice —expresó Rusia figurando una sonrisa serena como de costumbre, pero dejando escuchar un leve "kolkolkol" haciendo saber que tampoco aprobaba mucho la actitud del estadounidense.

—Pues… yo aunque esté de acuerdo con el programa de desnuclearización debo admitir que estás yendo muy apresurado con esto —opinó Alemania bastante serio y de brazos cruzados.

—La, la, la, gatito quiere pizza, gatito quiere pasta —entonaba Italia una canción mientras mimaba al gatito a un rincón de la sala.

—¡Italia! —le llamó la atención Ludwig—. ¡Podrías dejar de jugar y poner atención!

—¡Oh, ustedes toman tan a la ligera este tema! —insistió Alfred dando un golpe al mesón con ambas manos—. ¡Si permitimos que Corea del Norte se arme de más misiles no impedirá que se convierta en un peligro para consigo y el resto de nosotros!

—Lamento diferir con eso —se escuchó una voz ajena a todos los presentes.

Silencio. De pronto todos voltearon hacia una nación imponente vestida con traje militar que permanecía de pie frente a la entrada. No pasó mucho tiempo en que los demás países salieran de su sorpresa para ver cómo Corea del Norte se acercaba a paso firme hacia donde estaba parado Estados Unidos.

Los dos países se quedaron mirando un rato, cara a cara. De principio, Alfred estaba casi tan sorprendido como el resto, pero no tardó en recobrar su postura y actitud para no quedar (aunque fuese un poco más alto) en menor porte que el coreano.

—Norte, así que finalmente estás aquí —dijo America con una postura y sonrisa relajadas, contraria a las que sostenía su adversario—. Supongo que vienes a decirnos que por fin te desharás de todos tus misiles y bombas nucleares ¿no?

—Por el contrario —respondió éste, inmutable—. Vengo a decirte que estoy más preparado que nunca a tus ataques o a los de cualquiera —dirigió su mirada por una fracción de segundo a los demás.

Luego volvió la mirada hacia Estados Unidos.

—Esta vez has llegado muy lejos —habló casi siseante—. Si piensas que te dejaré difamarme después de todo lo que nos has hecho te equivocas, puerco.

Hyung Soo se dirigió a Alfred con una mirada tan amenazante que éste pensó que le iba a golpear. El resto de las naciones se mantuvo alerta, pero no pasó nada y el norcoreano continuó:

—Me quitaste a mi hermano, así que te quitaré algo que te importe —amenazó—. Te quitaré algo que tú ames.

Notas Finales: Bueno, es todo por ahora, agradecería mucho cualquier opinión o sugerencia que pudieran darme para mejorar. Sé que muchas no soportan que se refieran a Alfred como America, les comprendo, créanme. Sé muy bien que América es un continente, pero se me hace muy raro escuchar que los demás le digan Estados Unidos y no América (como me acostumbré a escuchar en el animé)